31 diciembre 2011

Feliz 2012

Pues creo que por primera vez en mucho tiempo, voy a despedir en año en mi bitácora. Desde hace varios años, el final de año no ha supuesto la fecha límite para acabar proyectos muy trabajosos, y no tengo que dedicarme ya a mi tesis, así que he arañado unos minutos para escribir algo.

Por supuesto, Feliz Año Nuevo a todos los que me leen en esta bitácora. Y voy a listar una serie de deseos que tengo para el año próximo:


  • Espero que el 2012 no sea económicamente tan sumamente malo como no dejan de repetirnos.

  • Espero que quien no tenga trabajo, lo encuentre el año que viene.

  • A todos los visitantes que aman la escritura y aún no han publicado, que publiquen en 2012.

  • A los que ya han publicado, que lo sigan haciendo y que vendan muchos, pero muchos ejemplares.

  • A los cuentacuentos, que no dejen de regalarnos sus historias cada lunes.

  • A El Señor de las Historias y a Eolande, que sigan publicando una nueva frase cada martes.

  • A los que estudian, suerte en sus carreras.

  • A los proyectos de doctores, o doctorandos, que lean sus tesis.

  • A mis compañeros de los bailes de salón, a todos todos, que bailemos mucho más durante 2012.

  • En particular, para mí, que aprenda de una vez a bailar bachata bien y que avance algo más rápido en la salsa en línea.

  • Para los compañeros de empresas de Economía Social, o bien, para tantas Pymes como hay por ahí afanándose por no desfallecer, muchos ánimos.

  • A alguien, que los cambios que ha tenido en su trabajo sean para mejor. Seguro que sí, que, a veces, mejor solo que mal acompañado.

  • Y a todos aquellos a los que haya olvidado, mis mejores deseos.

Y en general, que lo paséis todos bien esta noche.


Abrazos y besos (a repartir según corresponda).

30 diciembre 2011

Mis experiencias con la tienda de Kindle en España.

Hará unos días hice un par de compras de libros electrónicos, en formato Kindle, en la tienda de amazon de España. Y como tengo un rato ahora, mientras espero a una visita, voy a contaros mis experiencias.

Lo primero a destacar es que no tengo el aparato ese tan mono que vale 99 euros, porque me regalaron hace unos años ya un lector y estoy viendo si puedo convertir los libros que me interesen a formato ePub para poder leerlos en mi lector. En todo caso, los libros que se compran en Kindle se pueden visualizar, con muy buena calidad, en una aplicación para Windows que se puede uno descargar de forma gratuita. También hay equivalentes para el iPad, el iPhone, Mac (si no recuerdo mal) y quizá se me escape algún dispositivo.

Reconozco que apenas compro por Internet. Me inicié en ello por cuestiones de la empresa, ya que teníamos un proveedor de alojamiento que, al principio, sólo aceptaba ese medio de pago. También, para ciertas cosas, como la renovación de un antivirus, el pago por tarjeta supone mejores precios que otros sistemas. Uso una tarjeta virtual recargable, que me gusta porque para comprar algo hay que recargarla con saldo (como los teléfonos móviles) y si te falta dinero, la operación no se puede realizar.

Lo que tengo que reconocer es que comprar en la tienda de kindle es rápido, sencillo y cómodo. Me ha dejado bastante sorprendido, ya que estoy acostumbrado a tener que pasar por un proceso largo, ventanas que se quedan pensando minutos... Era cierto que ya tenía abierta una cuenta en amazon, por el experimento de publicación que hice allí, pero no había comprado aún nada. Aún así, funciona con tanta agilidad como trabajar con iTunes. El único "peligro" es que al ser tan fácil comprar, pues puedes acabar comprando más, aunque eso no me ha pasado aún.

Por cierto, los libros que he comprado allí han sido:


  • El Manuscrito 1. Se trata de un libro de Blanca Miosi, que se está vendiendo muy bien en versión Kindle. Ya conozco a esta escritora de otras obras, así que pienso que este libro me va a gustar seguro.

  • El enigma de los vencidos. Es un libro de Armando Rodera, que también está en la lista de los más vendidos. Será la primera obra suya que lea. Ya iré contando.

Tengo que reconocer que a ambos autores les seguía la pista con motivo de la llegada de Amazon a España, de ahí que haya empezado por estos libros.


También me ha dado a mí por subir algo escrito por mí a Kindle, concretamente, esta cosilla. Lo que me ha sorprendido es la velocidad con que el catálogo de amazon.com (que fue donde lo "publiqué" originalmente) se ha traspasado al resto de tiendas europeas. Doy fe de que yo no he participado en nada; todo lo ha hecho Amazon sin que yo me enterase.


Sobre mis experiencias publicando, hablaré en otro momento.

29 diciembre 2011

Mundo de cenizas. Descripción de los personajes e inciso

Voy a publicar hoy un texto que escribí hace meses para esta novelita por entregas que voy publicando en la bitácora. Trata de dos temas fundamentales.

La primera trata sobre los personajes de la historia. No tengo la suerte saber escribir y dibujar, como le pasa a Luisa, y a falta de un ilustrador que les ponga cara a los personajes, lo que hice fue describirlos con palabras. Son aputes tanto físicos como, en cierta medida, de personalidad. En este inciso os voy a poner la descripción de los personajes, por orden de aparición:

Juan

Tiene 20 años recién cumplidos. Mide 1,74 y podríamos considerar que es apuesto, aunque no llegue a la condición de galán. Simplemente, tiene un cuerpo atlético y bien proporcionado, modelado por las sesiones de entrenamiento propias de la profesión que le ha elegido, y un rostro que resulta atractivo. Su cabello, que lleva corto, es castaño oscuro y tiene los ojos marrones. No luce barba ni bigote y, salvo que no tenga tiempo para acicalarse, suele ir muy bien afeitado. Tiene un tono de piel mediterráneo; la piel blanca aunque no tanto como la de un nórdico.

A destacar que controla bastante bien su fuerza, y aunque tiene la suficiente para ser firme, suele ser muy cuidadoso. Por ejemplo, si tiene que agarrar a alguien de un brazo, lo hace sin apretar, y no da tirones bruscos.

Raquel

Es una chica de 19 años. Mide 1,68, lo que la hace ser de las más altas de su grupo de amigas. Tiene un rostro bastante normal tirando a poco atractivo, aunque goza de una figura espléndida. Es elegante, muy bien proporcionada, como Juan, y tiene unas piernas muy bonitas, aunque no deja que nadie se las vea porque es muy tímida y algo recatada. Como ya he comentado, está muy bien equilibrada: no tiene ni demasiado ni demasiado poco pecho, tiene la curva justa en las caderas para resultar atractiva…

Tiene unos ojos castaños claros que llaman la atención cuando se habla con ella, pero lo que más destaca es su cabello. Luce una melena larga y ondulada, de color castaño oscuro, que se deja crecer hasta unos diez centímetros bajo los hombros y que cuida con mucho esmero. Es muy raro verla con el pelo revuelto. Se ruboriza con mucha facilidad. Por último, tiene el mismo tono de piel que Juan.

Christine

Es una muchacha de 19 años de aspecto nórdico. Su piel es muy blanca y si luce el sol con fuerza, se quema con facilidad. Tiene el cabello de color rubio dorado y liso, pero no lo lleva demasiado largo, apenas hasta la mitad del cuello, para que no le estorbe al atender a enfermos o luchar con la espada.

Mide 1,79, lo que la hace más alta que la mayoría de los hombres de su entorno. No obstante, no es una chica muy agraciada. Es muy delgada por constitución y bastante huesuda, lo que no quita que sea fuerte para tratarse de una mujer. Tiene un rostro de rasgos angulosos y muy marcados, poco atractivos. La excepción son sus ojos, de mirada serena y de color azul oscuro, que son muy bonitos.

Es un tanto desgarbada; se mueve sin mucha gracia, si bien, a la hora de combatir sus movimientos poseen bastante seguridad y, sobre todo, velocidad. Es buena corredora y goza de una resistencia física elevada, en parte por constitución y en parte por su autodisciplina y su capacidad de aguantar el dolor o el cansancio, pero sólo es buena corriendo en llano, no tanto a campo traviesa.

Adriana

Es bastante joven, ya que tiene 17 años, a punto de cumplir los 18. No levanta demasiado del suelo, puesto que mide 1,58. Sin embargo, es una mujer extraordinariamente atractiva, no sólo por su cuerpo sino por sus gestos y su actitud. Es de ese tipo de mujeres que cuando habla con alguien sabe inclinar la cabeza con gracia, de las que toda la ropa que se ponen les queda bien, de esas chicas a las que el cabello les cae siempre sobre los hombros de la forma más atractiva posible…

Tiene el pelo largo, muy negro, y se lo deja crecer hasta la mitad del pecho. Su cabello posee una ondulación natural suave, aunque se va rizando más hacia las puntas. Tiene los ojos negros y un rostro bellísimo de facciones delicadas. Cuando sonríe, enseña unos dientes perfectos.

Es una seductora natural, con muy poco recato, que sabe bien cómo lucir el cuerpo que tiene. Es de ese tipo de chicas que si tienen que ponerse un buen escote o enseñar una pierna, lo hacen sin el menor remilgo y, además, se exhibe con tanta naturalidad que suele descolocar a cualquier hombre que hable con ella. De hecho, le divierte bastante darse cuenta que el hombre que tiene delante se ve en serias dificultades para impedir que se le vayan los ojos adonde no deben.

Pablo

Es un joven de 22 años que, sin embargo, aparenta menos. Mide 1,68 y es un muchacho de constitución delgada, si bien, su aspecto es algo engañoso, ya que tiene bastante fuerza. De hecho, si enseñara el torso, se le vería una musculatura bien desarrollada y sorprendente en quien parecía un joven delgado y no muy alto. Tiene un rostro bastante normal, que no resulta ni atractivo ni feo. Suele dejarse algo de barba y bigote, aunque nunca deja que le crezca más de un par de centímetros. El propósito de llevar barba es que, si comete algún “error”, se afeitará para despistar a las autoridades.

Tiene el pelo negro, habitualmente corto aunque algo más largo de lo usual en Nêmehe, y los ojos de color marrón oscuro. Su piel es ligeramente aceitunada, un poco más tostada que la de Juan o Raquel, pero muy poco más. Algo muy característico de él es que es muy expresivo y, al hablar, hace muchos gestos con los brazos y las manos. Muy ágil y de movimientos veloces, es capaz de moverse con mucha elegancia y es bueno en actividades acrobáticas y baile. Si tuviera más larga la zancada, sería un corredor excelente.

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La segunda parte de este inciso tiene ver con que cada uno de los personajes tiene su ficha correspondiente de acuerdo con un sistema de juego concreto. Como en la mayoría de juegos de rol, cada personaje va ganando experiencia, va subiendo niveles y se va haciendo más poderoso a medida que avanza el relato. Pues voy a poner ahora los puntos de experiencia que ha ido ganando cada uno. Tienen que llegar a 5000 para tener un pequeño avance en algunas características, y a 10.000 para pasar a nivel 2. Ahora todos son de nivel 1, que es por donde deben empezar los personajes.

Los puntos que tienen hasta este momento (hasta la mitad más o menos del capítulo XXXI) son:

Juan: 3.508

Pablo: 2.088

Raquel: 663

Adriana: 424

Christine: 134

Como veis, aún les falta mucho hasta los 10.000, aunque Juan ya no está muy lejos de los 5.000. Le vendrá bien hacerse una mijita más fuerte.

28 diciembre 2011

¡¡¡He ganado el concurso de Belenes artísticos!!

¡¡¡¡INOCENTES!!!!! Esta entrada, como confío en que más de uno se haya dado cuenta, era una inocentada. Hice este belén en un cuarto de hora, poniendo las figuras como se me antojaba, y tan "bonito" me salió que me dije: ya tengo inocentada para este año. Y así fue.

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No dejan de lloverme alegrías en estas navidades. Hay una faceta de mí que no conocéis, soy un belenista consumado. Se entiende por belenista todo aquel especialista en hacer belenes navideños. Pues bien, he participado en el concurso provincial de belenes y... ¡¡he ganado el primer premio!! Son nada menos que 2000 eurillos que van a venirme de escándalo para Fin de Año y para los Reyes.

Empiezo poniéndoos una foto global de mi pequeña obra de arte:






¿A que es precioso? El jurado ha dicho de él maravillas. Os plasmo un ejemplo aquí: "Este belén representa fielmente los valores tradicionales judeo-cristianos que son el alma de las fiestas navideñas y, a la vez, en una síntesis integradora de las culturas musulmana y nórdica, los distintos elementos crean una sinergia poderosa que alza a este belén a la categoría de obra maestra". Además, han dicho de este belén que ayuda en la lucha contra la discriminación racial y el patriarcado, con lo que resulta ser el más políticamente correcto presentado desde hace muchos años.


Voy ahora a mostraros una serie de puntos fuertes de mi belén que han gustado mucho a los organizadores. En palabras del jurado: "en la esquina derecha de la obra, puede contemplarse un bosque denso y feraz, trasunto de los antiguos bosques célticos y escandinavos, que traslada a un mundo de mitos y leyendas sin más que mirarlo". Así que, internáos en ese mundo de mitos y leyendas:




Otra cosa destacada por el jurado: "el carácter integrador y multicultural de este belén queda fielmente reflejado en las figuras que se agolpan frente al Misterio. Puede verse en posición destacada a un migrante subsahariano, amén de numerosos migrantes magrebíes compartiendo puestos relevantes con personas no migrantes, un bello ejemplo del ideal de no discriminación por razón de lugar de nacimiento". He aquí un detalle de lo dicho por el jurado:







Uno de los muchos puntos fuertes del belén ha sido la inclusión de personajes novedosos, tales como "el tío la bandurria", que os pongo en primer plano aquí, mientras ameniza la estancia de migrantes, no migrantes y del niño Jesús:





Finalmente, las mujeres en este belén tienen posiciones destacadas como empresarias del textil, de lo que da fe la última foto:





Y ya está. Sólo deciros que estoy muy emocionado y contento por este premio que ya no me esperaba y que confío que, el año que viene, gane el concurso de adorno de abetos, al que me presentaré sin dudas.

27 diciembre 2011

Eternal Sonata

En esta ocasión voy a hablar de algo diferente. Me gusta cierto tipo de videojuegos, aunque he de reconocer dos cosas: que juego poco y que soy muy malo. Sobre esto último, en un juego de guerra (de estilo Call of Duty, no recuerdo cual era) me liquidaron en el tutorial. Se supone que eso no pasa, pero a mí me pasó. Me lié con los mandos y mi personaje se lanzó a la carrera contra la posición enemiga. Y pensé que era mejor seguir avanzando a tener al enemigo a mis espaldas. Me acribillaron, claro.

Mis preferidos son los de "rol" (para mí el rol es un juego de mesa, los videojuegos son tristes sustitutos) y los de estrategia. Los videojuegos de "rol", normalmente, suponen ir avanzando en una historia dirigiendo a personajes que tienen sus fichas de personaje. En toda mi vida de "jugón" sólo he terminado dos juegos de "rol": uno de 1992-1994, el Shining Force II (aunque ese tenía bastante de estrategia) y este del que hablo hoy, Eternal Sonata.

Pero no voy a deciros mucho acerca de este juego. No esperéis una opinión sobre la técnica, la historia y todo eso. Bueno, sí, diré sólo un poquito, pero lo que quiero compartir hoy es la música. Sobre técnica, narración y demás, comentar que la trama tiene un par de giros muy sorprendentes (el rival del último combate me dejó de piedra... bien por los guionistas). Los decorados son bellísimos, los más elaborados y más hermosos que he visto en ningún videojuego. Es un juego fácil de jugar (claro... recordad que lo acabé yo) aunque largo.

Y la música es extraordinaria. El juego gira en torno a la vida de Chopin, conocidísimo compositor de origen polaco. Y la banda sonora del juego es una auténtica delicia. Así que os voy a dejar un par de muestras. El videojuego ofrece intermedios en los que se habla de la vida del compositor y se interpretan piezas de su autoría de las manos de Stanislav Bunin, que es un pianista ruso que goza de cierta fama en Japón, de donde es originario el videojuego. En uno de tales intermedios suena esto:

Tristeza.

Que un videojuego incluya esto en su banda sonora promete. Y, efectivamente. Todas las canciones que aparecen en el juego dejan por los suelos la mayoría de las bandas sonoras de otros títulos. Hasta las típicas canciones ambientales, como las que ambientan los combates (que tiene el nombre curioso de "Leap the precipice"), o las que suenan cuando los personajes están en las ciudades o viajando (la que más recuerdo tiene otro nombre curioso: "The mediocrity sought out by everyone"), que en otros juegos son sonsonetes sin importancia, aquí son espléndidas.

Podría recomendar muchas de las canciones de esta banda sonora, pero voy a poner un vínculo a esta de aquí:

Tema de la banda sonora

que suena en un momento muy emotivo del juego.

Yo creo que acabé este juego para poder oír la banda sonora al completo (que se va desbloqueando a la par que vas avanzando). Y porque es facilito (je, je).

19 diciembre 2011

(Cuentacuentos) Tenía la sensación de haber escuchado tantas veces esa canción

Dicen que la música tiene el poder de evocar recuerdos. De esto va mi relato de esta semana. Estas notas vienen a cuento porque las canciones que aparecen aquí tienen nombre.

En un momento dado, se dice que suena una polca. Se trata de esta polca. El vestuario de los bailarines se basa en el que yo mismo llevé cuando bailé en público esa misma polca en una exhibición de bailes de salón. La pieza que interpreta uno de los personajes es esta otra.

Espero que os guste.

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TENÍA LA SENSACIÓN DE HABER ESCUCHADO TANTAS VECES ESA CANCIÓN

Tenía la sensación de haber escuchado tantas veces esa canción, que pensaba que iba a ser capaz de adivinar en qué momento exacto iba a empezar el estribillo de nuevo. Y es que era una de tantas cosas que tenía que aguantarle a Pedro, uno de los ancianos a los que cuidaba. Todas las mañanas, cuando iba a adecentarle la habitación de la residencia y a ayudarle a asearse, se terminaba sentando junto a la ventana y no dejaba de poner música de 2020 para abajo en su arcaico reproductor multimedia. Música de la misma época que la que estaba oyendo en aquellos instantes, en el concierto benéfico al que asistían Pedro y ella. O más bien, al que asistía Pedro ayudado por Julia, porque malditas las ganas que tenía ella de oír música tan antigua.

Como buena parte de los jóvenes en la década de los cincuenta, a Julia le caían muy mal los ancianos. Por su culpa, España era un país pobre y sin futuro. Su generación había gastado a espuertas, había endeudado el país de tal forma que ahora no se podían pagar aquellos excesos. Y, para colmo, las pensiones de los viejos se llevaban un dinero que no se tenía. Con su sueldo en el geriátrico, Julia daba de comer a sus padres y hermanos, todos en paro, por supuesto. Y no le bastaba con tener que limpiarles y atenderles, tenía que sacarlos para que se divirtieran.

Julia miró a Pedro y se dio cuenta de que miraba embelesado el escenario. Su felicidad era directamente proporcional al hastío de ella. Ya pensaba que nada podía ser peor que oír esas canciones que se sabía de memoria por oírselas al viejo, cuando el grupo musical anunció que iban a tocar una polca, que iba a bailar un grupo de danza. Y cumplieron la amenaza medio minuto después. Sonó una canción con un ritmo machacón de percusión acompañada por violines y otros instrumentos que no le importaban en absoluto. Cuatro chicos y cuatro chicas, ellos vestidos con camisa blanca remangada y pantalones oscuros, y ellas con falda marrón, camisa clara y pañuelos en la cabeza, ejecutaron un baile desenfrenado, dando saltos continuamente, agarrándose y bailando en círculo, dando vueltas... Julia se dio cuenta de que Pedro, sonriente, batía palmas siguiendo aquel ritmo.

Al cabo de un tiempo, demasiado en opinión de Julia, tras haber tenido los músicos que salir de nuevo para interpretar una última pieza, el concierto terminó. Esperaron los dos un poco, a que el grueso del público se hubiera marchado, y, al fin, se levantaron. Pedro se encaminó hacia el escenario, y Julia le siguió de lejos, pensando que querría ir al servicio. El anciano tenía ya el andar torpe, aunque aún se valía sin bastón. Y para exasperación de Julia, subió con torpeza unos escalones que daban acceso a la tarima y tras felicitar a los músicos, que guardaban sus instrumentos ayudados por algunos operarios, se puso a hablar con la chica que había tocado el violín durante la polca, que le respondía amablemente. Julia llegó a tiempo para oírle decir:

-¿Me dejarías un poco el violín? Hace mucho tiempo que no veo ninguno. Hace años, yo tocaba...

Julia no dejó a la violinista responder. Interrumpió, con tono seco:

-Discúlpele, no es más que un anciano-. Y dirigiéndose a él, añadió-: Vámonos, que se le hace tarde.

La intérprete le lanzó una mirada indignada a Julia y repuso, sonriendo:

-No me molesta-. Y extrayendo el violín de su estuche, se lo tendió a Pedro diciéndole-: siéntese allí si lo desea. Si le apetece tocar algo mientras recogemos, no me importa.

Julia replicó:

-Pero a mí sí. Tengo que llevarle de vuelta a su cuarto ya... ¿No ha tenido bastante música por hoy, Pedro?

Ni la violinista ni Pedro le hicieron caso, y el anciano acabó sentado. Con timidez, le dijo a la dueña del instrumento:

-Hace tanto que no toco... ¿De verdad que no te importa? Es que... al oírte tocar me han venido muchos recuerdos. ¿No te importa que toque? No creo que lo haga bien... no sé si me acuerdo.

La aludida le tranquilizaba con mucha amabilidad, le decía que adelante, que si hacía falta ella le recordaba lo básico. Pedro terminó por animarse, y se colocó el violín sujeto entre la mano y el hombro. Tomó el arco con la mano derecha y se preparó para tocar. La violinista, que le había mirado con interés, le dijo:

-Muy bien. Lo sujeta perfectamente.

Emitió unas primeras notas entrecortadas, muy torpes. Entonces, sonrió con una expresión soñadora y empezó a tocar.

Y las dos mujeres se quedaron muy quietas, sin atreverse ni a respirar para no interferir lo más mínimo con lo que estaban oyendo. Pedro tocaba de una forma maravillosa, y Julia no podía creerse que de unos trozos de madera y unas cuerdas pudiera extraerse una melodía de aquella clase. Observó que varios de los presentes se habían acercado a oírle, y que otros seguían con sus tareas pero atendiendo, a la vez, a la pieza que interpretaba el anciano.

Cuando Pedro dejó de tocar, la violinista se frotó el párpado inferior con un dedo, para secárselo, y con la voz quebrada, en un susurro, dijo:

- Ha sido maravilloso...

Pedro suspiró con tristeza y repuso:

- Cuando Marta me acompañaba con el piano... entonces sí era maravilloso. Sin ella no suena tan bien-. Volvió la expresión soñadora a sus ojos y añadió-: aún la sé tocar... la practicamos tanto. Con esta pieza quedamos finalistas en el concurso europeo de música clásica, en Viena... ¡qué ciudad tan bonita!

Pedro le dio las gracias, con una expresión que dejaba claro que, en aquel momento, volvía a recordar los paseos con Marta por las calles de Viena, y le tendió el violín. Su dueña, al recogerlo le preguntó:

-¿Quién era Marta? ¿Era su esposa?

-Sí. Se la llevó el Alzheimer. Eramos ya muy mayores cuando enfermó. Se le fue olvidando todo... y un día los servicios sociales se la llevaron, porque yo no podía cuidar de ella; ni siquiera podía cuidar de mí mismo-. Suspiró y prosiguió-. No sé qué fue de ella. ¿Para qué iban a decírmelo? Total, si no soy más que un viejo.

Mientras la violinista le expresaba su indigación por ese trato, Julia se dio cuenta de que, en el año que llevaba atendiendo a Pedro, nunca se había preocupado de averiguar nada de él. Le resultaba difícil creer que, años atrás, hubiera sido uno de los mejores violinistas de Europa; para ella, era otro anciano más de aquellos que arruinaban al país cobrando la pensión. Nunca le había preguntado y, si alguna vez él le había contado algo de su vida antes de que le internaran, ella no le había prestado la menor atención. Y se lo imaginó con muchos años menos, vestido de gala, tocando el violín con una mujer muy bella que le acompañaba sentada a un piano. Se imaginó el amor que se habían profesado tras toda una vida juntos, compartiendo la pasión por la música. Le vio alimentando y vistiendo a esa misma mujer, ausente ya por su enfermedad, fiel a la vida que habían recorrido sin separarse el uno del otro. Julia había tenido varios novios, y no valían para mucho más que para irse de copas. Ninguno de ellos habría compartido con ella nada, no le habrían durado más que unos años. Por supuesto, cuando ella fuera una anciana, ninguno habría tenido el menor interés de cuidar de ella cuando no pudiera valerse.

Pedro se despidió de la violinista y se alejó sin siquiera mirarla. Por primera vez, le miró con otros ojos, y se dio cuenta de que era consciente de que a ella no le caía bien. Julia siempre había pensado que, como todos los viejos, ya no reparaba en nada. Y no era cierto.

Cuando le vio pararse frente a la escalera, y bajar torpemente un escalón, de repente, le dio miedo que se cayera. Antes le habría dado lo mismo, pero supo que Pedro, para ella, no sería nunca más otro de tantos vejestorios. De modo que fue con rapidez hacia él, le asió de un brazo y le dijo:

-Tenga cuidado con estos escalones, Pedro.

12 diciembre 2011

(Cuentacuentos) No sabía que en la guerra hay monstruos más terribles que el hombre

-No sabía que en la guerra hay monstruos más terribles que el hombre-, observó el caballero con voz grave al contemplar aquella carnicería.

El regidor de la ciudad, que había solicitado el auxilio de don Nuño, caballero de la Orden, tras haber llegado a su casa un soldado del castillo de don Martín, el conde, ensangrentado y aterrorizado, no fue capaz de responder. Don Nuño había participado en varias guerras, había visto decenas de castillos y ciudades arrasados por un ejército enemigo. Tras aquellas visiones de muerte y devastación había llegado a la conclusión de que el hombre, cuando se dejaba llevar por el odio, era un ser mil veces peor que un demonio.

Pero lo que estaba contemplando en aquel momento no podía ser obra ni del hombre más desalmado del mundo. Aquel horror excedía con mucho la capacidad humana para ejercer el mal. No le hacía falta usar su habilidad para percibir la maldad, que le advertía constantemente de la presencia de los seres impíos, para saber que aquello era cosa de demonios. Allí no había muertes debidas al combate, ni muertes que obedecieran a las ansias de desquite del vencedor por la tensión y el miedo sufridos durante la pelea. Allí era perceptible la voluntad expresa de matar a todo quien tuviera la mala suerte de estar allí, y de matarlo de la forma más cruel y sangrienta posible.

Por todo el patio de armas de la fortaleza había cadáveres y un puñado de valientes que intentaban retirar los cuerpos para darles sepultura, luchando contra las nauseas y obteniendo alguna que otra derrota. Algunos de los cuerpos estaban despellejados, otros partidos en varios trozos. A su derecha, algo similar a un fuego voraz había descarnado la mitad superior de un combatiente, mientras la inferior aún mantenía la carne carbonizada. El primer horror estaba en cuatro cadáveres abrasados hasta casi los huesos que se apretaban contra una poterna, en un intento desesperado de huir de lo que hubiese aparecido. Pero había cosas peores.

Don Nuño se aproximó hacia la puerta principal de la torre del homenaje, y siguiendo dos rastros de sangre que discurrían uno a cada lado de la puerta, se encontró dos cuerpos clavados a la pared por multitud de púas de acero, a unos buenos treinta pies de altura. El caballero se dirigió a un hombre empeñado en despegar un cuerpo del suelo y le preguntó:

-Deberíais bajar esos dos cuerpos primeros. Se podrían ver desde fuera del castillo.

El aludido, con el rostro de un pálido enfermizo, dijo con agotamiento:

-Sin el menor animo de ofender a vuestra merced, no podemos bajarlos porque aún están vivos. Cuatro soldados han ido a buscar herramientas para intentar sacarlos de ahí enteros.

Aquello sólo podía haber sido a propósito, para dar a aquellos desgraciados una muerte lenta y dolorosa. Dado que no tenía sentido prolongar todo más de lo debido, dio media vuelta y regresó al portón de la fortaleza, esquivando cuando podía las manchas de sangre que llenaban casi todo el suelo del patio de armas. Evitó mirar demasiado las paredes, tintadas con restos de sangre y, de vez en cuando, con trozos de carne. El regidor de la ciudad le seguía respetuosamente. Una vez bajo el rastrillo, dedicó una mirada breve a los dos cuerpos descuartizados que yacían ante el portón, pegó una mano a la pared y se concentró para liberar sus poderes. Como caballero de la Orden, era especialista en todo lo referente al trato con seres diabólicos y era capaz de leer los rastros que dejan los actos maléficos de los demonios. Por eso, acudieron a su mente las imágenes de lo que había sucedido.

Nada parecía tener sentido. Vio a una muchacha acercarse al portón. Los dos guardias de la puerta le dieron el alto y, de alguna forma, ambos acabaron despedazados. La muchacha adquirió la forma de un monstruo de color negro que se entregó a una orgía de sangre y de muerte. La resistencia de la guarnición del castillo fue breve, pero aquel ente no tuvo piedad ni dio cuartel. Seis valientes se atrincheraron frente a la puerta de acceso a la torre del homenaje, y pagaron su osadía siendo abatidos de la manera más cruel. Los dos últimos en caer fueron los que acabaron colgados para que murieran muy despacio. La visión terminó cuando el ser reventó la puerta de la torre del homenaje y entró a toda prisa. Don Nuño sintió mucha pena. Don Martín había sido un buen compañero en la batalla e, incluso, un amigo. Había sido un hombre piadoso, muy entregado a la causa del bien y había luchado con honor contra los aliados del mal. Por ello, se temía lo peor y, posiblemente, fueran esa bondad y ese valor los que hubieran atraído a aquel monstruo contra él.

Con el ánimo sombrío le dijo al regidor:

-Entonces, vuestra señoría, tenga la bondad de confirmármelo. Lo que sea que ha provocado esto me espera en los aposentos de don Martín. Y si no accedo a entrevistarme con él, atacará la ciudad.

El regidor asintió, demasiado conmocionado para hablar. Sin embargo, don Nuño tuvo que obligarle:

-¿Y cómo se llega a los aposentos de don Martín?

Con evidente esfuerzo, el regidor contestó:

-Dijo que siguiera vuestra merced su rastro.

Sin muchas ganas, don Nuño se encaminó hacia la torre del homenaje, y cuando cruzó la puerta, desenvainó su espada de hoja bendita, y buscó en ella las fuerzas para adentrarse en el pasillo que ascendía. El rastro del demonio era muy claro. Tan concentrado estaba en seguirlo que tropezó con un bulto y cayó hacia delante. La armadura le impidió que se hiciera daño, pero no pudo evitarle el horror de ver que había caído encima de los restos de un defensor. Cuando llegó al pasillo que daba a los aposentos del conde y su familia, comprobó que se había librado allí una última batalla. Había cuatro cuerpos despedazados y sangre tiñiendo el suelo y las paredes. El corazón se le embargó de tristeza cuando, frente a la puerta de la alcoba de don Martín yacía el cadaver de una muchacha, la joven esposa del conde.

El corazón le empezó a latir con furia a don Nuño. Se sabía protegido por Dios, pero aquel monstruo parecía tener una fuerza descomunal. No cabía, empero, más solución que encomendarse a la divinidad, hacer acopio de coraje, y afrontar lo que le esperase ahí dentro. En un arranque de valor, se puso en la puerta de la alcoba y la cruzó.

Le sorprendió ver la estancia con los muebles destrozados. Y ver a una joven sentada en la única silla que quedaba intacta. La maldad infinita que reflejaba aquel rostro, que le sonrió en un gesto que la hacía aún más terrorífica, centró toda su atención hasta que un gemido le hizo mirar hacia su izquierda y hacia arriba. Y lo que vio le provocó unas nauseas que apenas pudo reprimir. Don Martín, despellejado, convertido en una masa sanguinolenta, estaba a ocho pies de altura, pegado a la pared. Con voz débil y desesperada, lloró:

-Por favor... mátame ya... por favor.

Con una furia impropia de lo que parecía ser una muchacha, lo que fuera aquello repuso:

-¡Llevas un día entero repitiendo lo mismo! ¡Cállate de una vez! ¡Morirás cuando a mí se me antoje!

Don Nuño no pudo soportarlo más y dijo, muy tenso:

-¡Basta! ¡Por Dios, no le torturéis más! ¡Dejadle!

La muchacha le miró con una sonrisa siniestra, con unos ojos donde bullían el dolor y el odio, que herían el corazón de don Nuño sólo con mirarlos. Y dijo:

-¿Quiere vuestra merced liberarle? ¿Quiere luchar?

Y, de improviso, sintió que una mente impía intentaba entrar en la suya. Haciendo gala de su entrenamiento y sus conocimientos, levantó las defensas mentales más fuertes de que disponía. Y aquel monstruo las abatió con la misma facilidad con que alguien alzaría en brazos a un bebé que no quisiera que le cogiesen. Llegó hasta las zonas más delicadas de su mente y sintió un dolor muy fuerte, pero muy fugaz. Aquella demostración de poder le desarmó; le habría bastado profundizar una pizca más y habría muerto de inmediato. La advertencia había sido muy clara y, por primera vez en muchos años, don Nuño estaba aterrorizado. La muchacha sondeó entre sus conocimientos y salió de su mente, para alivio de don Nuño. Sin dejar pasar más tiempo, el demonio le dijo:

-Perfecto. Tiene vuestra merced las capacidades que necesito-. Y tras una pausa, prosiguió-: escúcheme bien. Voy a permitirle que me lea unos recuerdos, de manera que quedará convencido de que son reales. Preste mucha atención, que para eso le he dicho que venga.

Cuando su interlocutora se calló y le miró con expresión serena, don Nuño, bastante asustado, se concentró y entró en la mente de aquel monstruo. No encontró resistencia. Y, entonces, todo cambió:




* * * * * *

Había una sartén grande y muy bruñida en la pared. Se reflejaban en ella una niña de unos ocho años y la misma muchacha que le había permitido entrar en su mente. La joven la peinaba con delicadeza, y, cuando acabó le preguntó que si le gustaba el peinado. Aquella niña respondía alegremente que sí. Entonces, la chica le decía:

-Tengo que lavar unas cosas en el río. Vendrás conmigo para que no te quedes sola.

La muchacha avanzaba por las calles de una aldea, desde donde se podía ver el castillo de don Martín, dominando el valle. Llevaba a aquella niña de la mano. Llegaron al río, donde había varias mujeres más y unos cuantos niños. Los recuerdos del monstruo no eran otra cosa que los de ella misma lavando la ropa en el río, echando vistazos de vez en cuando para vigilar a la niña, y comentando cosas intrascendentes con las otras mujeres.

Al cabo de un rato volvía con la niña que, al parecer, cuidaba, y veía a otra niña sentada, muy sola y muy triste, y quiso confortarla. Entonces, observaba extrañada que a aquella chiquilla se quejaba de dolores y picores en la entrepierna. Con mucha delicadeza, se la llevaba tras unos matorrales. Al levantarle la falda, la niña se resistía, le golpeaba los antebrazos. Conseguía examinarla y descubría estupefacta los rastros de una enfermedad venérea. Con rapidez, sujetaba la cabeza de la niña...

Y todo cambió. La niña estaba en una habitación iluminada por un par de antorchas, sentada en una cama. Don Martín estaba desnudo delante de ella. La chiquilla lloraba asustada, y don Martín le decía que no se preocupara, que lo iban a pasar muy bien...




* * * * * *

Y entonces, don Nuño revivió los recuerdos de la niña. Vio y sintió como don Martín la violaba. Fue la visión más espantosa que había presenciado nunca, porque las muertes causadas por la guerra, en su mayoría, tenían algún sentido para él. Pero destrozar de por vida a una niña de ocho años por unos instantes de un placer perverso, depravado... Era peor que matarla. Don Nuño no lo aguantó; quiso salir de la mente del ser que le obligaba a revivirlo, pero éste no le dejó. Impotente, empezó a suplicar que parara, que no podía soportarlo más. Y arrancó a llorar, como si fuera un niño.

Fue en ese momento cuando la muchacha que tenía delante le expulsó de su mente. Y con una cólera infinita, gritó:

-Puedo comprender cualquier forma de mal. Sé lo grande que se siente una cuando le quita la vida a alguien, cuando le tortura, cuando destruye... ¡Pero a los niños no! ¡Nadie tiene derecho a hacer sufrir a los niños!

Apretó un puño con una expresión salvaje en la mirada y don Martín ensordeció al caballero con sus gritos. Aullaba y se retorcía presa, al parecer, de dolores terribles. Hasta que se calló y la muchacha abrió la mano. Y los restos ensangrentados de don Martín cayeron pesadamente. Mientras don Nuño se secaba las lágrimas, el monstruo que tenía en frente le sorprendió con una frase:

-Es afortunado por saber llorar.

Don Nuño se atrevió a mirar a la muchacha a los ojos y descubrió que su cólera había disminuido. La maldad de su mirada dejaba paso a la tristeza. Para acabar con el silencio que había invadido la sala, don Nuño preguntó:

-Entonces... ¿Esa ha sido la causa de todo esto?

-Sí.

-Pero... si le queríais a él, ¿por qué matastéis a sus hombres? Ellos no tenían la culpa.

-Tuvieron la mala fortuna de interponerse en mi camino. Cuando me enfado de verdad mato a todo lo que me encuentro. No crea vuestra merced que me siento orgullosa de ello.

Don Nuño no tuvo arrestos para preguntar de nuevo, pero no le hicieron falta. La muchacha dejó escapar una risa maléfica y dijo:

-Se lo explicaré. Cuando tuve a eso que llamaban conde a mi merced, después de torturarle, me di cuenta de que le había castigado, pero, a la vez, le había convertido en una víctima. Es lo malo de dejarse llevar por el odio, no reparas en los detalles. Me repugnaba la idea de que cuando llegaran vuestras mercedes, le enterraran con todos los honores, y que se extendiera la tristeza por la muerte horrible de tan noble y piadoso caballero. Sólo yo conocía la razón por la que merecía morir. Necesitaba poder contárselo a alguien, y que esa persona me creyera. Eso sólo podía conseguirlo por medio de un caballero de la Orden, de uno de los que aprende a convertir su mente en un foco de poder. Uno capaz de leer recuerdos y distinguir los reales de los falsos... Alguien como vuestra merced.

-¿Y qué queréis que haga?

-Querría que contara por todo el reino las aficiones de su amado conde, pero sería inútil. ¿Quién iba a creerle? Ojalá la justicia humana obrara mejor. Si hubiera creído que los jueces humanos fueran capaces de juzgar y condenar estos crímenes, después de torturarle, le habría puesto en sus manos, pero, ¿con qué pruebas? ¿Con la única palabra de un demonio que, además, sería la única acusación? En vez de escucharme, todo el mundo intentaría matarme-. La muchacha suspiró-. Tan malo era dejarle vivir, para que siguiera haciendo lo mismo, como matarle para convertirlo en un mártir de la lucha contra el mal. ¿Qué habría hecho vuestra merced en mi lugar?

Don Nuño no tuvo coraje para contestar. Él habría llevado al violador ante la justicia. Pero tenía que estar de acuerdo en que era un caso que no se sostendría sólo con la declaración de don Nuño, y tratándose de procesar a un conde de reputación excelente, sería un caso perdido. Y siempre habría podido don Martín recurrir al dinero para lograr una sentencia exculpatoria. El caballero fue consciente de que, en esas circunstancias, se habría visto tentado a tomarse la justicia por su mano, algo del todo en contra de su entrenamiento e ideales. La joven no esperó una respuesta, y añadió:

-Simplemente, quería compartir con alguien lo que había pasado, la razón de todo esto.

Hubo unos momentos de silencio que a don Nuño le pusieron muy nervioso. No tenía ganas de pronunciar tales frases, pero era un paladín del bien, así que se puso en guardia y dijo:

-Sabréis bien que mi obligación es luchar contra vos. Rendíos o preparaos para combatir.

La risa de la muchacha le dio escalofríos.

-He matado a gente por mucho menos. Le salvará que le vi llorar al contemplar cómo violaban a una niña. Ya conoce la verdad; haga con ella lo que le plazca.

Y sin más despedida, apareció alrededor de la muchacha demoníaca un halo de oscuridad. Y, tras un instante, don Nuño se quedó solo en la estancia. Intentó asimilar lo que había presenciado; un demonio que ajusticiaba a un hombre respetable porque sus crímenes eran demasiado incluso para un monstruo. Parecía una locura.

Y un pensamiento inundó su mente: "Ahora sé que, en la guerra o en la paz, no hay monstruos más terribles que el hombre".

09 diciembre 2011

Leído: La soledad de los números primos, de Paolo Giordano

Tengo pendientes aún dos reseñas más, de dos libros de relatos que son lo último que he leído. Hoy toca uno que no es habitual que reseñe. Si habéis seguido las reseñas que he ido poniendo en mi bitácora, ya sea en la categoría de libros o en la de lecturas, habréis visto que, mayoritariamente, reseño obras de literatura fantástica o de ciencia-ficción. Eso no significa que sean el único género literario que leo o me gusta. Y esta reseña es un ejemplo.

La soledad de los números primos es una obra escrita por Paolo Giordano que, resulta, es colega mío de profesión, ya que es licenciado en física y se dedica a la investigación en cuestiones de física de partículas. O sea, como yo, es físico teórico. Por ello, no es de extrañar que use un símil matemático para describir la relación entre los dos personajes principales del libro. Usa el concepto de los números primos gemelos. Dos números primos (que son aquellos que sólo son divisibles entre ellos mismos y la unidad, por ejemplo, el 7) son gemelos si entre ellos sólo existe un número, o, equivalentemente, si uno es dos unidades mayor que otro. Este número que está entre los primos gemelos es siempre par (de hecho, salvo el 2, todos los números primos son impares, ya que los pares se dividen entre 2). Son ejemplos de primos gemelos el 11 y el 13, el 17 y el 19, etc...

Centrándonos ya en la obra, es una novela corta pero escrita con una belleza y una sensibilidad sorprendentes. Es un libro de una gran sencillez, que narra una historia sin giros argumentales extraños, ni sorpresas, ni misterios, pero que te engancha hasta el final. El tema central del libro es la soledad. Los dos personajes principales están muy solos. Son personas muy particulares, que no acaban de encajar del todo en nuestro mundo. El libro narra, principalmente, su evolución y la curiosa relación que mantendrán a lo largo del tiempo.

El estilo es muy bueno, hay escenas que derrochan una sensibilidad y una nostalgia muy bellas. Los personajes están muy bien caracterizados y tanto a protagonistas como a secundarios se les acaba cogiendo cariño. Y se siente cierta lástima por lo solos que están todos.

Un libro que se lee muy rápido, porque es breve, pero que te deja una buena sensación. Por algo ganó el Premio Strega, que es el premio más importante que existe en lengua italiana.

05 diciembre 2011

(Cuentacuentos) Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma

Pues esta entrada es una sorpresa. Creía que el cuentacuentos había desaparecido definitivamente. Pero el martes pasado, volvió a la vida con esta frase: "Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma". Pensé que nunca volvería a escribir un cuento con una frase inicial decidida por otros, pero aquí está el mío. Espero que os guste.

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DESEABA QUE FUERAS TÚ. LO DESEABA CON TODA MI ALMA.

-Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma.

La aludida sonrió con maldad tras haber pronunciado Jorge la frase. Volver a verla le provocó al hombre una leve opresión en el pecho. Seguía pareciéndole tan atractiva como cuando le traicionó, y comprendió que, muy en el fondo de su corazón, continuaba queriéndola. Por su respuesta, fue consciente, también, de que ella sentía lo mismo que siempre había sentido por él: nada. Clara, o como quiera que se llamase, repuso:

-Pues yo no podía imaginar que fueras tú hasta que vi tu nombre en la misiva que nos enviaste. Creí que habrías sido de los primeros en caer, siendo tan débil y estúpido como eres. Tu pueblo es sorprendente.

Jorge no respondió a aquella puya, sino que siguió callado unos momentos. Clara, sin dejar de mirarle, relajó el brazo que sostenía la espada y se mantuvo en silencio hasta que, finalmente, comentó:

-¿Fue sincera tu carta? ¿Tu propuesta de rendición es firme?

Reprimiendo un suspiro, el aludido repuso:

-Me quitaré la armadura robótica y te haré alcanzar una gran gloria. Pero... antes tendrás que acompañarme.

Clara le miró recelosa y dijo:

-¿Qué pretendes?

-Si quisiera matarte lo habría hecho hace tiempo. Sólo quiero que veas lo que habéis hecho con mi ciudad, y que comprendas por qué haré lo que os dije en mi carta.

Como su interlocutora seguía sin confiar, Jorge suspiró y añadió:

-Creo que te puedes permitir concederme un último deseo. Será cosa de una hora. Es muy poco tiempo en comparación con la victoria que te ofrezco.

Clara accedió finalmente, de manera que Jorge la guió a través de la ciudad en ruinas. Al cabo de los años, había aprendido a controlar sus remordimientos y, también, había conseguido reprimir la tristeza que le invadía al recordar lo que, una vez, fue aquella planicie enorme en la que sólo había edificios medio derruidos y cascotes por todos sitios. Jorge había conocido Nueva Esquerán como una de las ciudades más populosas del planeta. Ahora estaba muerta, y él tenía buena parte de la culpa.

Ya no había transporte público, así que les llevó un buen rato llegar al primero de los sitios que Jorge quería visitar. Apenas le inspiraba ningún sentimiento cuando pasaba por allí en solitario, pero cuando fue consciente de tener a Clara junto a él, los recuerdos le cerraron la garganta en un nudo. En la esquina de un edificio del que sólo quedaban en pie dos plantas de las veinticinco que tuvo, se veían los restos de la decoración y algunas letras sueltas, de bella factura, en la fachada. Vio de nuevo aquella cafetería tal y como había sido cinco años atrás. Un local decorado a la antigua, al estilo de finales del siglo XXI de la Tierra. Intentando ocultar su nostalgia, dijo:

-¿Recuerdas este sitio? Es la cafetería donde nos conocimos-. Suspiró y prosiguió-. Aquella tarde estaba sentado donde siempre, ahí, detrás de esa columna. Estaba solo, como de costumbre. Y entonces viniste tú, tan guapa, con aquel vestido azul que tanto me gustaba. Me dijiste que te sorprendía verme a diario tan solo y que querías hacerme compañía... Al principio, desconfiaba de ti, pero eras tan dulce, tan simpática...

Jorge no quiso seguir recordando la alegría y la ilusión que sintió, desde aquel instante, cada vez que iba a aquella cafetería con la esperanza de volver a verla. Una esperanza que casi siempre se convertía en una tarde junto a Clara. Tenía que haberse dado cuenta; era todo tan fácil, tan perfecto... Abandonó su ensoñación cuando recordó el momento en que la invitó a verse fuera de allí, y cuando su acompañante le dijo:

-¡Vaya! ¿Desconfiaste de mí? Eso no me lo habías contado. No eras tan estúpido después de todo-. Su tono se llenó de desprecio cuando añadió-: mírate. No soy especialmente alta y, aún así, eres un palmo más bajo que yo. Cuando te conocí estabas el doble de gordo que hoy. Y, encima, tímido y sin personalidad. ¿Creías de verdad que podías gustarle a una mujer tan atractiva como yo? Hay que ser muy iluso.

-No puedes entenderlo. Nunca encontré pareja, ninguna chica se fijaba en mí, y me rechazaron tantas veces que acabé perdiendo la cuenta. Y, entonces, apareciste tú. Me halagabas, me decías que te gustaba tal y como era, alababas cosas de mí que no me gustaban, y no pude resistirme a eso. Pero, esa era tu intención. Sabías que diciendole aquello a alguien como yo le tendrías en tus manos, ¿verdad?

Clara sonrió y repuso:

-Hoy no dejas de sorprenderme. Nunca imaginé que acabaras dándote cuenta que tanto halago no podía ser sincero-. Alzó su espada y dijo, con impaciencia-. ¿Esto es lo que querías enseñarme? ¿Puedo matarte ya?

En tono sombrío, Jorge repuso:

-Todavía no. Quiero enseñarte más. Acompáñame.

Y de esta forma, emprendieron otro recorrido, algo más breve que el anterior, hasta que llegaron a una zona amplia que había a las orillas del río, llena de una vegetación que crecía salvaje. Jorge buscó un sitio despejado e hizo que se sentaran para mirar el discurrir del río y la otra orilla. Aquello había sido un parque fluvial precioso, que se llenaba de gente que paseaba y de niños que jugaban. Desde aquel sitio se veía el barrio empresarial de Nueva Esquerán, lleno de torres de oficinas de gran altura. Ahora, apenas dos de ellas destacaban de entre el resto de las ruinas.

Jorge se pasó un rato perdido entre recuerdos y nostalgia y, al fin, dijo:

-¿Recuerdas este sitio?

Con un tono despectivo, Clara repuso:

-¿Sinceramente? No.

-Aquí fue donde nos besamos por primera vez, donde me enamoré de ti.

-¡Ah! Es cierto... Querría saber una cosa, ¿esta estupidez va a durar mucho? Tengo cosas mejores que hacer.

El hombre no dijo nada durante un buen rato, y Clara no insistió. Finalmente, Jorge ordenó:

-Levántate.

Y caminaron otro trecho hasta llegar a un edificio del que quedaba en pie, apenas, una parte de la fachada y algunos pilares. Clara miró a su alrededor y dijo:

-De esto sí me acuerdo. Este edificio de delante era donde vivías. Me vine a vivir contigo el tiempo que estuvimos juntos-. Se adelantó hacia otro edificio que se mantenía en mejor estado-. En este otro edificio me conectaba en secreto a la red de comunicaciones de Nueva Esquerán e informaba a mi gente de cómo transcurría mi misión-. Se rió y añadió-: ¡y tú pensando que iba a la peluquería que había aquí!

Por primera vez, Jorge no pudo ocultar su amargura al responder:

-Sí, recuerdas bien. Compartí contigo todo lo que tenía, y nada de eso significó algo para ti.

-No te pedí nada. Y no te creas que para mí fue sencillo. Convivir con un ser humano es una experiencia repulsiva.

Y, sin embargo, para Jorge, aquellos meses habían sido los mejores de su vida. Había vivido un sueño, cuyo despertar había sido el más amargo posible. Esta vez no quiso esperar, y dijo:

-Vámonos. Ya sólo nos queda una visita más.

Estuvieron casi media hora caminando entre aquellas ruinas que un día bulleron de vida, hasta que aquella especie alienígena atacó el planeta, logró conquistar la mitad, y libraba una guerra interminable con la Humanidad por el control de ese mundo. Jorge no tenía la culpa de la invasión, pero sí se sentía culpable por la pérdida de Nueva Esquerán.

La mole impresionante del Centro de Inteligencia Militar y Comunicaciones de Nueva Esquerán aún seguía en pie, y era una isla de solidez perdida en un mar de ruinas. Salvo por las muestras evidentes de estar sin limpiar, se mostraba intacto. Subieron las grandes escaleras que daban paso a una explanada, adornada con estatuas en estados de conservación muy dispares y una fuente seca hacía años.

La amargura de Jorge se hizo tan intensa como lo fue durante aquel día terrible en el que Nueva Esquerán cayó. Llevaba seis meses viviendo con Clara y, un buen día, le dijo que, desde hacía semanas, fantaseaba con la idea de acostarse con Jorge en el despacho donde trabajaba. Jorge había sido ingeniero de telecomunicaciones en el Centro de Inteligencia Militar y Comunicaciones, y aunque las normas prohibían cosas así, amaba tanto a Clara que no podía negarle aquello.

Hicieron el amor encima de su mesa de trabajo. Todo fue magnífico hasta que, de pronto, sin el menor motivo, Clara pareció volverse loca. Le golpeó, le insultó, le dijo que le odiaba, que ya no podía soportar que le tocase ni vivir con él. Jorge no entendía nada, y se quedó paralizado, con el corazón hecho trizas, mientras Clara le tiró de la mesa, salió del despacho y atrancó la puerta. Comprendió lo que estaba pasando cuando tras un cuarto de hora, saltaron todas las alarmas del edificio. Jorge quiso, desesperadamente, echar la puerta abajo, pero estaba atrapado. Quiso llamar a sus superiores, al ejército... Pero las comunicaciones se habían venido abajo. Y era demasiado tarde. Diez minutos después se oyeron detonaciones sordas. Las murallas de Nueva Esquerán, un sistema defensivo automatizado que había aguantado varios asaltos, quedó desorganizado. Los técnicos se movilizaron con rapidez y resolvieron el problema, pero dado que era de noche, que muchos estaban durmiendo y fuera del edificio, tardaron casi tres horas, lo suficiente para que el enemigo abriera brecha.

Clara, la mujer a la que había amado, era uno de ellos. Saboteó parte de la infraestructura del Centro de Inteligencia Militar y Comunicaciones y conectó a la red interna un dispositivo que dio acceso al enemigo a la mayoría de los sistemas informáticos del centro. Y todo había sido por su culpa, él la había dejado entrar.

La agonía de Nueva Esquerán había sido larga. Rota la muralla defensiva, el ejército no tenía capacidad para defender una urbe tan gigantesca, pero el enemigo tampoco tuvo fácil controlarla. Los primeros días murieron millones de personas, pero hubo núcleos que resistieron largos meses, hasta dos años enteros. En aquel momento, sólo Jorge seguía resistiendo. Había reparado y adaptado material que había encontrado en el Centro de Inteligencia Militar y Comunicaciones y en varios cuarteles del ejército, y hostigó durante años al enemigo.

Él sólo no podía parar el avance enemigo, ni liberar Nueva Esquerán, pero tampoco habían podido acabar con él, por mucho que lo habían intentado. Hacía ataques repentinos aquí y allí, y no es que consiguiera demasiado, pero hería el orgullo de aquellos alienígenas, y era un símbolo para los guerrilleros de otros territorios ocupados.

Jorge lloraba en silencio, con la vista clavada en el edificio donde había trabajado tantos años, en una época de felicidad olvidada hacía un tiempo que a él le parecía una eternidad. Clara, que no podía estarse callada, le espetó:

-¡Qué seres tan débiles y penosos! ¿Cómo es posible que seais capaces de resistir ante nosotros?

El hombre desoyó del todo su pregunta y, al cabo de un rato, preguntó:

-¿Por qué no me mataste entonces?

-Porque tenía muy poco tiempo, y te consideraba tan insignificante que me daba igual. Cuando te hice salir porque iba a ponerme algo "sexy", además, estropee todos los aparatos de tu despacho, así que dejándote encerrado no causarías problemas. Además-, y esbozó una sonrisa maligna-, quería que sufrieras al saber que todo esto había sido culpa tuya.

Jorge se secó las lágrimas y se recompuso en mucho menos tiempo del que él mismo había creído. Pasaron por su mente multitud de recuerdos del tiempo que había pasado con Clara, y, al fin, aceptó que tenía que dejarlo atrás, que aquello sólo había sido real para él. Aunque ya poco importaba todo. En tono grave, le dijo:

-Ya ha llegado el momento.

Y activó los mandos que abrieron su armadura robótica. Y quedó indefenso frente a la que, una vez, fue la mujer de su vida. Pero aquello había sido mucho tiempo atrás; el ser que le miraba conteniendo a duras penas la felicidad por dar muerte al guerrillero que tantos quebraderos de cabeza les había dado ni siquiera era una
mujer. Dio dos pasos hacia él, alzando la espada, pero Jorge la detuvo:

-Espera un momento. Quiero decirte algo y pedirte otra cosa. No te robaré más tiempo.

Al principio, Clara se detuvo, pero, con cuidado, pegó la punta de su espada a la mejilla de Jorge y le hizo un corte muy leve que, sin embargo, llenó de sangre el rostro del hombre. Y con una suficiencia infinita repuso:

-Habla. Tengo curiosidad.

Sin hacer el menor intento de limpiarse la sangre, dijo:

-Sé que todo lo que me dijiste, el amor que me demostraste, todas tus muestras de cariño... sé que todo fue mentira, que me elegiste porque trabajaba en el edificio que queríais sabotear. Tengo que confesarte que para mí todo fue de verdad, y que no te guardo rencor, porque durante los meses que pasé contigo me hiciste muy feliz. Y eso es algo que no he sido capaz de olvidar nunca.

Clara le miró desconcertada, pero Jorge no le dio tiempo a responder, ya que expresó su petición. Le enseñó la mano izquierda y dijo:

-Todas las noches, antes de que te durmieras, cuando estabas a mi lado en la cama, te acariciaba con esta mano la mejilla, y jugaba con tu pelo. Me gustaba cómo se te ondulaba el cabello, y lo cálido que era tu rostro-. Dio un paso al frente y extendió el brazo con la palma de la mano mirando al cielo-. Quiero que me hagas un corte en la palma de esta mano. Cuando lo hagas, podrás matarme.

La mujer, o lo que fuera de verdad sonrió y bajó la hoja de su arma. Jorge la adelantó hasta casi tocar la empuñadura. Y actuó con la rapidez que le habían dado años de lucha. Agarró la hoja de la espada con la mano desnuda, sin hacer caso del dolor y de la sangre. Clara no pudo reaccionar a tiempo; Jorge le clavó una jeringuilla, que escondía en un bolsillo, en el cuello y la derribó. Recibió un tirón de pelo, pero la mujer perdió las fuerzas casi de inmediato. Soltó la espada y quedó inmóvil. Sólo podía mover los ojos, que le miraban con auténtico terror, y la boca, que intentaba pronunciar unas palabras sin éxito.

Jorge se puso en pie. La mano le dolía mucho. Vio el cuerpo tumbado de la que había sido la mujer de su vida. Y no sintió ni un ápice de compasión por aquellos ojos que le suplicaban clemencia. En tono neutro le dijo:

-Tardastéis demasiado en contestar. Supongo que os llevó tiempo prepararlo todo para que pudieras escapar en caso de que te estuviera tendiendo una trampa. Cuando os escribí, acababa de morir la última niña a la que protegía, y sentí que todo había terminado. Pero, tuve la suerte de encontrar algo.

Había dejado la jaula muy cerca. Extrajo del bolsillo un mando a distancia, y corrió hacia él un perro, apenas un cachorro. Jorge se agachó y jugó con él un rato, hasta que le cogió en brazos y mientras el cachorro le lamía la mejilla, le dijo a Clara, en cuyos ojos se mezclaban la sorpresa y el miedo:

-No dejaré que atrapéis a este pobre animal; cuidaré de él mientras me queden fuerzas. Pero mi propuesta de rendición ya estaba enviada, así que seguí el plan establecido, para poder acabar con uno más de vosotros. Deseaba con toda mi alma que fueras tú quien viniera. Aún así, cuando te tuve delante, recordé cuanto te había amado. Te hice recorrer todos los lugares que fueron importantes para mí para ver si te conmovía o, al menos, para pasar página. Pero no pude conmoverte.

El corazón le dolía levemente, pero continuó:

-Si hubieras mostrado piedad, te habría inyectado sólo el paralizante. Habrías vuelto con los tuyos convertida en la única que pudiera presumir de haber herido a La Bestia. Ahora obtendrás la misma gloria, pero póstuma.

Y tras suspirar, concluyó:

-Ya no te amo. Adiós.

Jorge esperó los dos minutos que el veneno tardó en acabar con Clara. Al perecer, los aparatos que le daban apariencia humana dejaron de funcionar, y un ente horripilante, un haz de tencáculos unidos a un tronco de serpiente, la sustituyó. Y, así, una vieja herida quedó cerrada definitivamente.

Y La Bestia acarició a su cachorro y emprendió el camino de vuelta a su escondite.

04 diciembre 2011

Amazon.es ya está operativo para Kindle

Hará cosa de un par de días me enteré, gracias a facebook, de que la tienda virtual de amazon.es para libros electrónicos en formato "kindle" ya estaba operativa en España. Y, efectivamente, si buscas libros electrónicos en amazon.es ya aparece como opción "Tienda kindle", cosa que en septiembre, cuando abrió amazon.es no se veía.

La verdad es que por primera vez en mi bitácora, voy a confesar que subí hace algún tiempo una cosa mía allí. Lo hice más que nada por probar, para ver cómo funcionaba Kindle, en qué formato eran los libros electrónicos y todo eso. La gracia está en que eso lo hice en la página de EE UU, amazon.com y ahora, automáticamente, han colocado todo en amazon.es. Podéis ver el libro en cuestión aquí:

La estrella solitaria.

Se trata de una novela muy corta de ciencia-ficción que terminé a partir de una idea que había abandonado, que envié a un concurso sin mucha suerte y que luego convertí al formato de kindle.

Iré hablando de cosas relacionadas con amazon.es en otras entradas.

27 noviembre 2011

Mundo de Cenizas. Capítulo XXX

Juan se mantuvo en silencio unos instantes, intentando asimilar lo que le había sucedido. Había sido todo tan real que aún tenía que decirse a sí mismo que se había tratado de un sueño para refrenar las ganas de salir a explorar fuera del campamento. Y, en esto, Pablo se le acercó y le dijo:

—Amigo Juan, ¿ya está mejor? Me dio un buen susto; creí que se me iba a escapar e iba a salir corriendo ahí fuera.

Le miró unos instantes, sin saber qué decirle y, al final encontró palabras:

—Le agradezco mucho su ayuda. De no ser por vuestra merced, estaría muerto.

Le tendió una mano, que Pablo le estrechó sonriente, y añadió:

—No sé cómo compensarle por lo que ha hecho. Estoy en deuda con vuestra merced.

Pablo, en tono jovial, repuso:

—Ya pensaré algo… Pero tratadme de vos, amigo Juan, que ya hemos hecho muchas cosas juntos como para seguir con tanta vuestra merced. En todo caso, estoy seguro de que habríais hecho lo mismo por mí.

Juan no estaba acostumbrado a tantas familiaridades con sus compañeros de la milicia, pero qué menos que complacerle después de lo sucedido. Así que habló sinceramente:

—Eso ni lo dudéis, amigo Pablo.

Tras aquello, volvieron a sentarse y Juan, que había perdido las ganas de dormir por aquella noche, le propuso a Pablo que se acostara. Su amigo lo hizo sin perder un momento y, como en el sueño maligno que había padecido, se quedó dormido de inmediato.

Por desgracia, en un momento dado, Juan notó que algo raro sucedía. Oyó dar voces, alguna carrera, pero fue incapaz de advertir que causaba tal revuelo. Despertó a Pablo, que se espabiló de inmediato al notar la confusión. Se pasaron ambos un rato tratando de enterarse de lo que acontecía, sin el menor éxito. Juan estaba especialmente confundido, y sólo veía a gente moverse de un lado a otro, y oía algún golpe de vez en cuando. De pronto, oyó a Pablo gritar:

—¡Cuidado, Juan! ¡A vuestra izquierda!

Juan desenvainó instintivamente y miró hacia donde le indicaba su compañero. Pero no vio nada. Se volvió despistado hacia Pablo, que le gritó desesperado:

—¡No! ¡No!

Corrió hacia él, se cambió la ropera de mano y, con mucha rapidez, extrajo un cuchillo de entre sus ropas y lo lanzó contra algo mientras insistía:

—¡Ahí, ahí!

Se sorprendió un poco de ver usar a su compañero una treta propia de delincuentes, pero la acción de Pablo consiguió su fruto. El puñal cayó al suelo cerca de un bulto que se movía lentamente y que Juan, con horror, identificó con una rata. Se puso en guardia de inmediato y, en un instante, sintió que Pablo apuntaba sus armas hacia la bestia, a su lado. No tardó en darse cuenta de que había algo raro, pero fue su amigo quien lo expresó con palabras:

—¿No creéis que se mueve demasiado despacio, amigo Juan?

Se acercaron con cautela, mientras el ser se desplazaba despacio y cuando estuvieron lo bastante cerca, les invadió el horror. La visión era repulsiva. Aquella cosa estaba cubierta de sangre, con dos grandes heridas en el costado, y le faltaba una pata trasera. Con semejantes cortes tenía que estar muerta, pero, en vez de eso, se movía con torpeza y les amenazó abriendo la boca. Pablo retrocedió horrorizado, lo que hizo que la rata avanzara hacia él. Entonces, Juan recordó aquella tarde inolvidable que pasó en casa de Raquel.

Había visto un grabado muy extraño en el que un guerrero atacaba con espada a un ser esquelético con andrajos. Su amiga, al captar el interés con que Juan la miraba, le había explicado que era un caballero luchando contra un muerto viviente, un cadáver reanimado por algo que ella llamó con un vocablo extraño y era una especie de magia. Recordó haberle preguntado que cómo se podía luchar contra un enemigo que ya estaba muerto, y su memoria le dijo qué hacer. Le gritó a Pablo:

—Atacadla, por mucho asco que os dé.

Y, con mucha rapidez, Juan le asestó una estocada terrible que la dejó tan maltrecha que se quedó inmóvil. Pablo, que había iniciado otro golpe antes de darse cuenta de que su rival había caído, la ensartó y le abrió una herida muy repugnante. Ya se iba a retirar cuando Juan le dijo:

—Hay que seguir, tenemos que despedazarla.

Y, a despecho de que la rata era un bulto inmóvil, Juan le destrozó el cuello. Pablo, con cara de asco dejó el trabajo casi listo de una estocada seguida de un tirón que decapitó al animal, si bien fue Juan quien con varios tajos, dejó a la bestia convertida en cuatro o cinco pedazos sanguinolentos que, por muy grotesco que pareciera, continuaban debatiéndose débilmente. Sintió nauseas ante aquella visión, pero mantuvo la compostura. Sin embargo, Pablo no tuvo tanta suerte. Envainó la ropera y se volvió con la mano en la boca, al parecer, buscando un sitio apartado, que no encontró a tiempo. Se arrodilló en cualquier parte, y se puso a vomitar.

Cuando Pablo pareció recuperarse un poco, Juan quiso confortarle:

—¿Estáis mejor?— Y ante su asentimiento mudo, prosiguió—: es repulsivo, pero es la única manera que impedir que puedan hacer daño.

—Lo peor, amigo Juan, es que, aún descuartizada, se sigue moviendo. ¿Es que no hay forma de matar a esas cosas?

Si la había era desconocida para Juan, pero no quiso decírselo a su amigo. Pablo fue a recuperar su daga, y cuando regresaba, el sargento de la milicia que les mandaba, se encaró muy irritado con Juan:

—¡Qué creeis que estáis haciendo? ¡No habéis oído mis órdenes?

En realidad, ni él ni Pablo habían oído nada, y por la actitud del sargento y la sensación de desorganización que se respiraba en el campamento, Juan supuso que no eran los únicos. Quiso decir algo, pero Pablo se le adelantó:

—Discúlpenos, señor. Primero nos distrajo el bicho este— y señaló sin mirar a la rata descuartizada— y luego se me revolvió el estómago y distraje a mi amigo. Por eso no le hemos oído.

El sargento miró con asco los trozos de roedor que continuaban temblando, y para sorpresa de Juan, acercándose unos a otros, y les dijo, algo más calmado:

—De acuerdo. Nos ordenan los reverendos señores que acompañan a don Felipe que hagamos una hoguera y quememos, pedazo a pedazo, a estas abominaciones. Encended una hoguera junto a aquella piedra y no os mováis de allí. Enviaré a los demás para que ayuden. ¡Y por el amor de Jutar, no salgais corriendo del círculo del campamento, que ya he perdido a dos hombres esta noche!

Juan se quedó muy consternado al oír aquello. Quizá conociera a alguno de los milicianos caídos, por lo que comprendía el estado de nervios del sargento. Y aunque obedeció de inmediato las órdenes y ayudó a Pablo a encender la hoguera, se sentía muy desmoralizado, y comenzó a temer que hasta los soldados se desbandaran y no saliera vivo de allí nadie. Recordando lo malo que se había puesto su amigo, cuando llegó el momento de ir a por los trozos de rata, fue Juan quien se empeñó en hacerlo en solitario.

La desbandada que Juan se temía, finalmente, no sucedió. Los milicianos y los soldados terminaron reorganizándose y, por lo que se decía, no hubo que lamentar más bajas; sólo alguna que otra indisposición por lo repugnante del último ataque. Juan le encontró poco sentido a que los cralates lanzaran contra ellos a cadáveres animados de ratas que, en realidad, no eran rival ni para un miliciano bisoño. Comprendió las intenciones cuando advirtió la expresión soñolienta y desanimada de Pablo y de varios otros. La idea de aquellos seres, al ser incapaces de atacarles directamente, era no dejarles descansar, desmoralizarles y no darles tregua. Y parecían estar consiguiéndolo.

Una vez terminada la quema de las ratas muertas, Juan logró convencer a Pablo de que durmiera. Como no hubo más ataques dignos de mención, terminó por quedarse dormido él también.

Cuando Juan se despertó había amanecido; el bosque estaba iluminado, aunque con una luz tenue, y ya no había antorchas protegiendo su perímetro. Se sentía agotado, pero los mandos no les dieron ni un respiro y todos los milicianos, con expresión soñolienta, tuvieron que afanarse en recoger el campamento y en auxiliar a los soldados. Por los rumores que corrían, y los fragmentos de órdenes que Juan iba oyendo, los exploradores habían identificado dos rutas principales por las que los cralates se habían marchado con el alba, así que dividirían la expedición en dos grupos. La buena noticia era que, al parecer, el cralate que había atormentado a Juan había sido abatido por una de las saetas que le habían disparado, ya que junto al árbol por el que casi se escabulle, comenzaba un rastro de sangre y, según se decía, al seguirlo, se había avistado un bulto inmóvil en un escondrijo natural.

Cuando les hicieron formar, Juan comprobó con pesar que, de los milicianos muertos, uno le era conocido. Se llamaba Pedro y le caía bastante bien. Lo más triste es que dejaba una viuda con un hijo que no tendría ni diez meses. Se alegró un poco al saber que Pablo iría en el mismo grupo que él, pero se preocupó algo cuando supo que don Felipe marcharía en la otra columna, junto a dos de los reverendos que acompañaban a la expedición.

El trayecto fue bastante incómodo. La tropa estaba cansada, y los mandos tampoco se hallaban en mejor situación. No ayudaba nada el hecho de ser conscientes de estar siguiéndoles la pista a unos seres monstruosos en un bosque tan cerrado que apenas se veía la luz del sol. Pero la situación empeoró. Como durante la marcha de la víspera, se les echaron encima multitud de ratas. Y aunque los soldados las mataban con facilidad, eran tantas que la situación se volvió difícil. Juan y Pablo, de nuevo protegidos por la línea que formaban los soldados, hicieron lo posible por ayudar. Apenas lograron hacer tres o cuatro disparos cada uno, a pesar de que el combate fue bastante largo. Pablo consiguió herir levemente a una rata, pero se le trabó el mecanismo de su ballesta poco después y no tuvo más remedio que dejarla. Juan se cansó de hacer disparos inútiles, desmoralizado porque en la única ocasión en que tuvo una oportunidad perfecta, erró el disparo por un par de pulgadas.

A diferencia del día anterior, el ataque no cesaba y aunque caían ratas por decenas, la línea defensiva empezó a flaquear. Juan tuvo que hacer acopio de entereza para no caer en la desesperación y en el pánico. Dos soldados, quizá más, habían caído; por mucho que la armadura evitara heridas, las ratas mordían tan fuerte que acababan por lastimar las piernas de algunos soldados, y cuando alguno caía al suelo, se veía cubierto de bestias que mordían por todas partes hasta hallar los puntos débiles que tienen, incluso, los mejores arneses blancos. Aquellas imágenes angustiaban a Juan, que con un simple coselete estaba del todo indefenso.

Para desesperación de Juan, el ataque continuó y ratas solitarias empezaron a atravesar la línea defensiva. En cuatro ocasiones, Juan y Pablo tuvieron que usar la espada para rechazarlas. Aunque aquellas bestias atravesaban heridas la línea de defensa, y normalmente estaban más pendientes de los soldados que de ellos dos, un par de veces estuvieron cerca de herirles. Y a pesar de que dieron cuenta de todas las ratas que cruzaban la línea de soldados con armadura sin problemas ni recibir ni un rasguño, la tensión estuvo a punto de hacerles flaquear. Tenían que estar muy pendientes porque era fácil que alguna pasara inadvertida entre los matorrales, y aquella angustia continua era peor que la propia lucha.

Finalmente, el ataque cesó, y el oficial al que don Felipe había dejado al cargo de todo dio orden de descansar. A Juan le bastó una mirada para cerciorarse de que la sensación reinante entre los combatientes era de derrota. Habían caído tantas ratas, que sus cadáveres se amontonaban trazando con precisión la línea ovalada que los soldados habían defendido. Pero el precio pagado había sido desproporcionado. Habían muerto ocho soldados y un miliciano, y otros cuatro soldados estaban heridos. Era fácil identificar los muertos porque sus compañeros les despojaban de todas las piezas de armadura que podían. Uno de los heridos no paraba de gritar mientras le atendían varios compañeros y el reverendo, lo que crispaba los nervios de Juan. Pablo no parecía estar mejor. Se había sentado nada más recibir la orden, y gruñendo imprecaciones, se afanaba en desatascar el mecanismo de su ballesta. En un momento dado, mientras Juan estaba sentado junto a él, agachó la cabeza y murmuró con rabia, a despecho de que el soldado herido no pudiera oírle:

—Cállate de una vez, imbécil.

El hecho de que aquella mitad de la expedición estaba derrotada quedó patente cuando el oficial al mando les lanzó una arenga. Les animó diciéndoles que había que seguir, porque si no, todo el esfuerzo, todos los caídos… todo habría sido en vano, que les quedaba muy poco para sorprender a los cralates solos, sin sus batallones de ratas. Aquella unidad la formaban, en su mayoría, soldados de Nêmehe y, como era de esperar, formaron dispuestos a continuar. Pero bastó un escaso cuarto de hora para comprender que era imposible continuar con seguridad teniendo que cargar con varios heridos. No había milicianos suficientes para ayudar a caminar a los soldados incapacitados para el combate, ya que eran necesarios dos para auxiliar a un solo combatiente con armadura.

Por ello, el oficial optó, finalmente, por dirigir a la tropa a una elevación rocosa, bien defendible y donde los soldados podrían permanecer ocultos. Una vez allí, dividió de nuevo al grupo. Se llevó consigo a once de los soldados que continuaban ilesos y dejó a un soldado al mando del resto. Eso significaba que quedaban parapetados, en condiciones de luchar, seis soldados y seis milicianos, lo que no era muy tranquilizador.
El tiempo pasó con una lentitud desesperante. Reinaba el silencio entre el grupo de soldados. Casi por inercia, Juan y Pablo seguían apostados juntos, aunque este último mostraba constantemente una expresión enfurruñada y respondía a los intentos desganados de Juan de entablar una conversación con monosílabos. La incertidumbre y el riesgo de ver aparecer en cualquier momento una manada de ratas convertían aquella espera en un tormento.

Y, a pesar de todo, cuando Juan notó que Pablo se fijaba, primero, en un par de soldados que hacían gestos y llamaban la atención de quien estaba al mando del grupo, y luego miraba hacia la pequeña cuesta que les defendía y murmuraba un “hijas de puta”, deseó que aquella espera incómoda no se hubiera terminado aún. Instintivamente, se acurrucó detrás de una piedra y se aseguró de que tenía sus armas a mano. Era obvio que les ordenarían disparar, pero Juan mantuvo la disciplina y no empuñó el arco hasta que oyó la orden de elegir a una rata y disparar a la señal. Pablo no había hecho lo propio y ya estaba apostado y apuntando hacia donde venía el enemigo, que por su tamaño y velocidad debía consistir en aquellos cadáveres de ratas animados que les habían atormentado la noche anterior. Incluso, oyó murmurar malhumorado a Pablo:

—Da la orden ya, majadero.

Juan se sentía igual de nervioso, ya que aquellas bestias seguían avanzando y la orden no llegaba, pero hasta Pablo aguantó las ganas de comenzar el ataque y, sólo cuando el oficial gritó, dispararon. Hubo tiempo de hacerlo dos veces. Pablo tenía la ventaja de estar usando un arma que le permitía apuntar con precisión sin tener que ponerse en pie, y al segundo saetazo abatió a la bestia que había elegido. Juan tuvo más problemas; se quedó a una pulgada en el primer disparo, y sólo hirió levemente a su objetivo. Por fortuna, otro compañero de armas se ocupó de abatirla por él y, como pudieron comprobar, habían caído todas las enemigas.

Lo siguiente les pilló por sorpresa. Juan se había vuelto para coger una nueva flecha, y Pablo, por el sonido del mecanismo de su arma, recargaba su ballesta, cuando oyeron gritar al oficial. Juan vio, horrorizado, que se le retorcía el brazo derecho, como si una fuerza invisible se lo estuviera partiendo, y que lo mismo le pasaba a su pierna izquierda. Cayó derribado profiriendo alaridos y fue por la exclamación ahogada de Pablo, que se le escapó antes de agazaparse tras un matorral muy denso, que Juan miró hacia la ladera.

Y se tiró al suelo sin dudarlo. Había dos cralates en mitad de la cuesta, con los ojos brillándoles con un color rojo intenso, que habían aparecido de repente.

26 noviembre 2011

Unas cosas que he recibido esta semana

Esta semana he recibido, en mi buzón abandonado por Correos (me llega la correspondencia cada quince días, más o menos, salvo los paquetes con libros que, milagrosamente, me llegan con puntualidad), dos paquetes que me han gustado tanto que voy a compartirlos hoy y hasta poniendo fotos.

El primero el que más ilusión me ha hecho. Al fin tengo la Antología Descubriendo nuevos mundos en mis manos. Ya me he leído la mitad, lo que teniendo en cuenta que esta semana he tenido muchísimo trabajo, es decir que la estoy devorando. Aquí tenéis la foto que atestigua que ya tengo la obra:



Los cuentos que he leído hasta el momento son muy diversos y están muy bien escritos, con buena técnica narrativa y dominio del lenguaje. Unos son cómicos, otros trágicos y son bastante originales, la verdad. No encontraréis aquí relatos fantásticos calificables de "típicos", o estereotipos comunes. De todos modos, aún me queda la otra mitad, pero la tónica va a ser esa, seguro.

Os lo podéis comprar en varios sitios, como Cyberdark.net o bien en Sueños de papel. Por cierto, viendo las existencias, en Sueños de papel se han vendido ya unos cuantos. Qué ilusión.

La segunda cosa que quiero compartir es que, como suscriptor de Excalibur Fantástica, línea editorial de Grupo AJEC, he recibido de regalo una camiseta que me ha hecho gracia por dos motivos. La camiseta lleva impreso lo siguiente:


Esta camiseta se refiere a las novelas de Enano Rojo, concretamente, a la cuarta novela de la serie (supongo). Enano Rojo, hace ya muchos años, puede que unos 20, era una serie que se emitía en no sé qué cadena, que va de una nave espacial (Red Dwarf, o Enano Rojo) donde conviven un ser humano, que ha hibernado durante varios millones de años, un ordenador dotado de una inteligencia artificial muy elevada, un holograma tanto sarcástico y un ser medio humano medio gato, que es la evolución de una gata preñada que había en la nave y que provocó que el protagonista quedara hibernado durante tres millones de años. Como véis, es una serie muy llena de humor.

Lo siguiente curioso es que en la camiseta reza la frase "Miembro de la tripulación" en tres idiomas: inglés, español y ¡esperanto! Y es que en la serie de televisión, aparecía el esperanto muy a menudo. Los rótulos de la nave están escrito en inglés y en esperanto en su mayoría. De ahí que en la camiseta aparezca "Membro de la sipanaro".


Y lo mejor es que la camiseta me está bien, me la puedo poner. Y es que gracias a la salsa y la bachata estoy perdiendo muchos kilos, por lo que se ve.

20 noviembre 2011

Una pequeña maravilla: El Quijote interactivo.

Voy a compartir un vínculo que recibí hace unos días de una persona de nuestro entorno. La biblioteca nacional tiene una edición interactiva de los volúmenes de El Quijote que es una auténtica delicia para los que somos apasionados de esta obra y de la literatura de la época. El vínculo en cuestión es:

http://quijote.bne.es/libro.html

Podréis ver, entre otras cosas, un escaneado de las ediciones originales de ambas partes de El Quijote, la de 1605 y la de 1615. Además, hay alguna información sobre la época, músicas de esos siglos interpretadas, un mapa con las localizaciones de las diferentes aventuras de don Quijote...

Fantástico haber escuchado una reconstrucción de músicas como las folías, las gallardas, los canarios, las chaconas... esas músicas que bailaron mis personajes de Mundo de cenizas... No os lo podéis perder.

18 noviembre 2011

La prima de riesgo de España disparada, o como Europa sigue destruyéndose a sí misma

Seguro que más de dos de los que me leen sabrán que, en los últimos días, la prima de riesgo de la deuda pública española está disparada. Hoy, bien temprano, he oído que ya ha superado los 500 puntos básicos, con respecto a la deuda alemana (la más estable, técnicamente, y que se toma como referencia). Es un nivel tan elevado que, de mantenerse en el tiempo, podría obligar a un rescate. Todo esto lo sabe ya media España, porque no para de aparecer en los telediarios día sí y día también.

Se le echa la culpa a "los mercados", a la especulación. Y, bueno, es cierto que los culpables primarios de esta situación son los especuladores. Pero hay un gobierno europeo que, por interés y por inacción, permite que esto sea así: Alemania. Y es que mucha Unión Europea, mucho decir que vamos a crear los "Estados Unidos de Europa" y, a pesar de la experiencia de dos guerras mundiales que despedazaron a Europa especialmente, seguimos sin aprender nada.

La prima de riesgo para la deuda pública de un país es una medida de la confianza que tienen los inversores en la misma. En el caso de la Unión Europea, como Alemania es la economía más fuerte y solvente, se toma como referencia. Como puede leerse en el magnífico El blog salmón, si España tiene una prima de riesgo de 500 quiere decir que si el bono a 10 años (que es el que suele tomarse como referencia para estos cálculos) alemán da un interés del 2%, el español da un interés del 7%, ya que la diferencia sería 7%-2%= 5% y ese 5 se multiplica por 100 para dar los 500 puntos básicos. Como los inversores no se fían de que España, con un paro galopante y un déficit fiscal que, ahora mismo, es enorme, sea capaz de pagar, le exigen más interés a la hora de prestarle dinero.

Para España, las consecuencias son muy negativas. Una prima de riesgo elevada implica que cuando el Estado necesite financiarse emitiendo deuda tendrá, primero, que pagar intereses mucho más elevados, intereses que van a salir de nuestros impuestos (cómo no), y segundo, que podrá ser que no consiga todo el dinero que necesita porque, aún dando intereses altísimos, la gente prefiere no invertir por miedo a un impago. Lo triste es que, en lo que respecta a la deuda, España tiene menos, en porcentaje sobre el PIB, que Alemania. Y, aún así, nos atacan los especuladores.

Lo más grave de todo es que, al entrar en el euro, cedimos parte de la soberanía económica y, lo que es mucho peor, los países del euro se quedaron sin herramientas efectivas para combatir la especulación. España no puede devaluar su moneda, lo que amortiguaría mucho este acoso de los especuladores. Sólo tienen capacidad para actuar las instituciones europeas. Y éstas hacen una décima parte de lo que podrían hacer. Esta es la esencia del problema.

¿Y por qué la Unión Europea no hace casi nada para acabar con el problema? Porque hay muchos intereses por ahí. Alemania manda mucho, y a Alemania le interesa que esta situación se prolongue, porque mientras más suben los intereses que Italia, España o Portugal tienen que ofrecer para financiarse, más bajan los intereses que paga Alemania. El gobierno alemán se ahorra miles y miles de millones a costa de que España y los demás paguemos más y más millones. Por eso no se toman medidas más contundentes. Sólo se empezarían a tomar si los especuladores empiezan a atacar a Alemania y a hacerle mella, lo que es muy complicado, dado que el tamaño de su economía es enorme. Complicado, pero no imposible. Porque Francia, que sólo tiene por encima a Alemania está empezando a padecer aumentos de su prima de riesgo. Podría pasar que cuando Alemania decida actuar en serio ya sea demasiado tarde.

Una cosa curiosa de esta crisis es que he aprendido la influencia tremenda que tienen agencias internacionales de valoración (Moody's, Fitch, Standard & Poor's...). Ahora quiere la Unión Europea limitar su influencia. Ahora, cuando le están dando fuerte a Francia. Y algo huele mal en esas agencias. Porque lo de Standard & Poor's, que rebajó la nota a Francia por error... eso no se lo traga nadie. Ni que S&P tuviera un trabajador que se ocupa de teclear todas las tardes los valores de las calificaciones y que, un día, al teclear la de Francia, en vez de poner tres A, puso dos por accidente...

A ver cómo evoluciona todo... La solución sería que el Banco Central Europeo comprara masivamente deuda de España e Italia pero, claro, eso no le interesa a Alemania... La misma historia de siempre: políticos que cometen errores graves, para que el pueblo los pague bien pagados.

04 noviembre 2011

Leído: Tropas del Espacio de Robert Heinlein

Llevo cierto retraso en las reseñas de las cosas que leo, porque desde que me leí el libro del que hablo hoy, ya he terminado otros dos. Pero es lo de siempre: el trabajo, las reuniones laborales y todo eso.

Lo primero que hay que destacar de esta obra es que es uno de los viejos clásicos de la ciencia-ficción. Es un libro con bastantes años aunque, debo reconocer, el tiempo no le ha sentado mal y resulta ser bastante creíble. Se nota bastante que el autor sirvió algún tiempo en el ejército y es, precisamente, la buena recreación del ambiente castrense la que la hace creíble. En comparación con otras novelas de ciencia-ficción escritas hace medio siglo o más, pocos detalles técnicos, por no decir ninguno, me resultan anticuados.

Es un libro que a mí me ha gustado. Contiene una serie de reflexiones interesantes, que puedes compartir o no (en mi caso, no del todo), pero que te hacen pensar.

Si habéis visto las películas de "Starship troopers" y luego leeis este libro, llegaréis a la conclusión de que las películas se inspiran en el libro, pero no tienen casi nada que ver. Sólo coinciden los nombres de los personajes y unos cuantos pasajes del libro. Todo lo demás es diferente. De hecho, incluso, las películas (al menos la primera, que fui la que vi) hacen una crítica a la influencia de los medios de comunicación y a su uso para manipular, mientras que el libro se plantea qué puede pasar si el Estado se declara incapaz de controlar la delincuencia. Y es este planteamiento, pienso, el que lo convierte en una obra criticada por ser "fascista". De hecho, Tropas del Espacio fue polémica en su momento. A mí me parece un poco inverosímil que alguien que sirvió dos veces en la Armada de los EE. UU. (cinco años, desde el 1929 hasta el 1934 y luego, como ingeniero civil, durante la II Guerra Mundial, porque se quiso alistar él pero no se lo permitieron) y que, por tanto, luchó contra los nazis, escribiera, once años después del fin de la II Guerra Mundial, una apología del fascismo. Más bien, lo que veo en este libro es una advertencia a los que creemos en la democracia.

Hablaré de eso más tarde. Sólo destacar algunos cambios interesantes entre el libro y la primera película. En el libro, el protagonista no se liga a nadie (no hay escenas de cama, para entendernos), las mujeres combaten pero como pilotos; son las que pilotan las naves interestelares y los vehículos de "desembarco", y el ambiente castrense impregna mucho más la narración que la película (aunque parezca mentira). La infantería móvil es mucho más poderosa que en la película; los "bichos" ganan cuando tienen una superioridad numérica aplastante, mientras que en la película se tienen que reunir cuatro para liquidar a un solo soldado de los "bichos". Luego hay cosas que son más parecidas, como el desarrollo de la guerra.

Para acabar, se explica a lo largo de la obra el por qué se ha llegado a una sociedad militarista. Se trata de un futuro distópico, donde nuestras democracias acaban desmoronadas por la delincuencia descontrolada tras una guerra mundial. La democracia falla a la hora de mantener el orden, o digamos, la responsabilidad de los ciudadanos, y el sistema se hunde. El germen del estado militarista de Tropas del Espacio son los restos del ejército que, desaparecido el poder central, comienza a ganar prestigio defendiendo a grupos de civiles de los saqueadores.

Es la primera vez que leo en ciencia-ficción a la delincuencia como una de las causas fundamentales de la caída de una sociedad. La crítica a nuestros sistemas judiciales, en el sentido de que no son eficientes a la hora de frenar la delincuencia, o son fuente de injusticias, es algo presente en muchas obras de ciencia-ficción e, incluso, de fantasía. En sus últimos libros de la saga de la Fundación, Isaac Asimov contaba como, cuando querían acabar con el protagonista, le enviaban matones para que lo molieran a palos o lo mataran. Cuando rechazaba la agresión, los matones le denunciaban y tenía que ir a juicio por agresión. Le atacaban y le juzgaban por defenderse. Asimov lo enmarcaba en una de las muestras de la decadencia del Imperio Galáctico, pero la crítica a nuestro sistema judicial queda bastante clara. En Mundodisco, los ladrones son profesionales regulados y cada ciudadano debe sufrir una serie de robos al año, por ley. De ahí que cuando un ladrón te atraca, te deja su tarjeta para que, si le ha gustado cómo te ha robado, le llames y cubras con él tu cupo anual de atracos. Por supuesto, esta legalización obedece a la desidia de las instituciones de Ank-Morpork, que dificultan la labor de la policía para no ofender a las cofradías de ladrones (porque los que están en lo alto de la jerarquía de las cofradías de delincuentes están, socialmente, muy bien considerados) y tiene un sistema judicial donde el delincuente recibe condenas muy suaves o, directamente, no recibe condena alguna. Terry Pratchett cuenta todo esto de tal forma que te partes de risa leyéndolo, pero la crítica, nada velada, hacia nuestro sistema y nuestros gobernantes te queda clarísima.

En el cine o en muchas obras de literatura "convencional", he visto tratar el tema de la delincuencia, preferentemente, desde el punto de vista de los que infringen la ley, buscando humanizarles y todo eso. Es algo que me parece estupendo. Pero son más escasas las obras en que este tema se trata desde el punto de vista de las víctimas. Cuando se habla del fin de las democracias, casi siempre el motivo es un golpe de estado, el ascenso de un partido fascista, que las multinacionales doblegan a los Estados... Y, sin embargo, lo que más daño hace a la democracia es la injusticia cotidiana. Como otra mucha gente, siento que denunciar un delito que hayas sufrido es una pérdida de tiempo. En un sistema democrático, que esta sensación se generalice es algo más peligroso que un golpe de estado.

En mi trabajo, si yo emito una factura y el cliente dice que no me paga porque no le da la gana, yo tendré que pagar el IVA repercutido en nombre del cliente (o sea, pagarle sus impuestos de mi bolsillo) y tributar por un dinero que no he cobrado. Denunciar al deudor me costará tiempo y dinero y será cuestión de suerte, porque alega que es insolvente y listos. El Estado no sólo se muestra incapaz de garantizar una transacción comercial sino, que, además, me exige a mí, a la parte que ha sufrido la estafa y el impago, que le pague de inmediato los impuestos. ¿Para qué sirve, entonces, el Estado? Si tenemos una institución hambrienta de dinero, que te quiere cobrar por todo y que no garantiza la seguridad ni las leyes que ella misma emite, es cuestión de tiempo que el pueblo se empiece a plantear si merece la pena mantener el sistema. Cualquier partido dictatorial populista (de izquierdas o de derechas, me da igual) capaz de aglutinar este sentimiento puede herir de muerte a un sistema democrático que tiene preocupaciones más importantes que ser garante de la ley.

De esto nos advierte, en mi opinión, Tropas del Espacio. Es verdad que no comparto algunos de los argumentos expresados en el libro, pero dudo bastante que se pueda calificar de fascista a esta obra. Pienso que nos habla de que o se garantiza la ley o acabará gobernándonos quien tiene las armas en la mano.

En todo caso, es un libro interesante, breve y fácil de leer. Y con un tratamiento muy correcto de la ciencia, que siempre se agradece.