19 noviembre 2007

(Cuentacuentos) El camino era tan estrecho que se hacía difícil caminar erguido sin caer

El camino era tan estrecho que se hacía difícil caminar erguido sin caer. Y más, con aquella penumbra, y aquel viento helado. ¿Por qué habían tenido que elegirle "voluntario" para aquella tarea? La república presume de tener un ejército de cien mil soldados, y le había tocado a él, por el hecho de que fue el primer recluta al que encontraron. La maleza reseca hizo aún más impracticable el sendero, señal de que se acercaba peligrosamente a la frontera con Bámbernal. Por eso, desenvainó y usó la espada para abrirse camino, con cuidado.


* * * * *

Clara, a besos, intentaba impedir que Felipe terminara de arreglarse su uniforme de soldado. Y aunque le costaba trabajo no reírse por la insistencia de su novia, logró hacerlo y, con cierto esfuerzo, se despidió de ella con otro beso. Clara le vio irse por el pasillo de la residencia, suspiró apenada cuando le perdió de vista, y entró y se sentó un rato en la cama. Aquella mañana no le apetecía ir a clase; hubiera preferido quedarse con él. Le tocaban prácticas de magia ofensiva, que era la asignatura que menos le gustaba. Remoloneó un rato, pero fue consciente de que si quería ser hechicera, tenía que aprobar aquél tostón. Así que se arregló y se fue a desayunar.

Mientras comía, sola porque era un poco tarde, se convenció a si misma de que era su obligación ser una de las mejores incluso en aquel uso tan amargo de la magia. Sus padres habían tenido que esforzarse mucho para que la admitiesen en la Universidad Central de Carcoria, y procuraba devolver el favor siendo una de las estudiantes más prometedoras de su promoción. Ansiaba terminar para poner sus conocimientos al servicio de la república. Y, también, pensó ilusionada, para que Felipe estuviera orgulloso de ella.

Las prácticas se realizaban en un descampado a tres kilómetros de la residencia, así que se apresuró. Las calles estaban llenas de propaganda electoral, de carteles con promesas vacías de los políticos. Aunque el barrio universitario era de clase media, tuvo que esquivar a un par de mendigos, que la reconocieron como estudiante. Pertenecía a una familia sin apuros económicos, pero tampoco le sobraba el dinero. Sabía que el sentimiento no era mutuo, de hecho, los pobres de Carcoria sentían un resentimiento profundo hacia los que prosperaban, pero se compadecía de su situación y le costaba tener que negarse a darles unas monedas.

Llegó de las últimas a su clase, pero a tiempo.

* * * * *

El tercer aullido le heló la sangre en las venas. Aferró la espada con fuerza y se agachó, inmóvil, unos instantes. Comprendió que, por muy rabioso que se sintiera, no debía hacer tanto ruido cortando maleza. Hizo memoria y trató de identificar de qué bestia era aquel aullido. Ojalá fuera un lobo, porque si no, se trataría de algo mucho más temible. Pero aquello no sonaba a lobo...
* * * * *
Nunca había echado tanto de menos a Felipe. Las calles de la capital, de madrugada, eran lóbregas y peligrosas, aunque fuese excepcional que se colase algún demonio. Las finanzas de la república, enfrentada a Bámbernal en una guerra que se hacía demasiado larga, no pasaban su mejor momento. Las calles estaban llenas de maleantes. Había pasado toda la tarde buscando un regalo para su novio, luego se había encontrado con varias amigas, y había perdido la noción del tiempo. Se metió, sola, en un acto político y cuando se quiso dar cuenta, se vio en pleno centro de madrugada, sin nadie que la acompañara.

Clara no era cobarde, era una mujer muy decidida, pero estaba tan asustada que sentía que su andar ligero, en el silencio, sonaba con estrépito. Incluso, se vio tentada a usar la magia para volver más rápido, o para camuflarse, pero estaba prohibido lanzar hechizos sin autorización antes de graduarse. Al llegar a una plaza grande, atisbó a dos o tres personas, y el corazón le dio un vuelco. Se sintió incapaz de seguir por ahí, y decidió dar un rodeo por los antiguos jardines reales, que eran inmensos y estaban tan llenos de setos que le sería fácil esconderse de cualquiera. Decían que era un sitio peligroso de noche, pero, en aquellos momentos, a Clara le parecía insegura cualquier ruta.

Se arrepintió muchísimo de aquella decisión. Avanzó, tensa y vigilante por los jardines, y oyó los rumores lejanos de una invocación. Aquello la tranquilizó un poco; podrían ser profesores de la Universidad haciendo algún experimento, así que se acercó, con la esperanza de regresar con ellos. Algo en los cánticos le dio muy mala espina, así que se aproximó a escondidas. Y lo que tuvo la desgracia de observar la dejó estupefacta. Tres magos, rodeados por un grupo de soldados de la república, realizaban una invocación. Y el ser que tomaba forma en el centro del círculo formado por los hechiceros era un demonio. Muy asustada, observó como surtía éxito el hechizo, y se convenció que los hechiceros eran carcorianos, pero no reconoció a ninguno. Les vio conversar con el demonio, como si le estuvieran dando órdenes y, de pronto, éste se puso a olfatear el aire, y, con una rapidez devastadora miró hacia Clara y empezó a aullar. Los magos, con órdenes nerviosas, lanzaron a los soldados y al demonio contra ella, tan deprisa que no tuvo tiempo ni de levantarse.

Por primera vez, sintió que su vida estaba en peligro. El demonio se había adelantado y dudaba que se limitara a inmovilizarla. Casi instintivamente, se concentró. El monstruo estaba a su altura cuando se desvaneció, y su zarpazo sólo hendió el aire.

Teletransportarse era una sensación extraña. Suponía entrar en una realidad paralela, conectada con la nuestra de tal forma que pequeños movimientos en ese espacio equivalían a grandes desplazamientos en el nuestro. En esa realidad, la noción de distancia era diferente, y los magos sentían como si volaran durante unos instantes. Dominar la técnica era complicado, pero Clara no había tenido tiempo de preocuparse por eso. La precisión de los hechiceros graduados llegaba a ser enorme, pero ella aún era una estudiante. Visualizó como destino la verja de entrada a su residencia; sin embargo, apareció a diez metros a derecha, muy cerca y con demasiada velocidad. No pudo mantenerse en pie, trastabilló unos metros y la detuvo el muro que rodeaba su residencia. No fue un golpe lo bastante grande como para herirse, pero se hizo daño y, durante unos momentos, se quedó atontada en el suelo.

Los guardias de la puerta corrieron a ver quién había aparecido de improviso y se había estampado contra la pared. No eran buenos tiempos, así que le apuntaron con la espada antes de quedarse sorpendidos de ver a una muchacha con cara de miedo y a medio incorporar. Clara los miró e intentó contarles lo que había presenciado, la gravedad de lo que había visto, pero se le quebró la voz y, por el golpe y el miedo, se le arrasaron los ojos y no pudo evitar ponerse a llorar. Aquello ablandó a los guardias, que intentaron consolarla primero y la ayudaron a levantarse después. De forma muy confusa, entre sollozos, les contó que había visto invocar demonios en los antiguos jardines reales, que había que decírselo a las autoridades. Uno de ellos la hizo callar con suavidad y le dijo con tristeza.

- Podrás contárselo tú misma. Has usado la magia sin autorización; tendremos que denunciarte.

Clara, tras la sorpresa inicial, empezó a protestar. Les contó que no había tenido más remedio, que la habrían matado si no salía de allí, y que aquello era un mal menor en comparación con lo que hacían aquellos magos, que estarían a sueldo de Bámbernal. No consiguió nada, al menos en un principio. Se la llevaron a un calabozo, pero la tranquilizaron todo el tiempo y, dentro de lo desagradable de su situación, tuvo que sonreírse cuando vio que los soldados trataban de convertir en acogedora la celda y se mostraban muy atentos con ella. Arropada con las mantas más nuevas y limpias que habían encontrado, Clara se durmió ansiando que su castigo, dadas las circunstancias, no fuera demasiado duro.

(CONTINUARÁ)
Juan Cuquejo Mira

2 comentarios:

Klover dijo...

Veo que no has perdido el tiempo con la frase Juan, te ha quedado un cuento con cuerpo y entretenido. Me ha recordado un poquito a mis tiempos adolescentes, a Harry Potter y los dementores :) ¡Que te vaya bien el viaje a Madrid! ;) ¡Un abrazo!

Anónimo dijo...

Anda que chulo!!!! Yo sin querer me he leído la segunda parte y como no encontraba la frase por ningún lado me he ido más abajo y me encontré con este... jejeje

Me ha gustado mucho, muy entrentenido.

Besines de todos los sabores y abrazos de todos los colores.