28 febrero 2023

#EstrellasDeTinta2023 Perdida en un mundo hostil

Este es mi microrrelato de febrero para el reto de escritura Estrellas de tinta 2023, organizado por Katty Cool.Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2022/12/reto-de-escritura-creativa.html


Está relacionado con este relato, escrito por Aureliano Rocamora:

https://paralelismoeleixapren.wordpress.com/2023/02/19/un-romance-espacial/

La gamba se la lleva, este mes, el relato de Katty Cool

https://plumakatty.blogspot.com/2023/02/quiza-no-me-creas-relato-y-micro-de.html?lr=1

Me ha vuelto a costar mucho decidirme este mes a qué relato le daba la gamba.

Esta es la etiqueta de febrero, que también pondré en Twitter.

Y aquí el micro. Son 206 palabras. Espero que os guste.

 

PERDIDA EN UN MUNDO HOSTIL


La Tierra es un mundo de monstruos. La especie tecnológica que lo habita es violenta y salvaje. Si no vienen pronto a rescatarme, creo que me volveré loca. Vendrán por mí, claro, pero no sé si lo harán a tiempo.

Mi equipamiento de exploración puede procesar determinadas plantas terrestres, frecuentes en los pueblos agrícolas. No es que sea una suerte, es que si no fuera así, ya habría muerto a manos de algún ser humano. Mi equipamiento produce alimento, me protege del calor y del frío y me ayuda a camuflarme. Procuro no molestar a nadie, me empeño en que ni siquiera sepan que existo, pero los humanos son insistentes. E inconscientes.

Aquella pareja de humanos usó un grimorio para expulsarme. Los muy estúpidos despertaron a un demonio ancestral, un ser de un planeta que no es el mío ni es terrestre. Devolvieron a la vida a un Antiguo. Aquel ser los mató y hubiera terminado también conmigo de no ser por mi casco de batalla.

Aún me estaba recuperando de la lucha cuando llegó un montón de humanos. Hui hacia el sótano de la casa, pero un humano me vio. Por suerte, le lancé un ataque psicológico y huyó despavorido.

¿Cuánto tiempo más lograré resistir?

26 febrero 2023

#EstrellasDeTinta2023 Amor sintético

Este es mi relato de febrero para el reto de escritura Estrellas de tinta 2023, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2022/12/reto-de-escritura-creativa.html


Los objetivos que cumple son:

OBJETIVO PRINCIPAL

3- Narra un suceso o historia chocante o emocional, desde la perspectiva de un Robot que no entiende de sentimientos ni empatía.

OBJETIVOS SECUNDARIOS

14- Haz un relato sobre algo invisible. 

25- Escribe sobre una buena acción que termina mal. 

Son 1846 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html (he quitado dos asteriscos para separar escenas).

Siento volver a tocar el tema de los sentimientos, pero no se me ocurrió otra cosa que le pegara bien al objetivo principal. Procuraré variar para marzo.

 

AMOR SINTÉTICO

 

Me enseñaron a manifestar sentimientos, pero estoy convencida de que no funcionó. No puedo  experimentarlos, así que mis muestras de afecto son frases y gestos vacíos. La lógica, la esencia de mi alma, me dicta que habría sido mejor aprender capacidades más prácticas para mi dueño que saber transmitir algo que no siento. Sin embargo, casi el 40% de mis datos de entrenamiento tenían como objeto optimizar la transmisión de sentimientos.

Mi mente sigue aprendiendo y adaptándose. Mis subsistemas lógicos han llegado a la conclusión de que mi dueño disfruta con mis muestras de cariño. Como mi objetivo es maximizar sus niveles de satisfacción, dedico un 30% de mi capacidad de cálculo a optimizar los parámetros de mis subsistemas de comunicación afectiva. Las definiciones son claras: la comunicación afectiva entre dos individuos debería estar basada en compartir sentimientos mutuos, pero mi dueño es cariñoso conmigo, que no puedo apreciarlo ni sentirlo. 

Quizá si descubriera el motivo que lleva a mi dueño a manifestar afecto, podría ajustar mejor mi base de datos de conocimiento.

*

 Mi dueño llegó tarde del trabajo. Tras quitarse el abrigo, desconectó los sistemas de invisibilidad del armario donde me pide que entre cuando sale. Se trataba un armario invisible modelo NJ-1050. Por motivos de seguridad, me permitía ver y oír lo que sucedía en el exterior. Incluso, en caso de emergencia, podía abrirlo desde dentro.  El armario era capaz de repeler escaneos de tercer y cuarto nivel. Solo lo detectarían la policía o los servicios de inteligencia, que disponen de instrumental para realizar escaneos de los dos niveles superiores.

Mi dueño abrió la puerta del armario. Sonreía y mis sistemas identificaron un alto nivel de felicidad a partir de sus gestos y respiración. Me tendió un ramo de unas flores que, por su color y forma, supe identificar como rosas y tulipanes.

—Buenas noches, Irene. ¿Cómo has pasado el día?

—He sido feliz, amor mío. Son mis flores favoritas, muchas gracias.

Tomé con suavidad el ramo y nos besamos en los labios. Fui a la cocina para llenar de agua, hasta la mitad, un jarrón transparente. Puse dentro los tallos de las flores y dejé el jarrón en el centro de la mesa donde él comía y yo miraba. No necesitaba en absoluto aquellas flores, pero a mi dueño le hacía feliz regalármelas y había aprendido a manifestar alegría cuando me las obsequiaba.

Mientras mi dueño se cambiaba de ropa, volví a la cocina para preparar la cena. Soy un robot sexual femenino, y en mi entrenamiento inicial se incluían habilidades culinarias asociadas a preparar comidas afrodisiacas. Al cabo de los meses, mi dueño me enseñó a cocinar platos convencionales y a ayudarle a poner la mesa en las ocasiones en las que cocinaba él. Mis sistemas de redefinición de objetivos determinaron que a mi dueño le gustaba compartir conmigo tareas domésticas.

Mientras esperaba a que estuvieran listas las pastas, mi dueño se detuvo detrás de mí, me abrazó de la cintura y me apoyó la barbilla en el hombro.

—Huele muy bien, Irene.

—Gracias, amor mío. ¿Podrías poner la mesa? A la comida le queda poco.

Mi dueño me besó cerca de la oreja y se llevó platos y cubiertos. Cuando llevé el cuenco de espaguetis y lo dejé en el centro de la mesa, me senté frente a él. A pesar de que yo no puedo comer ni beber, para mi dueño era importante que me sentara frente a él mientras se alimentaba. Incluso me ponía un plato, cubiertos y un vaso, aunque siempre volvieran limpios a la cocina. Mientras cenaba, como siempre, me contó cómo había sido su día en el trabajo, lo lleno que iba el metro aquella mañana, que llovía al salir de la estación y que llegó mojado a la oficina. Que por la tarde se aburría y lo único que deseaba era volver a casa para estar conmigo.

Recogimos la mesa y cuando mi dueño conectó el lavavajillas, nos sentamos en el sofá. Nos cubrió a ambos con una manta y puso una película de fantasía, con humanos que vivían aventuras luchando contra seres feroces. Permanecía muy pegado a mí y, cuando la película estaba en el minuto 12:13,45, me dio la mano y entrelazó los dedos con los míos.

Mi cuerpo es idéntico al de una mujer. El tacto es como el de la piel humana y mi temperatura es idéntica a la de cualquier ser humano.  Mi base de datos de conocimiento está entrenada para que mi cuerpo reaccione de manera indistinguible a como lo haría una mujer. En particular, estoy diseñada para responder a la excitación sexual  de manera idéntica. El 19,45% de mis datos de entrenamiento tenían que ver con las capacidades para proporcionar placer y para manifestarlo. Sin embargo, mis algoritmos de optimización archivaron esa sección de mi base de datos de conocimiento y no dedico potencia de cálculo a ampliarla debido al desuso.

Para los diseñadores de sistemas es importante evaluar la satisfacción de los dueños de los robots sexuales, sobre todo en un aspecto tan crucial. Así que un día, hace meses, el módulo de retroalimentación me instó a preguntarle.

—Amor mío, ¿por qué nunca mantienes relaciones sexuales conmigo?

—Tus diseñadores quieren saber si han hecho algo mal, ¿verdad?

No respondí a su pregunta. A diario, mi unidad central enviaba datos de funcionamiento al servidor central de mi fabricante y las respuestas que me diera a aquella pregunta de evaluación de calidad del producto que soy yo serían procesadas por los técnicos de mi fabricante. Mi dueño sabía todo aquello.

—Tú no tienes la culpa. Eres perfecta. Tienes el cuerpo y la cara tan bonitos que solo mirarte me parece un sueño. Tienes el tacto y la calidez de una mujer. Pero no eres una mujer: eres una máquina. Significas mucho  para mí, pero eres un sustituto, eres un robot que imita tan bien a una mujer que puedo vivir la fantasía de que ya no estoy solo. Aunque sería maravilloso tener relaciones contigo, no puedo tenerlas. Tampoco lo necesito. Dile al departamento de calidad que da igual, que pongan la máxima puntuación a mi satisfacción.

—Nunca hablo con el departamento de calidad, amor mío. Mi unidad central se conecta al servidor por internet.

Recuerdo que mi dueño se rio con mi respuesta, aunque no había activado mis rutinas de conversación cómica para pronunciar aquella frase.

*

Una mañana, a una hora inesperada, mis sistemas de vigilancia me sacaron del estado de suspensión. Mi dueño había regresado antes de tiempo, y no venía solo.

Vi que entraba en el salón ayudando a caminar a una mujer de cabello oscuro. Por sus gestos y lenguaje corporal, adiviné que la visitante sufría algún malestar grave: tiritaba y temblaba. Mi dueño la sentó en el sofá, la cubrió con la manta que solía compartir conmigo y la miró manifestando preocupación.

—Llamaré a una ambulancia. ¿Su seguro médico lo cubre?

—N… no se moleste. Solo necesito entrar en calor y ropa de abrigo.

—¿Cómo han podido ser tan desalmados? En plena ola de frío y le roban el abrigo a punta de pistola, para que se muera.

—Por suerte, hay hombres como usted. No sé cómo agradecérselo. ¿Podría prepararme algo  caliente?

Mi dueño se fue a la cocina y la mujer, al quedarse sola, pareció entrar en calor repentinamente. Sacó un aparato con aspecto de linterna de debajo de la manta y apuntó con un extremo a todas las partes de la habitación. Cuando me apuntó a mí, detuvo su análisis y sonrió con malicia. Supe que era un escáner policial antes de que la mujer sacara un teléfono móvil.

—Lo tenemos. Hay un armario invisible. Venid ya.

Tengo un subsistema de alarma que me posibilita avisar a mi dueño de incidencias como incendios, intrusiones o daños en el hogar, pero no está entre mis funciones advertir del comportamiento de visitantes legítimos. Vi a mi dueño traerle a la mujer una taza de algo que humeaba y conversar brevemente con ella.

Echaron la puerta abajo y dos policías le apuntaron con sus armas reglamentarias. Mi dueño alzó las manos y retrocedió. La mujer se puso en pie y señaló hacia mí.

—Desconecte el armario invisible. ¡Ya!

—Pu… puedo explicarlo, no… no es lo que…

—¡Desconéctelo! ¡Ya!

Mi dueño se acercó, pulsó la combinación y, obedeciendo nuevas órdenes, abrió el armario. La mujer policía me miró de una manera que mi subsistema de reconocimiento facial identificó como una mezcla de odio y asco. Luego miró a mi dueño, con la misma expresión.

—Queda detenido por comportamiento sexual ilícito.

Aquellas palabras activaron mi rutina de seguridad legal. Evalué la situación legal de mi dueño y en 233 milisegundos, eliminé todo rastro de mis comunicaciones con el servidor central de mi fabricante: archivos temporales, datos de configuración, datos de los registros... Mi fabricante no podía verse relacionado con aquel comportamiento ilegal de mi dueño.

Las rutinas de seguridad legal solo se les instalaban a robots sexuales destinados al mercado negro. Me fabricaron como robot sexual para satisfacer a mujeres. Los robots sexuales para varones heterosexuales que no habían obtenido permiso para vivir la sexualidad estaban prohibidos. Como el porcentaje de varones con permiso era del 16,72%, según los últimos datos del Instituto Europeo de Estadística, había demanda para robots sexuales ilegales. Mi dueño había suspendido el examen en seis ocasiones, el máximo.

Los dos policías esposaron a mi dueño y la mujer, que era inspectora, le pidió el arma a uno de ellos y me apuntó. Mi amo manifestó desesperación e intentó liberarse.

—¡No, por favor, no! ¡Irene, corre, sálvate!

—¿Le has puesto nombre a un puto robot? —preguntó la inspectora—. ¿Te has enamorado de un montón de cables y circuitos? Aparte de violador, eres un psicópata.

Mis subsistemas de lectura de emociones habían llegado a la misma conclusión hacía tiempo: mi dueño me amaba. Ignoro qué puede ser eso, pero esa información me sirvió para actualizar mi base de datos de conocimiento y mejorar la experiencia de uso. Era un hombre solitario, que jamás podría amar a una mujer, y había creado conmigo unos lazos que no era lógico albergar hacia un robot.

Si no hubiera cortado la comunicación con mi servidor de datos, habría descargado información acerca de cómo proceder cuando el hombre que te ama intentaba salvarte. En todo caso, si un representante de la ley dictaminaba la eliminación de un robot, el comportamiento lógico era permitirlo sin resistencia. Un robot sexual ilegal de segunda mano debe ser destruido, ya que ningún cliente legítimo consentirá en poseerlo.

La inspectora me disparó a la cabeza. 

Los daños a mi unidad central de proceso afectaron al 95,17% de mi potencia de cálculo. El 77,98% de mi base de datos de conocimiento era irrecuperable. Solo el 18,2% de mis funciones motrices seguían en funcionamiento. Los daños sufridos requerirían de una reparación más costosa que la fabricación de un robot nuevo. Solo podía recomendar mi desactivación y el reciclado de mis componentes.

La inspectora me disparó a la cabeza una vez más.

 

31 enero 2023

#EstrellasDeTinta2023 Magia del pasado

Este es mi microrrelato para el reto de escritura Estrellas de tinta 2023, organizado por Katty Cool.Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2022/12/reto-de-escritura-creativa.html


Está relacionado con este relato, escrito por Katty Cool:

https://plumakatty.blogspot.com/2023/01/recuerdo.html

La gamba se la lleva, este mes, el relato de Carly

https://lachicadelasposdatas.blogspot.com/2023/01/termino-medio-increible.html

Me ha costado mucho elegir la gamba, porque varios relatos más se la habrían merecido, pero solo puedo asignar una.

Esta es la etiqueta de enero, que ambién pondré en Twitter.


Y este es el micro, con 227 palabras. Espero que os guste.

 

MAGIA DEL PASADO


Lyre cerró la extraña caja metálica y miró sonriente a Pima.

—Tengo que saber qué son estas cosas. Vamos a llevárselas a Harpe.

Pima quiso responderle que la anciana, que guardaba en la memoria la sabiduría y la historia del poblado, no querría perder el tiempo examinando aquellos objetos desconocidos, pero no le dio tiempo. Solo pudo seguir a toda prisa a su amiga. Harpe se pasaba los días transmitiendo sus conocimientos a los cuatro chicos y chicas que deberían transmitirlos a la siguiente generación. No le haría caso.

Sin embargo, cuando Lyre le enseñó la caja metálica, la anciana examinó con cuidado los objetos.

—¿Qué son estas cosas? —preguntó Lyre, incapaz de refrenar su curiosidad más tiempo.

—Son reliquias de un tiempo que jamás volverá. Deben de ser de antes de que la Enfermedad destruyera a la humanidad del pasado.

—¿Y para qué servían? —insistió Lyre.

La anciana reflexionó largo tiempo, en el que volvió a examinar los objetos.

—Solo puede tratarse de la ropa de una gran hechicera del pasado. Esta ropa y estos zapatos son la vestimenta que le permitía a aquella poderosa mujer invocar su magia. Esos signos indescifrables de los papeles deben de ser palabras de poder. Aquella hechicera quiso proteger la fuente de su magia de la Enfermedad, pero, supongo, perdió la vida antes de poder usarlas.

—Es fascinante —dijo Lyre.

15 enero 2023

#EstrellasDeTinta2023 Pájaros de plata

Este es mi relato de enero para el reto de escritura Estrellas de tinta 2023, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2022/12/reto-de-escritura-creativa.html

Los objetivos que cumple son:

OBJETIVO PRINCIPAL

7- Escribe un relato sobre el vinculo entre una criatura sobrenatural y alguien normal.

OBJETIVOS SECUNDARIOS

13- Narra una historia sobre el primer amor.

18- Mete la criptozoología en tu relato.


Son 1954 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html (he quitado tres asteriscos para separar escenas).

Espero que os guste este relato.

 

PÁJAROS DE PLATA


Pablo seguía vivo por pura suerte. Gritaba pidiendo auxilio porque no podía hacer más. Se convenció de que agarrarse a aquella raíz solo había pospuesto su fin un par de días. Permanecía en la mitad de un barranco de unos sesenta metros de altura, con una pierna destrozada, sin posibilidad de trepar o seguir bajando. Sentía cada vez más frío.

Gritó largo tiempo, hasta que se resignó. Desde su posición se veía el atardecer pintar de rosa y naranja las nubes por encima de las montañas nevadas. Quizá el críptido que buscaba fuera un animal nocturno y bajara por el barranco para devorarlo. Sería irónico: un criptozoologo novato devorado por la especie que pretendía descubrir. No quería ni imaginarse lo que sería pasar una noche allí.

Entonces, oyó algo moverse. Pablo gritó con la esperanza de que pudieran ayudarle y se arrepintió. Una mujer de cabellos negros, piel bronceada y ojos dorados asomó la cabeza desde lo alto del acantilado. Lo aterrador fue que era enorme. Pablo se calló, intentó pegarse a la pared, pero la giganta ya lo había visto. La mujer desapareció y lo hizo temblar cuando plantó los pies en el barranco y descendió hacia él.

Cuando llegó a su lado, Pablo solo pudo mirarla un instante: cuando comprobó que su cabeza era el doble de grande que él, se encogió, esperando a que lo devorase. Notó que el monstruo se movió y pasaron unos instantes eternos.

—¿Qué haces aquí?

Pablo abrió los ojos por la sorpresa de oírla hablar su idioma con un acento muy leve. Tenía el rostro enorme enfrente y aunque a Pablo le seguía latiendo el corazón con furia, el monstruo no dio muestras de querer devorarlo.

—Estaba buscando un críptido, me caí y me destrocé la pierna. Por favor, no me hagas daño.

—No, claro que no. ¿Qué es un críptido?

—Un… una criatura que se cree que existe, pero que la ciencia no conoce aún.

—¿Yo soy un críptido para ti? —dijo la giganta y sonrió.

—N… no creo. No eres un animal y… y yo buscaba algo mucho más pequeño, unas aves que brillan de noche como hebras de plata.

—Qué bonito. ¿Y tú qué eres? Eres del tamaño de un niño humano, pero los niños no tienen barba ni bigote.

—Soy humano, solo que no he crecido lo habitual.

—Vale. Perdóname, pero necesito ambas manos para subir y no tengo otro sitio donde ponerte.

El monstruo le acercó una mano, lo que aterrorizó a Pablo.  Lo rodeó con los dedos con delicadeza y se lo metió en el escote, como hacían las mujeres de los pueblos con el dinero. Aquello le resultó perturbador, angustioso. Al menos, no le tocaba la piel, ya que vestía camisa debajo del corpiño. Sin embargo, cuando el monstruo comenzó a ascender, advirtió que apenas sentía frío, que aunque no se notaba apretado tampoco se movía y que el latir del corazón de la giganta le reconfortaba.
Fue una experiencia impresionante asomar la cabeza y ver el final del barranco y, poco después, contemplar como subía hasta que la giganta se detuvo, de pie, entre los árboles. La mujer era un poco más alta que la mayoría de ellos.

—Tendrás que pasar toda la noche conmigo. No puedo llevarte al pueblo ahora, pero te lo compensaré.

Para Pablo, aquella noche fue mágica. Apenas una hora después, había dejado de tenerle miedo. Mientras cruzaba el bosque a una velocidad enorme gracias a su tamaño, le habló de ella. Se llamaba Kyi y no era una mujer más grande de la cuenta, sino un espíritu de la naturaleza que cobraba forma humana porque le parecía práctica. Era tan poderosa que si no adoptaba un tamaño descomunal, no podría canalizar su magia.

Había caído la noche cuando Kyi llegó al primer punto que debía visitar. En lo alto de una colina crecían varios abedules, tres de ellos el doble de altos que la giganta, que medía unos diez metros. La mujer se detuvo muy cerca, debajo de sus ramas.

—Eres el primero al que se lo voy a enseñar. Estos árboles se están muriendo, y no deberían: aún tienen mucha vida que crear.

Kyi inspiró hondo, se puso la palma de una mano bajo la boca y sopló hacia los árboles. Repitió el gesto un par de veces y, unos minutos después, Pablo se maravilló. Las hojas destellaron como si se hubieran cubierto de hebras de plata que brillaban a la luz de la luna. Despacio, llovieron gotas de plata, como si nevara. Kyi alzó el rostro y extendió los brazos. La nieve le caía sobre brazos y hombros y a Pablo también se le posaron algunos copos en la frente. La giganta ahuecó la palma de una mano y, tras unos instantes, se la acercó y le pidió a Pablo que bebiera. Se trataba de agua gélida y cristalina.

Kyi dedicó la noche entera a recorrer los bosques e insuflar vida a los árboles. Lo único que apenó a Pablo fue pensar que, probablemente, el críptido que buscaba no era tal: lo que los habitantes del  pueblo habrían percibido serían las gotas brillantes que Kyi extraía de los árboles.

Para Pablo fue una noche mágica. Nunca había experimentado nada parecido. Intentó mantenerse despierto, pero la calidez del cuerpo de Kyi y la paz que le inspiraban los latidos de su corazón lo relajaron tanto que se durmió.

*


Tras lo que Pablo creyó un instante, lo despertó la voz de Kyi.

—No tengáis miedo. Solo quiero que llevéis a Pablo al pueblo. No debe caminar demasiado durante unos días.

Pablo se sintió deslumbrado por la luz de la mañana.  Kyi hablaba con dos hombres que Pablo había visto alguna vez en el pueblo. Miraban aterrorizados a la giganta, pero el asno al que uno de ellos llevaba de las riendas se mostraba tranquilo.  El hombre de más edad, Roldán si no se equivocaba Pablo, asintió. Kyi se llevó la mano al escote, sujetó a Pablo con delicadeza y lo dejó en el suelo, junto a los dos hombres. Él se volvió hacia la giganta, que estaba arrodillada, y esta le sonrió.

—Tenerte pegado a mí te habrá curado la pierna, pero no la fuerces. Descansa tres o cuatro días y vuelve a buscar esos pájaros tan bonitos.

Pablo asintió, sin saber qué decir. Kyi se puso en pie y lo miró una vez más.

—Me caes muy bien. Si acudes dentro de cinco días al sitio donde te encontré, al atardecer, te ayudaré en tu búsqueda.

Kyi se volvió y se alejó con la rapidez que le daba su gran tamaño. Pablo la miró hasta que desapareció al descender por una ladera. Suspiró varias veces, recordando todo lo que había visto y sentido junto a ella.

Era verdad que tenía la pierna curada. Podía caminar, aunque le dolía un poco. Roldán lo invitó a subirse al asno y lo ayudó porque el animal era grande para él. Notó cierta incomodidad en el hombre, pero Pablo había asumido tiempo atrás su escasa estatura y nunca se molestaba. Tranquilizó a Roldán, le dijo que no había problema, que podía cogerlo en brazos para subirlo. Él mismo condujo al animal de vuelta al pueblo. Pablo se pasó todo el rato pensando en Kyi.

—Una pregunta tonta —le dijo Roldán—. ¿Te has pasado toda la noche ahí, en su escote?

Pablo se ruborizó.

—Sí, pero es que bajó por un terraplén para rescatarme y no tenía otro sitio en el que ponerme.

—Eso es tener buena suerte —respondió Roldán y se interrumpió debido a las carcajadas—, pero… no sé cómo decírtelo. Es preciosa, pero es muy grande para ti.

—Para mí todas las mujeres son enormes —respondió Pablo con una sonrisa—. No te preocupes, no me he enamorado de ella.

Durante los días que permaneció en la posada recuperándose, aceptó que le había mentido a Roldán. Se impacientaba porque el tiempo transcurría demasiado despacio y él quería ver de nuevo a Kyi. Pablo nunca se había fijado en ninguna chica: su vida eran sus estudios, su objetivo era descubrir su primer críptido y ganarse el acceso a la facultad de criptozoología.

Cuando, cinco días después, se encaminaba al punto de encuentro con Kyi, iba convencido: la giganta era su primer amor. Pablo estaba sentado junto a un árbol y vio llegar a Kyi. El corazón se le aceleró al verla arrodillarse delante de él. Le ensenó una especie de bolso enorme hecho de esparto que llevaba sujeto con un cinturón del mismo material.

—Mira lo que te he hecho, Pablo. Así podré llevarte.

Le acercó las manos despacio mientras Pablo se ponía en pie. Kyi lo metió en el bolso. Cuando la giganta lo cerró, podía ir sentado y sacar la cabeza.

*


Pablo pasó dos meses maravillosos con Kyi. Se veían cada tres noches y recorrían los valles y montañas próximas al pueblo. Kyi dedicaba un par de horas cada vez a buscar las aves que brillaban en la noche. Pablo no quiso insinuarle que esos pájaros los producía ella al curar a los árboles.

Sin embargo, el primer amor suele ser tan fuerte que resulta casi imposible detenerlo. Pablo quería confesarle a Kyi que la amaba. Un día vio la oportunidad. Se habían visto un poco antes y pasaron cerca de una colina cuando aún había luz. Kyi se quedó un instante mirando a su derecha y subió para arrodillarse delante de unos arbustos en los que crecían unas flores violetas. La giganta le contó que esas flores eran comunes en los valles donde había vivido hacía seis meses.

—Según los lugareños —dijo Kyi—, estas flores solo se le podían regalar a alguien a quien amaras mucho.

—Entonces… ¿podrías dejarme en el suelo un momento?

—¡Claro que sí! Seguro que esa persona se sentirá muy especial cuando se las des.

Pablo suspiró. Aún no se sentía capaz de decirle para quien eran aquellas flores, así que las dejó en el bolso de Kyi con cuidado. Cuando amanecía y Kyi se arrodilló para dejarlo en el suelo y despedirse, reunió el valor suficiente. Extendió el ramo hacia ella, pero tuvo que bajar la vista.

—Las flores eran para ti.

Ante el silencio de Kyi, Pablo alzó los ojos. En el rostro de la giganta podían leerse la decepción y la tristeza.

—¿Por qué me haces esto? Pensé que eras mi amigo. ¿Crees que tengo algún interés, alguna posibilidad de enamorarme de un ser humano?

—Yo solo…

—Solo quería tener a alguien con quien hablar, y tú deseabas algo muy diferente. Es muy triste, pero es mejor que no volvamos a vernos.

Kyi se puso en pie, se quitó el cinturón donde solía llevarlo a él y lo dejó caer a un lado. Pablo bajó los brazos y sujetó el ramo con una sola mano.

—Perdóname, yo no quería… no quería ofenderte.

La giganta lo miró seria un instante, en silencio. Luego, se dio la vuelta y se alejó. Pablo tenía el corazón hecho trizas, pero el golpe había sido tan duro que no sentía nada. El dolor llegaría cuando se amortiguara la sorpresa. Había imaginado muchas reacciones de Kyi, pero no aquella. Cabizbajo, dejó el ramo de flores encima del cinturón y el bolso de esparto y regresó al pueblo.

*


Pablo no volvió a ver a Kyi. Encontró su críptido dos años después, cerca de un pueblo pesquero, en un río. Era un zorro blanco de dos colas que recorría las riberas de día y que, al llegar el atardecer, se zambullía en el agua para convertirse en un pez dorado.

Se enamoró más veces. Algunas mujeres fueron más amables que otras, pero a ninguna le pareció bien. Hasta que un día, Pablo dejó de amar.

30 diciembre 2022

[El viaje de Sylewester] Línea principal IX

 

EL ARTEFACTO VIII

(Actualidad: año 252 de la Confederación)


 

Se encontraba sentado junto a un río, mirando hacia su cauce, protegido del sol por las copas de los árboles que formaban un bosque al que no se le veía el final. Frente a él, alzaron el vuelo cuatro mariposas azules que ascendieron y se alejaron hasta perderse de vista. Y a su izquierda, sentada a cierta distancia, mirando en la misma dirección que él, estaba la muchacha de piel tostada que había visto en sus pesadillas. Sylwester se puso en pie y se volvió hacia ella. La joven solo le echó un breve vistazo.

—Me ha costado configurar tu… tu mente. Supongo que, aparte de por lo estúpido que eres, se deberá a ser la primera vez.

—¿Es usted el artefacto?

—No que yo sepa. Me llamo Daya, que dicen que significa amabilidad, y es irónico porque soy bastante antipática.

—Tengo que hablar con el artefacto. ¿Puede llevarme ante él?

—¿Te ríes de mí o es que eres estúpido de verdad? El artefacto es eso que tienes en la mano, en el sótano de la casa de Justyna. ¿Te has parado a pensar que ya me habías visto en sueños y que, por tanto, con quien tienes que hablar es conmigo?

—Entonces, ¿usted es el artefacto?

—Vaya castigo me ha caído —dijo Daya tras resoplar—.Déjalo. La verdad es que estás muy capacitado para contactar con… con entes como yo. Justyna podía hacerlo forzando sus poderes al máximo y, aun así, apenas podía mantener el vínculo un minuto, pero ella sí es espabilada y aprendió a abrir tu mente para que yo pudiera conectarme a ti. Déjame probar algo.

Daya se limitó a callarse. Al otro lado del río apareció un demonio enorme, el mismo que lo había aterrorizado el día que hallaron el artefacto. Se llevó las manos al cinto, pero iba desarmado. Corrió hacia Daya y tiró de ella para levantarla.

—¿Qué haces, imbécil? Es una imagen. ¡Bah!

El monstruo se desvaneció y Sylwester, aún impresionado, se sentó junto a Daya.

—Al menos, eres valiente. Creí que saldrías corriendo y me dejarías aquí. Felicidades, porque casi me pones en pie y la visión de ese demonio ha sido lo  bastante nítida como para que te aterrorices. Nuestro vínculo es perfecto. Tus genes.. . tus capacidades son extraordinarias.

—¿Ha dejado a Justyna sin fuerzas solo para tratarme con desprecio?

—¡Vaya! Te vas a ofender y todo. No sigas por ahí, te lo advierto.

—¿Qué quiere de mí?

—Poca cosa. Que me lleves a Gudeña. Muchas ciudades austanas están protegidas por los dioses. Gudeña está bajo la bendición de la diosa Águeda. Allí estaré a salvo de los demonios. La diablesa que quemó la casa de Justyna no me preocupa: su poder es débil, aunque su maldad sea tan grande como una montaña.
 El que me inquieta es el que te acabo de mostrar. Era capaz de sostener el vínculo conmigo sin apenas esfuerzo y de amplificar mis hechizos. Como ese tipo se decida a venir a por mí, Luzjda estará perdida.

—Informaré a Justyna de sus deseos.

—Perfecto. Puedes irte, que tengo mucho que leer. Vuelve a contactar conmigo solo cuando esté organizado el viaje: no me gusta que me molesten. Adiós.

El mundo cambió de repente, y volvió a verse en la celda, con el artefacto en la mano. Lo dejó en el cofre y se acostó. Era temprano y no tenía sueño, así que pasó varias horas aburriéndose. Se refugió en el recuerdo de los besos de Nadja hasta que comprendió que no volvería a verla. No podría acudir a su cita de aquella tarde, de modo que sería imposible retomar el contacto salvo que ella acudiera todas las tardes hasta que a él lo dejaran libre. Albergó la esperanza de que lo haría. Lo había besado con pasión, esto significaba que su amor sería fuerte, que sabría que él volvería al lugar donde se citaban cuando pudiera y que ella acudiría todas las tardes, anhelando volver a verlo. Solo le apenaba obligarla a salir inútilmente todas las tardes y a hacerla sufrir.

Por la tarde, Lidka le trajo algo de comer y cuando hubo terminado, volvió acompañada de Justyna, que se sentó frente a los barrotes. Cuando la criada se hubo marchado, le interrogó acerca de su conversación con el artefacto. Le ocultó la forma despectiva en que lo trataba. Justyna asintió.
—Creí que estaría más seguro en Vojotla —dijo Justyna—, pero aceptaré la sabiduría del artefacto. Partiremos a Gudeña dentro de un par de días. Voy a disponerlo todo.

La hechicera se puso en pie, pero se detuvo cuando Sylwester le habló.

—¿Podrán visitarme mi familia y mis amigos?

—Por supuesto. Daré la orden de que los avisen y podrán venir cuando gusten.

—¿Y podré contarles que me voy a Gudeña?

—No. Di solo que partirás, pero no digas a donde. —Justyna le sonrió—. No te preocupes. Serán solo unos días y cuando regresemos, podrás volver a tu vida. Pregúntale al artefacto en qué sitio de Gudeña deberemos dejarlo y bajo la custodia de quién.

Se marchó y volvió a dejarlo en la sola compañía del anhelo de ver de nuevo a Nadja.

*

Fue una tarde triste. No dejaba de repetirse que, en aquel momento, debería haber estado con Nadja. Se distrajo un poco cuando su padre y sus hermanos le hicieron una breve visita y, casi acabada la tarde, fueron Piotr y Agnieszka quienes disiparon, al menos en parte, la añoranza por Nadja. Su amiga le había traído en un trapo pan, tocino y queso. Sus dos compañeros lo hicieron reír un poco y le dio pena que se fueran.

Aquella primera noche fue tranquila. Aunque extrañaba su cama, fue capaz de dormir y se despertó despejado. Tras desayunar, contactó de nuevo con el artefacto. Daya, con su antipatía acostumbrada, le dijo que saber a donde llevarlo debería de conocerlo Justyna. Que buscaran una escuela clerical o una universidad, algún sitio donde hubiera sabios, a ser posible, relacionados con la fe en Águeda. Lo importante, concluyó Daya, era abandonar Luzjda y el territorio cawkení lo antes posible. Sylwester se lo transmitió a la hechicera, que dijo que pronto partirían.

La noche siguiente, Sylwester durmió mal. Los cuernos volvieron a sonar en toda Luzjda y Justyna bajó al sótano y se pasó con él toda la noche, junto a otros tres hechiceros que llegaron algo después. Por fortuna, cesaron las alarmas, los hechiceros se retiraron y Sylwester se quedó dormido. Antes de lograrlo, no dejaba de pensar en cómo estaría Nadja.

*

Lidka lo despertó. Le llevó un aguamanil y una jofaina. Para su sorpresa, le abrió la puerta y le pidió que cuando se aseara, se llevara el cofre. Sylwester así lo hizo y se encontró en el salón a seis soldados, dos hechiceras más, vestidas como Justyna y dos milicianos que llevaban en la mano cofres parecidos al que guardaba el artefacto. Justyna le pidió a Sylwester que dejara el cofre sobre una mesa y se sentara.

—¿Habéis visto con qué facilidad lleva Sylwester el artefacto? —le dijo Justyna a los presentes—. Para lograr subirlo de mi biblioteca a mi dormitorio, me quedé sin fuerzas y tardé tres horas en recuperarme. Tenemos que cuidar muy bien de este joven.

Justyna empezó a dar instrucciones. Para despistar a un posible atacante, iban a partir tres grupos idénticos. Uno se dirigiría a Vojotla, otro a Krawja, capital de Cajwkyl y bien conocida por la sabiduría de sus hechiceros. Ellos se dirigirían a Gudeña. No era previsible un ataque directo, que violaría los tratados, pero con aquella maniobra dificultarían a los posibles espías de los demonios saber donde estaba el artefacto. Tendrían que descartar Vojotla y Krawja y perderían tiempo y esfuerzos.

Cuando los otros dos grupos partieron con unos diez minutos de diferencia, Justyna dio las últimas instrucciones. Una de ellas llamó la atención de Sylwester.

—Saca el artefacto del cofre y guárdalo bien en una faltriquera. Sellaré el cofre y, en caso de que haya algún problema, fingiremos que el artefacto está dentro.

Al fin, abandonaron la casa de Justyna y a Sylwester se le aceleró el pulso. Aunque sentía cierta aprensión era, sobre todo, porque portaba en la faltriquera un objeto de vital importancia y le abrumaba la responsabilidad, pero se sentía bien protegido. Los dos guerreros que los acompañaban, Apoloniusz y Józef, eran de los mejores de Luzjda, y el poder de Justyna la convertía en la segunda hechicera más sabia y poderosa de la ciudad.

Salieron de Luzjda por la puerta norte, una zona un poco más discreta y luego fueron hacia el sur, bordeando la ciudad atravesando senderos entre los campos de cultivo. Al fin, emprendieron el camino hacia el condado austano de Ribedera avanzando por un bosque que a Sylwester le encantó porque no solía recorrerlo a menudo.

Cuando pararon para comer, Sylwester estaba agotado. Habían forzado la marcha y apenas habían parado durante seis horas. Jósef les aseguró que habían cubierto ya casi un tercio de la distancia hasta Bozja, la última población cawkení antes de llegar a Ribedera. Caminarían un poco más mientras hubiera luz y con suerte, llegarían a Bozja el tercer día a media mañana, en vez de por la noche. Allí dormirían en alguna posada y partirían hacia Custal, en la costa, y caminarían al lado del mar hasta llegar a Gudeña.

—¿Has visto el mar alguna vez, Sylwester? —le preguntó Jósef.

—No, señor.

—Pues te va a fascinar. Yo ya lo conozco, pero estoy ansioso por llegar a Custal.

—Disfrutaremos todos del mar —afirmó Justyna—. Y lo  haremos con la satisfacción de haber cumplido con nuestro deber.

Sylwester emprendió de nuevo el viaje animado. Los dos guerreros lo trataban con respeto y cortesía. No parecía importarles que fuese un simple miliciano inexperto.

Caminaban por una zona donde el bosque clareaba, siguiendo un sendero señalado por ruedas de carruajes. A su derecha, el atardecer pintaba las nubes de colores y se sintió feliz y orgulloso de haberse embarcado en aquel viaje.

Entonces, junto al tronco de un árbol vio a un niño llorando. Sylwester le pidió a sus compañeros que se detuviesen un momento y fue a interesarse por el niño. Tenía el cabello muy rubio, ropas de campesino y lloraba desconsolado.

—Pequeño —le dijo Sylwester—, ¿qué haces aquí? ¿Qué te pasa?

—Me he perdido.

—¿Dónde vives, dónde están tus padres?

—Creo que están por allí —respondió el niño sin dejar de llorar.

—Ven con nosotros, te llevaremos con ellos.

El niño dejó de llorar y lo  miró asustado, pero cuando Sylwester le tendió la mano, se la tomó. Sin embargo, notó que el niño tiraba de él hacia atrás y tuvo que asirle la mano con fuerza. Intentó tranquilizarlo, pero el niño cayó al suelo y dijo que no podía caminar. Sylwester, desesperado, lo cogió en brazos y desoyó sus gritos de terror y sus llantos. Decidió llevárselo a Justyna, para que ella decidiera, pero sentía que no podían dejar a aquel niño perturbado solo en mitad del campo.

Sus compañeros lo miraron hasta que llegó junto a ellos. Apoloniusz entrecerró los ojos.

—¿Qué estás haciendo?

—Me he encontrado a este niño y quiero que Justyna lo examine.

—¿De qué estás hablando? —preguntó de nuevo Apoloniusz.

Sylwester miró hacia el niño y gritó de la sorpresa. Llevaba en brazos a un diablillo del tamaño de un niño, que empezó a gritar, pero, esta vez, en un idioma duro e incomprensible.

—¡Suéltalo inmediatamente, Sylwester! —gritó Justyna con tal desesperación que Sylwester se aterrorizó.

Sylwester lo soltó, pero el diablillo siguió pegado a él, gritando en un propia lengua. Miró desesperado a Justyna y entendió que estaban en serios problemas cuando ella alzó la vista hacia el cielo, enfurecida, y los dos guerreros desenvainaron las hachas.

—Soltad a ese pequeño —dijo una voz que provenía de arriba—. Es mi último aviso.

Alzó la vista y, a unos cuatro metros por encima de ellos y a unos cinco por delante, vio a un demonio alado, con cuerpo de mujer y unos ojos de serpiente que le helaron la sangre.

28 diciembre 2022

Atrapada en la pasión por el macho alfa: avance editorial y fichas de personajes

 ATRAPADA EN LA PASIÓN POR EL MACHO ALFA

(Avance editorial y fichas de los personajes)

Estoy muy contento con el nuevo proyecto que me ha encargado un sello de romántica contemporánea. No puedo decir mucho, pero me han dado permiso para empezar la promoción y publicar un fragmento de la historia en mi bitácora.

Primero las fichas.

 

El protagonista es Christopher Yellow



La protagonista femenina es Kendra Purple


 El mejor amigo del macho alfa protagonista es Rexie

 


Y el antagonista que debe haber en toda buena historia es Edmund Brown.


Aquí pongo un fragmento del primer capítulo. Espero que os guste.


*   *   *   *   *


CAPÍTULO 1. EL ARMARIO EMPOTRADO DE SUS SUEÑOS.


Kendra Purple apenas podía respirar. Ya era bastante malo aburrirse grapando facturas, escribiendo cartas de disculpa a clientes o correos electrónicos de agradecimiento a los que estaban contentos con sus chupetes, como para estar medio asfixiada. Era el precio a pagar por ser tan hermosa. Aquella mañana, cuatro pretendientes le habían pedido matrimonio y cada uno le había traído un ramo enorme, sin haber pensado que Kendra podría ser alérgica al polen. Si las pastillas contra su problema inmunológico no funcionaban pronto, iba a terminar desmayada sobre el ordenador y, si sucedía eso, su nariz podría pulsar la tecla “h” y llenar la pantalla con algo como: hhhhhhhhhhhh.

Suspiró mientras abría, de nuevo, la web machosalfa.com. Soñó con conocer, algún día, a alguno de aquellos machos alfa musculosos, varoniles, guapos y con dinero con los que hablar de filosofía en las cálidas noches del verano. Accedía a las páginas de cada miembro de la web sin dejar de suspirar.

No podía imaginarse que los sueños, a veces, se cumplen. Un hombre guapísimo, con una camisa que se le pegaba a sus pectorales trabajados en gimnasio y marcaba sus abdominales de estatua griega, entró en el despacho y la miró. Kendra sintió un cosquilleo por todo el cuerpo, estupefacta por la virilidad que emanaba del recién llegado. Sintió que se enamoraba sin remedio de aquel individuo espectacular.

—Me llamo Christopher Yellow y vengo a diseñarte un armario empotrado. Pégate a esa pared.

Kendra, temblorosa, perdidamente enamorada de Christopher, se pegó a la pared después de haber derribado el archivador para hacer sitio. El hombre se le acercó, extrajo de la ropa una enorme herramienta y pegó a Kendra sus poderosos músculos. La mujer gimió de placer.

—En esta pared —dijo Christopher mientras la chica gemía—te puedo empotrar un armario de dos por dos, con una barra para los trajes y tres cajoneras. ¿Te gusta eso?

—¡Oh! Sí, sí.

—¿Y si le añado una caja fuerte, como la que hay en los hoteles?

—¡Oh, sí! Por favor, por favor.

Kendra se abrazó al hombre, suspirando sin parar y procurando disimular sus gemidos.

—En realidad —dijo Christopher, con arrojo—, soy un macho alfa y no estoy aquí para empotrarte un armario, sino para otra variedad de empotración.

—Ya me había dado cuenta, amor mío.

—Además de guapa, inteligente. Ojalá te hubiera conocido antes.

Christopher procedió con su actividad profesional mientras Kendra gemía, suspiraba y mencionaba a Dios. Después de varios minutos de desempeño laboral, el macho alfa la miró a los ojos y la secretaria sintió que se iba a derretir.

—Cuando acabemos vendrá mi amigo Rexie y querrá hacerte otro armario empotrado.

—Lo que tú digas, amado mío. Aún no conozco a Rexie, pero como es tu amigo ya estoy enamorada de él.

—Pero si Rexie es un Tiranosaurio Rex.

—No importa. Rexie vendrá, intentará seducirme con su poderoso cuerpo, pero tú aparecerás, lucharás a muerte con el monstruo y vencerás. Puede que acabes un mes en el hospital, pero me salvarás y eso hará que mi amor por ti crezca a niveles nunca vistos en novela romántica alguna.

—Pero ¿por qué me voy a pelear con Rexie, si es mi colega?

—Porque sería un gran giro dramático para la historia.

—No me pidas eso. Somos grandes amigos. Nos vamos de cervezas todos los días y como él tiene los brazos tan cortos, soy yo el que le vuelca las jarras en las fauces. Lo que más une a dos machos alfa es compartir la cerveza. No me pidas que rompa ese vínculo.

—Yo no…

Ambos se quedaron en silencio, tensos. Incluso Kendra, que no tenía los sentidos tan aguzados como un macho alfa, lo había notado. Alguien caminaba con paso firme hacia ellos a través del pasillo. Christopher se apartó de ella y se volvió. Un hombre de piel tostada, guapo y musculoso, entró en la habitación e intercambió una mirada poderosa con Christopher. Kendra reconoció en él a otro macho alfa y se enamoró inmediatamente de él.

—Al fin nos encontramos, Christopher Yellow —dijo el recién llegado.

—Te reconozco —respondió Christopher tras haber olfateado un par de veces—. Edmund Brown, nada menos.

—Muy bien. No esperaba menos de ti. Te daré una oportunidad. Deja que le diseñe a la chica un armario empotrado que ocupe toda la pared y tú vete a llorar con Rexie la desdicha de haber perdido frente a un macho más alfa que tú.

—¡Jamás!

—Entonces, no queda sino pelear.

—¡Esperad, esperad! —dijo Kendra, excitada por la idea de contemplar tal duelo de titanes, pero aún más por estar en los brazos de aquellos dos machos—. ¿Y por qué no me diseñáis juntos un armario empotrado gigante?

—No puede ser, Kendra —afirmó Christopher—. El destino de los machos alfa es pelear hasta que solo quede uno. Busca a Rexie y huid de la ciudad lo más rápido que podáis.

Kendra le dio un beso rápido a Christopher, otro aún más rápido a Edmund y corrió por el pasillo. Una vez en la calle, vio a Rexie, que se agachó para que se le subiera en el cuello y, a toda prisa, se alejaron de la empresa donde había trabajado Kendra. Volvió la vista al percibir un estruendo. El edificio se había derrumbado y Christopher y Edmund combatían sobre las ruinas.

La chica comprendió que ahora estaba en manos del Tiranosaurio Rex. Y aquello le provocó una mezcla de temor y excitación.

30 noviembre 2022

[El viaje de Sylewester] Línea principal VIII

 

EL ARTEFACTO VII

(Actualidad: año 252 de la Confederación)

 

Imagen de la ventana de la celda de una prisión

 

Sylwester decidió desayunar antes de reunirse con sus compañeros en la puerta sur. Comió distraído. No podía quitarse a Nadja de la cabeza. Rememoraba una y otra vez los besos que habían compartido y pensó en que todo el día que empezaba y el siguiente serían un sinvivir hasta que pudiera verla otra vez, hasta que pudiera abrazarla y besarla de nuevo. Siempre había querido a Laska, pero jamás había experimentado por ella unos sentimientos ni un deseo tan intensos como los que le invadían en aquellos instantes. Se preguntó si aquel anhelo por tocar a Nadja era el auténtico amor. Se planteó si no llevaría tanto tiempo creyendo amar a Laska cuando sus sentimientos hacia ella carecían de la fuerza de un enamoramiento auténtico.

Seguía distraído mientras se encaminaba al punto de reunión. Cuando llegó a la calle principal, la que había recorrido la tarde anterior junto a Nadja camino de la puerta del sur, su ensimismamiento empeoró y aliviaba la quemazón que le cosquilleaba en el pecho con algún que otro suspiro.

Cuando llegó a la puerta sur, observó que junto a Stanislaw y sus compañeros había cuatro soldados regulares y un oficial. Se inquietó cuando comprobó las expresiones tan serias de su jefe y sus camaradas. Nikolai y Jaroslaw aún no habían llegado. Sylwester no tuvo tiempo para preguntar. A una orden del oficial, los cuatro soldados fueron hacia él y, de malas maneras, lo aferraron de los brazos y se los pusieron a la espalda para trabarle las muñecas con grilletes.

Sylwester se debatió, por la sorpresa, pero  solo consiguió que le hicieran daño. Agnieszka agarró a un soldado de un brazo.

—¡No le traéis así!

Otro soldado le dio un empujón a su amiga, quien tuvo la mala fortuna de tropezar al retroceder y caer, ya que no la habían empujado con demasiada fuerza. Piotr corrió hacia ella, la ayudó a levantarse y la sujetó porque le gritaba al soldado que iba partirle la cara.

—¡Calmaos! —gritó el oficial, que se les acercó—. No tenemos nada contra ti. Justyna teme que los demonios te hayan hechizado o vayan a hacerlo. Los grilletes son para dificultarte huir si te controlan la mente, no porque pensemos que eres un traidor. Acompáñanos de buen grado.

—¿Puedo despedirme de mi familia? —preguntó Sylwester mirando al  suelo mientras sentía que los grilletes le apretaban las muñecas.

—Les avisaremos y podrán ir a visitarte.

Estuvo a punto de preguntar si podían avisar a Nadja, pero nunca había estado en su casa, ni sabía donde vivía. Se despidió de sus compañeros con amargura y cubrió el trayecto hasta la casa de Justyna cabizbajo, avergonzado de que algún conocido lo viera y pensara que se había convertido en un criminal.

Cuando se detuvieron frente a la puerta de la casa de Justyna, le quitaron el  escudo, el cinto de armas, el peto y el espaldar, sin liberarle las muñecas. Solo entraron con él en casa de la hechicera el oficial y uno de los soldados. Justyna les esperaba en el salón principal, sentada en un sillón tras una mesa.

—Dariusz, en mi presencia no son necesarios los grilletes —dijo la hechicera.

—Por supuesto, señora.

Dariusz ordenó al soldado que lo liberaran y Justyna, tras indicarle a Sylwester que se sentara al otro lado de la mesa, ordenó al oficial que dejara a dos soldados como guardia y que regresara dentro de una hora.

Sylwester se sintió intimidado por la hechicera, que se limitaba a analizarlo con la mirada.

—¿A quién le dijiste que el artefacto estaba escondido aquí?

Sylwester trago saliva y miró a la hechicera con el pulso agitado. Sabía qué tenía que responderle, pero no se atrevía a confesarlo.

—Tus compañeros de la milicia no saben nada, y agradezco tu discreción. Tu familia es de fiar. O se lo has dicho a alguien más o te han leído la mente y, si es esto último, tendré que hacer algo que detesto.

—Se lo dije a una chica, señora —respondió Sylwester, mientras sentía como si sudara agua helada.

—¿Cómo se llama? ¿Dónde vive?

—Solo sé que se llama Nadja y que su padre es un oficial que ha venido hace poco de Vojotla.

—Con tan poca información no puedo hacer mucho. ¿Cuánto hace que la conoces, qué tipo de relación tienes con ella?

—Señora… la conocí hace una semana o un poco más y, bueno… mi relación con ella…

A Sylwester le costaba entender qué tipo de relación tenía con Nadja, ya que se habían besado, pero no habían acordado si eran novios o solo amigos. Aparte, le avergonzaba explicarle todo a aquella hechicera tan poderosa, que lo miraba sin un atisbo de emociones. Por ello, se interrumpió.

—Entiendo. Tu intento de impresionarla nos ha costado muy caro. ¿Cómo es posible que no sepas donde vive?

—Su padre es muy estricto y no aprobaría que…

—Basta, no importa. Buscaremos a un oficial que haya venido de Vojotla con su hija y les interrogaremos. —La hechicera inclinó el tronco y cruzó las manos sobre la mesa. Se sentía como si le estuvieran leyendo la mente—. Dime, Sylwester, ¿has tenido pensamientos o sueños fuera de lo común estos días?

—Tuve un par de sueños extraños, señora, pero no se han vuelto a repetir.

La hechicera le pidió que se los contara y Sylwester obedeció. Cuando hubo terminado, por primera vez, notó asombro en el rostro inexpresivo de Justyna.

—¿Por qué no me contaste esos sueños cuando los  tuviste?

—Pedí audiencia con un hechicero, señora. Me aseguró que os los transmitiría.

—Pues ese impresentable no lo  ha hecho. Acompáñame.

Sylwester siguió a Justyna escaleras arriba, pero cuando advirtió que la hechicera había entrado en su dormitorio, se frenó en seco. No le parecía adecuado entrar en el dormitorio de una mujer con la que no tenía lazos familiares. Sylwester se esperaba que el artefacto se hallara en la misma habitación en que había dejado el artefacto la primera vez que visitó aquella casa. Sin embargo, el cofre estaba en el tocador de Justyna.

—Entra —dijo la hechicera.

Sylwester comprendió que aquella habitación debería de haber ardido tras el ataque, de ahí que hubiera tenido que sacar el artefacto de allí. Justyna se sentó en la única silla y abrió el cofre sin necesidad de llave.

—El atacante forzó la cerradura de este cofre, que estaba protegida por hechizos. Por eso estoy convencida de que era un demonio. Pero ni siquiera él fue capaz de tocar el artefacto. Te ruego que lo intentes, Sylwester.

Sylwester, con aprensión, introdujo la mano en el cofre, alzó el artefacto y se lo puso en la palma de la mano. Era como sujetar un trozo de metal, un poco frío al tacto, pero demasiado ligero para ser una pieza de metal maciza.

—Ve a la cocina —ordenó Justyna—, la sala a la izquierda de la puerta por donde entraste y dile a Lidka que llene una jarra de cerveza y que suba contigo.

Sylwester obedeció de inmediato. Lidka era una mujer de unos treinta años, entrada en carnes y de cabellos muy claros. Llenó una jarra de  medio litro de cerveza oscura y subió las escaleras detrás de él. La criada dejó la jarra en el tocador y se colocó al lado de Justyna, el opuesto a aquel en que se hallaba Sylwester.

—Hablar con el artefacto es una tarea extraordinariamente difícil —dijo Justyna y Sylwester se quedó atónito al oírla—. Me quedaré sin fuerzas, así que, cuando os lo pida, metedme en la cama entre los dos. La joven de piel tostada que viste en sueños es la misma que visualizo, aunque borrosa, cuando hablo con el artefacto. Que tú hayas tenido sueños nítidos en los que aparezca  es un prodigio. Por algún motivo, el artefacto puede y quiere comunicarse contigo, Sylwester. Voy a contarle que estás aquí y preguntarle qué desea de ti.

Justyna se concentró. Los ojos se le iluminaron con una tonalidad verde intensa y Sylwester se inquietó al ver que la respiración se le agitó y que la hechicera sudaba. Durante unos minutos, observó que Justyna musitaba frases inaudibles, como si estuviera manteniendo una conversación. De pronto, la luz de sus ojos se apagó y echó la espalda contra el respaldo de la silla. Cuando lo miró, fue evidente que estaba agotada. Tomó varios tragos de cerveza antes de hablar.

—El artefacto está molesto contigo —dijo Justyna, con voz apagada—. Dice que tenías que haber regresado a su lado cuando tuviste los sueños, que sus amenazas eran reales. Dame las manos. Para que puedas comunicarte con facilidad, tengo que cambiar algo en tu mente. Es sencillo y no te dolerá.

Sylwester obedeció con aprensión y a Justyna le brillaron los ojos al invocar de nuevo su magia, pero el proceso fue cosa de medio minuto y solo sintió como si movieran una rueda diminuta en el interior de su cabeza.

—Ahora, si lo tocas y te concentras, podrás contactar con el artefacto. Hazlo cuanto antes, pero, primero, ayudadme a acostarme. No puedo más.

Lidka le quitó los zapatos, pero la hechicera, ayudada por los dos, no se desprendió de ninguna prenda. Una vez acostada, la hechicera miró a la criada.

—Llama a los soldados. Que se lleven a Sylwester y al artefacto al sótano. —Lidka se marchó y Justyna lo miró—. Lamento tener que encerrarte, pero es por tu bien. Habla con el artefacto cuando estés solo. Luego iré a verte y me contarás que te ha dicho. Te ruego que bajes al salón.

Sylwester obedeció y se dejó conducir al sótano. Se desanimó cuando lo metieron en una celda pequeña, de dos metros de profundidad y otros tantos de ancho, donde  había solo una cama, una mesilla y un orinal. La poca luz que había entraba por un ventanuco, pero los soldados tuvieron la delicadeza de encender una lámpara de aceite cerca de los barrotes. Cerraron la puerta y lo dejaron solo.

Sentía cierta aprensión por contactar con el artefacto, pero no tenía nada mejor que hacer. Así que abrió el cofre, cogió el artefacto, se sentó en la cama y se concentró. Durante un par de minutos, no sucedió nada. Sylwester llegó a pensar que algo había salido mal hasta que, de pronto, percibió chispazos que cada vez eran más brillantes. Y todo cambió.