31 marzo 2020

#OrigiReto2020 El Baile del Emperador

Este es mi relato de marzo de 2020 para el OrigiReto 2020. Las normas de este reto se pueden consultar en las bitácoras de las organizadoras:

http://plumakatty.blogspot.com/2019/12/origireto-creativo-2020-reto-juego-de.html

o en

https://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2019/12/reto-de-escritura-2020-origireto.html

Este relato tiene 1942 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html (he quitado cuatro astericos para separar escenas).

Diré al final qué objetivos cumple. Espero que os guste.



EL BAILE DEL EMPERADOR

Aún faltaban dos meses para la celebración del Baile del Emperador y Eloísa ya estaba nerviosa a todas horas. Comenzó a aprender vals a los doce años, pero daba igual: practicaba casi a diario para que todo saliera perfecto el día del evento. Y no era la única. Eran veinte las parejas que perfeccionaban su técnica en la sala de fiestas del casino, gracias a las canciones que el profesor ponía en el gramófono. Para una ciudad como Avilés, de casi quince mil habitantes y a cierta distancia de Santander, donde iba a celebrarse la gala, era un buen número.

Eloísa disfrutó cuando sonó “el vals de las flores”. Además, tuvo la suerte de que su pareja de baile llevaba muy bien el ritmo. Se dejó llevar, bien sujeta por su compañero, y sintió la felicidad de girar y girar como si volase. Recordaba cuánto la asustaban las vueltas del vals vienés al empezar a practicarlas. Le costó dos años entender que su problema era el miedo. Su profesor le dijo que tenía que estirar el brazo, echarse un poco hacia atrás y dejarse llevar. Mientras más largo el brazo y más relajados los hombros, más fácil era girar: mientras menos miedo se sentía, más fáciles eran las vueltas.

Mientras volvía a casa, Eloísa se planteó que esa lección era válida para otros muchos aspectos de la vida, aunque no se veía capaz de aplicarla. El miedo le impedía perseguir sus sueños.  Había comprado decenas de libros, había intentado ponerse a estudiar, pero siempre lo dejaba porque las pruebas de acceso a la universidad la obligarían a pasar una semana sola en una pensión de un barrio desconocido de Salamanca. Era absurdo, porque si la admitían tendría que irse a vivir allí, si bien lo haría a una residencia de estudiantes donde viviría rodeada de amigas. También a causa del miedo, había dejado ir al amor de su vida, por temer coquetear con él. Su madre le había dicho que era muy joven, que ya encontraría a alguien, pero ella no estaba de acuerdo.

Resopló al encontrarse en el buzón una rosa, que vendría acompañada de un sobre con algún halago cursi dentro. Era muy triste que Alfredo no quisiera darse cuenta. A Eloísa le molestaba un poco recibir una rosa roja acompañada de un sobre todos los días, pero como se la enviaba por correo y jamás se acercaba a su casa, no podía acudir a la policía. Solo se veían por casualidad, y Alfredo siempre se mostraba tímido. Una vez, estuvo a punto de pedirle que dejara de enviarle rosas y no se sintió con fuerzas para partirle el corazón. Si se le declaraba, tendría que hacerlo, pero rechazarlo de antemano se le hacía difícil, aparte de que era muy probable que él se defendiera diciendo que había malinterpretado sus intenciones. Sería un ridículo espantoso.

Como siempre, se resignó a coger la rosa y el sobre. El sobre lo tiró a la papelera sin abrirlo. La rosa la puso en un jarrón de su escritorio, junto a las diez de días anteriores que aún no se habían marchitado. Tuvo que retirar la rosa más antigua, que ya estaba seca. Antes de sentarse a seguir leyendo una novela, recordó cambiarle el agua al jarrón. 

*

A pesar de la lluvia que entristeció Avilés durante una semana, el cartero siguió trayéndole una rosa cada día y, en esas tardes oscuras, las rosas de Alfredo eran un consuelo. A veces, deseaba que el pobre muchacho encontrara a otra mujer que sí adorase aquellos regalos, pero luego pensaba que, acostumbrada a las flores, un jarrón vacío inspiraría tristeza.

Aquella tarde, un rayo de luz la hizo levantar la vista de sus libros. Salió a la terraza y se encontró un espectáculo maravilloso. Apenas llovía y, entre unas nubes blancas preciosas, se vislumbraban trozos de cielo azul. Embellecía la escena un arcoíris que Eloísa contempló embelesada todo el tiempo, hasta que perdió casi todo su brillo.

Lo bueno de aquello fue que dejó de llover y que Eloísa pudo citarse con sus amigas en una cafetería de la ciudad que había abierto el mes pasado. Charlaron de muchas cosas: de sus familias, de sus sueños y, como sucedía siempre, de sus amores. Eloísa calló cuando tocaron aquel tema, hasta que Paula se rio.

—¿Y cómo llevas lo de Alfredo? —le preguntó Paula—. ¿Tienes sitio en casa para tanta rosa?

—Las rosas las voy tirando cuando se marchitan —respondió—, pero los sobres, esos los tiro sin abrir. Si las guardara, ya no me cabrían. —Y se rio.

—¡Pobrecito! —dijo Paula mientras todas se reían—. Me lo imagino todas las noches perdiendo horas de sueño para escribirte poemas cursis. ¿Tú le has dado ilusiones, Eloísa?

—Ninguna.

—¡Es que los hombres no se enteran! —concluyó Paula y se rieron todas.

Sin embargo, a pesar de que se reía, Eloísa sintió lástima por Alfredo. Era un buen chico y no se merecía tanto desprecio, aunque se lo hubiera ganado por su actitud tan poco despierta.

*

Cuatro días después, una tarde, Eloísa volvió de sus clases de baile y se llevó la sorpresa de que no había ninguna rosa en su buzón. Pensó que se la habrían quitado, pero tampoco estaba el sobre, que siempre le dejaban dentro. Le dio igual, de todos modos.

Sin embargo, fueron pasando los días y no llegó ninguna otra flor. Por curiosidad, le preguntó al cartero y este le dijo que no habían vuelto a llegar rosas ni sobres a su nombre a la oficina. Habló con sus amigas y conocidas, pero todas le aseguraron que Alfredo estaba bien y que no lo habían visto con ninguna chica.

Cuando Eloísa vio el jarrón vacío después de haber retirado la última rosa, sintió una extraña tristeza. Estaba tan acostumbrada a recibir una flor a diario que no había advertido cuanto le gustaba recibirlas hasta que Alfredo dejó de mandárselas. Lo que más le intrigaba era por qué se había cansado de hacerlo. Tantas vueltas le dio que, aquella noche, tuvo un sueño. Leía un libro de historia en su escritorio cuando oyó algo golpear dulcemente el cristal. Comprobó atónita que era un hada con unas alas negras y amarillas preciosas, que llevaba en las manos una rosa el doble de grande que ella. Eloísa abrió la ventana y el hada voló hasta el jarrón y dejó caer la rosa dentro. Luego la miró mientras se mantenía suspendida batiendo las alas.

—¿Te la ha dado Alfredo para mí? —le preguntó Eloísa. El hada negó en silencio—. Entonces, ¿quién me la ha regalado?

—Te la regalo yo —respondió el hada con una voz cantarina—. ¿Creías que fue Alfredo?

—Sí. Todos los días me enviaba una, pero, de repente, dejó de hacerlo. Y no sé por qué.

—Pregúntaselo —propuso el hada.

Eloísa se despertó en aquel instante y decidió seguir el consejo del hada de sus sueños. Se fue a la cafetería donde solían desayunar los empleados de la oficina de don Vicente, el notario. Tuvo suerte: Alfredo entró y se sentó en una mesa al otro lado del local. Pagó el café y se le acercó. La miró sorprendido.

—Hola —dijo Eloísa.

—Hola, ¿cómo estás?

—Bien.

Se lo quedó mirando un rato, esperando algún reproche, alguna explicación acerca del motivo de haberle dejado de enviar rosas, pero Alfredo, que se mostraba algo incómodo, se limitó a intentar mantener una conversación banal. Al final, Eloísa se despidió y se resignó a no saber qué había sucedido.

*

Llegó la víspera del Baile del Emperador. No volvió a recibir rosa alguna, pero la emoción del viaje le evitó entristecerse. Eloísa viajaría a Santander junto con Paula y María José, así que esperaba un viaje muy divertido. Y lo fue. Viajaron en diligencia hasta Oviedo, donde tomaron el tren que, pasando por Noreña y Llanes, les llevaría hasta Santander. A partir de Llanes, el tren circulaba muy cerca de la costa. El paisaje era precioso, aunque las risas y las bromas de sus amigas no le dejaron apreciarlo lo suficiente.

Le habían dicho que, para quien amase el vals, el Baile del Emperador era una experiencia única. Para Eloísa fue algo inolvidable. Las mujeres entraron por la parte derecha del salón, formando una fila perfecta. Iban todas vestidas de blanco. Los hombres, luciendo trajes negros, las esperaban formando en varias filas, como también se dispusieron las mujeres, en frente de ellos.

Entre el hueco que dejaron ambas formaciones, entraron los emperadores rodeados por la guardia imperial. La orquesta tocó el primer vals y sus majestades bailaron. Y, al fin, declararon abierta la velada. Eloísa se mezcló rápido con la gente y bailó cuatro canciones seguidas, con un hombre diferente cada vez. Y habría bailado más, pero se sentía agotada, así que se encaminó hacia donde estaban sus amigas. En aquella parte del salón, se habían reunido muchos asistentes de Avilés. Se quedó estupefacta al ver a Alfredo.

—¿Sabes bailar vals? —le preguntó, atónita. 

Como respuesta, Alfredo la invitó a bailar y así lo hicieron. Bailaba muy bien, sin perder el ritmo ni un segundo. Nunca se había imaginado que pudiera compartir algo así con él, pero reconoció que jamás se interesó en conocerlo mejor. Tras el baile se sentaron juntos y hablaron un buen rato. Para sorpresa de Eloísa, era encantador. Cuando tuvo una oportunidad, siguió el consejo del hada de sus sueños.

—¿Por qué dejaste de enviarme rosas? Me gustaban mucho.

—No me hacía bien —respondió, apenado de pronto.

—No te entiendo.

—Te lo expliqué en una de las notas. Las tiraste todas, ¿verdad?

Eloísa enrojeció, pero Alfredo le quitó importancia. Siguieron hablando y le partió el corazón. Al día siguiente, embarcaba en un navío que lo llevaría a Puerto Rico. Iba a pasarse dos años ayudando a los más pobres, en una misión, y aquella generosidad y aquel valor la hicieron apreciarlo bastante. Eloísa descubrió que iba a echarlo mucho de menos y estuvo a punto de pedirle que se quedara en Avilés, que podrían empezar a salir juntos, pero no se atrevió.

*

El primer mes sin Alfredo fue terrible. Lo echaba de menos todos los días y tuvo que esconder el jarrón vacío. Un día, su madre le preparó un té y unas pastas y le preguntó a qué se debía su tristeza.

—Echo de menos a Alfredo. No sé cómo ha pasado, pero creo que me he enamorado de él.

—Él siempre te quiso y jamás le hiciste caso —respondió su madre con una sonrisa.

—Porque fui muy tonta. Ha sido como en el cuento de la cigarra y la hormiga. Él me quería, y trabajó durante meses para llamar mi atención, al igual que la hormiga durante el verano. Como no me faltaban las flores, desprecié su esfuerzo, me reí de él. Solo cuando llegó el invierno y dejó de haber rosas, intenté llamarle la atención, pero Alfredo ya estaba cansado de insistir y no quiso darme más afecto. Y es ahora cuando más lo necesito.

Su madre se levantó y le pidió ir a su habitación. Abrió el armario donde Eloísa guardaba sus vestidos y apartó los dos más viejos.

—¿Te parece si llevamos estos dos vestidos a las monjas? Nunca te los pones.

—Bueno… la verdad es que el azul, como está viejo, lo podría usar para…

—Eso es lo que te pasa con Alfredo. Mientras te quiso, no le prestaste atención, pero era “tu Alfredo”. Cuando te has visto sin él, has reaccionado como con el vestido. No te preocupes: no amas a ese hombre y no tienes motivos para estar triste. —Su madre cerró el armario—. Volvamos abajo, que se enfría el té.

* * * * *

Cumple con:
 

Objetivo principal:  8. Escribe un relato sobre un baile.
Cuentos y leyendas. Objetivo secundario 1: K  La cigarra y la hormiga.
Criaturas del camino. Objetivo secundario 2: V Hadas
Objeto oculto 1: 19. Una canción
Objeto oculto 2: 3. Un arcoiris
Cumple con mi objetivo personal: Sí. Alfredo deja un trabajo en una notaría para irse dos años a cuidar de gente pobre en una misión.
Además, cumple con: Rosa Insolente (Eloísa es la única protagonista).


Haré una confesión: el ejemplo que le pone la madre de Eloísa con el vestido para decirle lo que realmente le sucedía con Alfredo no me lo inventé yo. Lo leí por ahí, hace mucho tiempo.

9 comentarios:

Isefran dijo...

Bonito relato.
He de decir que Eloisa me ha caído fatal. Me alegro de que Alfredo no acabe con ella. Su madre, por otra parte, es una mujer muy sabía que conoce bien a su hija.
Me ha gustado mucho.
Saludos y nos vamos leyendo.

Miguel De la Tierra dijo...

¡Hola, Juan!

La ambientación del relato es muy buena, me gusta mucho como en unos pocos personajes todo tiene un aire clásico que la verdad es que es genial. Me recuerda un poco a una España de finales del siglo XIX o principios del XX, pero igual ha sido cosa mía. Aunque es verdad que una mujer viviendo sola, lo veo algo difícil, pero no complicado.

Ahora bien, entiendo el contenido del relato y el mensaje final. Pero, bueno, me rechina todo un poco. No creo que Eloísa sea como una "niña pequeña" que solo quiere lo que ya no puede tener, básicamente, porque Adolfo tampoco hacía bien. Ella no tenía porqué estar interesada en él. E insistir, bueno, para qué engañarnos: es acosar. Y podemos romantizarlo todo lo que queramos, de verdad, y no pienso que el personaje sea un monstruo terrible, pero si ella no contestaba, no hacía nada, era un NO como una casa. Aunque, a ver, está claro que la historia está ambientada donde está ambientada, pero creo que puedes entenderme aún así.

En fin, es una historia buena, muy bien escrita y con una ambientación minimalista, pero efectiva. Y el título me parece una pasada, por cierto.

Un abrazo.

Thaly dijo...

¡Hola!

Me ha gustado bastante el relato. Especialmente todo lo que se refiere a la ambientación que ha logrado transportarme a un tiempo pasado indefinido en el que se celebraban bailes así, de los que ya no quedan. Me ha confundido un poquito que a ratos se refieran al chico como Alfredo y a otros ratos como Adolfo, lo mismo me he perdido algo, que tranquilamente puede pasar xD

Entiendo el mensaje que quieres dar con lo de que no se aprecia lo que se tiene hasta que se pierde, pero visto desde una óptica del siglo XXI, insistir con regalos y flores sin una "aceptación" es un poquitito feo por parte del chico, porque una chica no está obligada a aceptar las atenciones de alguien, no sé si me explico.

Pero, de todas formas, eso no es más que una pequeña reflexión mía. El relato, en general, está bien escrito y muy logrado.

¡Nos leemos!

Paulus AM dijo...

¡Hola!

Me ha gustado mucho el relato. No voy a decir nada nuevo sobre la actitud del chico buscando la aceptación de la chica, pero también entiendo la época que has querido plasmar en tu relato y por eso no te lo digo en ningún momento con una intención negativa.
También me ha gustado que un personaje se llame Paula como yo, jeje. Dejando esa tontería de lado, ha sido ameno de leer y eso para un lector es importante, así como el ambiente clásico que has conseguido crear.

Sigue así, un saludo.

R. J. RANDOM dijo...

Ummm... No sé, compi. Estaba resultando interesante, eso que conste. Pero la conclusión final (a pesar de ser una bofetá sin mano, como suele decirse y tener un puntito de filosofía zen), la he visto precipitada. Y en general, no sabría como expresar lo que percibo. No es tanto falta de profundidad en los personajes, si no más bien algo de incoherencia vital o vacuidad. Entiendo tambien que se desarrolla en época contemporanea nuestra o pocos años ha. Recuerdo que una vez no contaste lo del baile del emperador, así que deduzco que no has variado las coordenadas temporales hacia atrás.

He visto por ahí un fallito aquí: «en esas tardes oscuras, las rosas de Alfredo eran la consolaban.» Supongo que o "eran su consuelo" o "eran las que la consolaban".

Juan dijo...

Buenas tardes, Isefran, Miguel y Thaly

Gracias por haber leído y comentado. Paso a contestaros en varias respuestas.

Isefran, me alegro de que te haya gustado. Este relato está basado en una idea muy antigua, basada en hechos reales. Ni te imaginas la de veces que una persona (en particular, mujeres, aunque algún hombre con mucho éxito con las mujeres, también puede actuar igual) actúa como lo hace Eloisa. Son muchas las personas que desprecian las atenciones de alguien hasta que este deja de hacerles caso. Cuando notan que han perdido el interés, se empeñan en recuperarlo para volver a la indiferencia cuando esa persona vuelve a hacerles caso. La madre, que conoce bien a su hija, hace gala de la sabiduría propia de la experiencia. Puede que Eloisa madure y deje de comportarse así, pero eso ya sería otra historia.

Miguel, me alegro de que haya gustado la ambientación. Concretamente, como incluía un viaje en tren, miré un mapa ferroviario de España de 1920, así que esa es la época aproximada. Como no hago referencia a la gripe "española", bien puede ser 1923-1924 o 1918-1919. Por ahí anda la época. En cuanto al título, por desgracia, no es un invento mío. El baile del emperador es un acto que se celebra en muchas partes. En Torremolinos (Málaga, España) se celebraba anualmente y yo asistía siempre. Se representaba un baile de la corte del emperador austrohúngaro, y era una excusa para bailar unos valses.

Si, entiendo lo que dices. Lo que te puedo contar es que la actitud de Eloisa está basada en hechos reales. Tampoco he dicho en ningún momento que la actitud de Alfredo sea correcta. Insistir tanto lo hacen personas con problemas graves de autoestima.

Thaly, me alegro de que te haya gustado la ambientación. Por cierto, ya he corregido lo de los nombres. El tipo de las rosas se llama siempre Alfredo a partir de ahora :) Gracias por el apunte. Acerca de la actitud de Alfredo, te digo lo mismo que a Miguel: si todos los personajes en literatura tuvieran que actuar de forma correcta, el 90% de las obras desaparecerían.

Un saludo.

Juan.

Juan dijo...

Buenas noches Paulus y RJRandom

Gracias por haber leído y comentado.

Paulus, me alegro de que te gustara y que un personaje llevara tu nombre :) Con respecto a Alfredo, lo mismo que ya he dicho antes: en un relato, los personajes no tienen por qué ser moralmente perfectos.

RJRandom, gracias por leer y comentar. Lo de precipitar la conclusión final se deberá al límite de 2020 palabras que, muchas veces, me hace cortar los relatos o bien, me hace que los tenga que resumir. El fallito que me has indicado está ya resuelto. Gracias por indicármelo.

Como he comentado antes, el relato se desarrolla entre el 1918 y el 1924. La fecha no está especificada, pero serían esos años, quitando aquellos en que la gripe "española" causaba estragos. Lo de la incoherencia y vacuidad de los personajes me gusta, ya que el relato va de eso. De la incoherencia, por un lado de Eloisa (y de muchas personas, que se basa en casos reales y, además, la explicación de la madre está adaptada de un foro de bastante contenido psicológico sobre relaciones afectivas). Eloisa no sabe lo que quiere: le gustan los halagos, pero no que quieran algo más de ella. Le gusta despertar atenciones, pero no que los demás sufran por ello. No es una guerrera, ni una heroína. Eloísa es una chica corriente, con preocupaciones mundanas, sin sueños ni ideales. Insisto, hay muchas personas así y no veo por qué no pueden protagonizar un relato (lo mismo digo sobre los perdedores: nadie cuenta las historias de los perdedores, a pesar de tantos millones de perdedores como existen). Alfredo representa a tantas personas que son eficientes en su trabajo y torpes a la hora de manejar sus sentimientos.

Un saludo.

Juan.

Yarcko dijo...

Hola Juan!
Tu relato me ha dejado un poco sorprendida. ¡Cuanta estupidez! Me refiero a los protagonistas, por supuesto, que parecen los amantes de Teruel (tonta ella, tonto él). Entiendo perfectamente que si van en diligencia a coger un tren, está en otra época. Creo que la ambientación es el punto fuerte del relato, ya que los personajes no logran sorprenderme a lo largo de la historia. Van evolucionando pero no espabilan ¡Cuanta candidez!por parte de ambos ¡Ojo!
Me gusta mucho como planteas el cortejo, aunque sea anacrónico hoy en día, porque realmente hubo una época en que la cosa era más o menos así. Me despista un poco la cantidad de independencia y libertad que disfruta Eloísa y que se desmarca un poco de la época.
Aún así me parece un gran relato. La narración es lenta y pausada pero intensa intensa al mismo tiempo. Es el tipo de presa que te arropa y te hace sentir el calorcito de una historia de amor, aunque sea correspondido solo en una parte muy egoista y totalmente a destiempo.
El final me resulta tan lógico que me sorprende que no sea otro, aunque me molesta un poco que la sosa de Eloísa, que no ha tenido la osadía de tomar la decisión correcta cuando debía tomarla, también se doblegue con tanta facilidad a la voluntad de su madre. Esa madre me ha caído mal, pero porque considero que es mejor arrepentirse de haberse equivocado que de no haberlo intentado.
Es un gran relato Juan. Siento haber tardado tanto tiempo en venir a leerlo.
Un abrazo.

Juan dijo...

Hola, Yarcko

Gracias por leer y comentar y me alegro de que te haya gustado.

En efecto, lo clavas. Ni Eloisa ni Alfredo tienen una relación sana con sus sentimientos amorosos. Por desgracia, aunque lo haya ambientado en la primera mitad de la década de 1920, la forma de sentir de ambos personajes se da muchísimo hoy en día. Están extraídos de mi propia experiencia y de un par de foros sobre relaciones afectivas (dije en alguna parte que el ejemplo que da la madre al final no es mío al 100%). Es curioso que en otros comentarios, lo único que hayan resaltado es que Alfredo es una especie de acosador machista, cuando el problema es muy diferente. Por tanto, si los personajes no te sorprenden, he conseguido plasmar bien sus personalidades, porque conforman un tipo de "pareja" del que no se sale hasta que ha pasado mucho tiempo. La inmadurez y las trampas en las que caen ambos personajes solo se superan al cabo de los años y, algunas veces, tanto se arrepienten de las estupideces del pasado que se quedan solteros para siempre porque han aborrecido las relaciones afectivas. La gente que tiene un poco más de tablas sabe en qué va a acabar una "relación" como la de Eloísa y Alfredo, así que, en efecto, no te sorprende nada de lo que sucede.

Alfredo tiene la autoestima por los suelos. Un hombre que se respeta a sí mismo pedirá una cita, quizá dos, pero no admitirá más de tres negativas. A lo mejor enviaría un par de ramos de flores, o tres, pero no más. Tres rechazos y se buscará a otra chica. Los hombres que no se valoran, que tienen miedo a amar, que tienen miedo a pedir una cita, se encaprichan de una sola mujer inalcanzable, ya que, en el fondo, piensan que si les dicen que sí, habrá un problema aún más gordo. Alfredo es un hombre sumiso, incapaz de controlar sus sentimientos. Deja que su amor imposible lo arrastre a una obsesión porque no es capaz de plantarle cara a una situación que le hace desgraciado.

Eloísa es como otras muchas mujeres jóvenes: aún no tiene la madurez suficiente para amar en serio ni para comprometerse. Lo único que le gusta es ser el centro de atención, que le manden flores. No quiere a Alfredo, se siente mal por verlo tan enamorado sin esperanzas. Pero, a la vez, disfruta de sus halagos, le gusta sentirse especial por tener a un admirador tan incansable. Se habitúa a recibir rosas regularmente. Y, entonces, su admirador se cansa y deja de hacerlo. Inmadura, incapaz de entenderse a sí misma, interpreta el dolor de haber perdido a un admirador con amor. Entonces va a buscarlo, creyendo que lo ama.

Aunque los sexos se pueden invertir, en la mayoría de los casos el obsesionado es un hombre y la que se deja querer una mujer. Cuando el chico se cansa de rechazos y se quita de enmedio, la chica va detrás y le concede, por fin, la ansiada cita. Comienza una "relación" muy superficial que acaba cuando la chica siente que ha recuperado a su admirador. Y vuelta a empezar. Si supieras la de veces que se da esto hoy en día... Muchas de esas parejas que se pasan años rompiendo y reconciliándose cada pocos meses están metidas en este círculo.

Lo de que Eloísa tiene más libertad de la que corresponde puede que sea porque por el límite de palabras no lo explico. Eloísa es muy joven, vive con sus padres (no sé si llega a quedar claro) y forma parte de un grupo de bailarines de vals. Esto lo he tomado de mi propia madre, que en la época del franquismo viajó por toda España porque estaba en un grupo de baile. Después de años de ensayar, les pedían actuaciones en muchos sitios y así viajó muchísimo en una época en que las mujeres carecían de libertad. Eloísa no tendría permiso para viajar sola, pero mientras vaya a actuaciones junto con su grupo, ningún problema. Creo que no llego a explicarlo tampoco.

Nunca es tarde si la diche es buena :) Revisaré erratas cuanto antes.

Un saludo.

Juan