Son 1034 palabras, tras descontar diez asteriscos de separación de escenas. Contiene un homenaje bastante descarado a H.P. Lovecraft. Como es el segundo del mes, aquí está la etiqueta:
Y aquí tenéis el relato. Para entenderlo, hay que leer el principio del primer relato del OrigiReto de julio.
LA MORADORA DEL ÁTICO
Habían estado muy cerca del desastre. Encontrar una solución
al problema de Robert implicaba investigar mucho, leer libros que relataban
secretos que partían el corazón y llenaban el alma de terror. Llevaba varios
años intentando retener a mi marido en el ático, con un éxito muy relativo.
Nunca supe cómo lograba abrir agujeros en un ático cuyas paredes habíamos
reforzado.
Éramos conscientes de que faltaba muy poco tiempo para
corregir todos los puntos sueltos que tenía nuestro plan, apenas dos meses.
Confié en que Robert no se escapara antes de tenerlo todo bien planificado,
pero lo hizo y estuvo a punto de matar a una turista inocente.
Ojalá hubiera conocido antes el origen de su mal. Perdí dos
años buscando a los mejores psiquiatras, pero todos decían que Robert no tenía
ningún problema mental conocido. No hicimos ningún avance hasta que Mary, la
hermana pequeña de Robert, contactó con el profesor Elijah Dark de la
Universidad de Miskatonic. Le llevó meses y tuvo que visitar tres veces el
ático, pero, al fin, consiguió demostrar que Robert estaba esclavizado por un
ente de otro plano de existencia. Y había una forma de liberarlo. Aunque era
muy peligrosa.
—Creo que el nexo de conexión más adecuado es el que está en
el bosque de Green Oaks —concluyó Elijah tras una larga explicación.
Estábamos a la mesa James, Mary, Lenore, el profesor, dos
tipos enormes con aspecto de matón que no querían revelar sus nombres y yo. No
acababa de estar convencida: Green Oaks era un bosque encantado del que se
contaban historias horripilantes.
—Los otros dos nexos están en sitios mucho más peligrosos,
Shanna —me respondió Elijah—, aunque tengan mejor fama. Green Oaks tiene fama
de ser peligroso porque hay gente que ha conseguido salir. No sé de nadie que
haya sobrevivido en los otros sitios.
* * * * *
El viaje hasta Green Oaks duró tres horas. Tres horas en que
me sentí cada vez más asustada. Íbamos todos los asistentes a la última reunión
salvo Lenore, que se había quedado en casa para vigilar a Robert. Todos íbamos
armados y llevábamos armas de repuesto, granadas de mano y cuchillos. Los dos
matones, además, portaban machetes, pistolas y el doble de munición que
nosotros. Era la única que apenas se sabía defender. Mary tenía una puntería
excelente con el rifle y James era experto en esgrima. Incluso Elijah disparaba
bien y sabía de explosivos. Pero yo era la única que podría asegurar el éxito del
ritual que salvaría a Robert.
Lo único que nos alumbró cuando aparcamos fue la luz de la
Luna llena. El aspecto tenebroso del bosque de árboles con ramas retorcidas no
mentía: se sabía desde el siglo XIX que era un bosque encantado.
Elijah nos guiaba por un sendero que se cortaba a menudo,
aunque el profesor siempre lograba encontrar el segmento siguiente cuando
sucedía. El corazón me latía con furia, porque sabía que no estábamos solos. No
corría ni una pizca de viento, pero las hojas y los matorrales se movían a
veces. Había susurros y gruñidos. Todos callábamos, aparentábamos entereza,
pero manteníamos bien cerca nuestras lámparas que quemaban una mezcla de
aceites que nos protegía de los monstruos que ansiaban saltar sobre nosotros.
Incluso los dos matones, que la Universidad de Miskatonic contrataba a menudo
para trabajos como aquellos, mostraban temor en la mirada.
Algo se abalanzó sobre nosotros. Era un ser que parecía
venido de una pesadilla, era un conjunto de tentáculos que salían de un cuerpo
redondeado donde se abría una boca inmensa. Las lámparas lo molestaban, pero no
lo ahuyentaban. Todos mis compañeros lucharon y dispararon. Yo retrocedí
temblando, apuntando con el rifle, sin atreverme a disparar para no herir a ninguno
de mis compañeros.
La lucha fue terrible: no podían con aquel monstruo. Uno de
los matones logró vencerlo echándose sobre él y despedazándolo con el machete,
pero lo pagó con su vida. James tenía un brazo roto, Mary sangraba por un corte
muy feo en la mejilla y los demás habían recibido muchos golpes. Lloré por la
angustia de ver muerto a uno de los compañeros más fuertes y por el
remordimiento de sentirme culpable de su destino. Pero había que continuar.
Llegamos al nexo sin recibir más ataques. Elijah inició el
ritual que concluí pronunciando una plegaria en una lengua que me provocaba escalofríos.
Texmulajhi, el monstruo que habíamos invocado, apareció tres metros por delante
de mí. Mediría unos cuatro metros de altura y tenía una cabeza parecida a la de
un perro, pero con un hocico muy largo y afilado. Me miraba con seis ojos
completamente blancos y extendía un par de alas de murciélago inmensas. Le
brotaban ocho brazos de los costados y se sostenía mediante dos patas de ave.
—Divino Texmulajhi, señor de Cyxywa —dije con voz
temblorosa—, os he invocado para suplicaros ayuda y consejo para liberar al
hombre al que amo de la enfermedad que lo aflige.
Texmulajhi debía de estar leyéndome la mente, recabando toda
la información que necesitaba. Elijah decía que aquel dios admiraba el valor y
que por eso nos ayudaría.
—Robert no está enfermo —dijo el dios, con una voz en que
parecían mezclarse miles de hablantes—. Se le ha adherido un xujsul, así que
esto es una disputa entre él y tú que solo puede resolverse con un duelo. Te lo
concedo, Shanna, porque has venido a verme con Luna llena, cuando los xujsules
son más poderosos. —El dios empezó a mover con rapidez sus ocho brazos—. Ganes
o pierdas, tú y tus compañeros saldréis ilesos de este bosque. Si vences, me
llevaré al xujsul y Robert volverá a ser el que era.
—¿Y qué sucederá si pierdo? —pregunté con un pellizco en el
estómago.
* * * * *
Vivo encerrada en un ático. Creo que la primera vez que
entré fue hace varios meses. Desde entonces, solo he podido salir una vez, el
día que abrí el primer agujero. El ático es muy viejo y las paredes están
llenas de puntos débiles que puedo aprovechar. Pero cerraron la ruta que he
abierto y me angustio al pensar que, un día, conseguirán cerrar todas las
salidas y me quedaré aquí para siempre.
Son 1035 palabras, quitando diez asteriscos de separación de escena. Como algo muy particular, ya que nunca lo hago, me he inspirado en esta canción:
Siempre me pregunté qué haría alguien encerrado en un ático. Intento responderlo aquí. En el segundo relato, cerraré cosas que en este dejo abiertas.
EL PRISIONERO DEL ÁTICO
Vivo encerrado en un ático. Creo que la primera vez que
entré fue hace varios años. Desde entonces, solo he podido salir días sueltos
y, ahora mismo, solo piso la calle cuando abro algún agujero. El ático es muy
viejo y las paredes están llenas de puntos débiles que puedo aprovechar. Pero
cada vez que escapo, cierran la ruta que he abierto y me angustio al pensar
que, un día, conseguirán cerrar todas las salidas.
Shanna nunca va a liberarme. Me lo prometió, pero jamás me
sacará de este ático. Los primeros meses, antes del día en que me escapé, me
dejaba ir a la planta baja de la casa para almorzar junto a James, Mary y
Lenore. Eran buenos momentos, pero, al caer la tarde, Shanna me obligaba a
subir al ático y cerraba la puerta con llave. Aporreaba el lienzo desesperado,
suplicándole que me dejara salir, que tenía miedo. Los días en que La luna
llenaba el ático de luz blanca algo se reflejaba en el espejo roto. Y esa
ilusión no soy yo, nunca lo he sido.
Shanna no lo sabe, no lo entiende. Dice que no puede
liberarme porque soy un ser demoníaco, porque si me escapo acabo haciéndole
daño a alguien. Le grito que no soy yo, que el mal está en el reflejo que aparece
con la luna llena, que esa ilusión monstruosa me atormenta y aterroriza,
intenta engañarnos a todos. Shanna me responde que deje de fingir, que no
intente engañarla, que no hay nadie en ese ático y que el mal vive en mi
corazón. Y no es verdad, no puede ser verdad.
* * * * *
Solo me consuela mi mecedora. La coloco por donde pueden entrar
los rayos del sol, por las rendijas que hay entre los tablones. La luz del sol calienta,
trae vida y alegría. La Luna convoca al monstruo que me acompaña en mi
encierro.
Anoche brilló la Luna y aquel ente apareció en el espejo.
Golpeé el cristal hasta que me sangraron las manos.
—Déjame en paz —le grité—. ¡No existes, no eres real! ¡No
tienes poder sobre mí porque solo existes en mi mente! Has engañado a Shanna,
pero no puedes engañarme a mí. No eres mi reflejo, no eres yo.
Aquella ilusión creada por la Luna me sonrió, se rio. Empecé
a reírme con tanta fuerza que me tuve que arrodillar. El ente del espejo se
arrodilló también y echaba atrás la cabeza, sin reprimir sus carcajadas.
—¡Deja de imitarme! ¡Deja de mentir! ¡No eres mi reflejo y
nunca lo serás!
La luz de la Luna se esfumó de pronto y el espejo se quedó a
oscuras. Lo último que se apagó fueron las telarañas de su borde inferior. Toqué
el espejo con una mano temblorosa.
—¿Hay alguien ahí?
No había nadie ahí. Pero, cuando la luz de la Luna sume al
espejo en la negrura, siento como si ese reflejo entrara en mí. Y cuando pasa eso,
quiero salir como sea del ático. Golpeo y araño la puerta, suplico a Shanna que
me abra. Pero ella no lo hará nunca.
* * * * *
Conseguí abrir un agujero antes de la siguiente Luna llena,
cuando atardecía. Me agarré a las ramas de un árbol y logré caer sin hacerme daño.
Me guardé bien el cuchillo que antes había tirado. Como Shanna nunca entra en
el ático, no sabe que escondo decenas de cuchillos afilados. Y corrí hacia la
libertad.
Siempre he amado a Shanna, pero ella cree que soy un
monstruo. Y no es verdad. Por eso, siempre que me escapo, intento
demostrárselo. Me escondí cerca de un bar, y esperé casi media hora.
Una mujer joven salió sola del bar y la perseguí. Las
mujeres son asquerosas. Las odio a todas, excepto a Shanna, porque ella es
especial. Si pudiera jugar con sus cabellos, si me dejara besarla, sabría que
no soy malvado. Estoy dispuesto a demostrárselo.
—¡Eh, tú! —le dije a la mujer—. ¿Adónde vas tan sola?
La mujer se volvió y empezó a andar rápido, pero yo lo fui
más. Las mujeres odiáis a Shanna porque es muy guapa. Creéis que los hombres no
os hacen caso porque no os podéis comparar con ella y que si Shanna
desapareciera, los hombres os amarían. Y no es así. No os hacemos caso porque
sois estúpidas y ridículas. Solo Shanna merece ser amada, porque ella es
especial.
—No corras. Me gustas mucho —mentí—. Solo quiero besarte y
tocarte. ¡No corras!
Corrí tras ella, con el cuchillo en la mano. Le enseñaría un
poco del placer que un hombre puede proporcionar a una mujer y luego se lo
quitaría. La haría aprender que solo Shanna merece ser amada y le quitaría algo
para regalárselo a mi amor.
Cómo gritaba mientras corría. Cómo suplicaba y lloraba
cuando la acorralé. Me acerqué a ella despacio, con el cuchillo bien visible.
—No voy a violarte —le dije—. Te enseñaré lo que es el amor
y comprenderás por qué solo Shanna lo merece. Y cuando lo entiendas, te quitaré
algo. Y todo estará bien.
—No sé quién es Shanna —respondió—. Por favor, no me hagas
daño.
Me eché sobre ella. Luchamos hasta que le hice varios cortes
en los antebrazos. No le quité la ropa: no quería ver ni tocar su cuerpo
repulsivo. Solo amaba a Shanna. La besé en los labios, le lamí las mejillas llenas
de lágrimas, le acaricié el pelo. Soñé que era el de mi único amor.
Sentado a horcajadas en el vientre de la mujer, le rompí la
blusa para que solo el sujetador le cubriera el pecho. Alcé el cuchillo para
conseguir el regalo que le daría a Shanna, pero me detuve. Se oían pasos. Solo
fui capaz de soltar el cuchillo, ya que varios policías me apuntaban. No
hubiera cedido, pero es que Shanna venía con ellos, y nunca atacaría a nadie
que esté con ella. Cuando me atraparon y me esposaron, la miré con
desesperación. Ella lo hacía con tristeza.
—Solo quería que comprendiera —le grité—. Solo quería
regalarte su corazón, para que vieras que insignificante es comparado con el
tuyo. No soy malo, no soy un monstruo. Él no es yo. No lo es. ¡Miente!