31 mayo 2021

#EstrellasDeTinta Un mensaje esperado

Este es mi microrrelato de mayo para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

En esta ocasión, voy a poner objetivos y objetos delante, asi como número de palabras.

Objetivo que cumple: 8—Haz protagonista a una abuela o a una embarazada sin que ser abuela o embarazada tenga relevancia en el relato.

Objeto que oculta: 36- Un elemento de la tabla periódica.

El relato recomendado es el de Isefran. El encuentro entre Lucky y Zeon no decepciona e incrementa la tensión por lo que podría pasar después.

https://supeingoreson.wordpress.com/2021/05/25/estrellas-de-tinta-2021-the-prettiest-star-9-zeon/

Aquí está la pegatina de mayo:

 

Son 237palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html, así que cumplo los objetivos de extensión.

NOTA: Este microrrelato, en la práctica, es una continuación del relato de mayo. La princesa es la misma.

Sin  TW

UN MENSAJE ESPERADO


A sus setenta y un años, Beatry había conocido a muchas princesas y mujeres de la nobleza. La hija de su majestad, su sobrino, las deslumbraría a todas, exceptuando a Any. La amistad tan profunda que tenían aquella princesa que le preguntaba con cariño por sus familiares y Any no debería haber existido, según los prejuicios estúpidos. Dicen que dos mujeres guapas solo podían odiarse. Era aún más difícil de creer que una princesa que parecía salida de un cuento de hadas fuese fuerte, valiente y tuviera muy mal genio.

Beatry le estaba hablando de unas sales de baño con potasio cuando llamaron a la puerta. Era un mensajero que se ofreció a volver luego, a lo que la princesa se negó. Se puso en pie y el mensajero la miró cohibido.

—Me envía Bortane, vuestra alteza. Dice que vuestra alteza y él han terminado, y dice que le quede claro que ha sido él quien la ha dejado.

—Gracias. Podéis retiraros.

La princesa se sentó, se cubrió la mano con la boca y entrecerró los ojos. Beatry se sintió muy triste. Se acomodó a su lado, le pasó un brazo por los hombros y quiso confortarla. Y, de pronto, la princesa se rio a carcajadas.

—Estaba harta de ese tipo —respondió entre risas—. ¡Eso era lo que yo quería, que me dejara de una vez!

Beatry reprimió las risas. No había quien entendiera a las jóvenes.

30 mayo 2021

#EstrellasDeTinta Amores del pasado

Este es mi relato de mayo para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

Voy a poner objetivos y objetos delante, asi como número de palabras.

Objetivo que cumple: 13—Escribe sobre una fiesta de cumpleaños que sale realmente mal.

Objetos

20- Zapatos de tacón

25- Césped


Son 1685 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html , así que cumplo los objetivos de extensión tras haberme gastado tres estrellas.

Este relato es de rodaje para la protagonista del relato. Es de una historia muy vieja y es el mismo personaje de mi relato de marzo. Espero que os guste.

Sin TW


AMORES DEL PASADO

Desde hace tiempo, el día de mi cumpleaños es un acontecimiento triste. No me importa envejecer, es que echo de menos los aniversarios de mi infancia. No me gustaba todo: era aburrido sentarme en un sillón tan enorme que las piernas me colgaban y pasar cerca de una hora recibiendo las felicitaciones de un montón de nobles y cargos públicos. El vestido que debía llevar era bonito, pero picaba mucho y si no hubiera sido la heredera del trono, habría salido corriendo. Lo mejor del día era cuando terminaba el protocolo, mis padres me regalaban juguetes y me pasaba el resto de la tarde disfrutando de ellos con mi hermana.

Esta mañana soporté el acto protocolario que me corresponde como adulta. Los nobles ya no vienen a darme las felicidades inclinándose ante el sillón. Lo que tocó fue reunirlos en una sala, esperar a que varios sirvientes llenaran decenas de copas de vino dispuestas sobre una mesa, también enorme incluso para una adulta, y hacer un brindis por mi aniversario. En tales actos, cuando los nobles y funcionarios se me acercan, me felicitan con gran cortesía y me aburren aún más que de niña. Si me dejaran escoger como pasar mi cumpleaños, elegiría irme a la biblioteca, practicar con la flauta o ver las flores del jardín de palacio.

Sin embargo, lo más triste es que mis padres beban con todos los asistentes, pero que mi hermana no esté. Y es mejor así: sería capaz de intoxicar a alguien o provocar una pelea. No ha intentado matarme porque quiere verme sufrir tras quitármelo todo, pero me hace la vida imposible. Me odia, y es cierto que tengo la culpa. Lo peor es que la quiero, la quiero tanto como cuando éramos niñas y siempre estábamos juntas.

La tarde era preciosa. A pesar de la capucha con que ocultaba mi identidad, percibía bien los trinos de los pájaros en los árboles, olía el aroma de las flores y disfrutaba del cuadro que parecían pintar sus colores. Si Claude, el soldado que me protegía sin dejarse ver, no estuviera por allí, me habría quitado los zapatos para pasear descalza por el césped, pero tal diversión no sería propia de una princesa. Y aunque Bortane no osaría llamarme la atención, estoy segura de que lo vería como una extravagancia. Lo que más me entristecía era tener que verlo a escondidas, para protegerlo de las intrigas de mi hermana.

Bortane llegó con media hora de retraso. Por la ropa que vestía y por lo bien que lo conocía, intuí que la causa del retraso fue el tiempo dedicado a acicalarse y a decidir qué ponerse. Sí, dicen los prejuicios que somos las mujeres quienes hacemos esperar a nuestras parejas por ese motivo, pero yo jamás lo he hecho: me parece una falta de respeto y la pérdida de un tiempo que podría aprovechar en leer documentos o estudiar. Ese es uno de los varios motivos por los que estoy cansada de él.

Cuando se acercó y me sonrió, recordé por qué seguía con aquel tipo presumido y sin cerebro: era tan guapo que, por un momento, solo pude verlo a él. Me sacaba un palmo, tenía unos ojos azules divinos y una sonrisa que derretiría a cualquiera. Me apartó un poco la capucha y me besó en los labios. Sabía besar tan bien que le habría perdonado un retraso aún mayor.

Nos alejamos de allí cogidos de la mano. Me dijo que tenía una sorpresa para mí, aunque yo sabía que iba a tratarse de una fiesta de cumpleaños. De todos modos, estaba muy contenta.

—Antes del acto oficial —empecé a decirle—, recibí a dos comerciantes ghwaríes. Quisieron utilizar el truco de fingir que uno no hablaba nuestro idioma y que debían usar entre ellos el amanaurí.

—¿Y vos no habláis eso, alteza?

—¡Claro que sí! Fueron astutos: dijeron en amanaurí que yo tenía pinta de ser tonta y débil, para comprobar si los entendía. Me limité a sonreír con inocencia, y esbozaba una sonrisa estúpida siempre que los oía hablar en amanaurí y decir barbaridades.

—¡Es indignante!

—Cuando me hicieron la propuesta final, les dije en amanaurí: “me temo que no haremos negocio. Me halaga todo lo que han dicho sobre mi cuerpo y mi belleza, pero decirle a la cara a una princesa todas las porquerías que harían con ella en la cama, en nuestro país, es un insulto grave a la Corona que se paga con la horca. Sin embargo, estoy de buen humor: como lo han dicho en amanaurí voy a dejar que se vayan, pero dense prisa, no sea que cambie de opinión”. —Me reí—. Tendrías que haber visto las caras que pusieron y lo rápido que se marcharon.

Bortane no respondió: solía mostrar poco interés en cosas como aquella. Por eso no podía curar la herida que me dejó Carle en el corazón. Él se habría reído conmigo y habría sentido orgulloso de mí. Jamás encontraría a otro como él, nunca sentiría por otro ni la mitad del amor que me hizo feliz mientras estuvimos juntos. Por eso quería terminar con Bortane, porque no sentía que tuviéramos futuro.

Tras un largo paseo, entramos en un palacio pequeño situado en una calle ancha. Dejamos la puerta entornada para que Claude pudiera entrar un tiempo después. Como ya me temía, me encontré allí con ocho de sus amigos, otras cuatro parejas. Íbamos a celebrar una fiesta de cumpleaños, pero el objetivo de Bortane era presumir de ser, según él, el novio de la princesa más bella de las Quince Ciudades, como si yo fuese un trofeo o algo parecido. Al menos, Bortane era tan descerebrado que si nos casáramos, no intentaría gobernar el reino por mí: pavonearse por ser el príncipe consorte le ocuparía todo el tiempo. Pero no quería compartir mi vida con un hombre así. Quería a alguien inteligente, al que pudiera confiarle un puesto que aliviara mis obligaciones, pero que aceptara de buen grado que la reina iba a ser solamente yo. Alguien como Carle.

La fiesta no fue muy divertida. Por el bien de la discreción, fueron dos de las amigas de Bortane quienes nos sirvieron unos tés y unos dulces que, reconozco, estaban deliciosos. Una de ellas, Leny, se sentía tan impresionada por tener delante a una princesa que apenas era capaz de mirarme. Le pedí que se sentara a mi lado e intenté que se sintiera más cómoda. Creo que lo conseguí, aunque solo fuese un poco.

Me aburrí. Bortane solo se preocupaba de presumir ante sus amigos y las conversaciones de las otras mujeres eran insulsas. Lo único que saqué en claro de sus parloteos era que los zapatos de tacón que llevaban les tenían los pies destrozados.

Sin embargo, todo iba a empeorar. Bortane anunció que saliéramos al patio, que venía el plato fuerte de la fiesta. Si no estuviera tan acostumbrada a su actitud, me habría sentido ofendida. Se suponía que aquello era mi fiesta de cumpleaños, no una reunión para que él se luciera. 

El patio era espléndido y las sillas donde nos sentamos, muy cómodas. La sorpresa fue lo más aburrido que me podía imaginar. Bortane se pasó cerca de una hora practicando esgrima con quien se suponía que era un maestro de la espada ropera. Su oponente estaba bien instruido, pero yo había presenciado bastantes duelos de entrenamiento y no se trataba de un maestro. Bortane era muy malo: se preocupaba más de la espectacularidad de sus golpes que de su eficacia, y si no quedó en ridículo fue porque el “maestro” no quiso sacar partido de sus errores. Sus amigos estaban entusiasmados con su pericia. O bien no tenían ni idea de esgrima, o bien lo adulaban. Terminada la sesión, Bortane se volvió hacia mí.

—¿Qué os ha parecido, alteza?

—Os gusta usar guardias altas —dije tras contener un suspiro, incapaz de quedar como una tonta delante del rival de Bortane—, pero el ángulo de la espada es excesivo. Si paráis en tercera alta tendríais que alzar más el brazo y vuestros tajos son algo lentos, pero no está mal y, con más práctica, corregiréis todo eso.

No me esperé la expresión de ira contenida con que me miró.

—Ya tengo práctica —respondió—. ¿Para qué os pregunto? ¿Qué sabrá una princesita que nunca ha sostenido una espada del arte de la guerra?

Abrí mucho los ojos y la boca. ¿Cómo se atrevía a hablarme así en público? No necesito practicar esgrima, pero tengo instrucción militar: he leído los tratados de esgrima más importantes y pasé varios meses en un campamento. ¿Cómo iba a ser una buena reina si lo ignorase todo sobre la guerra?

Me levanté y me fui hacia él, a punto de echarme a temblar por lo furiosa que estaba. Y le solté de golpe, a gritos, todo lo que deseaba decirle desde hacía tiempo. Lo llamé de todo. Sus amigos no osaron interponerse, solo dos de las amigas me susurraron algo un par de veces, con el rostro descompuesto. Claude se aproximó, pero Bortane, a pesar de sus defectos, jamás habría golpeado a su pareja en una discusión. Ni siquiera tuvo valor para replicar: me miraba atónito, pálido. 

No conseguí calmarme. Harta de gritarle, me di media vuelta y abandoné el patio, que quedó en un silencio roto solo por mis pasos. Tiré del pomo de la puerta de la calle y el lienzo no se movió. Grité con todas mis fuerzas que abrieran la puerta.

—Cálmese vuestra alteza —dijo Claude, sin alzar la voz—. Tengo las llaves. Y póngase esto, se lo suplico.

Me tendió la capa y la capucha y me las puse lo más rápido que pude. Agradecí la prudencia de mi guardián: solo habría faltado que algún esbirro de mi hermana me viera sola en aquel barrio y atara cabos.

Al principio caminé a toda prisa, pero Claude, un guardia que siempre me había tenido un cariño especial, no se merecía aquel trato. Aflojé el paso, le agradecí su celo y regresamos juntos a palacio. Había sido la peor fiesta de cumpleaños de mi vida.