#OrigiReto2018 El monstruo del bosque de Borogrisa
Relato para el Reto de escritura de #OrigiReto2018 - Ejercicio 19 - Narra un día cualquiera en la vida de un monstruo.
Bases en:
http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com.es/2017/12/reto-de-escritura-2018-origireto.html
o en
http://plumakatty.blogspot.com.es/2017/12/origireto-creativo-2018-juguemos.html
Son 1036 palabras (he quitado los 5 asteriscos de división de escenas).
Esta es la pegatina para febrero.
Y aquí está el segundo relato
La forma de cuervo era una de mis favoritas. Eran aves lo bastante pequeñas como para volar entre las ramas y posarse en la mayoría, pero lo bastante grandes como para pelear si hacía falta. Aunque no solía ser necesario.
Aquella pareja a la que perseguía era de esas que despreciaba con más fuerza. Jóvenes, sin maldad, muy enamorados, siempre haciéndose carantoñas, diciéndose frases dulces, soñando con su boda, su futuro, sus hijos. Volé por encima de las copas de los árboles y me posé en otra rama, a unos cincuenta metros por delante de ellos. Continuaban paseando de la mano. Iba a disfrutar mucho destruyendo todos sus sueños. Aunque ese era mi trabajo, hacer sufrir, al menos, a una persona por día, no por haberse vuelto una actividad rutinaria lo disfrutaba menos.
Como ya suponía, torcieron a su izquierda, cerca del punto donde estaba, y se dirigieron al lago. Se sentaron en unas piedras, donde la visión del paisaje era espléndida, y se dijeron más frases románticas. Y, por fortuna, las que más me interesaban. La joven, Greta, vivía en una cabaña próxima al bosque y su prometido, Wilfred, iba a acompañarla y volvería a su casa, por un sendero que sabía solitario. Todo era perfecto.
Mientras les seguía, recordé cuánto odiaba aquella tierra, gélida y boscosa, en el límite septentrional del Imperio. Provenía de una región del sur, con mucha más luz y calor, pero mi querida madre tuvo a bien abandonarme y hacer que me llevaran a la otra punta del Imperio. Esa era su idea de querer a una hija. Siempre me he lamentado de no recordarla: me haría muy feliz visitarla y demostrarle mi agradecimiento matándola muy despacio. Y luego, matar a unos cuantos de sus vecinos. Pero ni siquiera sabía en qué pueblo vivía.
Después de unos besitos y unas frases románticas, Wilfred regresó a su casa. Me adelanté, me posé en el suelo y cobré forma humana, pero no aquella con la que había nacido. Me convertí en una mujer muy hermosa, de piel muy blanca, pelo muy negro y ojos azules. Cuando salí de detrás de un árbol, el humano me miró estupefacto. Avancé hacia él desnuda, cubriéndome los pechos y el sexo, y advertí que Wilfred me miraba con interés el resto de la piel.
—Perdóneme, señor. Me caí a un arroyo y tuve que quitarme la ropa. Tengo mucho frío. Ayúdeme.
Como correspondía a un idiota bondadoso, se quitó la capa apestosa que llevaba y me la dio. Aproveché su oferta para cubrirme muy despacio, de manera que Wilfred pudo disfrutar del cuerpo perfecto que lucía en ese instante. Le di las gracias y él me preguntó mi nombre. Como siempre, usé el que mi querida madre me había puesto.
—Soy Alys. Eres muy amable, y muy guapo.
Le abracé los hombros, enseñándole el cuerpo de nuevo, e intenté besarle. Fue muy placentero que rechazara el beso.
—Lo siento, Alys, pero mi corazón pertenece a otra.
¡Cómo estaba disfrutando! Aquella respuesta parecía copiada de cualquiera de las historias románticas que cantaban los juglares o que los ricos leían en sus mansiones.
—¿Te atreves a rechazarme, insecto? —le grité mientras le agarraba de la garganta y le obligaba a retroceder hasta el tronco de un árbol.
La capa de Wilfred cayó al suelo cuando empecé a empujarle. A pesar del viento gélido, no la necesitaba. El joven solo intentó respirar y liberarse la garganta; de todas formas, no le habría servido de nada golpearme. Nunca necesité años de lecciones aburridas impartidas por profesores ignorantes: dominaba la magia de manera innata. Además de cambiar de forma a voluntad, me podía proteger del frío y los golpes sin más que desearlo.
Antes de que perdiera el sentido, lo tiré al suelo y le arranqué la ropa a pedazos. Desoí sus súplicas y le golpeé el rostro hasta le que sangraron los labios. Luego, le violé dos veces. Me excitaba mancillar a gente bondadosa y casta como él. Cuando terminé, se quedó encogido en el suelo, llorando, y no me resistí a patearlo con saña. Me detuve antes de matarlo. Mi plan era que acabaran con él sus propios vecinos: sería más divertido. Fue la única razón por la cual recogí la capa y le cubrí con ella.
Me convertí en una paloma y volé hacia la casa de su amada Greta. Adopté la forma de Wilfred y llamé a la puerta de su prometida. El siguiente paso era violarla a ella también. Fue Greta quien abrió la puerta, sorprendida.
* * * * *
La provincia de Farunq era una de las más aisladas del Imperio. Los regidores de las ciudades tenían libertad para juzgar a los criminales: no era prudente trasladar a un reo a alguna ciudad con tribunales ordinarios en pleno invierno. Y había tantos forajidos en la región que los regidores eran implacables. Les llevó un solo día condenar a Wilfred a muerte.
Había tomado la forma de un jovenzuelo rubio y pecoso. Wilfred estaba en el cadalso y el regidor leía la sentencia. Me tuve que tapar la boca para silenciar mis risas: iban a colgar al muchacho por violar a su querida Greta. Lo más divertido de todo era que no podían creerse que una mujer desnuda le hubiera golpeado y forzado dos veces. La estupidez humana no tenía límites: no le creían, a pesar de la paliza que le había dado, porque a los hombres no se los puede violar. Iban a colgarle por haber mancillado a Greta y, no solo era inocente, sino que de quien habían abusado era de él.
Cuando lo colgaron y dejó de retorcerse, empecé a reírme. Y me descuidé. Percibí la invocación mágica en el último instante. Me desvanecí y aparecí a diez metros, con mi forma humana normal. Perdí unos segundos en transformarme en una loba blanca y le di al mago de combate del pueblo una oportunidad. Su proyectil me hizo un rasguño en una pata y alertó a los soldados. Tres de ellos acudieron en su ayuda y no quise quedarme a luchar.
Me volví y esquivé flechas y hechizos hasta que salí del pueblo y me adentré en el bosque de Borogrisa, mi hogar, donde nadie podía derrotarme.