31 octubre 2018

#OrigiReto2018 La última travesía

Relato para el Reto de escritura de #OrigiReto2018 - Ejercicio: 12- Usa un personaje conocido y mételo en un lugar, contexto o situación inverosímil.

Bases en:
http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com.es/2017/12/reto-de-escritura-2018-origireto.html
o en
http://plumakatty.blogspot.com.es/2017/12/origireto-creativo-2018-juguemos.html

Son 1043 palabras, descontando diez asteriscos de separación de escenas y empieza justo donde dejé el primer relato de octubre. Espero que os guste. Aquí está la pegatina de octubre:




Y aquí el relato:


LA ÚLTIMA TRAVESÍA

La nave que me había dado Calipso era prodigiosa. Navegaba por el aire a tal velocidad que la isla donde vivía mi salvadora desapareció en un breve instante. Podía ver el cielo y el mar a través de la pequeña cúpula transparente que me protegía. A veces, veía masas de tierra a lo lejos, pero no pude identificar ninguna. Empecé a sentir sueño y traté de combatirlo, ansiando seguir disfrutando de aquel viaje maravilloso, pero el sopor terminó por vencerme.

Desperté en la cubierta de un velero. No comprendía cómo habían podido bajarme del ingenio de Calipso y dejarme allí sin que lo advirtiera. El caso es volvía a estar en un barco de madera, de aquellos que solía comandar. Cuando me incorporé, un muchacho se me acercó.

—Tome, señor, beba un poco —me dijo en un griego perfecto con acento de Ítaca y me tendió un cuenco con agua—. Queda muy poco.

Bebí con avidez, me levanté y recorrí el barco. Era un navío mercante itacense y todos los tripulantes eran súbditos míos. Le pregunté al capitán que como había llegado hasta allí.

—El divino Hermes le trajo en los brazos, señor y le dejó dormido sobre la cubierta.

El mismo destino cruel que me había partido el corazón, que me había llevado a un mar lleno de prodigios donde habían intentado retenerme con mentiras, me había devuelto a mi hogar.

Cuando desembarqué en mi amada Ítaca, no me demoré. Caminé lo más rápido que pude a palacio y ni siquiera tuve que entrar. Penélope estaba esperándome delante de la puerta. Nos abrazamos y lloramos de felicidad. Había pasado largos años en la guerra, primero, y perdido en el mar después. Aquella gigante maligna, Calipso, me había asegurado que mi esposa había muerto. Ojalá pudiera ver ahora cuán viva estaba.

¡Qué sorpresa me llevé cuando vi a Telémaco! Era tan alto como yo y todo lo que me contaron de él era bueno: se trataba de un príncipe querido por el pueblo, culto, noble y justo. Fue el remate a toda la felicidad que me invadió.

* * * * *


Fueron dos meses maravillosos. Pasaba los días reordenando la administración de mi reino, que a pesar del buen hacer de Penélope y de Telémaco, necesitaba de mi firmeza y mi astucia. Las noches eran para mi esposa y yo, y las llenábamos de besos y caricias.

Sin embargo, los dioses no soportan ver felices a los seres humanos. Al principio, fueron casos aislados. Llegaban campesinos a mi palacio muy asustados. Entre lágrimas me contaban como un grupo de cinco arpías los atormentaban, les destruían las cosechas o dañaban al ganado. Envié a grupos de arqueros varias veces y solo en la cuarta batida mataron a dos de aquellos monstruos.

Cuando el problema parecía conjurado, doce campesinos, hombres, mujeres y un niño, llegaron a palacio diciendo que un grupo de guerreros de tez muy pálida habían destruido la aldea y matado a la mitad de la población. Me puse al frente de mis guerreros e interceptamos a los invasores cuando marchaban hacia la capital. La batalla fue dura, perdí a muchos de mis hombres, pero aniquilamos a aquellos piratas.

Hubo unas semanas de paz. Llegué a creer que los dioses me dejarían tranquilo al fin, pero no fue así. Cientos de centauros invadieron Ítaca. Era tan absurdo que tales bestias pudieran llegar en tal número a una isla que solo podía tratarse de un castigo divino. Mi pueblo fue valiente. Reuní el mayor ejército que jamás se vio en mi reino y combatimos con fiereza. Pero poco pudimos hacer contra seres tan poderosos. Me hirieron y tuvieron que llevarme a palacio entre varios hombres.

Fortificamos el palacio lo mejor que pudimos, para intentar una última e inútil defensa. Me dolía no poder combatir a causa de mi herida. Telémaco, que iba a dirigir las tropas, se despidió con lágrimas en los ojos. Penélope se tumbó a mi lado a esperar el fin. Nunca supe cómo terminó la lucha. Cerré los ojos.


* * * * *


Cuando los abrí, algo me tapaba la boca. Estaba encerrado en una vasija transparente llena de un líquido de un tono azul muy leve. La vasija era tan estrecha que apenas podía separar los brazos. Me asusté al ver de pie, frente a mí, a un hombre sin rostro. Me recordaba a un muñeco de madera, de aquellos con que los niños itacenses jugaban, solo que parecía hecho de un material muy distinto.

—Quisimos evitar esto, Ulises —dijo el hombre en un griego perfecto—, pero consiguieron acceder a tu mente. Te devolvimos a Ítaca en sueños, pero los androides terrestres destrozaron la ilusión que habíamos creado para ti y te tuvimos que despertar.

Golpeé la vasija. Quise gritar. ¿De qué hablaba aquella cosa? ¿Dónde estaban Penélope y Telémaco?

—Las ilusiones no funcionarán más. No podrás volver a Ítaca en sueños, así que tienes que saber cuál es tu nuevo mundo. Han pasado casi cuarenta y dos siglos desde que acabó la guerra de Troya. Eres el último humano terrestre con vida.

Aquella afirmación me paralizó porque algo en mi interior me hacía creerlo.

—La Humanidad conquistó Marte y luego se empeñó en modificar Venus. Pero hace tres siglos, la Tierra se sumió en una guerra brutal. Se construyeron miles de millones de androides y otras máquinas, y cada bando consiguió que las máquinas del enemigo se rebelaran. Los androides acabaron luchando por su cuenta y los terrestres no pudieron detenerlas. Nosotros, los humanos de Marte, que ya no podemos vivir en la Tierra, conquistamos media Europa con nuestros robots, pero no logramos salvaros.

El hombre calló un instante.

—Gracias a una distorsión del espacio-tiempo, apareciste en medio del mar. Uno de nuestros barcos te rescató, pero los androides terrestres lo hundieron. Fue una suerte que sospecháramos que te retenía Calipso. —Hubo otra pausa—. Solo te diré una cosa más. Estás en una nave espacial, en un navío que puede viajar de un planeta a otro. Te llevamos a Marte, donde el enemigo no podrá acceder a tu mente. Intentaremos resucitar a la humanidad terrestre con tu material genético.

Lloré por Penélope y por Telémaco. El hombre me dijo que no tuviera miedo y supe que cuando me durmiera, ya no volvería a soñar.

27 octubre 2018

#OrigiReto2018 Calipso

Relato para el Reto de escritura de #OrigiReto2018 - Ejercicio: 11- Usa una historia conocida para cambiar la época en la que sucede y adaptarla.

Bases en:
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o en
http://plumakatty.blogspot.com.es/2017/12/origireto-creativo-2018-juguemos.html

En esta ocasión, son 1040 palabras, tras eliminar 10 asteriscos de separación de escenas. El relato está basado en un episodio concreto de la Odisea, que tiene lugar a lo largo de siete días. Si hay algunas actitudes que parecen forzadas, tened en cuenta que reproduzco y adapto ese pasaje concreto.

CALIPSO

No entendía nada. Desperté dentro de un sarcófago de tapa transparente, que estaba en un recinto enorme y blanco. Lo último que recordaba era navegar en una tormenta con varios de mis compañeros. Un rayo, tan terrible que solo pudo lanzarlo alguno de los dioses, partió el barco por la mitad. Logré saltar al agua y aferrarme a un tablón, pero ninguno de mis hombres pudo salvarse y, tras varias horas de naufragio, perdí el conocimiento. No recuerdo más.

Tres hombres extraños me miraron a través de la tapa y la abrieron sonriendo. Tenían la piel muy clara, el cabello oscuro y los ojos azules. Lo más raro es que se parecían mucho, como si fueran hermanos gemelos. Me hablaban en un lenguaje incomprensible y les hice saber con gestos que no entendía. Uno se extrajo de la ropa un pequeño artilugio y lo miró un instante.

—No tengas miedo —dijo el hombre, en un griego extraño que me recordaba el habla de Atenas—. Tu nave naufragó y te salvamos. Bienvenido a nuestro barco.

Salí del sarcófago con recelo. Estaba desnudo, aunque aquellos hombres lo remediaron tendiéndome unas prendas blancas. El trato de mis salvadores era cortés y el único que sabía hablar griego no se separó de mí. Me explicó que me darían de comer y me llevarían a un sitio llamado Marsella. Había expresiones que no entendía, pero el hombre era amable y paciente.

Pensé, apesadumbrado, que mis salvadores hacían mal. Si los dioses me habían querido naufrago, ayudarme provocaría su venganza. Además, me inquietaba que los demás marineros fueran iguales a los tres primeros, y que hubiera mujeres en el navío que también eran idénticas unas a otras.

A menudo, lamento tener razón. Un par de horas después, mis salvadores me subieron a cubierta y me enseñaron aquel navío inmenso y prodigioso, que no estaba hecho de madera y navegaba tan rápido que me parecía imposible. Algo se acercó volando y aterrorizó a mis salvadores. Supe que inmediato que eran los dioses que venían a cobrarse mi vida. Me resigné y me senté en el borde de la cubierta. Habría deseado tanto ver a Penélope una última vez.

El navío combatió. Se dispararon armas que no entendía contra el atacante, pero fue inútil. El contraataque del ingenio divino fue devastador: el barco estalló por varios sitios. Salí volando e impacté en el agua. Pude agarrarme a una especie de disco con un agujero en su centro y volví a quedarme solo en el océano cuando el barco se hundió y el ingenio volador se marchó.

* * * * *

Pasé dos días a la deriva, hambriento, muerto de sed y sin esperar otra cosa que la muerte. Pero los dioses son caprichosos. Las aguas me llevaron cerca de una isla que parecía una cúpula descomunal. No tenía fuerzas para intentar alcanzarla, pero una figura salió de la cúpula, se echó al mar y nadó hacia mí.

¡Qué prodigios nos muestran los dioses cuando quieren! Mi salvadora era una mujer enorme, de pelo castaño, ojos dorados y la piel tan morena como la de un marino que lleva meses embarcado. Me llevó a su cúpula, me secó y me dio de comer y de beber. Medía el doble que yo y estaba desnuda. El tacto de su piel era cálido y agradable, pero inhumano.

Mi salvadora no había pronunciado palabra alguna. Me pidió con gestos que hablara. Lo hice durante un rato, hasta que me pidió silencio con una mano.

—Bienvenido a mi hogar —dijo en un griego con un acento de Ítaca tan perfecto que supuse que estaba ante una diosa—. Me llamo Calipso y soy un androide de combate de clase titán. Aunque supongo que no sabrás qué es eso, ¿verdad Ulises?

—Sé que sois una divinidad y os agradezco vuestra ayuda —dije tras arrodillarme.

—Y yo no puedo creer que seas el auténtico Ulises. He tenido que leerte la mente tres veces para convencerme. Conozco todas tus aventuras y te he admirado desde siempre. —Bajó la vista y se ruborizó, como si fuera una simple humana—. En realidad… en verdad, ahora que te tengo delante, lo sé: te amo.

Era una mujer muy hermosa, pero aquella declaración me aterrorizó. ¿Me obligaría a corresponder a su amor? ¿Me impediría volver junto a Penélope?

—Sé lo que piensas, pero Penélope lleva muerta milenios. Yo estoy viva. Puedo hacerte muy feliz. Tengo un laboratorio, podrías ser joven para siempre y te amaría con todo mi corazón. No dejaría que nadie te hiciera daño.

No podía creerme que Penélope estuviera muerta. La sentía viva, sabía que continuaba esperándome. Como hacen a menudo los dioses, me estaba engañando.

—Os lo agradezco de corazón, pero sé que Penélope me espera. Si me amáis, dejadme partir, os lo suplico, divina Calipso.

—Sé hacer cosas que ninguna humana conoce —dijo Calipso, que se arrodilló delante de mí y me miró con los ojos más bellos que jamás había contemplado—. ¿Cuántos años tardarías en encontrar a Penélope? En cambio, yo estoy aquí.

Se llevó mi mano derecha al pecho y noté como le latía el corazón. Era tan hermosa… Me sentía tan solo… Me besaba la frente y las mejillas con ternura. No pude resistirme.

* * * * *

Pasé una semana con Calipso. Cada día me sentía más triste y la mañana del séptimo día, en el lecho, me acarició los cabellos.

—Nunca podrás amarme. Sigues pensando en Penélope y siempre será así.

Un artefacto empezó a sonar. Calipso se lo pegó a la mejilla y estuvo hablando largo rato en una lengua desconocida. Le rodaban lágrimas por el rostro cuando calló.

—Te han descubierto y me exigen que te libere. Si tú me amaras, lucharía hasta el fin por tenerte a mi lado, pero no me quieres. Dime, Ulises, ¿deseas volver a Grecia?

Asentí y Calipso se fue llorando. Poco tiempo después, me pidió que la acompañara. Me hizo entrar en un artefacto y abrió una puerta en la pared de su cúpula.

—No tengas miedo. Es como un barco que puede volar y te llevará a Atenas —dijo Calipso con los ojos arrasados—. Nunca te olvidaré.

La cubierta transparente del ingenio se cerró, el aparato se alzó y abandoné la casa de Calipso, maravillado.

14 octubre 2018

Optimismo medioambiental

La preocupación acerca del cambio climático que está provocando la Humanidad y sus consecuencias aumenta. Se incrementa despacio, pero lo va haciendo. Sin embargo, si se cuenta con lo que conocemos acerca de otros cambios climáticos que han sucedido en el pasado, me refiero a cambios sucedidos hace muchos millones de años, hay razones para ser optimistas.

En efecto, la vida sobre la Tierra ha sobrevivido a muchas catástrofes climáticas como la que tendrá lugar dentro de cincuenta años, y sobrevivirá a la que se avecina. Lo único que va a destruir este cambio climático va a ser la civilización humana actual y, quizá, a la especie humana. Pero la vida sobre la Tierra sobrevivirá.

Posiblemente, nuestra civilización se vendrá abajo cuando el clima quede perturbado sin remedio y cambie de manera radical. Eso significará la pérdida de un gran porcentaje de las cosechas y otras formas de producción de alimentos en todo el mundo, de manera que dará igual lo ricos que sean ciertos países o personas. No será problema de no tener dinero, será problema de que no habrá comida que comprar. Ahora, es prácticamente imposible que las cosechas sean malas, a la vez, en todo el mundo, porque las plantas que cosechamos están adaptadas a sus respectivos climas. Cuando la climatología haya cambiado de forma drástica debido a un aumento rápido de las temperaturas, ninguna especie estará preparada: la producción de alimentos se hundirá en todo el mundo a la vez.

Las consecuencias serán que, durante muchos años, habrá hambrunas en todo el planeta. Cuando la gente no tenga que comer, dejará de pagar impuestos, de obedecer a los gobiernos y de esas otras cosas que mantienen en pie la civilización y tanto preocupan a los políticos. También se dejarán seducir por populismos que promuevan el robo de los alimentos que atesoren estados o países vecinos, lo que reducirá aún más la producción de comida. Toda esa civilización que tantos milenios ha costado construir se desmoronará, muerta de hambre. Hace mucho tiempo que la población humana es tan elevada que solo los métodos de producción de alimentos basados en la existencia de estructuras estatales pueden mantener a la población. Miles de millones de personas no podrían vivir como cazadores-recolectores. Si la civilización se hunde, la hambruna será devastadora.

La Humanidad quizá sobreviva. Puede que pueblos aislados en lo más profundo de la selva del Amazonas, en zonas montañosas aisladas o en desiertos poco explorados sigan viviendo sin que los pueblos civilizados los perturben y puedan adaptarse al nuevo clima. O quizá las personas civilizadas los exterminen para robarles la comida. Eso no lo sé.

Pero, en todo caso, soy optimista: el cambio climático provocado por el ser humano no podrá destruir la vida sobre la Tierra. Solamente acabará con la civilización y, quizá, también con la especie humana. Sin embargo, la vida se recuperará. Por tanto, podemos seguir como hasta ahora. No hay de qué preocuparse.