31 diciembre 2011

Feliz 2012

Pues creo que por primera vez en mucho tiempo, voy a despedir en año en mi bitácora. Desde hace varios años, el final de año no ha supuesto la fecha límite para acabar proyectos muy trabajosos, y no tengo que dedicarme ya a mi tesis, así que he arañado unos minutos para escribir algo.

Por supuesto, Feliz Año Nuevo a todos los que me leen en esta bitácora. Y voy a listar una serie de deseos que tengo para el año próximo:


  • Espero que el 2012 no sea económicamente tan sumamente malo como no dejan de repetirnos.

  • Espero que quien no tenga trabajo, lo encuentre el año que viene.

  • A todos los visitantes que aman la escritura y aún no han publicado, que publiquen en 2012.

  • A los que ya han publicado, que lo sigan haciendo y que vendan muchos, pero muchos ejemplares.

  • A los cuentacuentos, que no dejen de regalarnos sus historias cada lunes.

  • A El Señor de las Historias y a Eolande, que sigan publicando una nueva frase cada martes.

  • A los que estudian, suerte en sus carreras.

  • A los proyectos de doctores, o doctorandos, que lean sus tesis.

  • A mis compañeros de los bailes de salón, a todos todos, que bailemos mucho más durante 2012.

  • En particular, para mí, que aprenda de una vez a bailar bachata bien y que avance algo más rápido en la salsa en línea.

  • Para los compañeros de empresas de Economía Social, o bien, para tantas Pymes como hay por ahí afanándose por no desfallecer, muchos ánimos.

  • A alguien, que los cambios que ha tenido en su trabajo sean para mejor. Seguro que sí, que, a veces, mejor solo que mal acompañado.

  • Y a todos aquellos a los que haya olvidado, mis mejores deseos.

Y en general, que lo paséis todos bien esta noche.


Abrazos y besos (a repartir según corresponda).

30 diciembre 2011

Mis experiencias con la tienda de Kindle en España.

Hará unos días hice un par de compras de libros electrónicos, en formato Kindle, en la tienda de amazon de España. Y como tengo un rato ahora, mientras espero a una visita, voy a contaros mis experiencias.

Lo primero a destacar es que no tengo el aparato ese tan mono que vale 99 euros, porque me regalaron hace unos años ya un lector y estoy viendo si puedo convertir los libros que me interesen a formato ePub para poder leerlos en mi lector. En todo caso, los libros que se compran en Kindle se pueden visualizar, con muy buena calidad, en una aplicación para Windows que se puede uno descargar de forma gratuita. También hay equivalentes para el iPad, el iPhone, Mac (si no recuerdo mal) y quizá se me escape algún dispositivo.

Reconozco que apenas compro por Internet. Me inicié en ello por cuestiones de la empresa, ya que teníamos un proveedor de alojamiento que, al principio, sólo aceptaba ese medio de pago. También, para ciertas cosas, como la renovación de un antivirus, el pago por tarjeta supone mejores precios que otros sistemas. Uso una tarjeta virtual recargable, que me gusta porque para comprar algo hay que recargarla con saldo (como los teléfonos móviles) y si te falta dinero, la operación no se puede realizar.

Lo que tengo que reconocer es que comprar en la tienda de kindle es rápido, sencillo y cómodo. Me ha dejado bastante sorprendido, ya que estoy acostumbrado a tener que pasar por un proceso largo, ventanas que se quedan pensando minutos... Era cierto que ya tenía abierta una cuenta en amazon, por el experimento de publicación que hice allí, pero no había comprado aún nada. Aún así, funciona con tanta agilidad como trabajar con iTunes. El único "peligro" es que al ser tan fácil comprar, pues puedes acabar comprando más, aunque eso no me ha pasado aún.

Por cierto, los libros que he comprado allí han sido:


  • El Manuscrito 1. Se trata de un libro de Blanca Miosi, que se está vendiendo muy bien en versión Kindle. Ya conozco a esta escritora de otras obras, así que pienso que este libro me va a gustar seguro.

  • El enigma de los vencidos. Es un libro de Armando Rodera, que también está en la lista de los más vendidos. Será la primera obra suya que lea. Ya iré contando.

Tengo que reconocer que a ambos autores les seguía la pista con motivo de la llegada de Amazon a España, de ahí que haya empezado por estos libros.


También me ha dado a mí por subir algo escrito por mí a Kindle, concretamente, esta cosilla. Lo que me ha sorprendido es la velocidad con que el catálogo de amazon.com (que fue donde lo "publiqué" originalmente) se ha traspasado al resto de tiendas europeas. Doy fe de que yo no he participado en nada; todo lo ha hecho Amazon sin que yo me enterase.


Sobre mis experiencias publicando, hablaré en otro momento.

29 diciembre 2011

Mundo de cenizas. Descripción de los personajes e inciso

Voy a publicar hoy un texto que escribí hace meses para esta novelita por entregas que voy publicando en la bitácora. Trata de dos temas fundamentales.

La primera trata sobre los personajes de la historia. No tengo la suerte saber escribir y dibujar, como le pasa a Luisa, y a falta de un ilustrador que les ponga cara a los personajes, lo que hice fue describirlos con palabras. Son aputes tanto físicos como, en cierta medida, de personalidad. En este inciso os voy a poner la descripción de los personajes, por orden de aparición:

Juan

Tiene 20 años recién cumplidos. Mide 1,74 y podríamos considerar que es apuesto, aunque no llegue a la condición de galán. Simplemente, tiene un cuerpo atlético y bien proporcionado, modelado por las sesiones de entrenamiento propias de la profesión que le ha elegido, y un rostro que resulta atractivo. Su cabello, que lleva corto, es castaño oscuro y tiene los ojos marrones. No luce barba ni bigote y, salvo que no tenga tiempo para acicalarse, suele ir muy bien afeitado. Tiene un tono de piel mediterráneo; la piel blanca aunque no tanto como la de un nórdico.

A destacar que controla bastante bien su fuerza, y aunque tiene la suficiente para ser firme, suele ser muy cuidadoso. Por ejemplo, si tiene que agarrar a alguien de un brazo, lo hace sin apretar, y no da tirones bruscos.

Raquel

Es una chica de 19 años. Mide 1,68, lo que la hace ser de las más altas de su grupo de amigas. Tiene un rostro bastante normal tirando a poco atractivo, aunque goza de una figura espléndida. Es elegante, muy bien proporcionada, como Juan, y tiene unas piernas muy bonitas, aunque no deja que nadie se las vea porque es muy tímida y algo recatada. Como ya he comentado, está muy bien equilibrada: no tiene ni demasiado ni demasiado poco pecho, tiene la curva justa en las caderas para resultar atractiva…

Tiene unos ojos castaños claros que llaman la atención cuando se habla con ella, pero lo que más destaca es su cabello. Luce una melena larga y ondulada, de color castaño oscuro, que se deja crecer hasta unos diez centímetros bajo los hombros y que cuida con mucho esmero. Es muy raro verla con el pelo revuelto. Se ruboriza con mucha facilidad. Por último, tiene el mismo tono de piel que Juan.

Christine

Es una muchacha de 19 años de aspecto nórdico. Su piel es muy blanca y si luce el sol con fuerza, se quema con facilidad. Tiene el cabello de color rubio dorado y liso, pero no lo lleva demasiado largo, apenas hasta la mitad del cuello, para que no le estorbe al atender a enfermos o luchar con la espada.

Mide 1,79, lo que la hace más alta que la mayoría de los hombres de su entorno. No obstante, no es una chica muy agraciada. Es muy delgada por constitución y bastante huesuda, lo que no quita que sea fuerte para tratarse de una mujer. Tiene un rostro de rasgos angulosos y muy marcados, poco atractivos. La excepción son sus ojos, de mirada serena y de color azul oscuro, que son muy bonitos.

Es un tanto desgarbada; se mueve sin mucha gracia, si bien, a la hora de combatir sus movimientos poseen bastante seguridad y, sobre todo, velocidad. Es buena corredora y goza de una resistencia física elevada, en parte por constitución y en parte por su autodisciplina y su capacidad de aguantar el dolor o el cansancio, pero sólo es buena corriendo en llano, no tanto a campo traviesa.

Adriana

Es bastante joven, ya que tiene 17 años, a punto de cumplir los 18. No levanta demasiado del suelo, puesto que mide 1,58. Sin embargo, es una mujer extraordinariamente atractiva, no sólo por su cuerpo sino por sus gestos y su actitud. Es de ese tipo de mujeres que cuando habla con alguien sabe inclinar la cabeza con gracia, de las que toda la ropa que se ponen les queda bien, de esas chicas a las que el cabello les cae siempre sobre los hombros de la forma más atractiva posible…

Tiene el pelo largo, muy negro, y se lo deja crecer hasta la mitad del pecho. Su cabello posee una ondulación natural suave, aunque se va rizando más hacia las puntas. Tiene los ojos negros y un rostro bellísimo de facciones delicadas. Cuando sonríe, enseña unos dientes perfectos.

Es una seductora natural, con muy poco recato, que sabe bien cómo lucir el cuerpo que tiene. Es de ese tipo de chicas que si tienen que ponerse un buen escote o enseñar una pierna, lo hacen sin el menor remilgo y, además, se exhibe con tanta naturalidad que suele descolocar a cualquier hombre que hable con ella. De hecho, le divierte bastante darse cuenta que el hombre que tiene delante se ve en serias dificultades para impedir que se le vayan los ojos adonde no deben.

Pablo

Es un joven de 22 años que, sin embargo, aparenta menos. Mide 1,68 y es un muchacho de constitución delgada, si bien, su aspecto es algo engañoso, ya que tiene bastante fuerza. De hecho, si enseñara el torso, se le vería una musculatura bien desarrollada y sorprendente en quien parecía un joven delgado y no muy alto. Tiene un rostro bastante normal, que no resulta ni atractivo ni feo. Suele dejarse algo de barba y bigote, aunque nunca deja que le crezca más de un par de centímetros. El propósito de llevar barba es que, si comete algún “error”, se afeitará para despistar a las autoridades.

Tiene el pelo negro, habitualmente corto aunque algo más largo de lo usual en Nêmehe, y los ojos de color marrón oscuro. Su piel es ligeramente aceitunada, un poco más tostada que la de Juan o Raquel, pero muy poco más. Algo muy característico de él es que es muy expresivo y, al hablar, hace muchos gestos con los brazos y las manos. Muy ágil y de movimientos veloces, es capaz de moverse con mucha elegancia y es bueno en actividades acrobáticas y baile. Si tuviera más larga la zancada, sería un corredor excelente.

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La segunda parte de este inciso tiene ver con que cada uno de los personajes tiene su ficha correspondiente de acuerdo con un sistema de juego concreto. Como en la mayoría de juegos de rol, cada personaje va ganando experiencia, va subiendo niveles y se va haciendo más poderoso a medida que avanza el relato. Pues voy a poner ahora los puntos de experiencia que ha ido ganando cada uno. Tienen que llegar a 5000 para tener un pequeño avance en algunas características, y a 10.000 para pasar a nivel 2. Ahora todos son de nivel 1, que es por donde deben empezar los personajes.

Los puntos que tienen hasta este momento (hasta la mitad más o menos del capítulo XXXI) son:

Juan: 3.508

Pablo: 2.088

Raquel: 663

Adriana: 424

Christine: 134

Como veis, aún les falta mucho hasta los 10.000, aunque Juan ya no está muy lejos de los 5.000. Le vendrá bien hacerse una mijita más fuerte.

28 diciembre 2011

¡¡¡He ganado el concurso de Belenes artísticos!!

¡¡¡¡INOCENTES!!!!! Esta entrada, como confío en que más de uno se haya dado cuenta, era una inocentada. Hice este belén en un cuarto de hora, poniendo las figuras como se me antojaba, y tan "bonito" me salió que me dije: ya tengo inocentada para este año. Y así fue.

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No dejan de lloverme alegrías en estas navidades. Hay una faceta de mí que no conocéis, soy un belenista consumado. Se entiende por belenista todo aquel especialista en hacer belenes navideños. Pues bien, he participado en el concurso provincial de belenes y... ¡¡he ganado el primer premio!! Son nada menos que 2000 eurillos que van a venirme de escándalo para Fin de Año y para los Reyes.

Empiezo poniéndoos una foto global de mi pequeña obra de arte:






¿A que es precioso? El jurado ha dicho de él maravillas. Os plasmo un ejemplo aquí: "Este belén representa fielmente los valores tradicionales judeo-cristianos que son el alma de las fiestas navideñas y, a la vez, en una síntesis integradora de las culturas musulmana y nórdica, los distintos elementos crean una sinergia poderosa que alza a este belén a la categoría de obra maestra". Además, han dicho de este belén que ayuda en la lucha contra la discriminación racial y el patriarcado, con lo que resulta ser el más políticamente correcto presentado desde hace muchos años.


Voy ahora a mostraros una serie de puntos fuertes de mi belén que han gustado mucho a los organizadores. En palabras del jurado: "en la esquina derecha de la obra, puede contemplarse un bosque denso y feraz, trasunto de los antiguos bosques célticos y escandinavos, que traslada a un mundo de mitos y leyendas sin más que mirarlo". Así que, internáos en ese mundo de mitos y leyendas:




Otra cosa destacada por el jurado: "el carácter integrador y multicultural de este belén queda fielmente reflejado en las figuras que se agolpan frente al Misterio. Puede verse en posición destacada a un migrante subsahariano, amén de numerosos migrantes magrebíes compartiendo puestos relevantes con personas no migrantes, un bello ejemplo del ideal de no discriminación por razón de lugar de nacimiento". He aquí un detalle de lo dicho por el jurado:







Uno de los muchos puntos fuertes del belén ha sido la inclusión de personajes novedosos, tales como "el tío la bandurria", que os pongo en primer plano aquí, mientras ameniza la estancia de migrantes, no migrantes y del niño Jesús:





Finalmente, las mujeres en este belén tienen posiciones destacadas como empresarias del textil, de lo que da fe la última foto:





Y ya está. Sólo deciros que estoy muy emocionado y contento por este premio que ya no me esperaba y que confío que, el año que viene, gane el concurso de adorno de abetos, al que me presentaré sin dudas.

27 diciembre 2011

Eternal Sonata

En esta ocasión voy a hablar de algo diferente. Me gusta cierto tipo de videojuegos, aunque he de reconocer dos cosas: que juego poco y que soy muy malo. Sobre esto último, en un juego de guerra (de estilo Call of Duty, no recuerdo cual era) me liquidaron en el tutorial. Se supone que eso no pasa, pero a mí me pasó. Me lié con los mandos y mi personaje se lanzó a la carrera contra la posición enemiga. Y pensé que era mejor seguir avanzando a tener al enemigo a mis espaldas. Me acribillaron, claro.

Mis preferidos son los de "rol" (para mí el rol es un juego de mesa, los videojuegos son tristes sustitutos) y los de estrategia. Los videojuegos de "rol", normalmente, suponen ir avanzando en una historia dirigiendo a personajes que tienen sus fichas de personaje. En toda mi vida de "jugón" sólo he terminado dos juegos de "rol": uno de 1992-1994, el Shining Force II (aunque ese tenía bastante de estrategia) y este del que hablo hoy, Eternal Sonata.

Pero no voy a deciros mucho acerca de este juego. No esperéis una opinión sobre la técnica, la historia y todo eso. Bueno, sí, diré sólo un poquito, pero lo que quiero compartir hoy es la música. Sobre técnica, narración y demás, comentar que la trama tiene un par de giros muy sorprendentes (el rival del último combate me dejó de piedra... bien por los guionistas). Los decorados son bellísimos, los más elaborados y más hermosos que he visto en ningún videojuego. Es un juego fácil de jugar (claro... recordad que lo acabé yo) aunque largo.

Y la música es extraordinaria. El juego gira en torno a la vida de Chopin, conocidísimo compositor de origen polaco. Y la banda sonora del juego es una auténtica delicia. Así que os voy a dejar un par de muestras. El videojuego ofrece intermedios en los que se habla de la vida del compositor y se interpretan piezas de su autoría de las manos de Stanislav Bunin, que es un pianista ruso que goza de cierta fama en Japón, de donde es originario el videojuego. En uno de tales intermedios suena esto:

Tristeza.

Que un videojuego incluya esto en su banda sonora promete. Y, efectivamente. Todas las canciones que aparecen en el juego dejan por los suelos la mayoría de las bandas sonoras de otros títulos. Hasta las típicas canciones ambientales, como las que ambientan los combates (que tiene el nombre curioso de "Leap the precipice"), o las que suenan cuando los personajes están en las ciudades o viajando (la que más recuerdo tiene otro nombre curioso: "The mediocrity sought out by everyone"), que en otros juegos son sonsonetes sin importancia, aquí son espléndidas.

Podría recomendar muchas de las canciones de esta banda sonora, pero voy a poner un vínculo a esta de aquí:

Tema de la banda sonora

que suena en un momento muy emotivo del juego.

Yo creo que acabé este juego para poder oír la banda sonora al completo (que se va desbloqueando a la par que vas avanzando). Y porque es facilito (je, je).

19 diciembre 2011

(Cuentacuentos) Tenía la sensación de haber escuchado tantas veces esa canción

Dicen que la música tiene el poder de evocar recuerdos. De esto va mi relato de esta semana. Estas notas vienen a cuento porque las canciones que aparecen aquí tienen nombre.

En un momento dado, se dice que suena una polca. Se trata de esta polca. El vestuario de los bailarines se basa en el que yo mismo llevé cuando bailé en público esa misma polca en una exhibición de bailes de salón. La pieza que interpreta uno de los personajes es esta otra.

Espero que os guste.

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TENÍA LA SENSACIÓN DE HABER ESCUCHADO TANTAS VECES ESA CANCIÓN

Tenía la sensación de haber escuchado tantas veces esa canción, que pensaba que iba a ser capaz de adivinar en qué momento exacto iba a empezar el estribillo de nuevo. Y es que era una de tantas cosas que tenía que aguantarle a Pedro, uno de los ancianos a los que cuidaba. Todas las mañanas, cuando iba a adecentarle la habitación de la residencia y a ayudarle a asearse, se terminaba sentando junto a la ventana y no dejaba de poner música de 2020 para abajo en su arcaico reproductor multimedia. Música de la misma época que la que estaba oyendo en aquellos instantes, en el concierto benéfico al que asistían Pedro y ella. O más bien, al que asistía Pedro ayudado por Julia, porque malditas las ganas que tenía ella de oír música tan antigua.

Como buena parte de los jóvenes en la década de los cincuenta, a Julia le caían muy mal los ancianos. Por su culpa, España era un país pobre y sin futuro. Su generación había gastado a espuertas, había endeudado el país de tal forma que ahora no se podían pagar aquellos excesos. Y, para colmo, las pensiones de los viejos se llevaban un dinero que no se tenía. Con su sueldo en el geriátrico, Julia daba de comer a sus padres y hermanos, todos en paro, por supuesto. Y no le bastaba con tener que limpiarles y atenderles, tenía que sacarlos para que se divirtieran.

Julia miró a Pedro y se dio cuenta de que miraba embelesado el escenario. Su felicidad era directamente proporcional al hastío de ella. Ya pensaba que nada podía ser peor que oír esas canciones que se sabía de memoria por oírselas al viejo, cuando el grupo musical anunció que iban a tocar una polca, que iba a bailar un grupo de danza. Y cumplieron la amenaza medio minuto después. Sonó una canción con un ritmo machacón de percusión acompañada por violines y otros instrumentos que no le importaban en absoluto. Cuatro chicos y cuatro chicas, ellos vestidos con camisa blanca remangada y pantalones oscuros, y ellas con falda marrón, camisa clara y pañuelos en la cabeza, ejecutaron un baile desenfrenado, dando saltos continuamente, agarrándose y bailando en círculo, dando vueltas... Julia se dio cuenta de que Pedro, sonriente, batía palmas siguiendo aquel ritmo.

Al cabo de un tiempo, demasiado en opinión de Julia, tras haber tenido los músicos que salir de nuevo para interpretar una última pieza, el concierto terminó. Esperaron los dos un poco, a que el grueso del público se hubiera marchado, y, al fin, se levantaron. Pedro se encaminó hacia el escenario, y Julia le siguió de lejos, pensando que querría ir al servicio. El anciano tenía ya el andar torpe, aunque aún se valía sin bastón. Y para exasperación de Julia, subió con torpeza unos escalones que daban acceso a la tarima y tras felicitar a los músicos, que guardaban sus instrumentos ayudados por algunos operarios, se puso a hablar con la chica que había tocado el violín durante la polca, que le respondía amablemente. Julia llegó a tiempo para oírle decir:

-¿Me dejarías un poco el violín? Hace mucho tiempo que no veo ninguno. Hace años, yo tocaba...

Julia no dejó a la violinista responder. Interrumpió, con tono seco:

-Discúlpele, no es más que un anciano-. Y dirigiéndose a él, añadió-: Vámonos, que se le hace tarde.

La intérprete le lanzó una mirada indignada a Julia y repuso, sonriendo:

-No me molesta-. Y extrayendo el violín de su estuche, se lo tendió a Pedro diciéndole-: siéntese allí si lo desea. Si le apetece tocar algo mientras recogemos, no me importa.

Julia replicó:

-Pero a mí sí. Tengo que llevarle de vuelta a su cuarto ya... ¿No ha tenido bastante música por hoy, Pedro?

Ni la violinista ni Pedro le hicieron caso, y el anciano acabó sentado. Con timidez, le dijo a la dueña del instrumento:

-Hace tanto que no toco... ¿De verdad que no te importa? Es que... al oírte tocar me han venido muchos recuerdos. ¿No te importa que toque? No creo que lo haga bien... no sé si me acuerdo.

La aludida le tranquilizaba con mucha amabilidad, le decía que adelante, que si hacía falta ella le recordaba lo básico. Pedro terminó por animarse, y se colocó el violín sujeto entre la mano y el hombro. Tomó el arco con la mano derecha y se preparó para tocar. La violinista, que le había mirado con interés, le dijo:

-Muy bien. Lo sujeta perfectamente.

Emitió unas primeras notas entrecortadas, muy torpes. Entonces, sonrió con una expresión soñadora y empezó a tocar.

Y las dos mujeres se quedaron muy quietas, sin atreverse ni a respirar para no interferir lo más mínimo con lo que estaban oyendo. Pedro tocaba de una forma maravillosa, y Julia no podía creerse que de unos trozos de madera y unas cuerdas pudiera extraerse una melodía de aquella clase. Observó que varios de los presentes se habían acercado a oírle, y que otros seguían con sus tareas pero atendiendo, a la vez, a la pieza que interpretaba el anciano.

Cuando Pedro dejó de tocar, la violinista se frotó el párpado inferior con un dedo, para secárselo, y con la voz quebrada, en un susurro, dijo:

- Ha sido maravilloso...

Pedro suspiró con tristeza y repuso:

- Cuando Marta me acompañaba con el piano... entonces sí era maravilloso. Sin ella no suena tan bien-. Volvió la expresión soñadora a sus ojos y añadió-: aún la sé tocar... la practicamos tanto. Con esta pieza quedamos finalistas en el concurso europeo de música clásica, en Viena... ¡qué ciudad tan bonita!

Pedro le dio las gracias, con una expresión que dejaba claro que, en aquel momento, volvía a recordar los paseos con Marta por las calles de Viena, y le tendió el violín. Su dueña, al recogerlo le preguntó:

-¿Quién era Marta? ¿Era su esposa?

-Sí. Se la llevó el Alzheimer. Eramos ya muy mayores cuando enfermó. Se le fue olvidando todo... y un día los servicios sociales se la llevaron, porque yo no podía cuidar de ella; ni siquiera podía cuidar de mí mismo-. Suspiró y prosiguió-. No sé qué fue de ella. ¿Para qué iban a decírmelo? Total, si no soy más que un viejo.

Mientras la violinista le expresaba su indigación por ese trato, Julia se dio cuenta de que, en el año que llevaba atendiendo a Pedro, nunca se había preocupado de averiguar nada de él. Le resultaba difícil creer que, años atrás, hubiera sido uno de los mejores violinistas de Europa; para ella, era otro anciano más de aquellos que arruinaban al país cobrando la pensión. Nunca le había preguntado y, si alguna vez él le había contado algo de su vida antes de que le internaran, ella no le había prestado la menor atención. Y se lo imaginó con muchos años menos, vestido de gala, tocando el violín con una mujer muy bella que le acompañaba sentada a un piano. Se imaginó el amor que se habían profesado tras toda una vida juntos, compartiendo la pasión por la música. Le vio alimentando y vistiendo a esa misma mujer, ausente ya por su enfermedad, fiel a la vida que habían recorrido sin separarse el uno del otro. Julia había tenido varios novios, y no valían para mucho más que para irse de copas. Ninguno de ellos habría compartido con ella nada, no le habrían durado más que unos años. Por supuesto, cuando ella fuera una anciana, ninguno habría tenido el menor interés de cuidar de ella cuando no pudiera valerse.

Pedro se despidió de la violinista y se alejó sin siquiera mirarla. Por primera vez, le miró con otros ojos, y se dio cuenta de que era consciente de que a ella no le caía bien. Julia siempre había pensado que, como todos los viejos, ya no reparaba en nada. Y no era cierto.

Cuando le vio pararse frente a la escalera, y bajar torpemente un escalón, de repente, le dio miedo que se cayera. Antes le habría dado lo mismo, pero supo que Pedro, para ella, no sería nunca más otro de tantos vejestorios. De modo que fue con rapidez hacia él, le asió de un brazo y le dijo:

-Tenga cuidado con estos escalones, Pedro.

12 diciembre 2011

(Cuentacuentos) No sabía que en la guerra hay monstruos más terribles que el hombre

-No sabía que en la guerra hay monstruos más terribles que el hombre-, observó el caballero con voz grave al contemplar aquella carnicería.

El regidor de la ciudad, que había solicitado el auxilio de don Nuño, caballero de la Orden, tras haber llegado a su casa un soldado del castillo de don Martín, el conde, ensangrentado y aterrorizado, no fue capaz de responder. Don Nuño había participado en varias guerras, había visto decenas de castillos y ciudades arrasados por un ejército enemigo. Tras aquellas visiones de muerte y devastación había llegado a la conclusión de que el hombre, cuando se dejaba llevar por el odio, era un ser mil veces peor que un demonio.

Pero lo que estaba contemplando en aquel momento no podía ser obra ni del hombre más desalmado del mundo. Aquel horror excedía con mucho la capacidad humana para ejercer el mal. No le hacía falta usar su habilidad para percibir la maldad, que le advertía constantemente de la presencia de los seres impíos, para saber que aquello era cosa de demonios. Allí no había muertes debidas al combate, ni muertes que obedecieran a las ansias de desquite del vencedor por la tensión y el miedo sufridos durante la pelea. Allí era perceptible la voluntad expresa de matar a todo quien tuviera la mala suerte de estar allí, y de matarlo de la forma más cruel y sangrienta posible.

Por todo el patio de armas de la fortaleza había cadáveres y un puñado de valientes que intentaban retirar los cuerpos para darles sepultura, luchando contra las nauseas y obteniendo alguna que otra derrota. Algunos de los cuerpos estaban despellejados, otros partidos en varios trozos. A su derecha, algo similar a un fuego voraz había descarnado la mitad superior de un combatiente, mientras la inferior aún mantenía la carne carbonizada. El primer horror estaba en cuatro cadáveres abrasados hasta casi los huesos que se apretaban contra una poterna, en un intento desesperado de huir de lo que hubiese aparecido. Pero había cosas peores.

Don Nuño se aproximó hacia la puerta principal de la torre del homenaje, y siguiendo dos rastros de sangre que discurrían uno a cada lado de la puerta, se encontró dos cuerpos clavados a la pared por multitud de púas de acero, a unos buenos treinta pies de altura. El caballero se dirigió a un hombre empeñado en despegar un cuerpo del suelo y le preguntó:

-Deberíais bajar esos dos cuerpos primeros. Se podrían ver desde fuera del castillo.

El aludido, con el rostro de un pálido enfermizo, dijo con agotamiento:

-Sin el menor animo de ofender a vuestra merced, no podemos bajarlos porque aún están vivos. Cuatro soldados han ido a buscar herramientas para intentar sacarlos de ahí enteros.

Aquello sólo podía haber sido a propósito, para dar a aquellos desgraciados una muerte lenta y dolorosa. Dado que no tenía sentido prolongar todo más de lo debido, dio media vuelta y regresó al portón de la fortaleza, esquivando cuando podía las manchas de sangre que llenaban casi todo el suelo del patio de armas. Evitó mirar demasiado las paredes, tintadas con restos de sangre y, de vez en cuando, con trozos de carne. El regidor de la ciudad le seguía respetuosamente. Una vez bajo el rastrillo, dedicó una mirada breve a los dos cuerpos descuartizados que yacían ante el portón, pegó una mano a la pared y se concentró para liberar sus poderes. Como caballero de la Orden, era especialista en todo lo referente al trato con seres diabólicos y era capaz de leer los rastros que dejan los actos maléficos de los demonios. Por eso, acudieron a su mente las imágenes de lo que había sucedido.

Nada parecía tener sentido. Vio a una muchacha acercarse al portón. Los dos guardias de la puerta le dieron el alto y, de alguna forma, ambos acabaron despedazados. La muchacha adquirió la forma de un monstruo de color negro que se entregó a una orgía de sangre y de muerte. La resistencia de la guarnición del castillo fue breve, pero aquel ente no tuvo piedad ni dio cuartel. Seis valientes se atrincheraron frente a la puerta de acceso a la torre del homenaje, y pagaron su osadía siendo abatidos de la manera más cruel. Los dos últimos en caer fueron los que acabaron colgados para que murieran muy despacio. La visión terminó cuando el ser reventó la puerta de la torre del homenaje y entró a toda prisa. Don Nuño sintió mucha pena. Don Martín había sido un buen compañero en la batalla e, incluso, un amigo. Había sido un hombre piadoso, muy entregado a la causa del bien y había luchado con honor contra los aliados del mal. Por ello, se temía lo peor y, posiblemente, fueran esa bondad y ese valor los que hubieran atraído a aquel monstruo contra él.

Con el ánimo sombrío le dijo al regidor:

-Entonces, vuestra señoría, tenga la bondad de confirmármelo. Lo que sea que ha provocado esto me espera en los aposentos de don Martín. Y si no accedo a entrevistarme con él, atacará la ciudad.

El regidor asintió, demasiado conmocionado para hablar. Sin embargo, don Nuño tuvo que obligarle:

-¿Y cómo se llega a los aposentos de don Martín?

Con evidente esfuerzo, el regidor contestó:

-Dijo que siguiera vuestra merced su rastro.

Sin muchas ganas, don Nuño se encaminó hacia la torre del homenaje, y cuando cruzó la puerta, desenvainó su espada de hoja bendita, y buscó en ella las fuerzas para adentrarse en el pasillo que ascendía. El rastro del demonio era muy claro. Tan concentrado estaba en seguirlo que tropezó con un bulto y cayó hacia delante. La armadura le impidió que se hiciera daño, pero no pudo evitarle el horror de ver que había caído encima de los restos de un defensor. Cuando llegó al pasillo que daba a los aposentos del conde y su familia, comprobó que se había librado allí una última batalla. Había cuatro cuerpos despedazados y sangre tiñiendo el suelo y las paredes. El corazón se le embargó de tristeza cuando, frente a la puerta de la alcoba de don Martín yacía el cadaver de una muchacha, la joven esposa del conde.

El corazón le empezó a latir con furia a don Nuño. Se sabía protegido por Dios, pero aquel monstruo parecía tener una fuerza descomunal. No cabía, empero, más solución que encomendarse a la divinidad, hacer acopio de coraje, y afrontar lo que le esperase ahí dentro. En un arranque de valor, se puso en la puerta de la alcoba y la cruzó.

Le sorprendió ver la estancia con los muebles destrozados. Y ver a una joven sentada en la única silla que quedaba intacta. La maldad infinita que reflejaba aquel rostro, que le sonrió en un gesto que la hacía aún más terrorífica, centró toda su atención hasta que un gemido le hizo mirar hacia su izquierda y hacia arriba. Y lo que vio le provocó unas nauseas que apenas pudo reprimir. Don Martín, despellejado, convertido en una masa sanguinolenta, estaba a ocho pies de altura, pegado a la pared. Con voz débil y desesperada, lloró:

-Por favor... mátame ya... por favor.

Con una furia impropia de lo que parecía ser una muchacha, lo que fuera aquello repuso:

-¡Llevas un día entero repitiendo lo mismo! ¡Cállate de una vez! ¡Morirás cuando a mí se me antoje!

Don Nuño no pudo soportarlo más y dijo, muy tenso:

-¡Basta! ¡Por Dios, no le torturéis más! ¡Dejadle!

La muchacha le miró con una sonrisa siniestra, con unos ojos donde bullían el dolor y el odio, que herían el corazón de don Nuño sólo con mirarlos. Y dijo:

-¿Quiere vuestra merced liberarle? ¿Quiere luchar?

Y, de improviso, sintió que una mente impía intentaba entrar en la suya. Haciendo gala de su entrenamiento y sus conocimientos, levantó las defensas mentales más fuertes de que disponía. Y aquel monstruo las abatió con la misma facilidad con que alguien alzaría en brazos a un bebé que no quisiera que le cogiesen. Llegó hasta las zonas más delicadas de su mente y sintió un dolor muy fuerte, pero muy fugaz. Aquella demostración de poder le desarmó; le habría bastado profundizar una pizca más y habría muerto de inmediato. La advertencia había sido muy clara y, por primera vez en muchos años, don Nuño estaba aterrorizado. La muchacha sondeó entre sus conocimientos y salió de su mente, para alivio de don Nuño. Sin dejar pasar más tiempo, el demonio le dijo:

-Perfecto. Tiene vuestra merced las capacidades que necesito-. Y tras una pausa, prosiguió-: escúcheme bien. Voy a permitirle que me lea unos recuerdos, de manera que quedará convencido de que son reales. Preste mucha atención, que para eso le he dicho que venga.

Cuando su interlocutora se calló y le miró con expresión serena, don Nuño, bastante asustado, se concentró y entró en la mente de aquel monstruo. No encontró resistencia. Y, entonces, todo cambió:




* * * * * *

Había una sartén grande y muy bruñida en la pared. Se reflejaban en ella una niña de unos ocho años y la misma muchacha que le había permitido entrar en su mente. La joven la peinaba con delicadeza, y, cuando acabó le preguntó que si le gustaba el peinado. Aquella niña respondía alegremente que sí. Entonces, la chica le decía:

-Tengo que lavar unas cosas en el río. Vendrás conmigo para que no te quedes sola.

La muchacha avanzaba por las calles de una aldea, desde donde se podía ver el castillo de don Martín, dominando el valle. Llevaba a aquella niña de la mano. Llegaron al río, donde había varias mujeres más y unos cuantos niños. Los recuerdos del monstruo no eran otra cosa que los de ella misma lavando la ropa en el río, echando vistazos de vez en cuando para vigilar a la niña, y comentando cosas intrascendentes con las otras mujeres.

Al cabo de un rato volvía con la niña que, al parecer, cuidaba, y veía a otra niña sentada, muy sola y muy triste, y quiso confortarla. Entonces, observaba extrañada que a aquella chiquilla se quejaba de dolores y picores en la entrepierna. Con mucha delicadeza, se la llevaba tras unos matorrales. Al levantarle la falda, la niña se resistía, le golpeaba los antebrazos. Conseguía examinarla y descubría estupefacta los rastros de una enfermedad venérea. Con rapidez, sujetaba la cabeza de la niña...

Y todo cambió. La niña estaba en una habitación iluminada por un par de antorchas, sentada en una cama. Don Martín estaba desnudo delante de ella. La chiquilla lloraba asustada, y don Martín le decía que no se preocupara, que lo iban a pasar muy bien...




* * * * * *

Y entonces, don Nuño revivió los recuerdos de la niña. Vio y sintió como don Martín la violaba. Fue la visión más espantosa que había presenciado nunca, porque las muertes causadas por la guerra, en su mayoría, tenían algún sentido para él. Pero destrozar de por vida a una niña de ocho años por unos instantes de un placer perverso, depravado... Era peor que matarla. Don Nuño no lo aguantó; quiso salir de la mente del ser que le obligaba a revivirlo, pero éste no le dejó. Impotente, empezó a suplicar que parara, que no podía soportarlo más. Y arrancó a llorar, como si fuera un niño.

Fue en ese momento cuando la muchacha que tenía delante le expulsó de su mente. Y con una cólera infinita, gritó:

-Puedo comprender cualquier forma de mal. Sé lo grande que se siente una cuando le quita la vida a alguien, cuando le tortura, cuando destruye... ¡Pero a los niños no! ¡Nadie tiene derecho a hacer sufrir a los niños!

Apretó un puño con una expresión salvaje en la mirada y don Martín ensordeció al caballero con sus gritos. Aullaba y se retorcía presa, al parecer, de dolores terribles. Hasta que se calló y la muchacha abrió la mano. Y los restos ensangrentados de don Martín cayeron pesadamente. Mientras don Nuño se secaba las lágrimas, el monstruo que tenía en frente le sorprendió con una frase:

-Es afortunado por saber llorar.

Don Nuño se atrevió a mirar a la muchacha a los ojos y descubrió que su cólera había disminuido. La maldad de su mirada dejaba paso a la tristeza. Para acabar con el silencio que había invadido la sala, don Nuño preguntó:

-Entonces... ¿Esa ha sido la causa de todo esto?

-Sí.

-Pero... si le queríais a él, ¿por qué matastéis a sus hombres? Ellos no tenían la culpa.

-Tuvieron la mala fortuna de interponerse en mi camino. Cuando me enfado de verdad mato a todo lo que me encuentro. No crea vuestra merced que me siento orgullosa de ello.

Don Nuño no tuvo arrestos para preguntar de nuevo, pero no le hicieron falta. La muchacha dejó escapar una risa maléfica y dijo:

-Se lo explicaré. Cuando tuve a eso que llamaban conde a mi merced, después de torturarle, me di cuenta de que le había castigado, pero, a la vez, le había convertido en una víctima. Es lo malo de dejarse llevar por el odio, no reparas en los detalles. Me repugnaba la idea de que cuando llegaran vuestras mercedes, le enterraran con todos los honores, y que se extendiera la tristeza por la muerte horrible de tan noble y piadoso caballero. Sólo yo conocía la razón por la que merecía morir. Necesitaba poder contárselo a alguien, y que esa persona me creyera. Eso sólo podía conseguirlo por medio de un caballero de la Orden, de uno de los que aprende a convertir su mente en un foco de poder. Uno capaz de leer recuerdos y distinguir los reales de los falsos... Alguien como vuestra merced.

-¿Y qué queréis que haga?

-Querría que contara por todo el reino las aficiones de su amado conde, pero sería inútil. ¿Quién iba a creerle? Ojalá la justicia humana obrara mejor. Si hubiera creído que los jueces humanos fueran capaces de juzgar y condenar estos crímenes, después de torturarle, le habría puesto en sus manos, pero, ¿con qué pruebas? ¿Con la única palabra de un demonio que, además, sería la única acusación? En vez de escucharme, todo el mundo intentaría matarme-. La muchacha suspiró-. Tan malo era dejarle vivir, para que siguiera haciendo lo mismo, como matarle para convertirlo en un mártir de la lucha contra el mal. ¿Qué habría hecho vuestra merced en mi lugar?

Don Nuño no tuvo coraje para contestar. Él habría llevado al violador ante la justicia. Pero tenía que estar de acuerdo en que era un caso que no se sostendría sólo con la declaración de don Nuño, y tratándose de procesar a un conde de reputación excelente, sería un caso perdido. Y siempre habría podido don Martín recurrir al dinero para lograr una sentencia exculpatoria. El caballero fue consciente de que, en esas circunstancias, se habría visto tentado a tomarse la justicia por su mano, algo del todo en contra de su entrenamiento e ideales. La joven no esperó una respuesta, y añadió:

-Simplemente, quería compartir con alguien lo que había pasado, la razón de todo esto.

Hubo unos momentos de silencio que a don Nuño le pusieron muy nervioso. No tenía ganas de pronunciar tales frases, pero era un paladín del bien, así que se puso en guardia y dijo:

-Sabréis bien que mi obligación es luchar contra vos. Rendíos o preparaos para combatir.

La risa de la muchacha le dio escalofríos.

-He matado a gente por mucho menos. Le salvará que le vi llorar al contemplar cómo violaban a una niña. Ya conoce la verdad; haga con ella lo que le plazca.

Y sin más despedida, apareció alrededor de la muchacha demoníaca un halo de oscuridad. Y, tras un instante, don Nuño se quedó solo en la estancia. Intentó asimilar lo que había presenciado; un demonio que ajusticiaba a un hombre respetable porque sus crímenes eran demasiado incluso para un monstruo. Parecía una locura.

Y un pensamiento inundó su mente: "Ahora sé que, en la guerra o en la paz, no hay monstruos más terribles que el hombre".

09 diciembre 2011

Leído: La soledad de los números primos, de Paolo Giordano

Tengo pendientes aún dos reseñas más, de dos libros de relatos que son lo último que he leído. Hoy toca uno que no es habitual que reseñe. Si habéis seguido las reseñas que he ido poniendo en mi bitácora, ya sea en la categoría de libros o en la de lecturas, habréis visto que, mayoritariamente, reseño obras de literatura fantástica o de ciencia-ficción. Eso no significa que sean el único género literario que leo o me gusta. Y esta reseña es un ejemplo.

La soledad de los números primos es una obra escrita por Paolo Giordano que, resulta, es colega mío de profesión, ya que es licenciado en física y se dedica a la investigación en cuestiones de física de partículas. O sea, como yo, es físico teórico. Por ello, no es de extrañar que use un símil matemático para describir la relación entre los dos personajes principales del libro. Usa el concepto de los números primos gemelos. Dos números primos (que son aquellos que sólo son divisibles entre ellos mismos y la unidad, por ejemplo, el 7) son gemelos si entre ellos sólo existe un número, o, equivalentemente, si uno es dos unidades mayor que otro. Este número que está entre los primos gemelos es siempre par (de hecho, salvo el 2, todos los números primos son impares, ya que los pares se dividen entre 2). Son ejemplos de primos gemelos el 11 y el 13, el 17 y el 19, etc...

Centrándonos ya en la obra, es una novela corta pero escrita con una belleza y una sensibilidad sorprendentes. Es un libro de una gran sencillez, que narra una historia sin giros argumentales extraños, ni sorpresas, ni misterios, pero que te engancha hasta el final. El tema central del libro es la soledad. Los dos personajes principales están muy solos. Son personas muy particulares, que no acaban de encajar del todo en nuestro mundo. El libro narra, principalmente, su evolución y la curiosa relación que mantendrán a lo largo del tiempo.

El estilo es muy bueno, hay escenas que derrochan una sensibilidad y una nostalgia muy bellas. Los personajes están muy bien caracterizados y tanto a protagonistas como a secundarios se les acaba cogiendo cariño. Y se siente cierta lástima por lo solos que están todos.

Un libro que se lee muy rápido, porque es breve, pero que te deja una buena sensación. Por algo ganó el Premio Strega, que es el premio más importante que existe en lengua italiana.

05 diciembre 2011

(Cuentacuentos) Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma

Pues esta entrada es una sorpresa. Creía que el cuentacuentos había desaparecido definitivamente. Pero el martes pasado, volvió a la vida con esta frase: "Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma". Pensé que nunca volvería a escribir un cuento con una frase inicial decidida por otros, pero aquí está el mío. Espero que os guste.

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DESEABA QUE FUERAS TÚ. LO DESEABA CON TODA MI ALMA.

-Deseaba que fueras tú. Lo deseaba con toda mi alma.

La aludida sonrió con maldad tras haber pronunciado Jorge la frase. Volver a verla le provocó al hombre una leve opresión en el pecho. Seguía pareciéndole tan atractiva como cuando le traicionó, y comprendió que, muy en el fondo de su corazón, continuaba queriéndola. Por su respuesta, fue consciente, también, de que ella sentía lo mismo que siempre había sentido por él: nada. Clara, o como quiera que se llamase, repuso:

-Pues yo no podía imaginar que fueras tú hasta que vi tu nombre en la misiva que nos enviaste. Creí que habrías sido de los primeros en caer, siendo tan débil y estúpido como eres. Tu pueblo es sorprendente.

Jorge no respondió a aquella puya, sino que siguió callado unos momentos. Clara, sin dejar de mirarle, relajó el brazo que sostenía la espada y se mantuvo en silencio hasta que, finalmente, comentó:

-¿Fue sincera tu carta? ¿Tu propuesta de rendición es firme?

Reprimiendo un suspiro, el aludido repuso:

-Me quitaré la armadura robótica y te haré alcanzar una gran gloria. Pero... antes tendrás que acompañarme.

Clara le miró recelosa y dijo:

-¿Qué pretendes?

-Si quisiera matarte lo habría hecho hace tiempo. Sólo quiero que veas lo que habéis hecho con mi ciudad, y que comprendas por qué haré lo que os dije en mi carta.

Como su interlocutora seguía sin confiar, Jorge suspiró y añadió:

-Creo que te puedes permitir concederme un último deseo. Será cosa de una hora. Es muy poco tiempo en comparación con la victoria que te ofrezco.

Clara accedió finalmente, de manera que Jorge la guió a través de la ciudad en ruinas. Al cabo de los años, había aprendido a controlar sus remordimientos y, también, había conseguido reprimir la tristeza que le invadía al recordar lo que, una vez, fue aquella planicie enorme en la que sólo había edificios medio derruidos y cascotes por todos sitios. Jorge había conocido Nueva Esquerán como una de las ciudades más populosas del planeta. Ahora estaba muerta, y él tenía buena parte de la culpa.

Ya no había transporte público, así que les llevó un buen rato llegar al primero de los sitios que Jorge quería visitar. Apenas le inspiraba ningún sentimiento cuando pasaba por allí en solitario, pero cuando fue consciente de tener a Clara junto a él, los recuerdos le cerraron la garganta en un nudo. En la esquina de un edificio del que sólo quedaban en pie dos plantas de las veinticinco que tuvo, se veían los restos de la decoración y algunas letras sueltas, de bella factura, en la fachada. Vio de nuevo aquella cafetería tal y como había sido cinco años atrás. Un local decorado a la antigua, al estilo de finales del siglo XXI de la Tierra. Intentando ocultar su nostalgia, dijo:

-¿Recuerdas este sitio? Es la cafetería donde nos conocimos-. Suspiró y prosiguió-. Aquella tarde estaba sentado donde siempre, ahí, detrás de esa columna. Estaba solo, como de costumbre. Y entonces viniste tú, tan guapa, con aquel vestido azul que tanto me gustaba. Me dijiste que te sorprendía verme a diario tan solo y que querías hacerme compañía... Al principio, desconfiaba de ti, pero eras tan dulce, tan simpática...

Jorge no quiso seguir recordando la alegría y la ilusión que sintió, desde aquel instante, cada vez que iba a aquella cafetería con la esperanza de volver a verla. Una esperanza que casi siempre se convertía en una tarde junto a Clara. Tenía que haberse dado cuenta; era todo tan fácil, tan perfecto... Abandonó su ensoñación cuando recordó el momento en que la invitó a verse fuera de allí, y cuando su acompañante le dijo:

-¡Vaya! ¿Desconfiaste de mí? Eso no me lo habías contado. No eras tan estúpido después de todo-. Su tono se llenó de desprecio cuando añadió-: mírate. No soy especialmente alta y, aún así, eres un palmo más bajo que yo. Cuando te conocí estabas el doble de gordo que hoy. Y, encima, tímido y sin personalidad. ¿Creías de verdad que podías gustarle a una mujer tan atractiva como yo? Hay que ser muy iluso.

-No puedes entenderlo. Nunca encontré pareja, ninguna chica se fijaba en mí, y me rechazaron tantas veces que acabé perdiendo la cuenta. Y, entonces, apareciste tú. Me halagabas, me decías que te gustaba tal y como era, alababas cosas de mí que no me gustaban, y no pude resistirme a eso. Pero, esa era tu intención. Sabías que diciendole aquello a alguien como yo le tendrías en tus manos, ¿verdad?

Clara sonrió y repuso:

-Hoy no dejas de sorprenderme. Nunca imaginé que acabaras dándote cuenta que tanto halago no podía ser sincero-. Alzó su espada y dijo, con impaciencia-. ¿Esto es lo que querías enseñarme? ¿Puedo matarte ya?

En tono sombrío, Jorge repuso:

-Todavía no. Quiero enseñarte más. Acompáñame.

Y de esta forma, emprendieron otro recorrido, algo más breve que el anterior, hasta que llegaron a una zona amplia que había a las orillas del río, llena de una vegetación que crecía salvaje. Jorge buscó un sitio despejado e hizo que se sentaran para mirar el discurrir del río y la otra orilla. Aquello había sido un parque fluvial precioso, que se llenaba de gente que paseaba y de niños que jugaban. Desde aquel sitio se veía el barrio empresarial de Nueva Esquerán, lleno de torres de oficinas de gran altura. Ahora, apenas dos de ellas destacaban de entre el resto de las ruinas.

Jorge se pasó un rato perdido entre recuerdos y nostalgia y, al fin, dijo:

-¿Recuerdas este sitio?

Con un tono despectivo, Clara repuso:

-¿Sinceramente? No.

-Aquí fue donde nos besamos por primera vez, donde me enamoré de ti.

-¡Ah! Es cierto... Querría saber una cosa, ¿esta estupidez va a durar mucho? Tengo cosas mejores que hacer.

El hombre no dijo nada durante un buen rato, y Clara no insistió. Finalmente, Jorge ordenó:

-Levántate.

Y caminaron otro trecho hasta llegar a un edificio del que quedaba en pie, apenas, una parte de la fachada y algunos pilares. Clara miró a su alrededor y dijo:

-De esto sí me acuerdo. Este edificio de delante era donde vivías. Me vine a vivir contigo el tiempo que estuvimos juntos-. Se adelantó hacia otro edificio que se mantenía en mejor estado-. En este otro edificio me conectaba en secreto a la red de comunicaciones de Nueva Esquerán e informaba a mi gente de cómo transcurría mi misión-. Se rió y añadió-: ¡y tú pensando que iba a la peluquería que había aquí!

Por primera vez, Jorge no pudo ocultar su amargura al responder:

-Sí, recuerdas bien. Compartí contigo todo lo que tenía, y nada de eso significó algo para ti.

-No te pedí nada. Y no te creas que para mí fue sencillo. Convivir con un ser humano es una experiencia repulsiva.

Y, sin embargo, para Jorge, aquellos meses habían sido los mejores de su vida. Había vivido un sueño, cuyo despertar había sido el más amargo posible. Esta vez no quiso esperar, y dijo:

-Vámonos. Ya sólo nos queda una visita más.

Estuvieron casi media hora caminando entre aquellas ruinas que un día bulleron de vida, hasta que aquella especie alienígena atacó el planeta, logró conquistar la mitad, y libraba una guerra interminable con la Humanidad por el control de ese mundo. Jorge no tenía la culpa de la invasión, pero sí se sentía culpable por la pérdida de Nueva Esquerán.

La mole impresionante del Centro de Inteligencia Militar y Comunicaciones de Nueva Esquerán aún seguía en pie, y era una isla de solidez perdida en un mar de ruinas. Salvo por las muestras evidentes de estar sin limpiar, se mostraba intacto. Subieron las grandes escaleras que daban paso a una explanada, adornada con estatuas en estados de conservación muy dispares y una fuente seca hacía años.

La amargura de Jorge se hizo tan intensa como lo fue durante aquel día terrible en el que Nueva Esquerán cayó. Llevaba seis meses viviendo con Clara y, un buen día, le dijo que, desde hacía semanas, fantaseaba con la idea de acostarse con Jorge en el despacho donde trabajaba. Jorge había sido ingeniero de telecomunicaciones en el Centro de Inteligencia Militar y Comunicaciones, y aunque las normas prohibían cosas así, amaba tanto a Clara que no podía negarle aquello.

Hicieron el amor encima de su mesa de trabajo. Todo fue magnífico hasta que, de pronto, sin el menor motivo, Clara pareció volverse loca. Le golpeó, le insultó, le dijo que le odiaba, que ya no podía soportar que le tocase ni vivir con él. Jorge no entendía nada, y se quedó paralizado, con el corazón hecho trizas, mientras Clara le tiró de la mesa, salió del despacho y atrancó la puerta. Comprendió lo que estaba pasando cuando tras un cuarto de hora, saltaron todas las alarmas del edificio. Jorge quiso, desesperadamente, echar la puerta abajo, pero estaba atrapado. Quiso llamar a sus superiores, al ejército... Pero las comunicaciones se habían venido abajo. Y era demasiado tarde. Diez minutos después se oyeron detonaciones sordas. Las murallas de Nueva Esquerán, un sistema defensivo automatizado que había aguantado varios asaltos, quedó desorganizado. Los técnicos se movilizaron con rapidez y resolvieron el problema, pero dado que era de noche, que muchos estaban durmiendo y fuera del edificio, tardaron casi tres horas, lo suficiente para que el enemigo abriera brecha.

Clara, la mujer a la que había amado, era uno de ellos. Saboteó parte de la infraestructura del Centro de Inteligencia Militar y Comunicaciones y conectó a la red interna un dispositivo que dio acceso al enemigo a la mayoría de los sistemas informáticos del centro. Y todo había sido por su culpa, él la había dejado entrar.

La agonía de Nueva Esquerán había sido larga. Rota la muralla defensiva, el ejército no tenía capacidad para defender una urbe tan gigantesca, pero el enemigo tampoco tuvo fácil controlarla. Los primeros días murieron millones de personas, pero hubo núcleos que resistieron largos meses, hasta dos años enteros. En aquel momento, sólo Jorge seguía resistiendo. Había reparado y adaptado material que había encontrado en el Centro de Inteligencia Militar y Comunicaciones y en varios cuarteles del ejército, y hostigó durante años al enemigo.

Él sólo no podía parar el avance enemigo, ni liberar Nueva Esquerán, pero tampoco habían podido acabar con él, por mucho que lo habían intentado. Hacía ataques repentinos aquí y allí, y no es que consiguiera demasiado, pero hería el orgullo de aquellos alienígenas, y era un símbolo para los guerrilleros de otros territorios ocupados.

Jorge lloraba en silencio, con la vista clavada en el edificio donde había trabajado tantos años, en una época de felicidad olvidada hacía un tiempo que a él le parecía una eternidad. Clara, que no podía estarse callada, le espetó:

-¡Qué seres tan débiles y penosos! ¿Cómo es posible que seais capaces de resistir ante nosotros?

El hombre desoyó del todo su pregunta y, al cabo de un rato, preguntó:

-¿Por qué no me mataste entonces?

-Porque tenía muy poco tiempo, y te consideraba tan insignificante que me daba igual. Cuando te hice salir porque iba a ponerme algo "sexy", además, estropee todos los aparatos de tu despacho, así que dejándote encerrado no causarías problemas. Además-, y esbozó una sonrisa maligna-, quería que sufrieras al saber que todo esto había sido culpa tuya.

Jorge se secó las lágrimas y se recompuso en mucho menos tiempo del que él mismo había creído. Pasaron por su mente multitud de recuerdos del tiempo que había pasado con Clara, y, al fin, aceptó que tenía que dejarlo atrás, que aquello sólo había sido real para él. Aunque ya poco importaba todo. En tono grave, le dijo:

-Ya ha llegado el momento.

Y activó los mandos que abrieron su armadura robótica. Y quedó indefenso frente a la que, una vez, fue la mujer de su vida. Pero aquello había sido mucho tiempo atrás; el ser que le miraba conteniendo a duras penas la felicidad por dar muerte al guerrillero que tantos quebraderos de cabeza les había dado ni siquiera era una
mujer. Dio dos pasos hacia él, alzando la espada, pero Jorge la detuvo:

-Espera un momento. Quiero decirte algo y pedirte otra cosa. No te robaré más tiempo.

Al principio, Clara se detuvo, pero, con cuidado, pegó la punta de su espada a la mejilla de Jorge y le hizo un corte muy leve que, sin embargo, llenó de sangre el rostro del hombre. Y con una suficiencia infinita repuso:

-Habla. Tengo curiosidad.

Sin hacer el menor intento de limpiarse la sangre, dijo:

-Sé que todo lo que me dijiste, el amor que me demostraste, todas tus muestras de cariño... sé que todo fue mentira, que me elegiste porque trabajaba en el edificio que queríais sabotear. Tengo que confesarte que para mí todo fue de verdad, y que no te guardo rencor, porque durante los meses que pasé contigo me hiciste muy feliz. Y eso es algo que no he sido capaz de olvidar nunca.

Clara le miró desconcertada, pero Jorge no le dio tiempo a responder, ya que expresó su petición. Le enseñó la mano izquierda y dijo:

-Todas las noches, antes de que te durmieras, cuando estabas a mi lado en la cama, te acariciaba con esta mano la mejilla, y jugaba con tu pelo. Me gustaba cómo se te ondulaba el cabello, y lo cálido que era tu rostro-. Dio un paso al frente y extendió el brazo con la palma de la mano mirando al cielo-. Quiero que me hagas un corte en la palma de esta mano. Cuando lo hagas, podrás matarme.

La mujer, o lo que fuera de verdad sonrió y bajó la hoja de su arma. Jorge la adelantó hasta casi tocar la empuñadura. Y actuó con la rapidez que le habían dado años de lucha. Agarró la hoja de la espada con la mano desnuda, sin hacer caso del dolor y de la sangre. Clara no pudo reaccionar a tiempo; Jorge le clavó una jeringuilla, que escondía en un bolsillo, en el cuello y la derribó. Recibió un tirón de pelo, pero la mujer perdió las fuerzas casi de inmediato. Soltó la espada y quedó inmóvil. Sólo podía mover los ojos, que le miraban con auténtico terror, y la boca, que intentaba pronunciar unas palabras sin éxito.

Jorge se puso en pie. La mano le dolía mucho. Vio el cuerpo tumbado de la que había sido la mujer de su vida. Y no sintió ni un ápice de compasión por aquellos ojos que le suplicaban clemencia. En tono neutro le dijo:

-Tardastéis demasiado en contestar. Supongo que os llevó tiempo prepararlo todo para que pudieras escapar en caso de que te estuviera tendiendo una trampa. Cuando os escribí, acababa de morir la última niña a la que protegía, y sentí que todo había terminado. Pero, tuve la suerte de encontrar algo.

Había dejado la jaula muy cerca. Extrajo del bolsillo un mando a distancia, y corrió hacia él un perro, apenas un cachorro. Jorge se agachó y jugó con él un rato, hasta que le cogió en brazos y mientras el cachorro le lamía la mejilla, le dijo a Clara, en cuyos ojos se mezclaban la sorpresa y el miedo:

-No dejaré que atrapéis a este pobre animal; cuidaré de él mientras me queden fuerzas. Pero mi propuesta de rendición ya estaba enviada, así que seguí el plan establecido, para poder acabar con uno más de vosotros. Deseaba con toda mi alma que fueras tú quien viniera. Aún así, cuando te tuve delante, recordé cuanto te había amado. Te hice recorrer todos los lugares que fueron importantes para mí para ver si te conmovía o, al menos, para pasar página. Pero no pude conmoverte.

El corazón le dolía levemente, pero continuó:

-Si hubieras mostrado piedad, te habría inyectado sólo el paralizante. Habrías vuelto con los tuyos convertida en la única que pudiera presumir de haber herido a La Bestia. Ahora obtendrás la misma gloria, pero póstuma.

Y tras suspirar, concluyó:

-Ya no te amo. Adiós.

Jorge esperó los dos minutos que el veneno tardó en acabar con Clara. Al perecer, los aparatos que le daban apariencia humana dejaron de funcionar, y un ente horripilante, un haz de tencáculos unidos a un tronco de serpiente, la sustituyó. Y, así, una vieja herida quedó cerrada definitivamente.

Y La Bestia acarició a su cachorro y emprendió el camino de vuelta a su escondite.

04 diciembre 2011

Amazon.es ya está operativo para Kindle

Hará cosa de un par de días me enteré, gracias a facebook, de que la tienda virtual de amazon.es para libros electrónicos en formato "kindle" ya estaba operativa en España. Y, efectivamente, si buscas libros electrónicos en amazon.es ya aparece como opción "Tienda kindle", cosa que en septiembre, cuando abrió amazon.es no se veía.

La verdad es que por primera vez en mi bitácora, voy a confesar que subí hace algún tiempo una cosa mía allí. Lo hice más que nada por probar, para ver cómo funcionaba Kindle, en qué formato eran los libros electrónicos y todo eso. La gracia está en que eso lo hice en la página de EE UU, amazon.com y ahora, automáticamente, han colocado todo en amazon.es. Podéis ver el libro en cuestión aquí:

La estrella solitaria.

Se trata de una novela muy corta de ciencia-ficción que terminé a partir de una idea que había abandonado, que envié a un concurso sin mucha suerte y que luego convertí al formato de kindle.

Iré hablando de cosas relacionadas con amazon.es en otras entradas.