04 octubre 2019

Elvira

Hoy, un cuento muy particular, porque está basado en una imagen de instagram. La autora de la imagen preguntó acerca de qué nos inspiraba este retrato de una novia abandonada en unas escaleras:

https://www.instagram.com/p/B3Fg5t7CQBa/

Se me ocurrió que la novia se llamaba Elvira y escribí este relato. Seguid a la autora de este y de otros muchos más retratos llenos de arte en su instagram o en su Twitter: https://twitter.com/Hazzatumbo



ELVIRA


Iba a ser el momento más feliz de su vida, pero la magia hizo lo que no debía y lo convirtió en un martirio.

Elvira llevaba meses ahorrando y dejándose la piel para que todo fuera perfecto. Noches y más noches preparando con cuidado la lista de invitados, encajándolos en las mesas para que los prejuicios y las rencillas no afloraran. Se entrevistó con todos aquellos poderosos que nunca admitieron que se hubiera enamorado de un staanblist y, a base de argumentos y promesas, logró su bendición para la boda o, al menos, que no estorbaran.

Llegado el día, todo salió bien exceptuando un detalle, un solo detalle que destruyó todos los sueños de Elvira: Tzint, su prometido, no apareció. El sol se fue ocultando en el horizonte, al otro lado de los ventanales del salón donde iba a celebrarse la boda, y la luz, al apagarse, se llevó consigo a los invitados y a la felicidad que había llenado el corazón de Elvira.

Había caído la noche cuando Elvira regresó sola al cuarto donde se había vestido de novia. A pesar del golpe, estaba dispuesta a seguir luchando. Tres días antes, Tzint le había entregado una maleta pequeña de cuero.

—Si me pasa algo —le había dicho Tzint—, ve al círculo de piedra donde nos conocimos, usa el aparato que hay dentro y búscame.

Elvira ni siquiera se cambió los zapatos: bajó las escaleras lo más rápido que le permitieron el pesado vestido blanco y sus tacones. Al llegar al último giro de las escaleras, en el segundo piso, se encontró a una staanblist, de piel muy roja y cuernos retorcidos, que le sonrió mostrando sus cuatro colmillos.

—No te esfuerces —dijo la staanblist—. Los humanos no pudieron impedir esta unión impía, así que hemos tenido que hacerlo nosotros. Tzint ya no existe.

—¡Mientes! —respondió Elvira, aunque se sentó en el rellano porque intuía la verdad.

—Abre el maletín.

Elvira lo abrió y su corazón se deshizo en pedazos cuando vio que estaba vacío. Lo único que escapó fue una sensación de soledad que se le mezcló en el alma para siempre. Cumplida su misión, la staanblist se desvaneció como la luz de una vela que acaba de consumirse.

Y Elvira se quedó sola en el rellano de una escalera, con un maletín vacío delante, buscando consuelo en la luces de la ciudad que brillaban al otro lado de la ventana.

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