#OrigiReto2020 Sálvame, por favor
Este es mi relato de junio de 2020 para el OrigiReto 2020. Las normas de este reto se pueden consultar en las bitácoras de las organizadoras:
http://plumakatty.blogspot.com/2019/12/origireto-creativo-2020-reto-juego-de.html
o en
https://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2019/12/reto-de-escritura-2020-origireto.html
Este relato tiene 2008 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html (he quitado un asterico para separar escenas). Espero que os guste.
Contemplaba la prueba del error más absurdo cometido jamás por la Unión Espacial Internacional. El planeta IB-2477-C (cuerpo inerte, descubierto en 2477 y tercer mundo del sistema) que orbitaba en torno a la estrella Sphynx estaba lleno de vida. Alguna vez, habían considerado inerte a un mundo con solo especies microbianas, pero era la primera vez que se hacía lo propio con un planeta cuya biosfera era tan diversa como la terrestre.
Aun peor. Cuando dejé la Borlon, la nave, en órbita alrededor de IB-2477-X, al sobrevolar la parte nocturna del mundo, descubrí iluminación claramente artificial. Aquello era un problema gravísimo y debatí durante horas con Nadine, el ordenador de la Borlon, el procedimiento a seguir. Los protocolos ordenaban que no se debía alertar a una civilización alienígena más avanzada que la humana de la existencia de la Tierra sin haberlo sometido a debate en todo el planeta. Tampoco se debía mostrar tecnología terrestre a una especie alienígena que tuviera menor desarrollo, para no perturbarla.
Lo más llamativo era la ausencia de intentos de contacto y de emisiones electromagnéticas, de lo cual deduje que su tecnología debía de ser bastante primitiva. Con el suficiente avance como para crear ciudades iluminadas, pero sin transmisiones por radio o láser. Terminamos optando por anular la misión, que consistía en un estudio para evaluar las posibilidades de terraformación y abandonar el sistema antes de que aquella civilización pudiera detectar la Borlon. Era evidente que no íbamos a exterminar a una especie inteligente para colonizar un mundo. Lo que más rabia me daba era la inutilidad de aquel viaje, por culpa del cual volvería a una Tierra en la que habrían transcurrido casi cuarenta años y con las manos vacías. Habría podido mentir, hacer las pruebas de terraformación sin decir que había detectado vida inteligente, regresar como un héroe y dejar que la siguiente misión fuera un fracaso estrepitoso, pero no me sentí capaz algo tan cruel.
Nadine inició los cálculos para salir de la órbita y regresar a la Tierra y yo me dediqué a estudiar aquel mundo. Los puntos de luz que se veían a simple vista se descomponían, gracias al telescopio, en agrupaciones de miles de rectángulos iluminados débilmente: escapes de luz quizá indeseados de los edificios.
De pronto, empezaron a sonar las alarmas. Nadine habló a través de los altavoces.
—Se aproximan decenas de objetos. No son mecánicos: parecen aves.
—No puede ser. Estamos a cincuenta kilómetros de la superficie —respondí cuando los sensores indicaban que aquellas cosas estaban a apenas cinco kilómetros de la nave.
Pensé en cómo podrían habernos localizado y me di cuenta de que la Borlon tenía los paneles solares desplegados y que los soportes reflejarían la luz solar. Ordené a Nadine que los plegase y que saliéramos de inmediato. No pudo ser. Había que cerrar los paneles y calentar los motores antes de salir de la órbita: le llevaría una hora.
Sucedió lo que más temía. Las alarmas sonaron con fuerza redoblada y Nadine anunció que aquellas aves espaciales estaban pegadas al casco e intentaban entrar. Su voz desapasionada contrastó con el pánico que me invadía. La Borlon no tenía ni un arma. El único armamento era una ballesta y una docena de saetas de metal que serían capaces de atravesar a una persona, pero no de dañar el casco de la nave. Me hice con esas armas inútiles y esperé.
Al fin, Nadine me pidió que me sentara en la cabina de mando y encendió todos los propulsores de la Borlon. También funcionaron los impulsores de gas que regulaban la orientación de la nave. El ordenador informaba que las aves alienígenas se estaban desprendiendo, quizá porque les molestaban los gases de propulsores e impulsores. Diez minutos después, Nadine informaba de que el casco estaba limpio y las alarmas se apagaron.
El disco de IB-2477-C ya se había empequeñecido cuando decidí irme a dormir. Me costó trabajo conciliar el sueño y tuve pesadillas muy extrañas. Cuando desperté, quise estirarme y descubrí que tenía un brazo sobre las clavículas. Había una mujer pegada a mí, con un pecho encima de mí, la cabeza cubierta por una capucha roja y vestida con una capa del mismo color. Alzó la cabeza y me miró con unos ojos que irradiaban la misma luz blanca que una lámpara LED.
—Sálvame, por favor. Hay un lobo.
Me debatí con tal violencia, dando gritos, que me caí de la cama. Al mirar hacia donde estaba la muchacha, solo vi la capa roja desaparecer por la puerta.
—¡Hay una intrusa en la nave! —le grité a Nadine.
—No he detectado nada. Espera… escaneando… —Pasó un minuto—. Sí, hay un ser… un animal cuadrúpedo en la bodega cuatro.
—¿Un lobo? ¿Y la chica que estaba acurrucada contra mí en la cama?
—No he detectado ninguna mujer.
—Cierra la bodega cuatro —dije mientras me hacía con la ballesta y la cargaba.
—No puedo. El animal está en el pasillo principal.
Salí al pasillo y apunté. Tendría que ver muy bien al monstruo, porque el pasillo estaba bien iluminado. Sin embargo, lo que vi fue a la muchacha vestida de rojo correr hacia mí, aterrorizada.
—Me persigue. Sálvame, por favor —lloriqueaba la joven.
Algo me impidió dispararle. Dejé que me rebasara y examiné el pasillo vacío. Me volví y apunté a la chica de la caperuza roja, que se encogió en el suelo y suplicó que no la matara.
—¿Dónde está el lobo? —le grité a Nadine—. Solo hay una muchacha.
—Hay un lobo al fondo del pasillo. No detecto ninguna muchacha —dijo Nadine, con su voz carente de emociones—. Iluminaré la zona.
En el fondo del pasillo se iluminaron dos focos. Entonces, vi la sombra grisácea de un ser de cuatro patas. Sin darle la espalda al monstruo, tiré de la muchacha y retrocedimos hasta la cabina. Lo siguiente fue muy confuso. La sombra se materializó en un lobo negro, enorme, que corrió hacia nosotros. La chica de rojo chilló, salió de la cabina y trepó para colarse por un conducto de circulación del aire. El lobo no hizo caso de la joven y saltó hacia la cabina. Logré cerrarla y me quedé de pie, apuntándola con la ballesta, mientras el lobo golpeaba la puerta profiriendo gruñidos que me hacían tragar saliva.
Después de un buen rato, se hizo el silencio. Me senté en la silla de la cabina, jadeando y con el corazón desbocado. Aquel monstruo me aterrorizaba, pero me veía obligado a darle caza. Si me quedaba encerrado en la cabina me moriría de hambre: las provisiones estaban en las bodegas una y dos.
—Dime la posición del lobo.
—No detecto ningún lobo. Hay un ser antropomorfo acurrucado muy cerca del sistema de reciclaje de aire. No puedo saber si es humano o no por su posición y la cercanía a la maquinaria.
—Es imposible que sea una mujer.
—Es antropomórfica.
Nada de aquello tenía sentido. No podía haber en la nave ni una muchacha ni un lobo. También era imposible la presencia de un alienígena, porque no podrían conocer ni como eran los lobos terrestres ni detalle alguno del cuento de Caperucita Roja. Se me ocurrió que todo fuera una alucinación. Adoraba el cuento de Caperucita Roja y, quizá, la tensión del viaje y la soledad me habían hecho crear una fantasía.
Guiado por esa idea, me coloqué el casco neuronal y me dirigí a Nadine.
—Evalúa el estado de mi mente.
El análisis duró largo rato. No saltó ninguna alarma durante el proceso y Nadine se limitó a indicar que el ser antropomórfico seguía acurrucado en el mismo sitio.
—Análisis finalizado. Tu estado mental es correcto, salvo por el hecho de que has sufrido intrusiones repetidas por parte de una fuente desconocida en las últimas horas. —Nadine calló un instante—. Inicio de la autoevaluación.
Era el protocolo habitual si se detectaban ataques psicológicos o mentales contra la tripulación. Tres minutos después, sonaron las alarmas de nuevo y el corazón se me quiso salir del pecho.
—Me están atacando —dijo Nadine con mucha calma—. Bloqueando las subrutinas de control de la nave. Paso a navegación manual.
Tras dos minutos agónicos, Nadine volvió a hablar.
—Intrusión imposible de superar. Suspensión de Nadine para evitar su control externo.
Y la nave quedó en silencio. Se encendió la iluminación de emergencia y los paneles de la cabina empezaron a mostrar información, algo que no se hacía cuando Nadine estaba activa.
Pasé un día entero encerrado en la cabina. Las cámaras de la nave no registraron el menor movimiento. Comprendí que, por mucho miedo que me diese, tenía que salir. Abrí con cautela la puerta y, al ver el pasillo vacío, la cerré. Mi plan era recoger provisiones en la bodega uno y volver al centro de mando lo antes posible.
Fue imposible. Un par de metros por delante de mí, cayó destrozada una reja de ventilación y la muchacha de la caperuza roja saltó. Era la misma de antes, con la única diferencia de que era mucho más alta. Algo rugió a mis espaldas. Me volví para disparar, pero la joven agarró la ballesta y lobo y muchacha cayeron sobre mí. La mujer me golpeó, el lobo me mordió por todo el cuerpo. De pronto, ambos seres se fundieron y solo quedó el lobo. Luché, grité, di patadas y puñetazos. Aullaba de dolor y de desesperación.
Y todo se volvió negro y silencioso.
Abrí los ojos y me invadió un dolor terrible. No me podía mover y veía borroso. La vista se me aclaró despacio y descubrí que estaba en brazos de un hombre el doble de grande que yo, sentado junto a mi cabina de hibernación. Los ojos del alienígena brillaban de la misma forma que antes, y el cabello, plateado y largo, parecía estar formado de hebras de metal fino.
—Grábate todo lo que voy a decirte —dijo el alienígena por telepatía—, porque de ello depende el futuro de tu especie. Pertenezco a un pueblo mucho más antiguo que la humanidad. Somos seres con dos esencias que, a falta de conceptos más precisos, llamaré masculina y femenina. Podemos reunirlas en un único cuerpo y dejar que predomine la masculina, como hago ahora, o la femenina, o dividirlas en dos cuerpos y darles a esos cuerpos, o al unificado, la forma que deseemos. ¿Entiendes lo que te digo?
Asentí jadeando por el dolor.
—Para reproducirnos, tenemos que causar dolor y pánico en seres de otras especies. Tu miedo y tu lucha desesperada me han fertilizado. También nos comemos a nuestros fertilizadores tras terminar. Mis gobernantes me recomendaron devorarte, pero he preferido perdonarte la vida.
El alienígena se incorporó. Era tan enorme que tenía que agacharse para no tocar el techo. Me dejó con suavidad en la cabina de hibernación y me miró con sus ojos de luz artificial.
—Dominamos las mentes de otros seres y sus máquinas. Tal es nuestra tecnología. Si decidiéramos atacaros, como has comprobado, no tendríais la menor oportunidad. Si quieres una demostración, leí tu mente antes de atacarte y cobré la forma de Caperucita Roja porque leí en tu alma que adoras ese extraño cuento humano. Lo sé todo sobre ti; cualquier intento de resistencia es inútil.
Miré al alienígena con un nudo en la garganta. Quise contarle que todo había sido un error, que no sabíamos que el planeta estaba habitado.
—No te disculpes. Limítate a transmitirle a tu especie lo siguiente: si enviáis más naves a este sistema solar, invadiremos vuestro planeta y el destino de tu especie será fertilizar a los nuestros hasta que acabéis extinguidos. ¿Me has entendido?
Asentí con debilidad. El alienígena cerró la cabina de hibernación y se marchó. Un par de minutos después, sonó una explosión y la puerta de la sala de la cabina de hibernación se cerró. A pesar de mi dolor, casi lloro de felicidad cuando oí de nuevo a Nadine.
—Agujero en el casco. Restaurando la navegación automática y reactivando las subrutinas de inteligencia artificial. Iniciando el proceso de hibernación del pasajero Michael.
Objetivo principal: 6 Narra una historia que suceda en el espacio.
Cuentos y leyendas. Objetivo secundario 1: F Caperucita roja.
Criaturas del camino. Objetivo secundario 2: VIII Alienígenas.
Objeto oculto 1: 7 Una docena
Objeto oculto 2: 12 Placas solares
Cumple con mi objetivo personal: El alienígena, en su forma masculina, perdona la vida del protagonista y, como lo introduce en la cabina de hibernación, se asegura de que vuelva sano y salvo a la tierra. También valdría la actitud de Michael, que ante el fracaso de su misión, decide abandonar el sistema en vez de buscar una forma de seguir adelante aunque dañe a una especie inteligente o cause el fracaso de misiones posteriores.
Además, cumple con: Doble dragón (este es el relato de ciencia-ficción del doble dragón).