Pobres creadores
Pienso que una de las actividades intelectuales menos valoradas económicamente es la propia creación, ya sea literaria, artística, musical o, incluso, científica. Nadie discute que si, por nombrar alguna profesión, un asesor fiscal pasa ocho horas al día haciendo declaraciones de impuestos realiza un trabajo que merece un sueldo. En cambio, eso no está tan claro si se trata de un escritor o un científico. El caso más curioso es el de la investigación universitaria; un profesor universitario no recibe apenas nada por generar conocimiento, su sueldo proviene, casi por entero, de difundir parte de él a sus alumnos. Y me pregunto, ¿si nadie generara conocimiento, qué ibamos a enseñar?
A veces, los creadores se toman a guasa esta mentalidad. Se cuenta que, a finales del siglo XIX, Marcos Zapata, un poeta español que pasó algunos años en Argentina, tuvo conocimiento de que una bodega organizaba un concurso poético. El premio era único y, según las bases, todos los originales no premiados pasarían a ser propiedad de la bodega. Ni corto ni perezoso, el escritor puso un anuncio en el periódico parecido a este: "Se concede un premio a la mejor marca de vino. El premio será único y cada bodega deberá enviar al jurado una caja de doce botellas. Las cajas de vino, premiadas o no, quedarán en poder el organizador del concurso".
Y digo yo, si un poeta puede regalar el fruto de su esfuerzo por presentarse a un simple concurso, ¿por qué no aplicar ese mismo criterio a otras cosas? La verdad es que resultaría interesante organizar un concurso parecido de portátiles de última generación...
Que buena arma es el humor.
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