26 agosto 2018

#OrigiReto2018 Akmein Mabeg

Relato para el Reto de escritura de #OrigiReto2018 - Ejercicio: 07- Relata una adopción peculiar.

Bases en:
http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com.es/2017/12/reto-de-escritura-2018-origireto.html
o en
http://plumakatty.blogspot.com.es/2017/12/origireto-creativo-2018-juguemos.html

Este relato cuenta con 1045 palabras y hay dos homenajes un pelín disimulados. El primero es a la película Willow (si la habéis visto, puede que lo captéis. Es de una escena del final). El segundo es a la novela Tres corazones y tres leones de Poul Anderson. Este segundo lo contaré porque es un nombre que comparten muchos personajes: Alianora es la dama cisne que aparece en la novela de Poul Anderson.



AKMEIN MABEG

Los gerdel no sentimos aprecio por los humanos: son enormes, arrogantes y ansían expandirse a costa de la naturaleza. No soy una excepción, pero Silvio y Gabriella siempre me habían tratado bien y les consideraba unos buenos amigos. Cuando mi jefe de arboleda me enviaba Vianni, el pueblo humano más próximo, a comerciar, procuraba ir a verlos a su taller aunque no tuviera nada que comprarles. Aquel día de primavera en que fui a verlos, me cambió la vida.

Mi pueblo odia la violencia, quizá porque no sería prudente usar la fuerza cuando un gerdel le llega a un humano normal a las rodillas y los humanos no son la especie humanoide más grande. Pero hay otros pueblos que sí combaten a los humanos. Cuando oí sonidos de pelea en casa de Silvio y Gabriella y oí llorar a Alianora, su niña de apenas un año, me oculté.

Soy tan pequeño que los humanos casi nunca reparan en mí. Los tres malluwra, que son un poco más grandes, tampoco me vieron mientras salían del taller de mis amigos llevándose en brazos a Alianora, que seguía llorando con fuerza. Entré en la casa y me encontré a Silvio y Gabriella muertos delante de la cuna de su pequeña. El dormitorio estaba destrozado: habían luchado hasta el fin. Aquellos humanos no merecían tal destino.

Me oculté al oír llegar a los soldados y al regidor del pueblo. Aquellos cobardes se limitaron a lamentarse por la suerte de Alianora y el regidor prometió celebrar un buen entierro. Decidí que, si aquellos humanos no iban a intentar ni siquiera vengarse, sería yo quien lo hiciese en su lugar. Me aseguré de que mi bastón de combate estuviera cargado y seguí el rastro de los malluwra.

Me interné en un bosque que no tenía nada que ver con el mío: aquel era un lugar siniestro, lleno de árboles y matorrales oscuros y retorcidos. Los llantos de un bebé humano me angustiaron, pero me ayudaron a guiarme. Cuando localicé a los malluwra, en un claro de escasa extensión, me alegré de ser tan pequeño. Eran siete y parecían ocupados en una invocación. No entendía su idioma, solo capté dos palabras que sonaban en cada frase que pronunciaban: “Akmein Mabeg”.

Supe que era un nombre propio cuando un monstruo, con un aspecto que recordaba un ave de presa y brazos acabados en garras en vez de alas, se materializó cerca del borde del claro. Y sentí una punzada en el corazón cuando oí llorar a Alianora con más fuerza y reconocí el ritual: iban a sacrificarla a aquel Akmein Mabeg. Me acerqué todo lo que pude al monstruo. No sabía qué hacer, pero me sentía incapaz de dejar que mataran a una niña si podía evitarlo. Ser tan pequeño y llevar una capa mágica gerdel que me ayudaba a mimetizarme era una ventaja. También un inconveniente: ni siquiera armado con el bastón iba a impresionar o ahuyentar a seres seis o siete veces más grandes que yo.

Se me aceleró el pulso cuando advertí que había una posibilidad. El ritual parecía implicar un trance provocado por unos cánticos pronunciados en tono muy bajo. No supe si su objetivo era conseguir que Alianora dejara de llorar, pero la niña dejó de hacerlo. Eso me dio la oportunidad. Llené a toda prisa mi capa con ramas y hojas hasta crear un bulto del tamaño de un bebé humano. Hice que adquiriera el mismo color que la sábana en la que iba envuelta Alianora y, con sigilo, cambié al bebé por mi capa. Pasé muchísimo miedo: si a alguno de aquellos gigantes se le ocurría abrir los ojos, o si la pobre niña arrancaba a llorar, moriríamos los dos.

Nada de aquello sucedió. Huí todo lo deprisa que pude porque cuando vieran que el bebé humano ya no estaba allí, me buscarían por todo el bosque. Sin embargo, ya no tenía miedo. Ni siquiera necesitaba mi capa mágica: si un gerdel se esconde en un bosque, solamente lo encontrarán si el gerdel así lo desea, en especial si quien lo busca pertenece a una raza de gran tamaño.

Regresé a Vianni muy contento, aunque empecé a sentirme cansado porque el bebé pesaba mucho. Alianora era una niña preciosa, de piel muy blanca y mejillas sonrosadas. Su piel era lo que más me llamaba la atención al compararla con la mía, marrón como la madera y con manchas verdes. Despertó a mitad de camino, pero no lloró. Tuve la sensación de que se sentía a gusto conmigo. Sus ojos también eran distintos a los de cualquier gerdel: azules, en vez de negros.

Cuando la llevé al regidor de Vianni, para que se hiciera cargo de ella, me dieron el primer golpe.

—Si algún humano se hace cargo de ella, caerá la maldición sobre Vianni. Esa niña iba a ser sacrificada a un xephus: está marcada. Llévala al bosque y que las fieras la devoren.

Discutí largo rato, pero fue inútil. Así que lleve a Alianora a mi arboleda. ¿Qué otra cosa podía hacer? Mi jefe me dio el segundo golpe.

—No podemos ocuparnos de una niña humana. Según sus leyes, sería un secuestro y les daríamos la excusa que buscan para ocupar la arboleda. Si los humanos no quieren hacerse cargo, llévala al bosque y que las fieras la devoren.

Me levanté para cumplir la orden y cuando vi a Alianora en una cama gerdel, tuve que secarme una lágrima. Fui a cogerla en brazos y me rodeó dos dedos con la mano.

—Señor, no puedo.

—Yo lo haré por ti.

—Se lo ruego, señor, ¿no hay otra solución?

Nos sentamos a su escritorio y mi jefe se pasó un par de horas consultando un código legal humano y los pergaminos donde se plasmaban las leyes gerdel.

—Hay una forma, pero es muy dura. Tendrás que adoptar a Alianora. Eso me obligará a desterrarte para siempre. Entonces, si vas a una población humana que no sea Vianni con tu hija y muestras tu sentencia de destierro, podrás pedir asilo y te sería fácil conseguirlo. ¿Es eso lo que quieres?

Llené la mente de imágenes de mi arboleda: las encinas y los robles, las casitas gerdel, las flores, los atardeceres… 

Los iba a echar mucho de menos.

2 comentarios:

Stiby dijo...

Muy buenas, Juan. Ya estoy por aquí. La verdad es que este relato se me ha hecho un poco confuso, creo que es porque no llegas a describir del todo a los seres que aparecen. Me ha gustado el punto del final que repitan la misma frase para negar el asilo al humano y que al final tenga que auto desterrarse para poder adoptarle, me pregunto si los humanos le aceptarán en alguna aldea. Pero en general me ha dejado un pelín fría, tal vez es que tengo que leer la continuación :D Voy a ello!!

KATTY COOL dijo...

Wolis! Que original el relato, creo que se siente un poco rapido y no se aprecia mucho el sentimiento, prto me parece muy valiente la actitud del protagonista por hacerse cargonde una niña que no es siquiera de su especie. Lastima de ese rollo legal de tener que desterrarjepor no ser acusados de secuestro :S

Detallito: creo que te falta un a o hacia antes del nombre de la población--> mi jepor de arboleda me enviaba Vianni,

Gracias por tu relato y que sean muchos más ;3



.KATTY.
@Musajue