Relato para el Reto de escritura de #OrigiReto2018 - Ejercicio: 07- Relata una adopción peculiar.
Bases en:
http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com.es/2017/12/reto-de-escritura-2018-origireto.html
o en
http://plumakatty.blogspot.com.es/2017/12/origireto-creativo-2018-juguemos.html
Este relato cuenta con 1045 palabras y hay dos homenajes un pelín disimulados. El primero es a la película Willow (si la habéis visto, puede que lo captéis. Es de una escena del final). El segundo es a la novela Tres corazones y tres leones de Poul Anderson. Este segundo lo contaré porque es un nombre que comparten muchos personajes: Alianora es la dama cisne que aparece en la novela de Poul Anderson.
AKMEIN MABEG
Los gerdel no sentimos aprecio por los humanos: son enormes,
arrogantes y ansían expandirse a costa de la naturaleza. No soy una excepción,
pero Silvio y Gabriella siempre me habían tratado bien y les consideraba unos
buenos amigos. Cuando mi jefe de arboleda me enviaba Vianni, el pueblo humano
más próximo, a comerciar, procuraba ir a verlos a su taller aunque no tuviera
nada que comprarles. Aquel día de primavera en que fui a verlos, me cambió la
vida.
Mi pueblo odia la violencia, quizá porque no sería prudente
usar la fuerza cuando un gerdel le llega a un humano normal a las rodillas y
los humanos no son la especie humanoide más grande. Pero hay otros pueblos que sí
combaten a los humanos. Cuando oí sonidos de pelea en casa de Silvio y
Gabriella y oí llorar a Alianora, su niña de apenas un año, me oculté.
Soy tan pequeño que los humanos casi nunca reparan en mí. Los
tres malluwra, que son un poco más grandes, tampoco me vieron mientras salían
del taller de mis amigos llevándose en brazos a Alianora, que seguía llorando
con fuerza. Entré en la casa y me encontré a Silvio y Gabriella muertos delante
de la cuna de su pequeña. El dormitorio estaba destrozado: habían luchado hasta
el fin. Aquellos humanos no merecían tal destino.
Me oculté al oír llegar a los soldados y al regidor del
pueblo. Aquellos cobardes se limitaron a lamentarse por la suerte de Alianora y
el regidor prometió celebrar un buen entierro. Decidí que, si aquellos humanos
no iban a intentar ni siquiera vengarse, sería yo quien lo hiciese en su lugar.
Me aseguré de que mi bastón de combate estuviera cargado y seguí el rastro de
los malluwra.
Me interné en un bosque que no tenía nada que ver con el
mío: aquel era un lugar siniestro, lleno de árboles y matorrales oscuros y
retorcidos. Los llantos de un bebé humano me angustiaron, pero me ayudaron a
guiarme. Cuando localicé a los malluwra, en un claro de escasa extensión, me
alegré de ser tan pequeño. Eran siete y parecían ocupados en una invocación. No
entendía su idioma, solo capté dos palabras que sonaban en cada frase que
pronunciaban: “Akmein Mabeg”.
Supe que era un nombre propio cuando un monstruo, con un aspecto
que recordaba un ave de presa y brazos acabados en garras en vez de alas, se
materializó cerca del borde del claro. Y sentí una punzada en el corazón cuando
oí llorar a Alianora con más fuerza y reconocí el ritual: iban a sacrificarla a
aquel Akmein Mabeg. Me acerqué todo lo que pude al monstruo. No sabía qué
hacer, pero me sentía incapaz de dejar que mataran a una niña si podía
evitarlo. Ser tan pequeño y llevar una capa mágica gerdel que me ayudaba a
mimetizarme era una ventaja. También un inconveniente: ni siquiera armado con
el bastón iba a impresionar o ahuyentar a seres seis o siete veces más grandes
que yo.
Se me aceleró el pulso cuando advertí que había una
posibilidad. El ritual parecía implicar un trance provocado por unos cánticos
pronunciados en tono muy bajo. No supe si su objetivo era conseguir que
Alianora dejara de llorar, pero la niña dejó de hacerlo. Eso me dio la
oportunidad. Llené a toda prisa mi capa con ramas y hojas hasta crear un bulto del
tamaño de un bebé humano. Hice que adquiriera el mismo color que la sábana en
la que iba envuelta Alianora y, con sigilo, cambié al bebé por mi capa. Pasé
muchísimo miedo: si a alguno de aquellos gigantes se le ocurría abrir los ojos,
o si la pobre niña arrancaba a llorar, moriríamos los dos.
Nada de aquello sucedió. Huí todo lo deprisa que pude porque
cuando vieran que el bebé humano ya no estaba allí, me buscarían por todo el
bosque. Sin embargo, ya no tenía miedo. Ni siquiera necesitaba mi capa mágica:
si un gerdel se esconde en un bosque, solamente lo encontrarán si el gerdel así
lo desea, en especial si quien lo busca pertenece a una raza de gran tamaño.
Regresé a Vianni muy contento, aunque empecé a sentirme
cansado porque el bebé pesaba mucho. Alianora era una niña preciosa, de piel
muy blanca y mejillas sonrosadas. Su piel era lo que más me llamaba la atención
al compararla con la mía, marrón como la madera y con manchas verdes. Despertó
a mitad de camino, pero no lloró. Tuve la sensación de que se sentía a gusto
conmigo. Sus ojos también eran distintos a los de cualquier gerdel: azules, en
vez de negros.
Cuando la llevé al regidor de Vianni, para que se hiciera
cargo de ella, me dieron el primer golpe.
—Si algún humano se hace cargo de ella, caerá la maldición
sobre Vianni. Esa niña iba a ser sacrificada a un xephus: está marcada. Llévala
al bosque y que las fieras la devoren.
Discutí largo rato, pero fue inútil. Así que lleve a Alianora
a mi arboleda. ¿Qué otra cosa podía hacer? Mi jefe me dio el segundo golpe.
—No podemos ocuparnos de una niña humana. Según sus leyes,
sería un secuestro y les daríamos la excusa que buscan para ocupar la arboleda.
Si los humanos no quieren hacerse cargo, llévala al bosque y que las fieras la
devoren.
Me levanté para cumplir la orden y cuando vi a Alianora en una
cama gerdel, tuve que secarme una lágrima. Fui a cogerla en brazos y me rodeó
dos dedos con la mano.
—Señor, no puedo.
—Yo lo haré por ti.
—Se lo ruego, señor, ¿no hay otra solución?
Nos sentamos a su escritorio y mi jefe se pasó un par de
horas consultando un código legal humano y los pergaminos donde se plasmaban
las leyes gerdel.
—Hay una forma, pero es muy dura. Tendrás que adoptar a
Alianora. Eso me obligará a desterrarte para siempre. Entonces, si vas a una
población humana que no sea Vianni con tu hija y muestras tu sentencia de
destierro, podrás pedir asilo y te sería fácil conseguirlo. ¿Es eso lo que
quieres?
Llené la mente de imágenes de mi arboleda: las encinas y los
robles, las casitas gerdel, las flores, los atardeceres…
Los iba a echar mucho de menos.
2 comentarios:
Muy buenas, Juan. Ya estoy por aquí. La verdad es que este relato se me ha hecho un poco confuso, creo que es porque no llegas a describir del todo a los seres que aparecen. Me ha gustado el punto del final que repitan la misma frase para negar el asilo al humano y que al final tenga que auto desterrarse para poder adoptarle, me pregunto si los humanos le aceptarán en alguna aldea. Pero en general me ha dejado un pelín fría, tal vez es que tengo que leer la continuación :D Voy a ello!!
Wolis! Que original el relato, creo que se siente un poco rapido y no se aprecia mucho el sentimiento, prto me parece muy valiente la actitud del protagonista por hacerse cargonde una niña que no es siquiera de su especie. Lastima de ese rollo legal de tener que desterrarjepor no ser acusados de secuestro :S
Detallito: creo que te falta un a o hacia antes del nombre de la población--> mi jepor de arboleda me enviaba Vianni,
Gracias por tu relato y que sean muchos más ;3
.KATTY.
@Musajue
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