23 septiembre 2020

Ejercicio para aprender a escribir mal

Propuso Jimena en su cuenta de Twitter (esta es) un ejercicio de escritura: reescribir, empeorándolo, el siguiente buen texto:

"Me fundí antes del primer kilómetro. Los pulmones no daban de sí. El pinchazo en el costado, el calambre en los gemelos. Me detuve, me incliné, vomité entre los setos. No me vio nadie, aunque en aquel momento me habría dado igual. Me derrumbé en un banco y cerré los ojos. Una brisa templada me acarició los brazos. Me relajé, me estiré sobre la forja templada, y volví a pensar en Alicia; siempre volvía a hacerlo."

Jimena daba una serie de errores típicos en la narración y yo, como soy un exagerado, he procurado caer en la mayoría, aunque no sé si lo habré conseguido. He procurado caer en:

  • Tono recargado: cuando hay la doble y triple y excesiva adjetivación.
  • Tono fragmentado: cuando hay palabras de muy diferentes registros. (Esto solo lo he hecho a ratos).
  • Tono pesado: cuando hay gerundios y adverbios y me das vueltas y vueltas. (Aquí me he esmerado mucho).
  • Tono exagerado: cuando las reacciones de los personajes son extremas sin razón. (Cuando se cae en el banco).


En los tonos "plano", "repetitivo" e "incoherente" solo he caído a veces. Hay un par de palabras que están ahí y no tienen sentido (pertinaz oxígeno) y cosas asi. He caído en otros fallos como dar información irrelevante, alguna rima en prosa, etc.

Me ha divertido mucho este ejercicio y me ha ayudado a saber como no quiero escribir, porque el texto de abajo es algo tan horripilante que no sé si reír o llorar al releerlo. Abajo mi ejercicio, tras los asteriscos.

*  *  *  *  *

Corriendo agitada, cadenciosa y agotadoramente, sufrí un proceso de licuefacción antes de haber concluido el recorrido de los primeros novecientos sesenta y cuatro metros y cincuenta y tres centímetros, con un margen de error de dos metros y ventiseis centímetros. Quejándose quejumbrosamente, mis dos órganos ventilatorios declaraban carecer de la capacidad suficiente como para proporcionar el necesario, obligatorio y pertinaz oxígeno a mi sistema circulatorio. Además, como cualquier médico o fisiólogo con la adecuada preparación esperaría, sentía un pinchazo en el costado y un calambre en los gemelos, demostrándose con ello que la fatiga originada por la carrera produce diferentes efectos fisiológicos en el organismo de los seres humanos, de cualquier complexión y condición. Reafirmando aún más cuán diversas son las maneras en las que el cuerpo humano va comunicando las consecuencias del extenuante y exagerado ejercicio, detuve mi armonioso paso, incliné el torso bien torneado por extenuantes y estimulantes sesiones de gimnasio y empecé a potar entre los frondosos y floridos setos. No me vio nadie, aunque en ese momento me la habría sudado si un gilipollas de los huevos me hubiese preguntado que si estaba bien. ¿Que si estoy bien? ¿No ves que estoy potando, hostia, joder?

Mi cuerpo atormentado se derrumbó en un tortuoso embrollo de miembros temblorosos, corazón latiendo descompensadamente y pulmones inspirando aire en angustiosas bocanadas, y quedé desmadejado en un banco, llorando desconsoladamente, esperando la llegada de la compasiva parca que terminaría con todos mis pesares, dolores, sufrimientos y facturas sin haber sido abonadas en los plazos angustiosos impuestos por los mierdas de mis acreedores. Envuelto en estos pensamientos, hice que mis párpados superiores fueran reduciendo la superficie expuesta de mis cristalinos hasta que tal parte de mi castigada anatomía quedó completamente separada de la atmósfera circundante. Una brisa, cuyas uniformes presión y velocidad le permitían fluir sobre el devenir de los acontecimientos humanos con una temperatura de veintidós coma diecisiete grados Celsius, acariciaba con desconsoladora suavidad mis musculosos y morenos brazos. Aquel beatífico contacto logró la relajación de mis castigados músculos. Me relajé y estiré mis miembros torneados por mis largos años de cazador de gamusinos en las procelosas selvas del Amazonas. Demostrando cuán enormes y desproporcionados eran mis sentimientos hacia ese individuo del sexo femenino, volví, volví y volví a pensar en Alicia, en su paso sutil y frágil, en el ampuloso y contumaz movimiento de sus pechos turgentes que describían un movimiento armónico simple de entre dos y cuatro hercios de frecuencia al ir caminando. Siempre volvía a albergar recurrentes y reiterativos pensamientos hacia ella, una y otra vez, lo que me tocaba los huevos cantidubi, aunque pensar en Alicia me molaba mazo.

2 comentarios:

Yarcko dijo...

Hola!
No estaba al tanto de esos ejercicios. Internet a veces me parece un laberinto donde no me entero de nada pero me alegro de haber leído tu entrada por varios motivos:
1-He conocido esos ejercicios, ahora me los apunto y practicaré. Parece divertido e instructivo.
2-Me he reído lo que no está escrito leyendo tu ejercicio y te aseguro que hoy lo necesitaba. Estoy segura de que si no hubiera leído primero el texto "bueno" no habría entendido ni media palabra de todo ese galimatias que has creado.
3-En efecto, eres un exajerado jejejeje

Muchas gracias porque tu entrada ha sido tan provechosa como el ejercicio en si. Ya te contaré cuando lo ponga en práctica.
Un abrazo

Juan dijo...

Hola, Yarcko

Gracias por comentar. Pues sí, Jimena plantea regularmente ejercicios como este, para ir mejorando la escritura. Me alegro mucho de que te alegrases de leer la entrada por eoso motivos, sobre todo el 2.

Un saludo.

Juan