28 abril 2019

#OrigiReto2019 La camarera

Este es el relato de abril de 2019 para el OrigiReto 2019. Las normas de este reto se pueden consultar en las bitácoras de las organizadoras:

http://plumakatty.blogspot.com/2018/12/origireto-creativo-edicion-2019.html

o en

http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2018/12/reto-de-escritura-2019-origireto.html

Este relato tiene 1987 palabras según https://www.contarpalabras.com/ (una es un asterisco para indicar un cambio de punto de vista de la narración). Para evitar destripes, diré al final qué objetivo cumple, aunque creo que es muy obvio. Los objetos ocultos que incluye son un informe médico y una lata de conservas caducada.

Aquí está la pegatina del mes. Este es otro de los meses en que pensé que no iba a llegar, pero lo logré.



Y aquí el relato. Espero que os guste.


LA CAMARERA



Una de las cosas que Deirdre añoraba más era el clima de su país. Pegada a una ventana de la cafetería, vio el cielo cubierto de nubes negras. Llovería con furia, se inundarían locales y se cortarían calles. En Hebroria la lluvia era siempre suave y bastaba con resguardarse bajo un árbol.

La preocupaba mucho Yolau, el último cliente de aquella tarde. Si le sorprendía la tormenta… Lo peor de vivir en Estikos era tener que ocultar sus sentimientos. Una mujer de tres metros de altura en Hebroria no llamaba la atención. En Estikos, era excepcional alcanzar los dos metros. Los estikanos sentían miedo o repulsión hacia ella y ni siquiera tenía amigos. Con Yolau todo era peor, porque provenía de una región donde nadie superaba el metro de altura, y él era incluso más pequeño. Ser tan bajo lo hacía sentirse tan solo como ella, y para Deirdre era una conexión muy profunda. Aparte, era muy inteligente, tenía muy buen humor y unos ojos negros preciosos.

Deirdre regresó a la barra mirando a Yolau. Llevaba mucho tiempo soñando con salir con él, pero había aprendido que los hombres solo aman a mujeres más pequeñas y débiles que ellos. Deirdre era cinco veces más alta que él y no se atrevía ni a insinuarse por miedo a asustarlo. Comprendía que alguien tan pequeño como él temiera enfurecerla a base de insinuaciones, pero soñaba con que supiera que Deirdre no le haría daño ni siquiera a un hombre que le diese asco.

—¿Quieres otro café? —le preguntó cuando Yolau levantó la vista de unos papeles que leía.

Deirdre entró en la barra y se lo preparó. Al calentar la leche estuvo a punto de mancharse y recordó que, muchas noches, fantaseaba con la idea de quedarse a solas con Yolau, como en aquel instante, mancharse la blusa a conciencia y quitarse la ropa delante de él. Adoraba desnudarse delante de alguien que la atrajera, pero no sería lógico hacerlo en mitad del salón. Solo se atrevía, pensó mientras le llevaba el café, a desabrocharse un par de botones de más de la blusa cuando estaban solos. Era natural que Deirdre tuviera que agacharse frente a él, ya que la mesa de Yolau era apropiada a su tamaño. Mientras le servía la leche en el café o mientras ella le sonreía, la miraba a los ojos. Una vez que Deirdre había desviado la vista, lo sorprendió mirándole el escote. Yolau había bajado los ojos avergonzado, pero, al menos, le demostró que no le daba asco. Por eso, Deirdre ladeó la cabeza.

—Va a caer una buena —le dijo.

—Sí.

Deirdre miró hacia un lado un poco más de tiempo del que sería normal. Se moría por proponerle algún plan, visitar un museo o dar un paseo juntos, pero si lo hacía, estaba segura de que no volvería a verlo. Soñaba con que se diera cuenta de que no le importaba que la mirase, que no le enseñaba el escote a nadie más. Quería que tomara la iniciativa, aunque solo fuera porque le gustaran sus pechos, porque ella no podía hacerlo.

Suspiró y regresó a la barra. De espaldas a él, apoyó el vientre en la barra con fingida inocencia y examinó una lata de conservas que llevaba dos meses caducada.

*


Yolau se sentía muy mal, pero no podía remediarlo. No podía apartar la vista de Deirdre, de la curva de sus caderas y de sus muslos. La camarera, por suerte, estaba distraída con una lata. No quería ni pensar en su mueca de desprecio si llegara a saber que estaba enamorado de ella. Le había gustado desde la primera vez que lo atendió en aquella cafetería, que estaba cerca de su antiguo trabajo. Aquel local le quedaba ahora muy lejos, pero iba casi todas las tardes para verla.

Cuando Deirdre entró en la barra, continuó con el informe médico, que plasmaba unos resultados excelentes. Las nuevas cepas de virus antibacterianos que habían diseñado funcionaban bien. Al rato, volvía a mirar a la camarera con disimulo. Estaba fuera de su alcance. A las mujeres les gustan los hombres más grandes y fuertes que ellas, y él medía apenas sesenta y un centímetros. Al menos, había conseguido aceptarlo y le hacía feliz verla a diario tras salir del trabajo. La única ventaja de ser tan pequeño era que Deirdre no le tenía miedo y cuando le servía no se molestaba en taparse el escote, como hacía con otros clientes. Había fantaseado con que la camarera se lo enseñaba a propósito, pero no tenía sentido si él era diminuto y feo. Era triste, quizá repugnante, pero la miraba porque no podía hacer otra cosa. Una vez pensó en proponerle algún plan, como visitar un museo o dar un paseo juntos, pero si lo hubiera hecho, ella le habría pedido que no volviera a la cafetería nunca más.

Sonó un trueno muy fuerte y se oyó llover con intensidad. Sonaron otros dos truenos y la lluvia pareció enfurecerse. Deirdre cerró la puerta y le dijo que no se preocupara, que se quedarían allí hasta que escampase aunque pasara la hora de cerrar. Quince minutos después, Deirdre empezó a cerrar a toda prisa las ventanas, por las que se empezaba a colar la lluvia. Yolau no podía ayudar y se preocupó porque la camarera chapoteaba en un par de centímetros de agua. Cuando el agua empezó a colarse a chorros por la puerta, Deirdre gritó, fue hacia él y le levantó con ambas manos. Lo apretó contra el pecho y retrocedió hacia la barra.

—¡Nos vamos a ahogar! —gritó antes de dejarlo sobre la barra—. No te muevas de aquí.

Yolau no pensaba hacerlo. Además, aún estaba asimilando que la mujer a la que amaba lo había apretado contra su pecho para protegerlo. La vio apresurarse apilando mesas y manteles para frenar los chorros que se colaban por la puerta. Se preocupó al verla caer y quedar empapada, pero lo alivió que se levantara sin siquiera quejarse.

Cuando acabó, el agua seguía colándose, pero muy despacio. Deirdre cerró la puerta de la barra y lo miró. Tenía el pelo tan mojado que se le pegaba a las mejillas, pero Yolau seguía pensando que era preciosa.

—Siento haberte levantado de la silla, pero me asusté. Temí que te arrastrara el… ¡Oh! Perdona, no quería insinuar… —Se ruborizó y bajó la vista.

—No pasa nada. Soy muy pequeño y es más fácil que me arrastre el agua. Gracias por protegerme.

Deirdre sonrió y dijo que lo mejor era bajar los diferenciales de la barra y el salón. Luego, entrarían en el almacén, donde estarían secos y con las luces encendidas, a esperar a que pudieran salir de allí con seguridad. Yolau estuvo de acuerdo.

—Pero bájame, por favor —le dijo a Deirdre con una sonrisa.

La camarera lo alzó sin esfuerzo y lo dejó con suavidad en el suelo. Lo maravillaba la fuerza que tenía. Entraron en el almacén y Yolau advirtió lo gélida que era aquella habitación. Deirdre no podía encender la calefacción porque allí no había. La camarera no quería sentarse y estaba tan mojada que se iba formando un charco de agua a sus pies. Yolau se puso nervioso, temió que Deirdre lo interpretara como una insinuación, pero sintió que debía decírselo.

—Tendrías que quitarte la ropa. Me daré la vuelta.

La camarera se ruborizó. A Yolau le hacía gracia, porque tenía la piel muy blanca y se le notaba mucho. Y la favorecía.

—Sí, pero no te vuelvas. No me traje una muda, y no vas a pasarte varias horas mirando a la pared. No me quitaré la ropa interior, será como si me vieras en la playa.

Yolau asintió y se ruborizó también.

—He pasado un mal rato —dijo Deirdre—. ¿Te importaría si me desnudo con arte y nos reímos un poco? Luego podrías decirme si sirvo para bailarina exótica, por si me despiden aquí.

—Me daría mucha pena verte trabajar en sitios así, pero hazlo con arte si quieres.

—¿En serio te daría pena? —preguntó sonriendo—. Era broma.

Yolau asintió y la camarera se hizo con una silla y se sentó de costado hacia él para quitarse los zapatos. Sonrió con la cabeza ladeada y estiró las piernas de una forma muy seductora. Por desgracia, golpeó una estantería.

—¡Ay! El meñique —dijo mientras se lo frotaba—. Eso me pasa por tener las piernas tan largas.

Se rieron un poco. Luego, Deirdre se levantó y se detuvo cerca de él. Se contoneó con suavidad y mucha elegancia y empezó a desabrocharse la blusa muy despacio. No dejaba de mirarlo y de sonreírle con picardía y Yolau se sentía hipnotizado. Se abrió la blusa, se la quitó muy lentamente y se agachó para dejarla delante de él. Le deslizó un dedo por la papada y la barbilla y consiguió que Yolau se derritiera.

Deirdre caminó contoneándose con delicadeza hacia la silla, volvió la cabeza hacia él al final y le dedicó una caída de pestañas y otra sonrisa. Se desabrochó el pantalón y se lo bajó sin prisas hasta debajo de las nalgas. Disfrutó de aquella exhibición hasta que Deirdre se sentó de lado y fue enseñándole los muslos poco a poco, algo que disfrutó aún más por la forma tan seductora en que lo hizo. Cuando la camarera terminó y recogió la ropa, Yolau no podía creerse que una diosa quisiera trabajar en una cafetería.

La camarera se sentó en un sillón muy grande y le dijo que, si le apetecía alguna bebida, se la pidiera, que invitaba ella. Se sentó cerca de Deirdre y charlaron un rato. Verla con tan poca ropa era un regalo y una maldición a la vez, porque le recordaba que nunca aceptaría salir con él. Al rato, Yolau no pudo ocultar que tiritaba. La camarera era tan grande que el frío le afectaba mucho menos.

—No tengo nada seco con qué cubrirte —le dijo Deirdre—. Quítate los zapatos y deja que te pegue a mí.

Yolau no tuvo fuerzas para negarse. Deirdre lo sentó en el muslo izquierdo y cerró sin fuerza las piernas para dejar las de él en medio. Lo recostó contra el vientre y lo cubrió con una mano. Yolau frotó las manos heladas en la piel de la camarera hasta que entró en calor. Y aquello fue demasiado. Era una locura, le empezó a latir el corazón con furia, pero no podía más.

—Me gustas mucho —dijo Yolau—. Llevo meses soñando contigo.

—¿Meses? ¿Y has esperado a verme en ropa interior para decírmelo? Claro, claro.

—No me atrevía a decírtelo —respondió dolido por el sarcasmo de Deirdre—. Me gustas tanto que ya no trabajo ahí al lado, pero vengo desde lejos solo para verte.

—¿Me perseguías? Das miedo. ¿No habría sido más fácil invitarme a ir a un museo o algo así en vez de declararte de pronto? A lo mejor te habría dicho que sí, pero después de esto…

—A las mujeres solo os gustan los hombres más grandes y fuertes que vosotras.

—¡Vaya excusa! Sois los hombres quienes despreciáis a las mujeres más grandes que vosotros. A mí solo se me acercan tipos a los que les dan morbo las mujeres muy altas. ¿Quieres que me crea que no es eso, que me prefieres a una chica más pequeñita que tú a la que puedas dominar bien?

—Sí. Me gustas mucho y no me importa que seas muy grande. No tengo interés en dominarte ni en pelearme contigo.

—Haces bien.

Deirdre se quedó callada y Yolau empezó a sentir cómo se le rompía el corazón. Necesitó un rato para hablar.

—Perdóname. No quería ofenderte.

La camarera se limitó a suspirar y a guardar silencio un buen rato. Yolau se sentía muy triste; habría preferido quedarse solo, pero si se separaba de Deirdre se moriría de frío. Intentó quedarse dormido, aunque no pudo.

—¿Te gustan los museos? —preguntó Deirdre.


* * * * * * * *

Como ya habréis comprobado, el objetivo era el 13. Escribe un relato erótico.

26 abril 2019

#OrigiReto2019 Juntos

Este es el microrrelato de abril de 2019 para el OrigiReto 2019. Las normas de este reto se pueden consultar en las bitácoras de las organizadoras:

http://plumakatty.blogspot.com/2018/12/origireto-creativo-edicion-2019.html

o en

http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2018/12/reto-de-escritura-2019-origireto.html

Este microrrelato tiene 989 caracteres según https://www.contarcaracteres.com/ y, para evitar destripes, diré al final qué objetivo cumple. El objeto oculto es un pez de colores, y está enlazado con el relato de abril de Bryan M Blanco.


JUNTOS



Los años transcurrieron con calma en aquella isla desierta. La felicidad que me daba el amor de Alphonse logró que dejara de contar los años. Aquella vida, tan sencilla y feliz, parecía un sueño. Ni siquiera la vejez la empañó.

Por eso, no estaba preparado para el día en que Alphonse arrastró al agua una balsa y se despidió con un brazo, desde lejos, cuando corrí hasta la orilla. Lloré por el abandono mientras alimentaba a nuestro pez de colores.

Pero soy hombre de acción. Construí una balsa y navegué para buscarlo. Dos días después, una tormenta quebró la balsa y me hundí en el mar oscuro hasta que el alma se me escapó.

*

—¿Te acuerdas de Alphonse? —dijo Laura mientras dejaban el cadáver de Edgar en una camilla.

—¿El hombretón que venía a visitar a Edgar? —preguntó Julia y su amiga asintió.

—Murió hace dos días. Qué casualidad.


Era imposible, pensó Julia, pero ¿y si no era casualidad y se habían ido juntos a seguir viviendo su amor allá donde van las almas de los muertos?

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El objetivo de este microrrelato era: 15. Cuenta una historia que suceda en una isla deshabitada.

12 abril 2019

Literatura oficial y literatura en las sombras

Referencias y agradecimientos. El artículo que me inspiró este es de Alister Mairon (su bitácora: http://escribeconingenio.blogspot.com/ ) y se trata de este: http://windumanoth.com/volver-a-las-raices-fantasia/

La idea para el título de "literatura en las sombras" es una idea original de Katty (su bitácora: http://plumakatty.blogspot.com/ )

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Leyendo un artículo de Alister Mairon en Windumanoth, acerca de la nueva tendencia en fantasía de volver a las raíces, me ha venido a la mente una idea que me gustaría compartir. Por motivos obvios, la idea surgió a partir de mi experiencia como aficionado a escribir. Al leer las tendencias nuevas de las que hablaba el artículo, recordé cosas que he escrito y que seguirán eternamente acumulando polvo en un cajón. Y pensé en que todas esas obras que languidecen en los cajones, conforman una literatura en las sombras cuyas tendencias van por caminos muy diferentes a la literatura publicada, la literatura oficial.

Decía Alister Mairon que la nueva tendencia de la fantasía es huir del maniqueismo, de la dualidad entre el bien y el mal y de ambientar las novelas en otros mundos y otras culturas. Y que eso es una novedad. Para la literatura oficial, que es la única a la que podemos tener acceso salvo que cometamos miles de allanamientos de morada, quizá sí, pero para esa literatura en las sombras... Como es obvio, voy a hablar de mí (los allanamientos de morada no son lo mío).

Allá en 1997 comencé una novela de fantasía épica pura donde sucedían las siguientes cosas:

1) Estaba ambientada en España, solo que no en nuestro tiempo.

2) A todos los niveles, la cultura estaba basada en la española del Siglo de Oro: sociedad, viajes, legislación, manera de hablar... Los personajes luchaban con espada ropera y daga de vela, y la escuela predominante era la destreza verdadera de don Jerónimo Sánchez de Carranza.

3) La dualidad entre el bien y el mal, porque así lo quise, estaba casi difuminada. El héroe hace cosas indignas persiguiendo un objetivo noble. La villana tenía motivaciones tan loables como sacar al pueblo de la ignorancia y del olvido al que lo sometían las instituciones del país. Quería sacarlo de la miseria que era común en la época histórica de referencia, solamente que para alcanzar esos fines, la villana no tenía reparos en torturar, matar y negociar con demonios.

Hace más de veinte años, hacía cosas que hoy son nuevas tendencias. Lo son de la literatura oficial, cierto. No es que yo fuera un adelantado a mi tiempo, por supuesto, y seguro que no fui el único que las hacía. Es solo que nadie  las publicaba. Estoy convencido, después de leer este artículo, de que la literatura en las sombras, la que muere en los cajones de quienes no publican por las causas que sean, es mucho más diversa que aquella que pasa los filtros editoriales. Porque hay cosas que hoy son tendencia o son deseables que yo también escribía hacía muchos años.

Quizá, en este mismo momento, haya cientos de autores desconocidos que estén desarrollando las tendencias que serán imprescindibles dentro de veinte años. Y que nadie llegue a saberlo nunca porque esas obras no dejen jamás de pertenecer a esa literatura en las sombras.