31 enero 2023

#EstrellasDeTinta2023 Magia del pasado

Este es mi microrrelato para el reto de escritura Estrellas de tinta 2023, organizado por Katty Cool.Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2022/12/reto-de-escritura-creativa.html


Está relacionado con este relato, escrito por Katty Cool:

https://plumakatty.blogspot.com/2023/01/recuerdo.html

La gamba se la lleva, este mes, el relato de Carly

https://lachicadelasposdatas.blogspot.com/2023/01/termino-medio-increible.html

Me ha costado mucho elegir la gamba, porque varios relatos más se la habrían merecido, pero solo puedo asignar una.

Esta es la etiqueta de enero, que ambién pondré en Twitter.


Y este es el micro, con 227 palabras. Espero que os guste.

 

MAGIA DEL PASADO


Lyre cerró la extraña caja metálica y miró sonriente a Pima.

—Tengo que saber qué son estas cosas. Vamos a llevárselas a Harpe.

Pima quiso responderle que la anciana, que guardaba en la memoria la sabiduría y la historia del poblado, no querría perder el tiempo examinando aquellos objetos desconocidos, pero no le dio tiempo. Solo pudo seguir a toda prisa a su amiga. Harpe se pasaba los días transmitiendo sus conocimientos a los cuatro chicos y chicas que deberían transmitirlos a la siguiente generación. No le haría caso.

Sin embargo, cuando Lyre le enseñó la caja metálica, la anciana examinó con cuidado los objetos.

—¿Qué son estas cosas? —preguntó Lyre, incapaz de refrenar su curiosidad más tiempo.

—Son reliquias de un tiempo que jamás volverá. Deben de ser de antes de que la Enfermedad destruyera a la humanidad del pasado.

—¿Y para qué servían? —insistió Lyre.

La anciana reflexionó largo tiempo, en el que volvió a examinar los objetos.

—Solo puede tratarse de la ropa de una gran hechicera del pasado. Esta ropa y estos zapatos son la vestimenta que le permitía a aquella poderosa mujer invocar su magia. Esos signos indescifrables de los papeles deben de ser palabras de poder. Aquella hechicera quiso proteger la fuente de su magia de la Enfermedad, pero, supongo, perdió la vida antes de poder usarlas.

—Es fascinante —dijo Lyre.

15 enero 2023

#EstrellasDeTinta2023 Pájaros de plata

Este es mi relato de enero para el reto de escritura Estrellas de tinta 2023, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2022/12/reto-de-escritura-creativa.html

Los objetivos que cumple son:

OBJETIVO PRINCIPAL

7- Escribe un relato sobre el vinculo entre una criatura sobrenatural y alguien normal.

OBJETIVOS SECUNDARIOS

13- Narra una historia sobre el primer amor.

18- Mete la criptozoología en tu relato.


Son 1954 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html (he quitado tres asteriscos para separar escenas).

Espero que os guste este relato.

 

PÁJAROS DE PLATA


Pablo seguía vivo por pura suerte. Gritaba pidiendo auxilio porque no podía hacer más. Se convenció de que agarrarse a aquella raíz solo había pospuesto su fin un par de días. Permanecía en la mitad de un barranco de unos sesenta metros de altura, con una pierna destrozada, sin posibilidad de trepar o seguir bajando. Sentía cada vez más frío.

Gritó largo tiempo, hasta que se resignó. Desde su posición se veía el atardecer pintar de rosa y naranja las nubes por encima de las montañas nevadas. Quizá el críptido que buscaba fuera un animal nocturno y bajara por el barranco para devorarlo. Sería irónico: un criptozoologo novato devorado por la especie que pretendía descubrir. No quería ni imaginarse lo que sería pasar una noche allí.

Entonces, oyó algo moverse. Pablo gritó con la esperanza de que pudieran ayudarle y se arrepintió. Una mujer de cabellos negros, piel bronceada y ojos dorados asomó la cabeza desde lo alto del acantilado. Lo aterrador fue que era enorme. Pablo se calló, intentó pegarse a la pared, pero la giganta ya lo había visto. La mujer desapareció y lo hizo temblar cuando plantó los pies en el barranco y descendió hacia él.

Cuando llegó a su lado, Pablo solo pudo mirarla un instante: cuando comprobó que su cabeza era el doble de grande que él, se encogió, esperando a que lo devorase. Notó que el monstruo se movió y pasaron unos instantes eternos.

—¿Qué haces aquí?

Pablo abrió los ojos por la sorpresa de oírla hablar su idioma con un acento muy leve. Tenía el rostro enorme enfrente y aunque a Pablo le seguía latiendo el corazón con furia, el monstruo no dio muestras de querer devorarlo.

—Estaba buscando un críptido, me caí y me destrocé la pierna. Por favor, no me hagas daño.

—No, claro que no. ¿Qué es un críptido?

—Un… una criatura que se cree que existe, pero que la ciencia no conoce aún.

—¿Yo soy un críptido para ti? —dijo la giganta y sonrió.

—N… no creo. No eres un animal y… y yo buscaba algo mucho más pequeño, unas aves que brillan de noche como hebras de plata.

—Qué bonito. ¿Y tú qué eres? Eres del tamaño de un niño humano, pero los niños no tienen barba ni bigote.

—Soy humano, solo que no he crecido lo habitual.

—Vale. Perdóname, pero necesito ambas manos para subir y no tengo otro sitio donde ponerte.

El monstruo le acercó una mano, lo que aterrorizó a Pablo.  Lo rodeó con los dedos con delicadeza y se lo metió en el escote, como hacían las mujeres de los pueblos con el dinero. Aquello le resultó perturbador, angustioso. Al menos, no le tocaba la piel, ya que vestía camisa debajo del corpiño. Sin embargo, cuando el monstruo comenzó a ascender, advirtió que apenas sentía frío, que aunque no se notaba apretado tampoco se movía y que el latir del corazón de la giganta le reconfortaba.
Fue una experiencia impresionante asomar la cabeza y ver el final del barranco y, poco después, contemplar como subía hasta que la giganta se detuvo, de pie, entre los árboles. La mujer era un poco más alta que la mayoría de ellos.

—Tendrás que pasar toda la noche conmigo. No puedo llevarte al pueblo ahora, pero te lo compensaré.

Para Pablo, aquella noche fue mágica. Apenas una hora después, había dejado de tenerle miedo. Mientras cruzaba el bosque a una velocidad enorme gracias a su tamaño, le habló de ella. Se llamaba Kyi y no era una mujer más grande de la cuenta, sino un espíritu de la naturaleza que cobraba forma humana porque le parecía práctica. Era tan poderosa que si no adoptaba un tamaño descomunal, no podría canalizar su magia.

Había caído la noche cuando Kyi llegó al primer punto que debía visitar. En lo alto de una colina crecían varios abedules, tres de ellos el doble de altos que la giganta, que medía unos diez metros. La mujer se detuvo muy cerca, debajo de sus ramas.

—Eres el primero al que se lo voy a enseñar. Estos árboles se están muriendo, y no deberían: aún tienen mucha vida que crear.

Kyi inspiró hondo, se puso la palma de una mano bajo la boca y sopló hacia los árboles. Repitió el gesto un par de veces y, unos minutos después, Pablo se maravilló. Las hojas destellaron como si se hubieran cubierto de hebras de plata que brillaban a la luz de la luna. Despacio, llovieron gotas de plata, como si nevara. Kyi alzó el rostro y extendió los brazos. La nieve le caía sobre brazos y hombros y a Pablo también se le posaron algunos copos en la frente. La giganta ahuecó la palma de una mano y, tras unos instantes, se la acercó y le pidió a Pablo que bebiera. Se trataba de agua gélida y cristalina.

Kyi dedicó la noche entera a recorrer los bosques e insuflar vida a los árboles. Lo único que apenó a Pablo fue pensar que, probablemente, el críptido que buscaba no era tal: lo que los habitantes del  pueblo habrían percibido serían las gotas brillantes que Kyi extraía de los árboles.

Para Pablo fue una noche mágica. Nunca había experimentado nada parecido. Intentó mantenerse despierto, pero la calidez del cuerpo de Kyi y la paz que le inspiraban los latidos de su corazón lo relajaron tanto que se durmió.

*


Tras lo que Pablo creyó un instante, lo despertó la voz de Kyi.

—No tengáis miedo. Solo quiero que llevéis a Pablo al pueblo. No debe caminar demasiado durante unos días.

Pablo se sintió deslumbrado por la luz de la mañana.  Kyi hablaba con dos hombres que Pablo había visto alguna vez en el pueblo. Miraban aterrorizados a la giganta, pero el asno al que uno de ellos llevaba de las riendas se mostraba tranquilo.  El hombre de más edad, Roldán si no se equivocaba Pablo, asintió. Kyi se llevó la mano al escote, sujetó a Pablo con delicadeza y lo dejó en el suelo, junto a los dos hombres. Él se volvió hacia la giganta, que estaba arrodillada, y esta le sonrió.

—Tenerte pegado a mí te habrá curado la pierna, pero no la fuerces. Descansa tres o cuatro días y vuelve a buscar esos pájaros tan bonitos.

Pablo asintió, sin saber qué decir. Kyi se puso en pie y lo miró una vez más.

—Me caes muy bien. Si acudes dentro de cinco días al sitio donde te encontré, al atardecer, te ayudaré en tu búsqueda.

Kyi se volvió y se alejó con la rapidez que le daba su gran tamaño. Pablo la miró hasta que desapareció al descender por una ladera. Suspiró varias veces, recordando todo lo que había visto y sentido junto a ella.

Era verdad que tenía la pierna curada. Podía caminar, aunque le dolía un poco. Roldán lo invitó a subirse al asno y lo ayudó porque el animal era grande para él. Notó cierta incomodidad en el hombre, pero Pablo había asumido tiempo atrás su escasa estatura y nunca se molestaba. Tranquilizó a Roldán, le dijo que no había problema, que podía cogerlo en brazos para subirlo. Él mismo condujo al animal de vuelta al pueblo. Pablo se pasó todo el rato pensando en Kyi.

—Una pregunta tonta —le dijo Roldán—. ¿Te has pasado toda la noche ahí, en su escote?

Pablo se ruborizó.

—Sí, pero es que bajó por un terraplén para rescatarme y no tenía otro sitio en el que ponerme.

—Eso es tener buena suerte —respondió Roldán y se interrumpió debido a las carcajadas—, pero… no sé cómo decírtelo. Es preciosa, pero es muy grande para ti.

—Para mí todas las mujeres son enormes —respondió Pablo con una sonrisa—. No te preocupes, no me he enamorado de ella.

Durante los días que permaneció en la posada recuperándose, aceptó que le había mentido a Roldán. Se impacientaba porque el tiempo transcurría demasiado despacio y él quería ver de nuevo a Kyi. Pablo nunca se había fijado en ninguna chica: su vida eran sus estudios, su objetivo era descubrir su primer críptido y ganarse el acceso a la facultad de criptozoología.

Cuando, cinco días después, se encaminaba al punto de encuentro con Kyi, iba convencido: la giganta era su primer amor. Pablo estaba sentado junto a un árbol y vio llegar a Kyi. El corazón se le aceleró al verla arrodillarse delante de él. Le ensenó una especie de bolso enorme hecho de esparto que llevaba sujeto con un cinturón del mismo material.

—Mira lo que te he hecho, Pablo. Así podré llevarte.

Le acercó las manos despacio mientras Pablo se ponía en pie. Kyi lo metió en el bolso. Cuando la giganta lo cerró, podía ir sentado y sacar la cabeza.

*


Pablo pasó dos meses maravillosos con Kyi. Se veían cada tres noches y recorrían los valles y montañas próximas al pueblo. Kyi dedicaba un par de horas cada vez a buscar las aves que brillaban en la noche. Pablo no quiso insinuarle que esos pájaros los producía ella al curar a los árboles.

Sin embargo, el primer amor suele ser tan fuerte que resulta casi imposible detenerlo. Pablo quería confesarle a Kyi que la amaba. Un día vio la oportunidad. Se habían visto un poco antes y pasaron cerca de una colina cuando aún había luz. Kyi se quedó un instante mirando a su derecha y subió para arrodillarse delante de unos arbustos en los que crecían unas flores violetas. La giganta le contó que esas flores eran comunes en los valles donde había vivido hacía seis meses.

—Según los lugareños —dijo Kyi—, estas flores solo se le podían regalar a alguien a quien amaras mucho.

—Entonces… ¿podrías dejarme en el suelo un momento?

—¡Claro que sí! Seguro que esa persona se sentirá muy especial cuando se las des.

Pablo suspiró. Aún no se sentía capaz de decirle para quien eran aquellas flores, así que las dejó en el bolso de Kyi con cuidado. Cuando amanecía y Kyi se arrodilló para dejarlo en el suelo y despedirse, reunió el valor suficiente. Extendió el ramo hacia ella, pero tuvo que bajar la vista.

—Las flores eran para ti.

Ante el silencio de Kyi, Pablo alzó los ojos. En el rostro de la giganta podían leerse la decepción y la tristeza.

—¿Por qué me haces esto? Pensé que eras mi amigo. ¿Crees que tengo algún interés, alguna posibilidad de enamorarme de un ser humano?

—Yo solo…

—Solo quería tener a alguien con quien hablar, y tú deseabas algo muy diferente. Es muy triste, pero es mejor que no volvamos a vernos.

Kyi se puso en pie, se quitó el cinturón donde solía llevarlo a él y lo dejó caer a un lado. Pablo bajó los brazos y sujetó el ramo con una sola mano.

—Perdóname, yo no quería… no quería ofenderte.

La giganta lo miró seria un instante, en silencio. Luego, se dio la vuelta y se alejó. Pablo tenía el corazón hecho trizas, pero el golpe había sido tan duro que no sentía nada. El dolor llegaría cuando se amortiguara la sorpresa. Había imaginado muchas reacciones de Kyi, pero no aquella. Cabizbajo, dejó el ramo de flores encima del cinturón y el bolso de esparto y regresó al pueblo.

*


Pablo no volvió a ver a Kyi. Encontró su críptido dos años después, cerca de un pueblo pesquero, en un río. Era un zorro blanco de dos colas que recorría las riberas de día y que, al llegar el atardecer, se zambullía en el agua para convertirse en un pez dorado.

Se enamoró más veces. Algunas mujeres fueron más amables que otras, pero a ninguna le pareció bien. Hasta que un día, Pablo dejó de amar.