29 marzo 2019

#OrigiRetlo2019 El feo durmiente

Este es el microrrelato de marzo de 2019 para el OrigiReto 2019. Las normas de este reto se pueden consultar en las bitácoras de las organizadoras:

http://plumakatty.blogspot.com/2018/12/origireto-creativo-edicion-2019.html

o en

http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2018/12/reto-de-escritura-2019-origireto.html

Este relato tiene 1991 palabras según https://www.contarcaracteres.com/ (dos son astericos para separar escenas). Como el título ya desvela qué objetivo cumple, lo digo aquí: es el 12. Crea tu propia versión de un cuento conocido. Los objetos ocultos que incluye son 10. Un instrumento musical y 19. Una botella de ron.

Hay vivencias propias reflejadas en dos de los personajes: la princesa y el que da título al relato. Y he disfrutado mucho escribiendo una historia en que hay dos mujeres muy amigas. Me encantan las historias de amistad, aunque los que me conocéis un poco ya lo sabréis.


EL FEO DURMIENTE


Valeria hizo que Luz, su yegua, se detuviese y contempló con el mismo respeto de otras veces aquel castillo gris herido por gruesos troncos sin hojas del color de la ceniza. Gladys, cabalgando a mujeriegas a Antorcha, la ordenó pararse junto a Luz. Como Valeria vestía pantalones, desmontó con mucha más facilidad que su amiga, que se empeñaba en ir en falda a todas partes por mucho que Valeria insistía. Llevaron a las yeguas a un punto donde estaba el hueco de la poterna que solían usar. Gladys lanzó un hechizo para ocultar a las monturas y el contenido de las alforjas y, después, murmuró frases en una lengua que solo ella recordaba para abrir un hueco en la red de troncos de ceniza que atormentaban al castillo. Su amiga jadeaba cuando consiguió vencer a la maldición de la fortaleza una vez más.

—¿Queréis descansar?

—No os preocupéis, alteza —respondió Gladys con dificultad—. Id primero y atenta.

Valeria entró con la mano en la empuñadura del sable. Ya se habían aventurado seis veces en el castillo y solo habían encontrado recuerdos maravillosos de otras épocas y de una persona en particular. La poterna daba a un patio maltratado por los años, en cuyo centro había una fuente de agua ponzoñosa. Cruzaron el patio desierto y Valeria recordó tantas veces como Gladys le había dicho que la barrera de troncos la creó un hechizo para proteger al castillo de la maldición que salió mal y acabó destruyéndolo.

Entraron en un antiguo salón del palacio que protegían las murallas, lleno de polvo y cascotes, iluminado por el sol que entraba a través de ventanales privados de cristal. Valeria soñó con que visitaba aquel lugar cuando su rey legítimo aún lo gobernaba. Imaginó ricos tapices, cuadros, lámparas y adornos. Vio caballeros y damas. Y se imaginó al noble que había escrito aquellos poemas y cuentos tendiéndole una mano, muy alto, tan rubio como ella y con sus mismos ojos azules. Tan guapo que costaba trabajo dejar de mirarlo. Sin saberlo, Gladys, con su melena negra y su vestido marrón claro, interrumpió sus sueños.

—Supongo, alteza, que querréis subir.

—Quiero hacerlo —dijo con una sonrisa pícara que su amiga interpretó bien.

—Valeria, vamos…

—¡La última en llegar hará la cena!

Valeria corrió escaleras arriba, mientras oía a su amiga intentar no rezagarse. No era solo que Gladys no se ejercitara tanto como ella: los pantalones eran más prácticos para montar o correr. La princesa subió hasta la tercera planta, la última que les quedaba por explorar, y esperó a Gladys. Cuando su amiga llegó, jadeando de nuevo, Valeria la esperaba con fingida impaciencia.

Exploraron todas las habitaciones. La primera era una enorme biblioteca. Valeria, ilusionada, registró el bello escritorio de madera oscura y encontró otro tesoro. Se sentó en la única silla, abrió un libro y pasó un rato leyendo cuentos y poemas manuscritos firmados por G. Hefesto. La emocionaron tanto que no pudo reprimir el impulso de cerrar el libro y apretarlo contra el pecho. Estaba enamorada de aquel hombre, cuyos escritos la conmovían. De hecho, si habían visitado tantas veces aquel castillo encantado era para saber más de él. Le dolía pensar que G. Hefesto llevaría años muerto.

—Ya veo que habéis encontrado algo, alteza. Yo hallé esto. ¿Queréis un poco? —dijo Gladys, tendiéndole una botella de ron—. ¿No? Pues está bueno.

Valeria se levantó, con el libro en la mano, y sonrió al ver a Gladys darle un sorbo largo a la botella y oírle un jadeo de satisfacción. Siguieron explorando y la princesa se encontró un nuevo tesoro. Había una caja con una inscripción, un regalo para G. Hefesto. Contenía una flauta travesera preciosa. Pensar en los dedos de aquel hombre acariciar la flauta e imaginarse la música que sería capaz de interpretar, la hicieron desear aún más poder conocerle. Cuando entraron en la última habitación, Valeria abrió mucho los ojos. Había una especie de sarcófago cubierto por una tela. Iba a avanzar, pero Gladys la sujetó de un brazo.

—Esperad, alteza. Hay un poder maligno muy fuerte concentrado aquí.

Su amiga avanzó unos pasos y examinó el aposento sin mover más que la cabeza.

—Qué pena tener que desperdiciar un ron así —dijo Gladys e indicó a Valeria que se colocara frente a ella, a un par de metros.

Cuando lo hizo, usó el ron para describir un círculo a su alrededor, dejó la botella fuera e hizo que brotara una chispa de entre los dedos, con la que incendió el círculo de ron. Valeria conocía el ritual, pero no dejó de inquietarle la forma en que Gladys adoptó la personalidad de quien había lanzado el hechizo maligno, después de haber recitado el suyo.

—Nadie invitó a este bautizo a la bruja más poderosa del reino —dijo con una voz ronca y una expresión maligna impropias de Gladys—. Y por eso maldigo a tu primogénito. Cuando cumpla veinte años, caerá en un sueño infinito del que solo podrá sacarlo un beso de amor verdadero.

Valeria no entendió la risa enloquecida de Gladys. Luego, su amiga cerró los ojos y pareció meditar un rato. Y se alegró de ver que salía del círculo, casi apagado, y volvía a ser la de siempre.

—No hay peligro, pero esto no os va a gustar, alteza. G. Hefesto está ahí dentro, esperando un beso de amor.

—Pero eso es maravilloso.

Gladys negó en silencio y Valeria, entusiasmada porque ella podía liberarlo, no le prestó atención y quitó la tela. Y comprendió al instante la actitud de su amiga. La decepción fue tan intensa que le dolió. Aquel hombre era joven, y rubio, pero estaba muy gordo y, sobre todo, era horripilante. No se podía creer que la persona que la emocionaba con cada uno de sus versos tuviera aquel aspecto. Era tan guapo en sus sueños… 

—La bruja que lo hechizó, alteza, se reía diciendo que nadie podría amar a un hombre tan feo.

—Pero yo… 

—Entonces, besadlo y salid de dudas.

Con cuidado, retiraron la cubierta de cristal del sarcófago y, con cierto esfuerzo, Valeria aproximó los labios a los del hombre y lo besó. Separó la cabeza medio metro y, cuando ya creía que no iba a pasar nada, el hombre abrió los ojos, parpadeó y la miró estupefacto.

—¿Quién sois? —le dijo.

Valeria le consentía el vos a Gladys porque era su mejor amiga, pero de un desconocido era una falta de respeto grave.

—Soy Valeria, y soy una princesa.

—¿En qué año estamos? —respondió el hombre.

—En 1623, señor —intervino Gladys.

—Entonces mis padres han muerto —dijo tras un suspiro—. Eso me convertiría en rey de Cheru, pero no celebramos mi entronización, así que supongo que sigo siendo príncipe. Por tanto, tengo derecho a tratar a vuestra alteza de vos.

El hombre la miraba con intensidad, de una forma a la que Valeria, a quien consideraban una de las mujeres más bellas de su reino, estaba demasiado acostumbrada. No podía creérselo, pero la magia nunca se equivocaba: Gladys se lo había repetido cientos de veces. El único problema habría sido que él no hubiera pertenecido a la realeza. Aquel hombre tan feo era el amor de su vida.

—Os ruego que os levantéis —dijo Valeria—. Os llevaremos a mi reino y os alojaréis en mi palacio mientras preparamos los detalles de nuestra boda.

*

Valeria esperaba a Ginés, su horrendo prometido, en un banco de los jardines de palacio, cerca de una hermosa fuente adornada con estatuas de dragones. Llevaba uno de sus vestidos más corrientes porque no deseaba que su prometido se ilusionara. Se sentía muy desgraciada. Seguía disfrutando de la sensibilidad de la pluma de Ginés, y oírle tocar la flauta que habían rescatado de su antiguo castillo la hacía emocionarse. Pero la idea de pasar el resto de su vida con un hombre así la aterraba. La magia decía que tenía que ser feliz, pero no lo era. Ginés llegó y se sentó junto a ella. Hablaron un rato de banalidades y Valeria luchó por mostrarse alegre, sin demasiado éxito.

—Tengo que haceros una pregunta, mi amada princesa. —Valeria lo miró y él se perdió un instante en sus ojos—. ¿De verdad queréis casaros conmigo?

—Mi amor por vos rompió una maldición poderosa.

—No os he preguntado eso. ¿Queréis casaros conmigo?

Valeria, confusa, solo pudo quedarse callada.

—Lo sospechaba. Y lo entiendo. —Ginés suspiró—. Sé poco sobre el amor, pero mucho sobre el desamor. Rompisteis la maldición porque amabais la imagen que habíais creado de mí gracias a mis poemas y mis cuentos. Cuando me visteis en persona, esa imagen se desmoronó. El amor no muere de golpe, por eso, el día en que me liberasteis aún me amabais. Ahora queda muy poco de ese afecto.

—Pero… yo… no es justo. Di mi palabra.

—Si nos casamos porque os sentís obligada, nos condenaremos a vivir en una prisión. Ya veis como soy. Gladys me ha contado vuestras aventuras. El día que os conocí ibais con pantalones porque os gusta correr y galopar. En cambio, si doy un paseo de media hora, acabo agotado. Nunca podré seguiros. Por supuesto, no tendría que acompañaros siempre, pero si no lo hiciera nunca, acabaríais sintiéndoos culpable, viajaríais cada vez menos por no dejarme solo. Os haría muy desgraciada. Somos demasiado diferentes, vuestra alteza.

Valeria se quedó callada. Quería decirle que estaba en lo cierto, pero se sentía incapaz de partirle el corazón.

—Iremos a ver a vuestros padres —dijo Ginés—. Les comunicaréis que habéis decidido cancelar el compromiso y yo lo aceptaré. Prefiero que sea así: si dijéramos la verdad, os humillaría y todo el mundo pensaría que soy el hombre más estúpido del mundo. Aunque eso quizá sea verdad.

—No lo es, alteza.

—Gracias. —Ginés suspiró—. Veréis qué contentos se pondrán vuestros padres.

Su prometido se puso en pie y le ofreció un brazo.

—Un último favor, vuestra alteza. Demos un último paseo.

*

Valeria miraba a través del ventanal de su alcoba. Contemplaba las mejores vistas de todo el castillo. La decepción por el amor que había sentido por G. Hefesto, o Ginés, se le iba borrando cada vez más rápido.

Habían pasado dos semanas desde que Ginés se fue. Resultó tener razón en todo. Cuando anunció delante de sus padres que Valeria lo había rechazado, toda la experiencia en protocolo de los reyes fue capaz de impedir que se notara el alivio que sentían. Al menos, a cambio de cederles el gobierno de Cheru, obtuvo una renta vitalicia. Era muy injusto que todo el mundo lo rechazara por ser tan feo, pero no podía casarse con él solo por compasión. El mismo Ginés se lo había dicho. Y también era cierto que no quería un esposo que la siguiera a todos lados, pero sí uno que pudiera acompañarla a ella y a Gladys alguna vez.

Su amiga llamó a la puerta y entró tras recibir permiso. Se apoyó a su lado, en el ventanal, y disfrutó del paisaje. Como casi siempre desde la marcha de Ginés le preguntó que cómo se sentía e intercambiaron banalidades.

—He estado hablando con la condesa de Honboseri —dijo Gladys.

—¡Ah! ¿Sí? —respondió Valeria, con voz afectada y alzando la barbilla, lo que hizo reír a Gladys.

—Me ha dicho que en la capital de la provincia hay una taberna donde sirven un vino especiado único en el reino.

—Y habéis pensado en…

—Son cinco días a caballo, alteza, pero si atravesamos el bosque de Ynnse y cruzamos el puerto de montaña del Sante, serían solo tres. Dicen que en el bosque de Ynnse viven nyxes y que hay muchos diablillos, pero tengo amuletos de protección para eso, y no tenemos por qué acercarnos al río.

—¿Queréis cruzar un bosque encantado y atravesar un desfiladero traicionero solo para tomar una copa de vino?

—Yo había pensado en tres o cuatro jarras, alteza. Son tres días de viaje. 

Valeria sonrió.

—¿Podríamos salir mañana? —preguntó la princesa.

8 comentarios:

Stiby dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Stiby dijo...

Muy buenas. Ya estoy por aquí.

La verdad es que lo que más me ha gustado del relato es la amistad de las dos chicas. Es bastante espontánea y eso me gusta en los relatos, que no sea nada falso o prefabricado.

También me ha gustado la sinceridad del príncipe al darse cuenta de que ella no quería pasar el resto de la vida con él. Lo que menos me ha gustado es que se nota cierta superficialidad. Como si la princesa no mirase nada más que el físico del príncipe. Más aún cuando él tiene muchas cosas buenas que antaño le han gustado como sus poemas, y demás. Pero es cierto, y esto lo hablaba con una amiga ayer, que si no compartes ninguna afición con tu pareja al final la relación está condenada al fracaso.

De todo el rato se saca una cosa y es que por muchas promesas que hagamos, al final tenemos también que hacer aquello que nos hace felices. Aunque eso implique romper algunas promesas. Así que me quedo con esta parte de relato que me ha gustado mucho.

Enhorabuena, espero que puedas presentar también el micro y la pegatina durante este finde.

Abrazo!

Juan dijo...

Buenas noches

Gracias por haber leído y comentado y me alegro de que, en general, te haya gustado.

La parte que más me ha gustado a mí también es la amistad entre Valeria y Gladys. Me encanta leer o escribir historias donde la amistad desempeña un papel fundamental. Y cuando la amistad es entre mujeres, mucho más, porque es más difícil de ver, sobre todo en fantasía. Tuve que reprimirme mucho porque, en la versión original que tenía en la cabeza, describía mucho más profundamente la amistad que había entre las dos: bromean mucho, se ríen mucho cuando están juntas, disfrutan de su compañía mutua...

Otra idea que expreso es esa que dices: una pareja no tiene por qué estar todo el día junta, pero deberían compartir alguna afición, aunque sea simplemente irse de cervezas.

De todos modos, hay un tema que no comentas y que es central en este relato: la crítica a las relaciones tóxicas. Pienso que el amor no debería ser una prisión. Por eso Ginés actúa de esa forma. Este relato hubiera necesitado potenciar lo que siente el príncipe, pero en 2000 palabras no cabía eso porque el punto de vista es el de Valeria. Tuve que recurrir a cosas muy sutiles. La última frase de Ginés: "Un último favor, vuestra alteza. Demos un último paseo." lo explica: Ginés amaba a Valeria y por eso se marcha. El príncipe podría haberse callado: Valeria se habría casado con él a disgusto. La tenía "atrapada" y la dejó ir porque el amor verdadero no es egoísta.

En la versión larga que tengo en la cabeza, Ginés comentaba una anécdota de las aventuras de Valeria y Gladys y, poco después, antes de disolver el compromiso, le confesaba que cuando la vio por primera vez, lo deslumbró su belleza, pero no la amó: estaba muy acostumbrado a no fijarse en mujeres atractivas. Pero cuando Gladys le fue contando como era ella, las aventuras que corrían, las cosas que habían visto, se enamoró de ella.

Que Valeria lo rechace por ser feo no es superficialidad. Sobre todo porque no era la única, como se demuestra cuando los padres de Valeria sienten un gran alivio cuando se rompe el compromiso. Eso está basado en una experiencia personal. Hace muchos años conocí a una chica en una web. Nos dimos los correos y estuvimos algún tiempo charlando por el difunto Messenger. Yo le caía muy bien, le contaba muchas cosas, me contaba muchas cosas, pero no había visto mi foto. Me insistió varias veces hasta que se la envié. Tras aquello, no volvimos a coincidir. Yo creo que me bloqueó, porque nunca más estuvo disponible para un chat. Evidentemente, le gustó la imagen idealizada que se hizo de mí, y cuando vio que no era agraciado y estaba muy gordo (a ella le gustaba el deporte) se sintió decepcionada y cortó. Nunca consideré que esa chica fuera superficial, como tampoco lo es Valeria. Pero un elemento que, en una relación amorosa, tiene importancia es el aspecto. Normalmente, una persona enamorada ve a su pareja como al ser más sexy y guapo de la ciudad, pero esa subjetividad a la hora de juzgar a tu pareja tiene un límite. No te enamoras de alguien que te repele físicamente. Puedes enamorarte de alguien "feo", pero no de alguien "horripilante". Es algo incómodo de relatar, pero es la pura verdad. Yo lo he visto y vivido muchas veces.

También he vivido lo contrario, y eso lo plasmo, con cambios, en Valeria. A mí me pasó lo que a la princesa, me enamoré de la imagen que me había creado de una chica. Era mona, pero pensé que tenía una personalidad muy interesante y, entonces, dejé de ser objetivo y para mí era una chica de belleza excepcional. Descubrí que era una estúpida y se rompió toda la magia. Y, curiosamente, ya no me parece tan atractiva. Lo que desilusiona a Valeria es la fealdad de Ginés, pero viene a ser lo mismo: crearte una imagen de alguien y que la realidad sea muy distinta.

Este es uno de los relatos más personales que he publicado en los dos origiretos.

Mañana estará el micro. Un saludo.

Juan.

La Estación De Los Libros dijo...

Ufff no se por donde partir, así que partiré primero por comentar sobre tu relato y decirte que concuerdo con lo dicho anteriormente por Stiby, me ha encantado como describes la amistad entre las chicas. Pero con la temática de la superficialidad, concuerdo con ambos, con lo que señalas tu y Stiby. Por que aunque tu no lo logras ver como un tema superficial, lo es, ya que fijarse solo en la cascara externa de una persona, habla de superficial y si analizamos es bastante triste darse cuenta que en realidad funciona así, ya que, efectivamente la gente no mira tu alma o tu forma de ser, sino que efectivamente ve tu cáscara, frágil por que se puede romper con facilidad, y no ven mas en lo interno a las personas.
Es un tema que da para largo, pero estamos para hablar del relato y a mi en lo personal me ha encantado!!!
Muchos saludos

KATTY COOL dijo...

Juan, genial relato, muy completo, muy redondito, me encanta el personaje de la princesa y la amistad que tiene con Gladis, que no se si entendí bien, pero parece que es una especie de guardiana o protectora? Lo que no comprendo tanto es, qué necesidad había de que Hefesto, visto como suelen funcionar los cuentos, fuera rechazado por la princesa, o que él le preguntara si realmente quería casarse. Eso me hace pensar varias cosas, o bien que la princesa es una mocosa incapaz de decir lo que siente y que necesita de la pregunta del príncipe para soltarlo como una niña llorosa, que la verdad no encaja para nada con el personaje hasta el momento, visto que cuando llegan al lugar la princesa hasta corre a darle un beso y no parece importarle en absoluto su aspecto, o que por alguna razón tiene la necesidad por complejo, o lo que rayos sea xD, de ser rechazado por sentirse feo... Veo unos giros raros en la historia, a pesar de que me ha gustado mucho en general. Siendo sincera creo que la actitud y comportamiento del príncipe son erráticos y las escenas en las que aparece no son lógicas y más bien confusas y creo que se entendería mucho mejor o sería mucho más cuento si decidieran ir directamente a por esa bebida a medio camino xD Pero bueno, esta soy yo divagando sobre la historia, Juan, porque da pie a imaginar cosas ^^. Tú forma de escribir es estupenda y tu vocabulario y expresión muy cuidada, enhorabuena por ese arte que tienes xP
Animo con abril a ver si tienes más tiempito ;3

.KATTY.

Juan dijo...

Buenos días, Daniela

Me alegro mucho de que te gustara y de que te hayas animado a comentar. En efecto, todos coincidimos en que lo que más nos gusta del relato es la amistad entre Valeria y Gladys. Creo que ya he comentado que me encanta escribir historias donde la amistad es importante y, en particular, si es entre mujeres un poco más porque eso suele estar ausente en fantasía. Ese era uno de los temas del relato.

El otro, aparte de darle la vuelta al cuento, era ese, reflexionar sobre la superficialidad. La conclusión incómoda es que el aspecto físico importa y mucho. Por mucho que la gente afirme que lo importante es el interior, eso no se cumple, porque la visión que tenemos de una persona está unida inseparablemente a lo físico. Evidentemente, un cómico no necesita ser muy guapo para hacer reír. Pero por muy bien que sepa hacer reír, si es feo no lo tendrá fácil para gustar a la gente en el sentido romántico o sexual. Y eso será así incluso para las mujeres que afirman que lo más atractivo que encuentran en un hombre es que sepa hacerlas reír. Pero, claro, cuando una mujer dice eso tiene en la mente a un hombre que lo atraiga físicamente, aunque sea un poco, no a un tipo realmente feo.

El tema es muy viejo y ya lo trató de forma magistral Benito Pérez Galdós en Marianela.

Yo no soy muy agraciado, y llevo experimentando esto toda la vida. Un ejemplo. Me gusta mucho el baile y aunque ahora lo hago menos, salgo a bailar por ahí. Hay cientos de mujeres, que no están en academias de baile, que se lamentan de que haya tan pocos hombres que sepan bailar, de que nadie las invite a bailar. Omiten un detalle: se lamantan de que haya tan pocos hombres guapos que sepan bailar. Ese es el matiz. Cuando yo las invito, todas me dicen que no. Excepto si estoy en un local donde acudan mujeres que están en academias de baile. En un local de ese tipo, ninguna mujer me niega un baile, porque van allí a bailar, no a que las seduzcan. Yo soy la misma persona en un local de baile y en uno "normal", pero en los segundos me rechazan por feo. Soy válido para bailar, no para que nadie se enamore de mí.

¿Superficialidad? No sé qué decirte. Es duro decirlo en estos tiempos, pero siempre ha habido guapos y feos y siempre los habrá. ¿Triste? Posiblemente sí, pero a nadie se le puede criticar ni ridiculizar porque hay personas con las que no desean tener una relación ni enamorarse. Ese es el conflicto que se le presenta a Valeria en este relato: Ginés es alguien a quien ella admira por su forma de escribir y por los sentimientos que es capaz de insipirar en ella, pero no se siente capaz de pasar el resto de su vida con alguien por que el no siente ninguna atracción física. Eso es así, y Valeria no es tonta ni superficial por ello.

Un saludo.

Juan.

Érica Fortuny dijo...

Muy buenas,
he de decir que me ha gustado mucho la historia, aquí has ganado una lectora. Trataré de pasarme en el futuro aunque por ahora no dispongo del tiempo que quisiera.
Me ha gustado como has tocado el tema del amor que se idealiza y engrandece desde la distancia, del amor platónico. Queda un poco superficial porque solo encuentra la pega de que sea feo, pero este tipo de caricaturización es muy típica de los cuentos, el exagerar un solo rasgo o motivo, así que lo veo muy apropiado.
Me gustaría enlazar el micro de este mes a este relato o al menos intentarlo. Si al final no lo enlazo porque se me dificulta encajarlo con el objetivo y objetos será una pena.
Espero seguir leyendo historias como estas en el futuro.

Rocío Casas dijo...

¡Buenas! Ante todo, lo felicito porque es un original relato que toma como referencia el cuento clásico de "La bella durmiente".
Ahora bien, quisiera mencionar tres cosas puntuales. Una, que la belleza física puede llegar a ser subjetiva o pasar a un segundo plano porque él o ella tiene temas de conversación,buen sentido del humor, es carismática, etc. Y esto lo digo por experiencia.
Dos, quizás al comienzo Valeria proyecta ser una persona vacía y superficial, pero creo que es auténtica y romántica. Está claro que se "enamoró" de una imagen, idealizo al príncipe Ginés porque sus escritos la hacían suspirar y en consecuencia, él debía ser muy atractivo, lo cual no resultó ser así
Tres, la belleza física es un reino muy corto como dicen y lo que trasciende en el tiempo son los buenos sentimientos, tener cosas en común y un amor sincero. Saludos.