Hoy he vuelto a ojear la siguiente página de la web de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico: falacias lógicas. Y releyéndola, he ido rememorando tantas veces como se utilizan estas falacias tanto en la vida cotidiana como en Internet. Voy a dedicarme a hablar de algunos casos llamativos.
Una de las más típicas son las diferentes apelaciones a los motivos. Una asociación religiosa norteamericana, hace ya bastantes años, quería que un juez declarara falso el Segundo Principio de la Termodinámica, para entendernos, el hecho de que la entropía, en un sistema cerrado, debe ser creciente. Este principio tiene como consecuencia lógica inmediata que el Universo acabará, algún día, muriendo térmicamente: la entropía será máxima y no habrá inhomogeneidades. El motivo esgrimido era que es una teoría desesperanzadora. Que una ley física deba ser falsa porque sus consecuencias no son agradable es una curiosa formulación de la falacia lógica de Apelación a la compasión (argumentum ad misericordiam): esta ley ha de ser falsa porque no es edificante para nuestros hijos. Desgraciadamente, que no nos guste una ley física, no significa que tengamos que negarla por compasión... Otra cosa diferente es que este principio se pueda aplicar a algo tan complejo y desconocido como el universo...
En política, por parte de todos los bandos, se utilizan decenas de falacias lógicas... Los famosos: "que viene la izquierda" o "que viene la derecha", son ejemplos clarísimos de falacias de Apelación a las consecuencias (argumentum ad consequentiam). Si no me votas a mí, la derecha lo privatizará todo, luego mi programa electoral es el adecuado. Al revés, si no me votas a mí, la izquierda lo nacionalizará todo, luego mi programa es el válido y correcto.
Un ejemplo bastante curioso de falacia lógica es el divertido test CEF (¿Condenas el Franquismo?). Reconozco que me río bastante con las respuestas y el tono de la página, pero, por desgracia, se caen en un montón de falacias. Probablemente, se caen en estas falacias sin la menor intención, sin darse cuenta, y eso es lo más triste, y lo más peligroso.
La fundamental es una falacia Non sequitur: Negar el precedente. La idea es que cualquier argumento que se base, exclusivamente, en las siguientes proposiciones lógicas:
Si A implica B, entonces, No A implica No B,
es incorrecto. En el caso del test CEF tiene la siguiente formulación: Si eres demócrata condenas el franquismo con un simple "sí", entonces, si no eres demócrata, no condenas el franquismo con un simple "sí". Pues no. Yo puedo ser un demócrata convencido, por ejemplo, y tener un padre franquista al que quiero mucho. Para mí, condenar el franquismo sería ir en contra de las convicciones de alguien que me importa mucho; así que me sería muy complicado condenarlo sin condiciones. O bien, puedo ser un demócrata estricto y tenerle manía tanto al franquismo como a la proto-dictadura stalinista en que degeneró la II República a finales de la guerra. Así que condenaría al franquismo pero no me olvidaría de condenar los movimientos dictatoriales de "izquierdas".
Otro argumento del test CEF es que a una pregunta sencilla hay que dar una respuesta que sea sí o no. Esta falacia tiene que ver con la limitación de respuestas, aunque podría consierarse como una consecuencia de negar el precedente. Salvo que se indique que la respuesta deba ser, obligatoriamente un "sí" o un "no", no hay motivo para no responder argumentandola. Así que un demócrata estricto podría responder perfectamente que sí y empezar a justificarse. A veces, se obliga al que se pregunta a elegir entre un subconjunto de respuestas, cuando no tienen por qué ser las únicas. Es como si en unos grandes almacenes, le pregunto a mi hija: ¿quieres la camisa verde o la roja?, cuando las hay de decenas de colores y dibujos.
Pero quizá lo peor sea que existe una formulación suavizada de la Apelación a la fuerza (argumentum ad baculum). Si no respondes a la pregunta con un simple "sí", entonces, consideran que no eres un demócrata y no tienes cabida en el sistema.
Hay muchas, muchísimas falacias en la vida cotidiana, incluyendo el ámbito empresarial, en las que caemos a diario.