23 febrero 2018

#OrigiReto2018 El monstruo del bosque de Borogrisa

Relato para el Reto de escritura de #OrigiReto2018 - Ejercicio 19 - Narra un día cualquiera en la vida de un monstruo.

Bases en:
http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com.es/2017/12/reto-de-escritura-2018-origireto.html
o en
http://plumakatty.blogspot.com.es/2017/12/origireto-creativo-2018-juguemos.html

Son 1036 palabras (he quitado los 5 asteriscos de división de escenas).

Esta es la pegatina para febrero.


Y aquí está el segundo relato


EL MONSTRUO DEL BOSQUE DE BOROGRISA

La forma de cuervo era una de mis favoritas. Eran aves lo bastante pequeñas como para volar entre las ramas y posarse en la mayoría, pero lo bastante grandes como para pelear si hacía falta. Aunque no solía ser necesario.

Aquella pareja a la que perseguía era de esas que despreciaba con más fuerza. Jóvenes, sin maldad, muy enamorados, siempre haciéndose carantoñas, diciéndose frases dulces, soñando con su boda, su futuro, sus hijos. Volé por encima de las copas de los árboles y me posé en otra rama, a unos cincuenta metros por delante de ellos. Continuaban paseando de la mano. Iba a disfrutar mucho destruyendo todos sus sueños. Aunque ese era mi trabajo, hacer sufrir, al menos, a una persona por día, no por haberse vuelto una actividad rutinaria lo disfrutaba menos.

Como ya suponía, torcieron a su izquierda, cerca del punto donde estaba, y se dirigieron al lago. Se sentaron en unas piedras, donde la visión del paisaje era espléndida, y se dijeron más frases románticas. Y, por fortuna, las que más me interesaban. La joven, Greta, vivía en una cabaña próxima al bosque y su prometido, Wilfred, iba a acompañarla y volvería a su casa, por un sendero que sabía solitario. Todo era perfecto.

Mientras les seguía, recordé cuánto odiaba aquella tierra, gélida y boscosa, en el límite septentrional del Imperio. Provenía de una región del sur, con mucha más luz y calor, pero mi querida madre tuvo a bien abandonarme y hacer que me llevaran a la otra punta del Imperio. Esa era su idea de querer a una hija. Siempre me he lamentado de no recordarla: me haría muy feliz visitarla y demostrarle mi agradecimiento matándola muy despacio. Y luego, matar a unos cuantos de sus vecinos. Pero ni siquiera sabía en qué pueblo vivía.

Después de unos besitos y unas frases románticas, Wilfred regresó a su casa. Me adelanté, me posé en el suelo y cobré forma humana, pero no aquella con la que había nacido. Me convertí en una mujer muy hermosa, de piel muy blanca, pelo muy negro y ojos azules. Cuando salí de detrás de un árbol, el humano me miró estupefacto. Avancé hacia él desnuda, cubriéndome los pechos y el sexo, y advertí que Wilfred me miraba con interés el resto de la piel.

—Perdóneme, señor. Me caí a un arroyo y tuve que quitarme la ropa. Tengo mucho frío. Ayúdeme.

Como correspondía a un idiota bondadoso, se quitó la capa apestosa que llevaba y me la dio. Aproveché su oferta para cubrirme muy despacio, de manera que Wilfred pudo disfrutar del cuerpo perfecto que lucía en ese instante. Le di las gracias y él me preguntó mi nombre. Como siempre, usé el que mi querida madre me había puesto.

—Soy Alys. Eres muy amable, y muy guapo.

Le abracé los hombros, enseñándole el cuerpo de nuevo, e intenté besarle. Fue muy placentero que rechazara el beso.

—Lo siento, Alys, pero mi corazón pertenece a otra.

¡Cómo estaba disfrutando! Aquella respuesta parecía copiada de cualquiera de las historias románticas que cantaban los juglares o que los ricos leían en sus mansiones.

—¿Te atreves a rechazarme, insecto? —le grité mientras le agarraba de la garganta y le obligaba a retroceder hasta el tronco de un árbol.

La capa de Wilfred cayó al suelo cuando empecé a empujarle. A pesar del viento gélido, no la necesitaba. El joven solo intentó respirar y liberarse la garganta; de todas formas, no le habría servido de nada golpearme. Nunca necesité años de lecciones aburridas impartidas por profesores ignorantes: dominaba la magia de manera innata. Además de cambiar de forma a voluntad, me podía proteger del frío y los golpes sin más que desearlo.

Antes de que perdiera el sentido, lo tiré al suelo y le arranqué la ropa a pedazos. Desoí sus súplicas y le golpeé el rostro hasta le que sangraron los labios. Luego, le violé dos veces. Me excitaba mancillar a gente bondadosa y casta como él. Cuando terminé, se quedó encogido en el suelo, llorando, y no me resistí a patearlo con saña. Me detuve antes de matarlo. Mi plan era que acabaran con él sus propios vecinos: sería más divertido. Fue la única razón por la cual recogí la capa y le cubrí con ella.

Me convertí en una paloma y volé hacia la casa de su amada Greta. Adopté la forma de Wilfred y llamé a la puerta de su prometida. El siguiente paso era violarla a ella también. Fue Greta quien abrió la puerta, sorprendida.

                                                                                        * * * * *

La provincia de Farunq era una de las más aisladas del Imperio. Los regidores de las ciudades tenían libertad para juzgar a los criminales: no era prudente trasladar a un reo a alguna ciudad con tribunales ordinarios en pleno invierno. Y había tantos forajidos en la región que los regidores eran implacables. Les llevó un solo día condenar a Wilfred a muerte.

Había tomado la forma de un jovenzuelo rubio y pecoso. Wilfred estaba en el cadalso y el regidor leía la sentencia. Me tuve que tapar la boca para silenciar mis risas: iban a colgar al muchacho por violar a su querida Greta. Lo más divertido de todo era que no podían creerse que una mujer desnuda le hubiera golpeado y forzado dos veces. La estupidez humana no tenía límites: no le creían, a pesar de la paliza que le había dado, porque a los hombres no se los puede violar. Iban a colgarle por haber mancillado a Greta y, no solo era inocente, sino que de quien habían abusado era de él.

Cuando lo colgaron y dejó de retorcerse, empecé a reírme. Y me descuidé. Percibí la invocación mágica en el último instante. Me desvanecí y aparecí a diez metros, con mi forma humana normal. Perdí unos segundos en transformarme en una loba blanca y le di al mago de combate del pueblo una oportunidad. Su proyectil me hizo un rasguño en una pata y alertó a los soldados. Tres de ellos acudieron en su ayuda y no quise quedarme a luchar.

Me volví y esquivé flechas y hechizos hasta que salí del pueblo y me adentré en el bosque de Borogrisa, mi hogar, donde nadie podía derrotarme.


22 febrero 2018

#OrigiReto2018 Alys

Relato para el Reto de escritura de #OrigiReto2018 - Ejercicio: 23. Escribe los pensamientos de una embarazada que tenga miedo a que su hijo salga violador o psicópata.

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Incluiré la pegatina en el siguiente ejercicio, que publicaré mañana como muy tarde. Como comenté en Twitter, le he dado una vuelta al ejercicio.Me salen 1029 palabras descontando títulos y los cinco asteriscos.


ALYS

Me desperté muy contenta. Aún me duraba la alegría por lo que me había dicho Svala tres días atrás. Ningún embarazo es bueno durante los seis primeros meses, por culpa de la incertidumbre. Svala es una buena hechicera, pero no hay magia capaz de adivinar el sexo de un feto antes de los seis meses. Y no quería dar a luz a otro varón.

Mientras aseaba a Ferdinand, que ya tenía dos años, pensaba en la suerte que había tenido. Cuidar de él era duro, pero era un niño bueno. Los hombres son dados a la maldad y mientras estuve embarazada de Ferdinand, sufría pensando en si acabaría convertido en un monstruo asesino y enloquecido. Quizá estuviera llevando en el vientre a un ser desalmado, que inundaría el mundo de más dolor y tristeza. Por fortuna, las pruebas de Svala indicaron que Ferdinand tenía un alma pura.
Esperaba impaciente visitar a la hechicera para conocer el resultado de las pruebas. Saber que iba a dar a luz a una niña era maravilloso. Recordé el miedo con que acudí a recoger los resultados de Ferdinand. Al ser una niña no había nada que temer: el mal no anida en el corazón de las mujeres.

                                                                         * * * * *
Le llevé una cesta llena de verduras de nuestra huerta a Svala. Llamé a la puerta, encima de la cual había un escudo del cuerpo de hechicería imperial, y la hechicera del pueblo abrió y me sonrió:
—¡Ellianne! ¿Cómo estás? —dijo y me besó las mejillas.
—Con ganas de tener a Alys en los brazos.
—¿Ya le has puesto nombre?
Me invitó a pasar y charlamos un rato, mientras preparaba té de Sinibulast para las dos. Aún faltaba una hora para que la poción de alineamiento se estabilizara, pero la de afinidad ya estaba lista, y Svala la trajo mientras tomábamos la segunda taza de té.
—Tiene una afinidad muy buena con la magia —dijo Svala.
La composición del líquido que había en la botella redonda y de cuello largo era un secreto de estado. El único ingrediente que conocía era un mechón de mis cabellos. El recipiente de cristal contenía un líquido blanco, lo que simbolizaba la claridad con la que Alys percibiría la magia.
—¿Podría convertirse en hechicera?
—Si le gusta la magia y tiene la paciencia para estudiar… El blanco es casi puro. Mi poción de afinidad fue gris clara y fui una de las mejores de mi clase, así que imagínate.
Me alegré mucho por mi hija. Si Alys conseguía un puesto de hechicera, el Imperio quizá la mandara a la otra punta de sus dominios, pero tendría uno de los trabajos mejor pagados. Charlamos durante hora y media más, al cabo de la cual, Svala me invitó a acompañarla al laboratorio, la habitación de al lado.
—Así sabrás los resultados antes —me dijo la hechicera con una sonrisa.
El laboratorio, en cuyo centro había una mesa con pociones, tarros y utensilios desordenados, estaba lleno de estanterías con libros, otras con vasijas llenas de ingredientes, o vacías, y armarios con llave. En el centro de la mesa había una especie de baúl que Svala abrió con una llave de su manojo.
—Es mágico —me dijo mientras sacaba del baúl algo envuelto en un paño grueso y lo dejaba en la mesa—. Acelera la estabilización de la muestra.
Y cuando lo desenvolvió, inspiró fuerte, estupefacta. Retrocedió dos pasos, se tapó la boca con las manos temblorosas y me miró con los ojos muy abiertos. Sentí como si el corazón quisiera salírseme del pecho. Los colores de la poción de alineamiento asociaban bondad con el azul del día y maldad con la negrura de la noche. Aquella poción era tan oscura como una caverna de madrugada.
—Alys… Alys es un monstruo —dijo Svala y me partió el corazón—. ¡Es igual de maligna que un demonio! Y su poder mágico es enorme. ¡Es una pesadilla!
No pude soportarlo: empecé a llorar. Svala me abrazó y me dejó sollozar contra su hombro.
—Tiene que ser un error… Es una niña, no puede… —dije entre lágrimas.
—No hay error, y sí que puede. Es una superstición pensar que solo los hombres pueden ser muy malos. Solo lo exteriorizan más y por eso la gente se lo cree, pero el mal anida igual de fuerte en hombres que en mujeres.
Slava me separó con suavidad, me secó las lágrimas y me miró muy seria.
—No podemos permitir que crezca un monstruo entre nosotros. Tendrás que encargarte tú.
Callamos un instante en el que solo pude mirar a la hechicera.
—Darás a luz a Alys y tendrás siete semanas para matarla. Es terrible, pero salvarás muchas vidas. No tiene por qué sufrir; ahógala con una almohada. Júrame que lo harás.
Retrocedí horrorizada, hasta que el contacto con la mesa me detuvo. Tenía la mano sobre el vientre abultado. Recordé a Ferdinand recién nacido. Era una cosita tan pequeña, tan bonita… De pronto, me volvieron a correr lágrimas por las mejillas.
—¡No puedo! No me pidas eso… tiene que haber… otra solución.
Tuve miedo de que Svala, por hacerle un bien a la Humanidad, me arrancara a Alys de las entrañas. Quise salir del laboratorio sin darle la espalda a la hechicera.
—¡No te me acerques! —le grité.
—Espera… perdóname —dijo Svala —. Era una prueba. Nadie va a hacerle daño a tu hija. Nadie debe hacerlo.
Svala se acercó despacio y volvió a secarme las lágrimas acariciándome las mejillas.
—No se puede combatir el mal con el mal. Si matáramos a Alys mientras sea una niña, caería sobre el pueblo la peor de las maldiciones. Moriría aún más gente.
La hechicera me llevó de la mano hasta el salón. Nos sentamos frente a la tetera y las tazas vacías.
—Lo único que podemos hacer con un mal tan poderoso es transferirlo. Darás a luz a Alys y la cuidarás un par de años como mucho. Luego la enviaremos al norte del Imperio, a Iorusuca, a Boruharis o, incluso, a Farunq. Ya veremos.
Al principio me resistí, pero las razones de Svala eran buenas. Y al final, juré que daría en adopción a Alys cuando cumpliera dos años.