25 julio 2020

#OrigiReto2020 Un apocalipsis maravilloso

Este es mi relato de julio de 2020 para el OrigiReto 2020. Las normas de este reto se pueden consultar en las bitácoras de las organizadoras:

http://plumakatty.blogspot.com/2019/12/origireto-creativo-2020-reto-juego-de.html

o en

https://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2019/12/reto-de-escritura-2020-origireto.html

Este relato tiene 1958 palabras según https://www.contarpalabras.com (he quitado dos asteriscos para separar escenas). Es un relato reutilizado (por primera vez), pero le venía muy bien al objetivo. Contiene la aparición estelar de un ser vivo mágico (si habeis seguido mi Twitter sabréis cuál es). Espero que os guste.



UN APOCALIPSIS MARAVILLOSO

Los libros y las películas habían descrito el fin del mundo de cientos de maneras. Nadie había previsto lo más paradójico cuando sobrevino de verdad: la belleza con que se anunciaba. Llevaba largo rato en la terraza, contemplando la silueta alargada de Útrýmir, que cruzaba el cielo entero. El polvo blanco que conformaba la coma del astro oscilaba muy despacio, movido por los chorros de material que la alimentaban. Lo contemplaba en todo su esplendor: aquella misma noche sería el impacto, en el Atlántico, muy cerca de Portugal. Parecía imposible que un objeto tan hermoso fuera a matar a miles de millones de personas en un instante.

Entré en el salón y me senté en el sofá. Lo tenía todo preparado: seis latas de cerveza alemana y dos bolsas de patatas, con sabor a jamón. En la televisión, ya se veía a los jugadores salir al campo. Iba a ser el mejor partido de fútbol de la historia, la culminación de la última temporada de la liga que iba a celebrarse. Abrí una de las latas y empecé a beber. Muchos decían que era absurdo celebrar ese partido justo el día en que la humanidad iba a perecer. Según otros, era aún más absurdo que la gente se sentara frente al televisor para verlo.

El árbitro pitó y comenzó el partido. No era estúpido ni celebrarlo ni verlo. Muchas personas habían decidido que seguirían viviendo, emocionándose y disfrutando de aquellas cosas que les gustaban hasta el último momento. La mayoría de los jugadores quisieron seguir practicando el deporte al que habían dedicado sus vidas. La gente corriente quería ver su deporte favorito antes de que desapareciera. Era terrible que el arte, la ciencia, tantos y tantos monumentos y obras de arte dejaran de existir aquella noche, pero la desaparición de las cosas banales, como la risa, los chistes, los concursos televisivos, los memes de internet o el fútbol, también eran obras del ser humano que iban a esfumarse en el vacío del espacio.

Beber cerveza y comer patatas fritas mientras brincaba con cada oportunidad de gol era algo que seguía haciendo en memoria de mi padre. En sus últimos años, sentarnos en un sofá y beber cerveza con patatas al jamón se convirtió en una costumbre cuando la edad le quitó las fuerzas para ver el futbol en los estadios. Los partidos sin él no eran lo mismo, ya no eran un momento alegre, sino uno nostálgico. Ni siquiera el recuerdo de aquellos días iba a sobrevivir al cometa.

Fue un partido fantástico, emocionante, digno de ser el último. Cuando finalizó, los futbolistas se reunieron en el centro del campo, salieron de los banquillos los suplentes, los entrenadores y los directivos de cada uno de los clubs, para unírseles, y, de cara al público, aplaudieron. Los asistentes se pusieron en pie y aplaudieron a su vez. Fue un acto largo y emotivo. Cuando terminó, interrumpieron la transmisión.

Se vio en la televisión el rostro del último presidente del país, que dedicó unas frases al pueblo llenas de emoción, por primera vez desde que se televisaban discursos de aquella clase. Luego, dieron el último discurso los reyes y sus hijos. Y, al fin, la pantalla se volvió negra y la televisión enmudeció para siempre.

*

Se acercaba el anochecer. Quería ver el último atardecer en un lugar muy bonito que conocía, pero me costaba mucho salir de casa, porque ya no iba a regresar. Abrí la alacena de recarga, donde Rapunzel, mi androide del hogar, seguía enchufada. Las centrales eléctricas seguían funcionando de manera automatizada: el día del apocalipsis, a todo el mundo le concedieron vacaciones. 

El cuento de Rapunzel era uno de mis favoritos y cuando se me estropeó mi anterior androide del hogar, elegí a uno con aspecto de mujer joven, de piel muy clara y el pelo rubio y lo más largo posible. Había que sentirse muy solo para encariñarse con un armazón de metal recubierto por un material que simulaba la piel humana, para haber soñado alguna vez que era la muchacha del cuento y yo el príncipe que la rescataba. En realidad, estaba muy solo. Pulsé el botón adecuado y Rapunzel abrió los ojos.

—Buenas tardes, Julio —dijo Rapunzel con su voz dulce—. ¿Cómo se encuentra?

—Muy bien. Querría que empezaras a hacer la cena.

—Por supuesto. ¿Qué quiere cenar?

—Un filete con patatas fritas. Y unas gambas al ajillo.

Estuve un rato mirando a Rapunzel sacar los alimentos de la nevera, hacerse con los utensilios de cocina y preparar la comida. En realidad, tenía el estómago cerrado por un nudo y no deseaba cenar, pero deseaba ver actuar a Rapunzel como si el mundo fuese a seguir adelante. El androide se puso una gamba delante de los ojos y la tiró, tras haber detectado que estaba en mal estado.

Cerré los ojos un momento y soñé con que aquello era una simple pesadilla, que Útrýmir no existía y que, al día siguiente, despertaría en la cama y le pediría a Rapunzel un desayuno que le borrara el mal trago de tan absurda pesadilla.

Me fui a la terraza y cogí la maceta donde crecía mi haba. La había plantado en febrero, tras haberla obtenido como premio en el último trozo de roscón de Reyes que me había tomado. Entonces, nadie se imaginaba que aquellas iban a ser las últimas navidades. Había puestas muchas esperanzas en la misión espacial multinacional que desviaría a Útrýmir de su curso de colisión con la Tierra. A principios de marzo se tuvo que admitir que debido a absurdas discusiones políticas, a egoísmos y a que muchos poderosos no vieron la magnitud del problema y se preocuparon solo de ganar más dinero, la mitad de los lanzamientos necesarios para ensamblar en el espacio la nave Esperanza fracasaron. La humanidad tenía recursos tecnológicos para salvarse, pero careció de la capacidad de organizarlos. 

Se comunicó por todos los medios posibles: a la práctica totalidad de la especie humana le quedaban 149 días de vida. Había unos miles de personas hibernando en cuevas a gran profundidad, y otros cientos haciendo lo propio en estaciones orbitales. Para los demás, no había esperanza.

Con mi haba en brazos, me detuve frente a la puerta de la cocina. Rapunzel se afanaba en prepararme una cena que ojalá hubiera podido tomarme. Me hizo feliz verla trabajar. Me dolía que desaparecieran esas cosas tan cotidianas. 

—Voy a salir —dije—. Si te llamo, deja caer el pelo por la terraza para que pueda trepar si cortan la luz.

—Julio, no entiendo.

Le acaricié una mejilla sonriendo. La inteligencia artificial de Rapunzel era de las menos complejas del mercado: tampoco entendería el significado de aquella caricia.

Salí de casa y me encontré, cerca de la puerta de mi vecina de la letra C, un preservativo. Incluso ella, que presumía de no dejarse llevar por la hipersexualización de la sociedad, había decidido abandonar este mundo en los brazos de un hombre. Pensé con tristeza que bien podría haber sido yo.

Mientras bajaba por el ascensor, pensaba en que cuando hubiese terminado de cocinar, Rapunzel pondría la mesa, serviría la cena y esperaría quieta en una esquina del salón, preparada para atender cualquiera de mis peticiones. Mi querido androide esperaría mi regreso, que nunca llegaría, y desaparecería en un instante junto con la cena helada, los muebles de mi salón y los recuerdos de mis seres queridos.

Cuando arranqué el coche, después de haber dejado a mi haba en el suelo del vehículo, detrás de mi asiento, me invadió la nostalgia. Aquel coche anticuado, pero que funcionaba tan bien como el primer día, atesoraba recuerdos de un tiempo mucho más feliz, cuando mis padres y mi hermana aún vivían. Recorrimos miles de kilómetros en aquel vehículo azul oscuro, viajamos a ciudades llenas de monumentos donde siempre fuimos felices, donde nos tomamos miles de fotos. Lo único que me alegraba de estar viviendo el apocalipsis era que toda mi familia hubiera muerto sin verlo. Abandonaron este mundo pensando que todas las maravillas que habían disfrutado seguirían ahí durante siglos, que siempre habría gente dispuesta a vivir aventuras, a disfrutar de los restaurantes y cafeterías, a hacerse fotos en todos los monumentos.

Llegué al inicio de la carretera de montaña con el depósito en la reserva. Mi viejo y querido automóvil aguantó media hora más. Tuve que detenerme y activar el freno de mano. Me corrió una lágrima por la mejilla cuando salí y lo vi apagado y silencioso. Sentí que todas las aventuras, todos los recuerdos, la felicidad y las risas que había albergado en su interior desaparecieron cuando el motor se detuvo.

Avancé un cuarto de hora más, con mi haba bien sujeta, y encontré el sitio perfecto. Había cuatro rocas que describían una especie de parapeto natural en torno a una zona llena de plantas. Las arranqué todas y sembré allí mi haba. No iba a sobrevivir, pero pensé que mejor que se muriese en pleno campo, y no abrasada en una maceta, en una terraza de un cuarto piso orientado al sur.

Recuerdo que, cuando me salió en el roscón de Reyes, supe que la plantaría tarde o temprano. Mi madre había muerto el verano anterior. La primera vez que me salió un haba en un roscón de Reyes, lloré un buen rato. Solo tenía ocho años. Yo quería ganar uno de esos muñequitos tan graciosos y me vi con una semilla muy fea en la mano. Entonces, mi madre me secó las lágrimas y me dijo que el haba era el regalo más maravilloso, porque era mágica. La puso en remojo una noche entera, la plantó en una maceta y me hacía ir a verla a diario. Pensé que estaba loca.

Y un día, brotaron dos hojitas muy verdes, y el haba creció y creció hasta hacerse más alta que yo. Echó flores blancas con manchas negras y le crecieron vainas y más vainas, muy verdes y muy grandes. Cuidé de ella hasta que se murió.

Me costó trabajo dejar sola a mi haba, pero desde allí no podía ver bien a Útrýmir. Subí otros diez minutos más por la ladera hasta llegar a una zona despejada. Pude ver el cometa en todo su esplendor, que se acrecentó cuando fue noche cerrada. Qué bonito era.

A las once y treinta y seis minutos, un fogonazo creció hasta ocupar la mitad del horizonte. Una nube enorme, de un color gris claro que contrastaba con el negro del cielo, se alzó despacio. Fue una visión maravillosa. La contemplé embelesado hasta que la onda expansiva acabó conmigo.

Nunca creí que un apocalipsis pudiera ser tan hermoso.

*

—Mira, mamá, mira que plantas tan bonitas hay aquí.

Ava abrió mucho la boca. Había gran cantidad de plantas, tan altas como su hija Jessica, con muchas flores pequeñas, blancas con manchas negras, y llenas de vainas. Les hizo una foto con su dispositivo portátil y no pudo entenderlo.

—Son ejemplares de vicia faba —dijo antes de recordar que Jessica solo tenía ocho años—. Son habas, cariño.

—Son muy bonitas. ¿Puedo llevarme una?

—Arranca con cuidado algunas de las vainas más grandes.

La mayor concentración de habas estaba en el terreno que había entre cuatro grandes piedras. Habían pasado tres décadas desde el apocalipsis. La humanidad, reducida a apenas cincuenta mil personas, luchaba por sobrevivir. Aquella zona de lo que una vez fue España había quedado arrasada. Era imposible que hubieran sobrevivido habas de las que se cultivaban antes de la caída de Útrýmir, pero era lo que estaba viendo. Parecía cosa de magia.

Ava lo tuvo claro: la naturaleza intentaba enseñarles a los supervivientes que, con perseverancia, era posible volver a levantarse.

Le puso una mano a Jessica en el hombro y la ayudó a recoger habas.


*  *  *  *  *


Objetivo principal:  10    Crea una historia que involucre un volcán o cataclismo.

Cuentos y leyendas. Objetivo secundario 1: B    Rapunzel.

Criaturas del camino. Objetivo secundario 2: XII   Robots.

Objeto oculto 1: 2   Un preservativo

Objeto oculto 2: 15   Una gamba

Cumple con mi objetivo personal: Jesús se lleva su haba (el ser mágico del que hablaba en la presentación), el único ser vivo querido que le queda, y planta en el campo, para darle una oportunidad de sobrevivir. Una oportunidad que el haba aprovecha bien.

No cumple con otros objetivos.

15 comentarios:

R. J. RANDOM dijo...

Oh, vaya. La esperanza no residía en la nave de la misión multinacional. Residía en la magia de tu haba. Un bonito homenaje el inspirarte en ella, ahora que llega a su decadencia (aunque supongo que te habrás provisto de sus simientes).

Ah, una cosa. Si no se lo cargaba el cometa, habría sido el colesterol. Que pechá de papas fritas, illo. Jajajaa.

Yarcko dijo...

¡Juan! Me ha encantado. Le has hecho un homenaje precioso a esa planta maravillosa que te digo de verdad que ha sido de mucho apoyo durante la época más extraña de mi vida. Te tengo que agradecer mucho mucho el relato diario que hiciste de su historia porque me hizo sentir que el encierro no era tan terrible como parecía, que también pasaban cosas buenas.
Pero centrémonos en el relato: me ha encantado el enfoque que le das a un hecho tan finiquitante (¿Existirá la palabra?). Me parece que resumes muy bien una vida entera y un rio de sentimientos... hacía mucho tiempo que no lloraba con un relato.
Muchas muchas gracias por escribirlo.Siento que no sea el recomendado del mes, puesto que ya recomendé, pero sin duda lo será de Agosto. Con tu permiso me lo voy a imprimir para poderlo leer sin que el destello de la pantalla me haga entornar los ojos.
Un abrazo.

La Estación De Los Libros dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
La Estación De Los Libros dijo...

Qué puedo decirte Juan!!! Me ha encantado. Ya hice mi recomendación del mes de julio, pero este relato será recomendado el mes que viene. Me impregnaste de nostalgia, de suspiros, de lágrimas. Excelente manera como incluiste a Rapunzel y como la hiciste interactuar en distintos pasajes del relato.
Quiero centrarme en el punto que mas me emocionó, es como describes la compañía de la planta, en como es perteneciente ala vida del personaje, en recordarle a su madre, a sus orígenes y como ella se transforma en la fecundación de un mundo post apocalíptico.
Maravilloso relato
Te envío un saludo desde Chile.
Daniela!

Isefran dijo...

Otro mes más me quedo enamorada de tu relato. Es simplemente maravilloso y que salga tu haba mágica es un gesto muy tierno.
Emociona de principio a fin.
Una cosita nada más: cuando rapunzel está cocinando hay un momento en el que la llamas Silvia.
Saludos y nos vamos leyendo.

Gema Seelie dijo...

Hola Juan,
Qué relato tan bonito. Me gustaba cuando subías fotos de tu haba mágica, la verdad es que en esos días tan raros era de agradecer.
Has descrito la soledad, la pena y yo creo que la esperanza del protagonista muy bien. El recuerdo a su padre, al coche viejo y cómo al final planta el haba sin saber lo que va a ser de ella. Y lo del cometa... al final pensaba que cambiaría de rumbo y no moriría nadie.
No sé qué más decirte. Las escenas cotidianas que el protagonista va a echar de menos me ha hecho echarlas de menos a mí también. Te ha quedado un relato muy intimista.
Seguro que va para recomendación de este mes :)
Nos leemos y gracias por tu historia!

Marga Kvásir dijo...

¡Hola, Juan!

Me ha parecido preciosa esta frase al final del párrafo en el que hablas de comer patatas fritas y beber cerveza en memoria del padre: «Ni siquiera el recuerdo de aquellos días iba a sobrevivir al cometa».

Me ha encantado el relato. Me gusta el contraste entre lo fatídico del astro y lo tranquilo que está el protagonista. También muy bueno el apunte de que ciertas personas (las de siempre, claro) se salvarían al estar en naves espaciales o en cuevas, me gusta que hayas metido el componente social.

La mención al haba me ha recordado a la de tus fotos de Twitter, supongo que es la misma. Muy bonito el momento en que el protagonista rememora la conversación con su madre, también me ha gustado esa mezcla entre presente y pasado, con una recapitulación de su vida.

Me pregunto si has hecho coincidir las fechas con el virus, por aquello de que el astro se avistó en marzo y no todos se lo tomaron como una amenaza seria.

Eso sí: no me queda del todo claro el final. Supongo que el haba sobrevivió al impacto del cometa, y Jessica y Ava son supervivientes que han encontrado la planta, pero no sé si lo he entendido bien.

Enhorabuena por el relato. Sin duda, mi favorito o de mis favoritos de los tuyos que he leído hasta la fecha :)

Marga

Stiby dijo...

Buenas!
La primera frase de tu relato me ha recordado a algunas confesiones de los supervivientes de Chernóbil, que hablaban de lo bonito que se veía el incendio de la central desde el pueblo, con muchos colores y demás.

Me ha parecido un relato muy tierno a pesar de la tristeza que transmite. ¡Me he alegrado de ver que el haba sobrevivía al final! A veces la naturaleza parece cosa de magia, así que sin necesidad de que fuese mágica también me habría casado jaja.

Sobre todo me ha gustado que acabes con un guiño de las nuevas generaciones en la tierra; mostrando que aunque parecía el final de la humanidad, no lo fue del todo gracias a esos pocos que se salvaron y que ahora seguirán viviendo.

Un abrazo!

Érica Fortuny dijo...

Me ha encantado, voy a recomendar tu relato este mes.
Para empezar la historia del protagonista tan bien construida y transmitida en poco texto. Has escogido muy bien los elementos: Rapunzel (el amor que deseaba, idealizado) y el haba (el amor materno, real). Al plantar el haba, el chico cierra su ciclo pero abre un nuevo. Es un gesto que tarda tiempo en hacer efecto pero que da esperanza a una nueva historia.

Pese a ser un apocalipsis no da sensación de angustia, supongo que lo has querido evitar. Y no me desagrada, me parece muy interesante.

¡Nos leemos pronto!

Juan dijo...

Buenas tardes

Gracias por todos los comentarios. Voy a ir respondiéndolos poco a poco, que son muchos. Como curiosidad previa, este relato lo presenté a un concurso donde no tuvo nada que hacer, pero creo que es el relato más recomendado y comentado de este 2020 en mi blog. Gracias :)

Un saludo.

Juan.

Juan dijo...

Buenas tardes, RJRandom y Yarcko

Gracias por leer y comentar. Os respondo.

RJRandom, pues sí. La resistencia del haba, su lucha diaria por sobrevivir a pesar de las inclemencias del tiempo, los bichos y todo lo demás son la lección que los humanos debíamos extraer de todo esto. Y, sí, es un homenaje clarísimo a mi haba, la que tanto me ayudó durante el confinamiento. ¿Sabes que aún he sido incapaz de arrancarla, que mantengo los tallos ennegrecidos en la maceta? Algún día plantaré otra cosa allí, pero aún no. Es cierto que la dieta del protagonista no era la más saludable posible :D, pero como iba a caer el cometa de todas formas...

Yarcko, me alegro mucho de que te gustara y emocionara tanto este relato, y que te gustara el homenaje que le hice a mi habita. En este relato hay mucho de mí, creo que te lo conté, porque el recuerdo de las patatas fritas y la cervezas mientras el protagonista veía futbol con padre son mis recuerdos. Descubrí que soy espectador de fútbol social, porque solo veía fútbol junto con otras personas. Solo, no suelo hacerlo. Lo de los viajes en coche también son recuerdos míos. Me alegro de haber compartido la vida de mi haba en Twitter, porque me distraía de todo el confinamiento y si compartir esas fotos ayudó a otras personal, me alegro cien veces más.

Un saludo.

Juan.

Juan dijo...

Buenas tardes, Daniela, Isefran y Gema

Gracias por leer y comentar. Os respondo.

Daniela, gracias por la recomendación y me alegro de que te gustara. El relato, en evecto, tiene mucho de nostalgia de lo cotidiano. El tema principal es la tristeza por la desaparición, no tanto de la humanidad, sino de las pequeñas cosas del día a día que nos hacían felices. Lo de Rapunzel es, también, una muestra de soledad. Tan solo está el protagonista que se encariña de su robot doméstico. El hecho de relacionarla con Rapunzel es, en cierto modo, más nostalgia, ya que recuerda a la infancia.

El haba, pienso, es el personaje más importante del relato, puesto que es el hilo conductor de la nostalgia del protagonista, es lo único que intenta salvar del apocalípsis y, al final, se convierte en uno de los últimos restos del viejo mundo, del mundo previo al apocalipsis. Representa la esperanza que me dio haberla plantado durante el confinamiento.

Isefran, me alegro mucho de que te gustara este relato. Ya corregí la errata. Es que en una versión anterior, Rapunzel se llamaba Silvia y se me escapó :D

Gema, muchas gracias por todo lo que comentas de mi relato y me alegro de que te gustara. Es muy intimista; como he mencionado antes, hay muchas cosas que son experiencias propias, de las cuales, la que más he difundido en Twitter es haber plantado un haba que me permitía olvidarme durante un tiempo de todo lo mal que lo estábamos pasando. Uno de los temas principales del relato es ese: lo que supone la pérdida de lo cotidiano, que también sucumbe ante un apocalipsis y que hace que, aunque no fueras asiduo de esas cosas (el futbol no me gusta demasiado y lo veía principalmente por mi padre), te da pena que desaparezcan.

Un saludo.

Juan.

Juan dijo...

Buenas tardes, Marga, Stiby y Érica

Gracias por leer y comentar. Solo me quedabais vosotras por responder en este relato.

Marga, me alegro mucho de que te haya gustado el relato y de que sea tu favorito de los mío que has leído.. En particular, esa frase acerca de la desaparición de los recuerdos. Esa parte, por desgracia, es autobiográfica ya eso lo hacía de verdad con mi padre.

Con respecto a la tranquilidad del protagonista, es resignación. Ya aceptado que va a morir, que no hay esperanza, y decide disfrutar de las cosas pequeñas mientras le queden tiempo. Y, por supuesto, en todas las crisis graves (esta de la covid es un gran ejemplo) los poderosos siempre se van a salvar a sí mismos. Los apocalipsis son para la plebe.

En cuanto al haba, sí. Es de la misma especie que esa que planté y esos recuerdos no son exactamente así, pero sí son de mi niñez. La primera vez que planté algo fue en la EGB, cuando nos pidieron que plantáramos un haba y la lleváramos al colegio. Por eso, durante el confinamiento, me decidí por plantar habas que me habían salido en roscones de Reyes. No me imaginaba entonces que iba a echar de menos los roscones de Reyes este año. En cuanto a las fechas, la respuesta es sí. Elegí marzo a conciencia.

Por último, el final es como dices. Por el límite de palabras no pude aclararlo más, pero Jessica y Ava son dos supervivientes y el haba, protegida por las piedras, sobrevivió al impacto y varias generaciones después se expandió por la zona. Las habas se pueden autofertilizar, así que era posible.

Stiby, pues ese detalle de los supervivientes de Chernobyl no lo sabía. El relato es un apocalipsis maravilloso porque la idea era escribir sobre un apocalipsis de forma diferente. También, por otro lado, que una vez aceptado el fin, te permites disfrutar incluso de algo así de terrible. También quise darle un toque de esperanza. Nuestra civilización desapareció a causa del impacto, pero la vida y la humanidad pervivieron. Por eso, tanto el haba como un puñado de seres humanos sobreviven. Me alegro mucho de que te gustara.

Erica, me alegro de que te gustara. Y sí, aciertas con todo. Rapunzel es un amor idealizado, imposible, un amor que el protagonista nunca pudo experimentar. El cariño hacia el haba, relacionado con lo que contó su madre cuando era un niñó, representa el amor del que sí disfrutó, y que el tiempo le había arrebatado antes del apocalipsis. Y, al plantar el haba en la montaña y permitir que no se pierda la especie, el protagonista cierra el ciclo, cierto. Transmite una planta a la que la agricultura dio forma al nuevo mundo después del impacto del cometa. Cierto, tampoco quería un relato angustioso. Es un apocalipsis pero narrado desde la aceptación y la resignación, sin miedos ni angustias porque esa etapa ya pasó.

Un saludo.

Juan.

KATTY COOL dijo...

Yo no había ya comentado esto? Bueno me gustó mucho este relato, lo normal de ver un partido, la super haba xD me ha recordado un poco a tu primer relato del ori, pero no eran habas, er un algarrobo no? Genial Juan :3

.KATTY.

Juan dijo...

Buenos días, Katty

Se me había pasado responder a este comentario. Me alegro de que te gustara, aunque el tema era triste, y gracias por comentarlo :)

En efecto, en el primer relato del Origirreto del 2018 (mi primer relato del origirreto, exacto), había una chica que se empeñaba en hacer que un algarrobo creciera, porque era la única esperanza que tenía de que los buenos tiempos, la vida que llevaba la humanidad antes del cataclismo, regresara.

En este, las habas cumplen un papel similar.

Un saludo.

Juan.

Juan.