Reflexiones sobre nuestra sociedad
Me da pena, después de la entrada tan optimista de la última vez, tener que hablar de esto, pero son unos asuntos que me han hecho pensar bastante.
Supongo que todo el mundo habrá oído hablar de la agresión que una niña ecuatoriana sufrió en el metro de Barcelona. Todo lo que rodea este caso me ha hecho plantearme muchas cosas... El agresor fue detenido y puesto en libertad casi de inmediato, mientras que la chica, asustada, pasó semanas sin salir de su casa. Ni la fiscalía se personó cuando declaró el atacante. Habría sido un caso más de agresión impune si no se hubieran dado varios hechos afortunados. El primero que a alguien se le ocurriera difundir las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad, para que todo el mundo pudiera ver, en su crudeza, la forma en que fue vejada y golpeada. Gracias a ello, intercedió una Ministra de Ecuador y, por tanto, el sistema judicial se ha visto obligado a rectificar. Este fue el segundo hecho afortunado. Me han dicho que no sé quien se indignó porque la ministra ecuatoriana intercedió, como si estuviera dando a entender que los españoles no somos capaces de resolver estos problemas. Personalmente, me alegro mucho de que intercediera... es más, me encantaría que todos los ministros de los países que tienen emigrantes en España protestaran cuando pasaran estas cosas.
Son muchas cosas. El agresor ha sido entrevistado hasta la saciedad, mostrando arrogancia en todo momento; su víctima no se ha atrevido a mostrar su cara. Que muestre arrogancia no es de extrañar: si yo le diera una paliza a alguien y el juez me dejara libre al poco rato, también estaría muy crecido, me creería que puedo hacer lo que me plazca, que a mí no hay quien me pare. Nuestros dirigentes no dejan de preguntarse por qué hay tanta violencia, y yo me pregunto, ¿por qué no? ¿por qué tendría que reprimirse alguien a quien le guste darle de tortas a la gente porque sí? Si lo van a poner en la calle de inmediato. Tanto hablar de que la violencia se erradica con educación y no se dan cuenta de que la sensación de impunidad es terriblemente educativa. Otra cosa que me ha hecho gracia es que alguien se sorprenda de que el agresor se fue de copas. Lo dejaron libre, y la gente que es libre puede irse de copas si le apetece; es algo muy normal y nada sorprendente.
También se ha hablado de que había un chico en el vagón que no se movió. Y eso se relaciona con la otra noticia triste: el muchacho de 23 años que ha muerto porque se le ocurrió defender a una chica a la que pegaban. Evidentemente, el agresor fue detenido y puesto en libertad de inmediato (faltaría más). Cada vez más, el pueblo es más consciente de que plantarle cara a este tipo de personas es demasiado arriesgado, porque están muy apoyados por el sistema. Si le pegas, te denuncia por agresión (se de un hombre juzgado porque, para impedir una violación, golpeó al violador), si te pega, sabes que no va a perder nada. Si esto no es un refuerzo para que esta gente sea cada día más violenta, que alguien me explique qué es. Si no hay nadie capaz de pararles los pies a los que todo lo resuelven a golpes, las calles se irán enrareciendo cada día más, hasta que estén en manos de ellos.
Y lo peor de todo, ¿qué es de los débiles cuando no hay cámaras delante ni interceden ministros por ellos? ¿cuántas agresiones iguales quedan impunes porque nuestro sistema no se preocupa de atajarlas? ¿de qué sirven tantos juzgados, tantos políticos, tantos sacrificios para mantener el sistema?
¿Cómo creer en un sistema así?
No hay comentarios:
Publicar un comentario