03 abril 2020

#OrigiReto2020 El egoísmo de los ancianos

Este es mi relato de abril de 2020 para el OrigiReto 2020. Las normas de este reto se pueden consultar en las bitácoras de las organizadoras:

http://plumakatty.blogspot.com/2019/12/origireto-creativo-2020-reto-juego-de.html

o en

https://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2019/12/reto-de-escritura-2020-origireto.html

Este relato tiene 1949 palabras según https://www.contarpalabras.com (he quitado dos astericos para separar escenas).

Este es un relato un tanto especial. Lo escribí pensando en aquellos imbéciles que han dicho, o han sugerido, que debido a la pandemia del Covid-19, los ancianos deberían dejar de ser egoístas y morirse para no dañar la economía. Porque todo lo que hicieron por la humanidad cuando eran jóvenes, al parecer, carece de importancia. Creo que su memoria y su experiencia siempre tendrán un valor incalculable. A ellos va dedicado este relato.


EL EGOÍSMO DE LOS ANCIANOS

Isabel llevaba dos meses muy preocupada, desde el día en que llegó al pueblo un emisario del marqués. Las noticias que leyó eran espantosas: el horror que había asolado el continente medio siglo atrás regresaba con la misma fuerza. Tras aniquilar a las tropas de Bámbernal, un ejército enorme de demonios iniciaba el avance hacia las fronteras del reino. Las tres cuartas partes de los varones sanos del pueblo habían partido al castillo del marqués para unirse al mayor ejército reclutado jamás en el reino de Carsival. El resto de los hombres y las mujeres tenían asignadas las tareas de cuidar del campo, de los niños y ancianos y de defender el pueblo de partidas de forrajeo de los demonios.

Lo que peor llevaba Isabel era la escasez de comida. Aún no se pasaba hambre, pero solo disponían de los víveres justos e ir al mercado era una tarea ingrata, sobre todo para ella. Cuando Raúl, el tendero, al que siempre había considerado un amigo, la miró con mala cara, se le hizo un nudo en la garganta. Aunque la muerte prematura de sus padres y su abuela había sido difícil de superar, se alegraba de que no estuvieran viviendo aquella desgracia. De su abuelo, Fernando, no podía decir lo mismo.

—Con todo lo que estamos viviendo —dijo Raúl— y tu abuelo no renuncia a las fresas.

—Él no me las pide, pero le encantan y no puedo…

—Tu abuelo es tan egoísta como los demás viejos. Debería irse al bosque a dejarse morir, como hicieron algunos en Jasbipur. La comida y los cuidados que reciben deberían darse a los soldados que son los únicos que pueden vencer a los demonios.

Isabel estaba muy cansada de oír aquello, expresado de distintas maneras, a diario. Tan agotada se sentía que no pudo más y se echó a llorar. Raúl se disculpó, le guardó la compra en la cesta y le hizo un descuento; aun así, el daño estaba hecho e Isabel, que se había logrado contener, una vez lejos de la tienda tuvo que sentarse junto a la fuente para sollozar de nuevo hasta poder calmarse. No se creía que nadie recordara que su abuelo perdió su juventud luchando contra la primera invasión de demonios y le partía el corazón que algunos fueran lo bastante crueles para asegurarle que, a pesar de eso, debería mostrarse generoso y dejar de ser una carga. De pronto, alzó la vista y el corazón se le quiso salir del pecho. Pedro llegó corriendo y gritando y se arrodilló en el centro del pueblo.

—¡Los demonios, vienen los demonios!

Se armó un gran revuelo en la plaza, llena de tenderetes. Todo el mundo empezó a recoger, los compradores huyeron y tres soldados de la milicia corrieron hacia él. Pedro se puso en pie y empezó a reírse:

—¡Seréis idiotas! ¡Es una broma!

Con buen criterio, Pedro salió corriendo perseguido por los tres soldados. Un par de zapatos volaron hacia él, aunque no lo alcanzaron. Aquel pastor era el auténtico idiota, porque no escarmentaba. Tres años atrás, había gastado la misma broma con los lobos. De cuando en cuando, venía corriendo al pueblo, asegurando haber visto un lobo enorme, y suplicaba ayuda para encerrar a sus ovejas. La gente acudía en su auxilio y al llegar junto al rebaño, no había lobo. Hasta que un día lo atacó una manada entera y se quedó sin rebaño.

Isabel regresó a casa pensando en su abuelo. Para una mujer sola era una carga difícil: únicamente podía trabajar de jornalera la mitad del tiempo y, con eso, no les llegaba. Un par de vecinas la seguían ayudando, pero cada vez menos porque a medida que escaseaban los víveres, la idea de que Fernando era un egoísta cobraba fuerza.

La sonrisa inocente de su abuelo al verla llegar fue el regalo que, como de costumbre, disipó sus dudas acerca de seguir cuidándolo.

—¿Has traído fresas? —le preguntó con su voz cascada por los años.

Isabel asintió. Dejó el cesto en el suelo y bebió agua del botijo, hasta recuperar lo que había perdido en su ataque de llanto. Fue a la cocina, se hizo con un cuenco y le dio las fresas a su abuelo, quien las devoró y le agradeció que se las hubiera comprado.

Aquello la hizo feliz el resto del día.

*


Isabel se había tragado las lágrimas para no desmoralizar a su abuelo, pero Fernando conservaba la lucidez y supo que estaba sucediendo algo. Le dijo que se quedara en casa, a donde los demonios solo llegarían si aniquilaban a los defensores, que ella debía ayudar.

—No deberías ir a luchar —le dijo su abuelo sin levantarse del sillón donde pasaba los días.

Las campanas de la iglesia tañían sin pausa. Los milicianos habían ido puerta por puerta convocando a toda persona capaz de combatir. Un batallón de demonios se acercaba al pueblo  e Isabel sabía tirar con arco. Solo le quedaban diez flechas en la aljaba, pero estaba dispuesta a combatir mientras tuviera fuerzas. Dejó el arco apoyado en la pared y se volvió para ver, quizá por última vez, a su abuelo. Fernando se había puesto en pie y se mantenía erguido sujeto a su cayado.

—Siéntate, por favor.

—No tienes experiencia militar —respondió Fernando—, pero yo sí. Si tú peleas, yo también.

—Por favor, abuelito. Quédate aquí, no hagas que sufra pensando en ti.

Fernando suspiró y volvió a sentarse. Isabel no pudo contenerse: abrazó a su abuelo, lo besó varias veces y, antes de salir, suspiró, se despidió de él y abandonó su hogar.

*


Los demonios eran monstruos un poco más altos y de mayor corpulencia que los guerreros humanos. Iban a la batalla con armaduras negras, escudos de ese color decorados con símbolos rojos y armas también negras. Los ojos de aquellos monstruos fulguraban en el mismo tono que la sangre. Eran adversarios temibles y, además, traían consigo a un hechicero que había causado muchas bajas.

Los defensores habían levantado barricadas en muchas de las calles, pero solo lograron contenerlos poco tiempo en cada una. Isabel conservaba dos flechas: las otras ocho se habían clavado inútilmente en los escudos enemigos o habían fallado. En aquel instante, los últimos defensores habían rechazado al enemigo, que formaba al otro extremo de la plaza de la iglesia, creando un muro con los escudos. En el sótano del templo se escondían los fugitivos que no podían pelear. Ya no era posible seguir retrocediendo.

Isabel intentaba contener la hemorragia del brazo de Julio. El muchacho, de pronto, dejó de gritar y, un par de minutos después, de respirar. Isabel agachó la cabeza, se pasó una mano por la frente y sintió que se le llenaba de sangre del joven muerto.

Oyó pronunciar el nombre de su abuelo y lo vio bajando por la calle hacia la barricada ayudándose del báculo, con mucha dificultad. Isabel se desesperó.

—¡Vuelve a casa! ¡Te dije que no salieras!

—Prefiero que no me atrapen dentro —respondió.

Isabel no pudo regañarle más. Le apoyó la frente en el hombro y se abrazó a él. Ahogó en el jubón de Fernando los suspiros que iban a hacerla llorar.

—No resistiréis otro ataque —le dijo su abuelo al único soldado profesional de la barricada, el que los comandaba—. La iglesia es, ahora mismo, una trampa.

—¿Y qué otra cosa podía hacer? —respondió con amargura el soldado.

—Si hubierais sido el doble y todos fuerais soldados regulares, podríais haber resistido. Demasiado habéis aguantado.

El soldado se volvió murmurando algo. Isabel se separó para pedirle que no siguiera hablando y se llevó la sorpresa de que los ojos de su abuelo estaban llenos de lágrimas.

—Mi nietecita… ¿Sabes cuántas veces te tuve en brazos cuando eras un bebé? Recuerdo que, cuando me descuidaba, intentabas morderme la cara. Aunque yo me dejaba, lo reconozco.

Isabel se rio, aunque se le llenaron los ojos de lágrimas. Su abuelo avanzó dos pasos y se sacó un colgante de debajo del jubón, uno que siempre llevaba consigo y tenía engarzada una joya transparente como el vidrio.

—Mi memoria ya no es lo que fue, amigos —dijo Fernando—, pero la vejez solo borra los recuerdos nuevos. Los viejos y todo lo que fui y aprendí sigue en mi interior. Os he mentido a todos, incluso a ti, Isabel, pero era necesario para protegeros. No serví en la infantería; fui un hécoba. Sigo siéndolo.
Isabel abrió mucho los ojos. ¿Su abuelito fue un mago de batalla en su juventud? Fernando la miró con una sonrisa triste.

—Ya no importa que lo sepáis: todo está perdido.

Su abuelo apretó el colgante y una luz blanca se escurrió entre los dedos cerrados. Y, de pronto, se alzó en el aire y rebasó la barricada volando.

—¡Eh, vosotros! —gritó Fernando a los demonios—. ¿Os lo estáis pasando bien?

El jefe de los demonios, que tenía dos cuernos enormes en el casco, gruñó una orden y sus ballesteros atacaron a Fernando. Todas las saetas fallaron. Mientras el enemigo recargaba, Isabel tomó el arco y se subió a la barricada. Varios de sus vecinos siguieron su ejemplo y lograron evitar una segunda andanada de saetas. El hechicero de los demonios alzó los brazos y Fernando se vio envuelto en llamas. Isabel gritó y se encogió hasta que oyó que alguien aplaudía. Era su abuelo.

—¡Muy bien! —dijo su abuelo mientras las llamas se disipaban—. Tu técnica es muy buena, pero se podría hacer mejor.

Isabel nunca había visto a su abuelo demostrar tanto sarcasmo y arrogancia. Lo vio alzar una mano y el hechicero de los demonios levitó, quedó envuelto en llamas y estalló convertido en brasas humeantes que llovieron sobre los demás demonios.

De pronto, Fernando desapareció y volvió a aparecer detrás del jefe enemigo. La cabeza del monstruo salió despedida y rebotó varias veces ante las miradas aterradas de los demonios. Su abuelo se había vuelto a desvanecer y se materializó sobre un techo, sentado.

—¡Vaya! Parece que vuestro jefe ha perdido la cabeza.

Isabel contempló, admirada, cómo la tropa de demonios salió huyendo, y no era para menos. Los hécobas eran los hechiceros de batalla más poderosos del reino; por desgracia, una vez derrotados los demonios, quedaron olvidados. Fernando apareció junto a ella y le sonrió.

—Echaba de menos la magia —dijo, y se desplomó.

Isabel se arrodilló a su lado. No necesitó preguntarle qué le sucedía: leyó la muerte en su mirada. Su abuelo le acarició la mejilla con debilidad.

—Recordadlo —le dijo Fernando con esfuerzo—. Los demonios son buenos soldados, pero las unidades pequeñas se desbandan si pierden a su jefe. —Sostuvo la mirada de Isabel—. La magia te consume y el cuerpo solo lo aguanta si eres joven, por eso no invoqué mis poderes hasta que todo estuvo perdido. En fin, ya he hecho caso a tantos como querían que me dejara morir para no seguir alimentando a un viejo inútil. Solo he tardado unos meses más.

—Si hubieras hecho caso a esos imbéciles —respondió Isabel—, ahora estaríamos muertos.

Fernando suspiró.

—Quítame el colgante y póntelo.

Isabel así lo hizo y, cuando cerró la cadena de la joya, la piedra refulgió.

—Ya te ha aceptado —dijo Fernando en un susurro—. Desde hoy eres una hécoba, pero tienes que formarte. Ve a casa y coge el libro negro: ahí aprenderás lo básico. Llévate a todos de aquí: los demonios volverán. Y cuando los hayas dejado en un lugar seguro, viaja hasta Canteila: allí te entrenarán. Cuídate mucho.

Fernando murió con un último suspiro. Isabel le cerró los ojos al último familiar que había tenido. Se encogió y se secó las lágrimas, pero se levantó apenas un minuto después. Tenía mucho trabajo que hacer.

*  *  *  *  *


Son 1949 palabras según www.contarpalabras.com (he quitado 2 asteriscos de separación de escenas).

Objetivo principal:  9. Cuenta un relato en el que la magia tenga un papel importante.

Cuentos y leyendas. Objetivo secundario 1: C   Pedro y el lobo.

Criaturas del camino. Objetivo secundario 2: VI   Ángeles/demonios.

Objeto oculto 1: 20   Un botijo.

Objeto oculto 2: 24   Un arco.

Cumple con mi objetivo personal: Fernando da la vida para salvar a su nieta y al resto de sus vecinos.
Además, cumple con: Giratiempo (publiqué el día 3 de abril. Inconcebible). Rosa Insolente (Isabel es la protagonista y quien hereda la magia: es su relato de presentación) y Doble dragón (este es el relato de fantasía del doble dragón).

12 comentarios:

Marga Kvásir dijo...

Vaya. Me han entrado ganas de llorar un par de veces, y no sé si es porque la situación actual me tiene muy sensible, porque el relato es muy emocionante o una mezcla de ambas. En cualquier caso, enhorabuena. Me ha gustado muchísimo.

No podría estar más de acuerdo con la crítica social del relato, así que ahí tengo poco que añadir. En cuanto a lo demás, me ha recordado a la serie The Witcher, no sé si la habrás visto. Ha sido por la escena del ejército de demonios acercándose desde lejos y por la parte del abuelo pasando el legado a su nieta, sobre todo.

Me gusta muchísimo la dualidad en la personalidad de Isabel: se la muestra como una persona sensible al principio, cuando se emociona comprando las fresas; pero también es una luchadora y una persona fuerte tanto en lo físico como en lo emocional. Un personaje bien construido, y eso que es un relato corto. Me ha gustado, en especial, la escena en la que Isabel llega a casa de su abuelo y le ofrece la comida, porque la calma que transmitía el anciano se me ha hecho muy real.

Genial la narración. Siempre disfruto de las historias con mucha acción (y de la fantasía en general), así que esto ha sido muy de mi rollo. Bien los personajes, como comento. Muy buena también la moraleja y el giro argumental sobre la verdadera profesión del anciano. Un relato redondo, en definitiva.

Un saludo, espero que la cuarentena esté siendo lo más llevadera posible :)

ContraCrriente dijo...

¡Hola!
Ha sido fantástico, le has dado a Isabel mucha fuerza para soportar todo lo que ha vivido y lo que tiene por vivir. También la paciencia de su abuelo, para hacer lo correcto en el momento oportuno, gracias a su sabiduría no murió mucha gente, más bien la salvó. Me ha transportado y me ha hecho vivirlo en primera persona y eso no siempre ocurre.
Muchas gracias por este relato.

R. J. RANDOM dijo...

Buen homenaje a los que peor están soportando la situación por edad y que son quienes nos hicieron, en el amplio sentido de la palabra.

Tiene guasa que me cueste seguir quién es quién, y eso que afortunadamente has usado nombres no exóticos ni complicados. Creo que no hace falta nombrar a tode quisqui, por ejemplo, al soldado profesional que lidera la resistencia en el pueblo no le has dado nombre. Bien por eso. Pero al tendero, a uno que se desangra, y a no se quien más... Sí son secundarios no hace falta esa información, creo yo, salvo que tenga alguna relevancia. Por ejemplo de estos, quizás Pedro, por ser la referencia al cuento, me vale. El tendero, puede que sí, puede que no. El desangrado, para nada. Aunque se que a quienes le va la fantasía no les importa que haya una legión de nombres, raros incluso. Pero a mi me despista, porque creo que ese alguien nombrado va a trener más apariciones oimportancia, y cuando me encuentro un nuevo nombre (aparte de que pienso lo mismo) tengo que rebobinar para comprobar que es uno nuevo y no el que estaba esperando en la memoria para asignarle la acción. Bah, cosas mías.

Y una frase que me ha costado pillar tambien: "En el sótano del templo se escondían los fugitivos que no podían pelear." Claro, he asociado lo de esconderse y fugitivos, y luego no comprendía lo de que no "podían" pelear. Me preguntaba constantemente que si no sería que no "querian" pelear. Después de muchas vueltas he supuesto que te referian a los que huian por quedar heridos, agotados, desarmados, incapacitados por el pánico o cualquier otra circunstancia. Entonces quizás fugitivos no sea la mejor palabra.

Yarcko dijo...

Me encantan las historias épicas y aunque al principio el relato no me parecía nada del otro mundo, sabía que no me ibas a defraudar. La prosa cuidada, el lenguaje medido y los adjetivos seleccionados y colocados en el lugar idóneo hacen que sea un texto precioso que no te cansas de releer.
En cuanto a la historia que narras te diré que me parece un muy buen primer capítulo para una historia mucho más larga. Me parece, Juan, que tienes mucho que contarnos ¿No?
Me resulta un poco perturbadora la elección de nombres: Isabel y Fernando. Con esos nombres tenían que hacer algo grande porque inmediatamente los he asociado a los Reyes Católicos (cada loco con su tema, yo al mio), aunque quizá haya sido por leer el relato en el día de los comuneros (la fiesta autonómica de Castilla y León, para quien no lo sepa), 23 de abril.
Por algún motivo pensé que las fresas tendrían un papel determinante en el poder del anciano, una vez descubierto éste, así que ahí me he llevado un chasco.
Aparte del texto, me resulta aterrador que haya gente anteponiendo sin pudor la economía por encima de la vida... pero creo que tu relato es una gran historia, un zasca en toda la boca a los que piensan así y un hermoso homenaje a nuestros mayores, que por desgracia se nos están yendo y no estamos haciendo lo suficiente por salvarlos.
Un relato estupendo. Espero que la historia continúe.
Un abrazo!

Stiby dijo...

Hola!!

Me ha gustado muchos relatos, aunque habría preferido que el abuelo acabase vivo porque habría sido un final más esperanzador, aunque entiendo que la moraleja queda más clara así. Y es que no se debe despreciar la experiencia ni una vida de sacrificio y aprendizaje teniendo en cuenta solo a la juventud como "parte productiva" de una sociedad.

La verdad es que con todo lo que estamos viviendo me da muchísima pena ver a tanta gente mayor muriendo y sobre todo tanto mayores como jóvenes muriendo solos. Creo que es esto último lo que más pena me da.

Esperemos que vaya todo a mejor cuanto antes. sobre todo relato me ha sorprendido que el abuelo fuese un mago, no lo habría pensado para nada. Me ha gustado el giro que ese descubrimiento da a la historia.

Un abrazo!

Érica Fortuny dijo...

Hola Juan,
me alegra mucho que hayas escogido este tema.
Dar visibilidad a los ancianos es mi objetivo personal en esta edición del OrigiReto. Espero que la gente consiga reflexionar sobre las personas mayores y sean más amables y empáticos con ellos.
Quiero pensar que la guerra con los demonios es todo una metáfora de lucha interna es situaciones de crisis. Me explico: en momentos de crisis los grupos más vulnerables de la sociedad son los que más sufren. Son a los que más les afecta las circunstancias negativas.
Para seguir con la metáfora... supongo que habrá nobles ricos a los que no piden que se mueran para no ser alimentados y nobles jóvenes que podrían ir a la batalla pero por sus privilegios se libran.
Entiendo el dolor de Isabel y aunque Fernando se ha tenido que sacrificar por los demás, le ha dejado un gran legado: emprender el camino de la magia y todos los valores morales que le habrá enseñado en vida.

No me extiendo más, nos leemos pronto.

KATTY COOL dijo...

Maravilloso relato, me encanta como metes a pedro y el lobo y por alguna razón creí que pasaría de nuevo al llegar los demonios esta vez. Me ha gustado mucho el gesto de dedicárselo a los abuelos y que rabia esa opinión de que son un estorbo, porque lo dicen tan convencidos que da asco. Como si no fueran todes a ser también mayores un día de estos, frivolizando como si no fueran personas, como si no merecieran nada... en fin, somos de la misma especie pero cuantos cristales por los que ver a través...

También te digo que me habría gustado más un final positivo, porque es como que se salen con la suya de todas formas y encima se sacrifica por elles y no lo merecen. También agradezco que no hayan salido los aplausos, porque mira, lo respeto, pero parece que eso es lo importante ahora, no mandar buenos deseos sino salir a las 8 a aplaudir y celebrar, que hay que salvar el mundo... En fin que me lio xD Me ha gustado mucho, el tema, los objetivos (coincidimos en el principal, yey! ^^), y encontrarme el botijo me ha hecho saltar estrellitas xD Genial todo! No encontré nada importante, así que enhorabuena por eso también :3

.KATTY.

Gema Seelie dijo...

Hola Juan!:
Tenía el relato guardado para leerlo porque he estado un tiempo "off" y ha merecido la pena. Me ha gustado muchísimo.
Acusando a Fernando de egoísta cuando lo único que quiere (y necesita) es descansar, para al final darlo todo y salvar a su nieta y a unos cuantos más... real como la vida misma. El final sí me ha gustado, Isabel necesita aprender pero en mi opinión lo has dejado un poco brusco. También me hubiera gustado ver las reacciones de los que decían que se muriese, a ver si reflexionan un poco.
Isabel como personaje me ha encantado, es joven, pero lleva mucho peso encima. Espero verla en otros relatos :)
Nos leemos y gracias por esta historia :)

Juan dijo...

Buenas tardes, Marga y Chery

Os voy respondiendo en varios comentarios.

Marga, me alegro de que te gustara y emocionara el relato. Por supuesto, la crítica social hacia el desprecio hacia los ancianos era el alma de este relato. En cuanto a The Witcher, no la he visto, así que no sabía que esos elementos salen también en la serie.

Me gustan mucho esos personajes con contradicciones. Isabel es una mujer sensible, pero que sabe sacar valor cuando es necesario y luchar por la vida de los suyos. Finalmente, siempre me ha gustado la fantasía, aunque en los últimos años ya no me sale con la fluidez de antaño. En este relato recuperé ese género. Y esos giros me encantan: pintar a personas que parecen débiles y que, al final, esconden un poder muy superior al que se les atribuye. Como curiosidad, este relato lo ideé hace muchos años, pero nunca lo llegué a escribir y me pareció interesante para el Origireto. Gracias por leerlo :). Espero que sobrellevaras la cuarentena lo mejor posible.

Chery, gracias por haberlo leído y me alegro de que te gustara.

Un saludo.

Juan.

Juan dijo...

Buenas tardes, RJRandom

Gracias por haber leído y comentado este relato-homenaje.

Lo que me dices sobre los nombres es un asunto interesante que ilustra algo: no existe una forma "correcta" de hacer las cosas, de ahí que haya libros preciosos para algunos e insoportables para otros.

La cuestión es que el pueblo donde sucede la batalla es una localidad pequeña. En otro relato, hace ya varios años, describía como una chica, la llamaré Pepita, se marchaba de un pueblo pequeño. Dije en un punto: "Pepita se cruzó con tres chicos del pueblo". Y una persona me comentó: "Pepita vive en un pueblo pequeño. En los pueblos pequeños se conocen todos así que me resulta muy raro que Pepida diga "tres chicos del pueblo", como si no los conociera." Tenía toda la razón: es absurdo que no los conozca si es un pueblo pequeño.

En este caso, al narrar en tercera persona equisciente, Isabel no va a comprarle "al tendero", sino a Raúl, al que conoce desde que era niña. El que se desangra no es un chico del pueblo desconocido, es Julio, el chico con el que jugaba de niña o que se cruzaba todas las mañanas. Es un pueblo pequeño: todo el mundo se conoce e Isabel no puede no saberse todos los nombres. No hago más que hacer caso de una sugerencia que me pareció acertada, me pareció un fallo no tener en cuenta que en aldeas o pueblos pequeños, todos se conocen. Incluso, en los pueblos de Andalucía se ponen motes.

¿Por qué el soldado no tiene nombre? Porque Isabel no lo conoce. Es un infeliz al que destinaron a defender un pueblo pequeño con un puñado de compañeros y lleva poco tiempo sirviendo en el pueblo.

Con respecto a la frase de los fugitivos que no podían luchar, se trata de personas como Fernando, el abuelo de Isabel. Los llamé fugitivos porque son gente que tuvo que huir de sus casas para esconderse de los demonios. Le daré una vuelta a esa frase, pero tu interpretación es correcta. No se trata de gente que no quiere luchar, es gente que no puede hacerlo y se refugian en la iglesia, como lugar que consideran más seguro (aunque no era verdad) contra ellos.

Gracias por tus comentarios y un saludo.

Juan.

Juan dijo...

Buenas tardes, Yarcko, Stiby y Erica

Gracias por leer y comentar.

Yarcko, hace muchos años, la mitad de lo que escribía era todo así, historias épicas, aunque también las alternaba con otras que tenían lugar en nuestra época, relatos urbanos por así decirlo. Solo en los últimos dos o tres años me ha dado por escribir ciencia-ficción, así que este relato me trajo buenos recuerdos de cuando esto era lo que más me gustaba escribir. Gracias por lo que comentas acerca de la prosa cuidada y de que el relato vaya de menos a más, porque esto último era un objetivo. Fernando debía parecer un pobre viejecito y que lo relacionado con él fuese insulso. Así, el cambio de papel habría tenido mayor efecto.

Lo de Isabel y Fernando, créetelo, fue pura casualidad. No me di cuenta de que abuelo y nieta tenían los nombres de los Reyes Católicos hasta que me lo dijiste :) . Con respecto a que vale como introducción a una historia más larga, es verdad. El final queda abierto y habría muchas cosas que contar sobre estos personajes y este mundo. Quizá lo haga en un futuro.

Y, en efecto, este relato pretendía ser un "zasca" a tanta gente como oí decir, durante lo peor de la pandemia, que no se podía parar la economía para salvar "a los viejos". Es tener una falta de humanidad tan grande que no lo pude soportar.

Stiby, gracias por leer y comentar y me alegro de que te gustara. Como dices, el pobre Fernando tenía que morir, si no, podría haber actuado antes y haber salvado al pueblo. Pero dicen que la magia debe exigir algo a cambio, algo que Fernando solo podía ofrecer cuando era más joven. Lo de que Fernando fuera un mago, aparte de buscar la sorpresa, como bien dices, es una metáfora acerca de que casi todas las personas mayores fueron gente muy activa en su juventud. Algunos de ellos hicieron grandes cosas cuando eran más jóvenes, aunque ahora ya solo puedan hacer y disfrutar de cosas muy sencillas.

Ericka, me alegro de que te haya gustado. Las personas mayores necesitan un trato mucho mejor que el que reciben hoy en día en una sociedad donde lo importante es lo productivo que seas y los impuestos que pagues. En este caso, los demonios representan algo parecido a lo que dices. Son el mal, son una fuerza destructiva que pretende destruir a la humanidad. En efecto, los más débiles son los que más sufren las consecuencias y, probablemente, en ese reino pase lo que dices, ya que siempre hay, y habrá, clases y privilegios. Hay un elemento más: la sabiduría perdida de los hécobas es un ejemplo de decandencia del conocimiento, de la decadencia de la investigación médica moderna que ha sido incapaz de aportar soluciones contra la covid. Eso tenía en la mente cuando lo escribí.

Un saludo.

Juan.

Juan dijo...

Buenas tardes, Katty y Gema

Gracias por leer y comentar.

Katty, este cuento es un homenaje a los mayores y una crítica a esos que dijeron que era mejor que murieran por culpa de la covid para no dañar la economía. Estoy de acuerdo con lo que dices: no se los trata como a personas.

Ya me conoces, y ya sabes lo que me cuestan los finales felices :). En todo caso, todo lo que comentas es parte de la idea de injusticia que el relato quiere transmitir. Esa idea de que Fernando salva incluso a aquellos que deseaban que se muriera. Me alegro de haber coincidido en el principal y que te gustara la aparición del botijo :)

Gema, me alegro de que te gustara. El corte abrupto del final se debe, en esencia, a que o cortaba ahí o se me salía de las 2020 palabras, pero es cierto que este relato se podría extender bastante. Sí que es real lo de que los ancianos tengan que venir a ayudar o a salvar a los más jóvenes, a pesar de que lo que merecerían es descansar, pero las crisis nos enseñan que la pensión del abuelo o los cuidados de estos a sus nietos son los que permiten a los jóvenes sobrevivir a la miseria o trabajar cuando no tienen dinero para guarderías.

Me estoy planteando seguir la historia que, ahora, por supuesto, protagonizaría Isabel. Gracias por el comentario.

Un saludo.

Juan.