26 agosto 2009

Primera etapa: Málaga, Sepúlveda y Valladolid.

El viaje dio comienzo oficialmente el día 2 de agosto a las 7:00 de la mañana, si bien, para mí, empezó antes. Como soy bastante tonto, ese día me acosté a las 5:00 dejando todo listo para irme con tranquilidad, acabando de arreglar las maletas... Además, tengo que reconocerlo, estaba bastante emocionado... mi primer viaje de más de tres días desde 1997... Así que poco iba a dormir de todas formas. Como decía, me tuve que despertar a las 5:30, preparar lo poco que nos quedaba, y dejar el coche en Málaga para reunirnos con el resto de la expedición.

De la primera etapa no recuerdo apenas nada, porque estaba dormido (je, je, je), pero es territorio conocido. Fuimos por Despeñaperros, lo que implica ir hasta Granada, seguir por Jaén y tomar la autovía de Despeñaperros. Allí, paramos a desayunar en un restaurante que hay en una curva de la autovía donde tuve la ocurrencia de pedir una tostada entera. No comprendí por qué M. y V. me miraron con ojos desorbitados hasta que vi el tamaño de la tostada... No cabía en el plato. De todos modos, cayó entera, que como dicen los gallegos: "Hai que comer" (no es una falta de ortografía, "é galego"). Aparte de que el aceite de Jaén le sienta muy bien a cualquier cosa sobre la que lo eches.

Después de ver el letrero que indicaba que ya estábamos en Castilla La Mancha, me volví a dormir. También conozco el paisaje de Castilla La Mancha, una llanura inmensa, una estepa ilimitada. Debíamos de estar a la altura de Toledo cuando me desperté definitivamente. El paisaje castellano es interesante para los que vivimos en la montañosa Málaga (me ha quedado bien el epíteto... repetiré el invento). Hay un aprovechamiento general de la energía que proviene directamente del sol: paneles solares, molinos de alta tecnología, y los molinos que atacó don Quijote, allá en el siglo XVII. Y, también, cultivos.

Llegados a Madrid, comenzó lo que sería una constante el resto del viaje. Antes de los GPS, los viajes eran más románticos. Debías orientarte memorizando nombres de carreteras y fiándote de los letreros. Requería ciertas habilidades que, probablemente, se acabarán perdiendo cuando los GPS sean perfectos y vayan de serie en todos los vehículos. V., la conductora, quería tomar la segunda red de circunvalación de Madrid, pero el GPS se empeñaba en llevarnos por la M-30 y cedimos. Como resulta que el Plan E y sus obras han invadido toda España (hasta en los lagos de Covadonga estaba el plan E... los fabricantes de carteles se habrán hecho de oro), el GPS quiso guiarnos por calles cortadas por obras. Pero, además, cuando recalculaba la ruta, avanzábamos por túneles en los que se perdía la señal... Así que íbamos a ciegas. Yo creo que habríamos acabado antes si hubiéramos desoído al GPS.

De alguna manera, llegamos a la autovía de Burgos, y vi un espectáculo parecido al que observé la primera vez que crucé en coche las sierras que limitan Madrid por el norte: una subida y luego, una bajada pronunciada justo donde se acaban las montañas, para dejar a la vista una meseta inmensa, que de tan plana parece un mar. A mitad de la bajada, estaba el letrero que anunciaba que entrábamos en la provincia de Segovia. Antes habíamos repostado en una estación de servicio desde la que se veía un paisaje impresionante, y vimos un pueblo que tenía una iglesia que destacaba. La carretera que nos llevaba a Sepúlveda era muy bonita. De dos carriles, muy estrecha y rodeada de campos y árboles. Y la propia Sepúlveda...


Sepúlveda es un pueblo bastante antiguo, que conserva cierto aire medieval, como muchos lugares de León, Cantabria y Cataluña. Nuestro interés por visitar Sepúlveda era culinario. Dicen que es el pueblo de Castilla donde se come el mejor cordero y, bueno, lo comprobamos. Lo preparan de una forma excelente. Después, hicimos una visita breve, por una de sus calles más típicas, como la de la foto, llegamos a la Plaza de España, que es bastante amplia, rodeada de edificios con soportales, que la hacen más antigua. Al final, estuvimos viendo un museo donde se hablaba de la flora y fauna de la comarca. El museo era una iglesia restaurada, de raíces mozárabes, y la mitad del mismo estaba destinado a narrar la historia del templo y de la propia Sepúlveda.

Una vez terminado el paseo, avanzamos por carreteras pequeñas, que permitían ver el paisaje plano y precioso de Castilla, los muchos sembrados de girasoles, algún pueblo a lo lejos... Entramos en la autovía y llegamos a Valladolid sin más novedades. Me sorprendió de Valladolid su tamaño, acostubrado a lo diminuto de las capitales castellanas. Y también, que era una ciudad muy bonita.

Corto la narración por hoy, y me quedo en el momento en que me tumbé en la cama de la habitación del hotel, que también era muy bonito, a eso de las 19:00 del día 2 de agosto. Para el próximo día, la salida nocturna por Valladolid.

2 comentarios:

Lillu dijo...

Buen comienzo :) Y sí, en gallego no existe la Y, para los que no se fíen; certifico que "hai que comer" está perfectamente dicho :D

saluditos

Juan dijo...

Hola

Gracias por la certificación lingüística :-). En este viaje no oí hablar en gallego, pero sí me llevé la sorpresa de que el asturiano tiene una sonoridad parecida a la del gallego, aunque escritos y en gramática no se parezcan tanto. Hay un dicho asturiano, que dice: "Con fabes y sidrina non fai falta gasolina". Más parecido de lo que yo pensaba. Por cierto, ese dicho nos lo aprendimos cuando nuestro nivel de alcohol en sangre era bastante elevado... Ya seguiré contando.

Un saludo.

Juan