#OrigiReto2018 Calipso
Relato para el Reto de escritura de #OrigiReto2018 - Ejercicio: 11- Usa una historia conocida para cambiar la época en la que sucede y adaptarla.
Bases en:
http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com.es/2017/12/reto-de-escritura-2018-origireto.html
o en
http://plumakatty.blogspot.com.es/2017/12/origireto-creativo-2018-juguemos.html
En esta ocasión, son 1040 palabras, tras eliminar 10 asteriscos de separación de escenas. El relato está basado en un episodio concreto de la Odisea, que tiene lugar a lo largo de siete días. Si hay algunas actitudes que parecen forzadas, tened en cuenta que reproduzco y adapto ese pasaje concreto.
No entendía nada. Desperté dentro de un sarcófago de tapa transparente, que estaba en un recinto enorme y blanco. Lo último que recordaba era navegar en una tormenta con varios de mis compañeros. Un rayo, tan terrible que solo pudo lanzarlo alguno de los dioses, partió el barco por la mitad. Logré saltar al agua y aferrarme a un tablón, pero ninguno de mis hombres pudo salvarse y, tras varias horas de naufragio, perdí el conocimiento. No recuerdo más.
Tres hombres extraños me miraron a través de la tapa y la abrieron sonriendo. Tenían la piel muy clara, el cabello oscuro y los ojos azules. Lo más raro es que se parecían mucho, como si fueran hermanos gemelos. Me hablaban en un lenguaje incomprensible y les hice saber con gestos que no entendía. Uno se extrajo de la ropa un pequeño artilugio y lo miró un instante.
—No tengas miedo —dijo el hombre, en un griego extraño que me recordaba el habla de Atenas—. Tu nave naufragó y te salvamos. Bienvenido a nuestro barco.
Salí del sarcófago con recelo. Estaba desnudo, aunque aquellos hombres lo remediaron tendiéndome unas prendas blancas. El trato de mis salvadores era cortés y el único que sabía hablar griego no se separó de mí. Me explicó que me darían de comer y me llevarían a un sitio llamado Marsella. Había expresiones que no entendía, pero el hombre era amable y paciente.
Pensé, apesadumbrado, que mis salvadores hacían mal. Si los dioses me habían querido naufrago, ayudarme provocaría su venganza. Además, me inquietaba que los demás marineros fueran iguales a los tres primeros, y que hubiera mujeres en el navío que también eran idénticas unas a otras.
A menudo, lamento tener razón. Un par de horas después, mis salvadores me subieron a cubierta y me enseñaron aquel navío inmenso y prodigioso, que no estaba hecho de madera y navegaba tan rápido que me parecía imposible. Algo se acercó volando y aterrorizó a mis salvadores. Supe que inmediato que eran los dioses que venían a cobrarse mi vida. Me resigné y me senté en el borde de la cubierta. Habría deseado tanto ver a Penélope una última vez.
El navío combatió. Se dispararon armas que no entendía contra el atacante, pero fue inútil. El contraataque del ingenio divino fue devastador: el barco estalló por varios sitios. Salí volando e impacté en el agua. Pude agarrarme a una especie de disco con un agujero en su centro y volví a quedarme solo en el océano cuando el barco se hundió y el ingenio volador se marchó.
Pasé dos días a la deriva, hambriento, muerto de sed y sin esperar otra cosa que la muerte. Pero los dioses son caprichosos. Las aguas me llevaron cerca de una isla que parecía una cúpula descomunal. No tenía fuerzas para intentar alcanzarla, pero una figura salió de la cúpula, se echó al mar y nadó hacia mí.
¡Qué prodigios nos muestran los dioses cuando quieren! Mi salvadora era una mujer enorme, de pelo castaño, ojos dorados y la piel tan morena como la de un marino que lleva meses embarcado. Me llevó a su cúpula, me secó y me dio de comer y de beber. Medía el doble que yo y estaba desnuda. El tacto de su piel era cálido y agradable, pero inhumano.
Mi salvadora no había pronunciado palabra alguna. Me pidió con gestos que hablara. Lo hice durante un rato, hasta que me pidió silencio con una mano.
—Bienvenido a mi hogar —dijo en un griego con un acento de Ítaca tan perfecto que supuse que estaba ante una diosa—. Me llamo Calipso y soy un androide de combate de clase titán. Aunque supongo que no sabrás qué es eso, ¿verdad Ulises?
—Sé que sois una divinidad y os agradezco vuestra ayuda —dije tras arrodillarme.
—Y yo no puedo creer que seas el auténtico Ulises. He tenido que leerte la mente tres veces para convencerme. Conozco todas tus aventuras y te he admirado desde siempre. —Bajó la vista y se ruborizó, como si fuera una simple humana—. En realidad… en verdad, ahora que te tengo delante, lo sé: te amo.
Era una mujer muy hermosa, pero aquella declaración me aterrorizó. ¿Me obligaría a corresponder a su amor? ¿Me impediría volver junto a Penélope?
—Sé lo que piensas, pero Penélope lleva muerta milenios. Yo estoy viva. Puedo hacerte muy feliz. Tengo un laboratorio, podrías ser joven para siempre y te amaría con todo mi corazón. No dejaría que nadie te hiciera daño.
No podía creerme que Penélope estuviera muerta. La sentía viva, sabía que continuaba esperándome. Como hacen a menudo los dioses, me estaba engañando.
—Os lo agradezco de corazón, pero sé que Penélope me espera. Si me amáis, dejadme partir, os lo suplico, divina Calipso.
—Sé hacer cosas que ninguna humana conoce —dijo Calipso, que se arrodilló delante de mí y me miró con los ojos más bellos que jamás había contemplado—. ¿Cuántos años tardarías en encontrar a Penélope? En cambio, yo estoy aquí.
Se llevó mi mano derecha al pecho y noté como le latía el corazón. Era tan hermosa… Me sentía tan solo… Me besaba la frente y las mejillas con ternura. No pude resistirme.
Pasé una semana con Calipso. Cada día me sentía más triste y la mañana del séptimo día, en el lecho, me acarició los cabellos.
—Nunca podrás amarme. Sigues pensando en Penélope y siempre será así.
Un artefacto empezó a sonar. Calipso se lo pegó a la mejilla y estuvo hablando largo rato en una lengua desconocida. Le rodaban lágrimas por el rostro cuando calló.
—Te han descubierto y me exigen que te libere. Si tú me amaras, lucharía hasta el fin por tenerte a mi lado, pero no me quieres. Dime, Ulises, ¿deseas volver a Grecia?
Asentí y Calipso se fue llorando. Poco tiempo después, me pidió que la acompañara. Me hizo entrar en un artefacto y abrió una puerta en la pared de su cúpula.
—No tengas miedo. Es como un barco que puede volar y te llevará a Atenas —dijo Calipso con los ojos arrasados—. Nunca te olvidaré.
La cubierta transparente del ingenio se cerró, el aparato se alzó y abandoné la casa de Calipso, maravillado.
2 comentarios:
Hola, Juan, al fin tengo un rato para pasarme a leer tu relato.
Es una lástima que no conozca la Odisea en profundidad, porque sé que habría podido apreciar las similitudes, pero creo que has hecho un buen trabajo adaptando el episodio en este relato. Supongo que al final Penélope sí que estaría esperando a Ulises... aunque ¿igual se sabrá en tu próximo relato?
Bueno, enhorabuena por este primer relato del mes. Espero que puedas publicar el segundo, que sigues en cabeza y eso es toda una hazaña. ¡Hasta otra!
Muy buenas!
Yo tampoco conozco la Odisea, por lo que no he visto las referencias, en cambio entiendo que Ulises ha viajado en el tiempo y que la que cree diosa es quien ha fabricado la máquina y le ha traído a su época. Lo que no entiendo es si le ama por haber leído sus aventuras en los libros, supongo que sí, y no porque sea una diosa ni nada por el estilo.
Me pregunto lo mismo que Esther, así que voy a leer el siguiente para comprobar si nos hablas de Penélope y si Ulises vuelve bien a su tiempo.
Hasta ahora.
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