30 diciembre 2021

#EstrellasDeTinta Amor eterno

Este es mi microrrelato de diciembre para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

Con este microrrelato, completo mi participación en el reto y consigo haber publicado todos los relatos y microrrelatos, he cumplido todos los objetivos y he incluido todos los objetos ocultos.

Objetivo que cumple: 18—Haz un relato que suceda en dos tiempos o lugares distintos conectados entre sí.

14- La Biblioteca


A destacar que este relato está escrito a medias con Isabel, cuyo blog es este: https://supeingoreson.wordpress.com/ . Esta es la segunda parte del relato que escribimos a media. Una experiencia muy recomendable.

Son 234 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html .

Mi recomendación es para el primer capítulo de la historia de mamodos de Isefran: https://supeingoreson.wordpress.com/2021/01/02/estrellas-de-tinta-2021-enero-la-historia-de-lucky-y-brago-dos-mamodos-muy-diferentes/ Leí entera la primera de las novelas y espero con ganas las siguientes, así que es una buena recomendación, para que veáis como empieza todo.

Esta es mi última pegatina del reto:

Y termino enviándole un saludo a Musajue, la organizadora del reto. Espero que supere lo antes posible los malos momentos que está atravesando. Gracias por haber organizado este reto.

Espero que os guste. 

AMOR ETERNO

Año 1257

Hay caballeros que prefieren la tensión previa a las batallas a que una dama les hiera el corazón por no poder corresponder a su amor. Siempre pensé que exageraban, hasta que conocí a doña Elvira. Soy un huérfano acogido por los clérigos y acabaré mis días en cualquier monasterio. Ella es la hija mayor de un conde. Mi amor es una fantasía, pero una fantasía que me hace sufrir.

Por eso, mi único consuelo es escribir mi historia en una hoja que dejaré dentro de uno de los libros. Necesito que alguien sepa lo fuerte que es mi amor, pero no que descubran mi identidad.

Año 2057

No me lo creo. He encontrado una carta de amor dentro de uno de los ejemplares más antiguos de la biblioteca de la Universidad de Salamanca. El que estoy digitalizando para que no se pierda su información si la restauración fracasa.

Escribe la carta un tal Alfonso, y por el lenguaje, debe de ser del siglo XIII. Soy muy tonta, ya que me ha conmovido tanto su amor imposible que también he digitalizado la carta y pienso restaurarla.
Me conmueve pensar que Alfonso y doña Elvira lleven siglos muertos, pero aún queden muestras del amor no correspondido que hubo entre ellos.

Quizá dentro de 800 años, otra colega encuentre la carta y la restaure para que el recuerdo de ese amor perdure.

¡Qué tonta soy!

26 diciembre 2021

#EstrellasDeTinta La nave del amor: Mi amigo Mak. Parte 2

Este es mi relato de diciembre para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

Se trata del último relato del reto (aún me queda el microrrelato). En esta ocasión, voy a poner objetivos y objetos delante, asi como número de palabras.

Objetivo que cumple: 22R—Escribe un relato a medias con otre participante.

24- Una gema

34- La gravedaad 

A destacar que este relato está escrito a medias con Isabel, cuyo blog es este: https://supeingoreson.wordpress.com/ . Esta es la segunda parte del relato que escribimos a media. Una experiencia muy recomendable.

Son 1478 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html (he quitado un asterisco de separación de escenas), así que cumplo los objetivos de extensión.

Por cierto, Isaac, el barman de Vacaciones en el Mar es el personaje que hemos llamado Aisak.

Espero que os guste.

 

LA NAVE DEL AMOR. MI AMIGO MAK (SEGUNDA PARTE) 

El decimotercer día de travesía, el capitán de la Princesa de Zensou está tomándose un cóctel en puente de mando. Recuerda con nostalgia la primera vez que vio el cometa X+ desde aquel mismo sitio. Era un capitán joven y lleno de ilusión. Ya no es tan joven, pero la ilusión la conserva intacta.

Una visita inesperada lo saca de sus recuerdos. Yuli aparece junto a un pasajero, un hombre bajo de tentáculos dorados. Tras los saludos, la mujer tira con suavidad del pasajero, que no deja de mirar las pantallas y demás dispositivos del puente de mando.

—Le presento a Mak, el amigo de Aisak.

Se estrechan los tentáculos y, pronto, hacen buenas migas. El capitán no para de hablarle del funcionamiento de la Princesa de Zensou y Mak atiende en silencio, asintiendo de vez en cuando.

En esto, entra una joven ingeniera, muy apurada.

—Señor capitán, tiene que ver esto.

El capitán mira la pantalla portátil que la chica ha traído y tarda un instante en abrir mucho los ojos.

—¡No puede ser! ¿Las medidas son correctas? —La ingeniera asiente—. Hay que localizar la avería.

—Está localizada. Un sensor se ha quemado y ha roto una válvula, pero… no tenemos repuestos.

—¿Cómo que no tenemos repuestos? ¡¿Por qué no tenemos repuestos de todas las piezas?! —brama fuera de sí.

—Habíamos cambiado todos los sensores y todas las válvulas. No creíamos que fuera necesario, así que preferimos cargar otras piezas que sí se rompen más a menudo.

Mak, que ha asistido a la conversación en silencio, se acerca al capitán y a la chica.

—¿Qué sucede? —le pregunta Mak.

—Una válvula del motor cuatro se ha roto y no tenemos repuestos.

—¿Le importaría llevarme al lugar de la avería?

—¿Es ingeniero aeroespacial? —dice el capitán, asombrado.

—Bueno —dice Mak con una sonrisa—, en realidad no soy más que un profesor de universidad, pero veré si puedo hacer algo.

El capitán los lleva al lugar de la avería y Mak analiza el problema. La válvula está inservible y ha causado daños muy graves a otras partes del motor. Deberían reemplazar al menos cuatro piezas.

—Aisak —dice Mak—, ve al bar y tráeme un vaso largo de chupito, de esos de diez centímetros de alto. Capitán, ¿tiene en su despacho gomas elásticas? Necesitaré al menos quince. Yuli, ¿te importa si uso tu brazalete? ¿Es muy valioso?

—Mucho menos que las vidas de todos los pasajeros —le dice con una sonrisa—. Aquí lo tienes.

Aisak vuelve con el vaso y el capitán le entrega las gomas. Con el vaso reemplaza la válvula y, con algunos alambres de la caja de herramientas de la ingeniera, reacopla parte de las piezas dañadas. Las reajusta con las gomas elásticas para dar flexibilidad a su invento y evitar que se desmorone y coloca el brazalete de Yuli en el engranaje para que vuelva a girar como la rueda de un molino.

Mak suspira aliviado. No quería trasmitir su nerviosismo al resto, pero estaban perdidos sin el motor cuatro. De no haberlo podido arreglar, la nave habría estallado, matando a todos en su interior.

—¡Es un milagro del cometa X+! —vitorea el capitán—. Muchas gracias, joven. Si no llega a ser por ti no sé que habría sido de nosotros.

—No tiene por qué darme las gracias. Encantado de haber podido ayudar.

—Por favor, esta noche lo quiero en la mesa del capitán como mi invitado especial.

—El caso es que ya le había dicho a Yuli que cenaría con ella —le dice Mak un poco apurado.

—Pues os venís los dos. Muchacho, has hecho algo muy grande, no me hagáis el feo de rechazar mi invitación.
—No, claro que no, capitán.

Yuli y Mak salen del puente de mando y se miran, sonrientes.

—El capitán es muy insistente —le comenta Mak a Yuli con una risa nerviosa.

—Sí, está demasiado acostumbrado a dar órdenes. La tripulación tenemos que pedirle permiso hasta para estornudar.

—Si no te importa, me gustaría ir a asearme y descansar antes de la cena. Me he puesto perdido de aceite de motor —se ríe—. ¿En la tienda del barco venden corbatines? No he traído ninguno y supongo que necesitaré ir elegante si voy a cenar con el capitán.

—Sí, venden de muchos modelos, ¿quieres que te acompañe?

—No, ya iré yo después de asearme un poco o bastante —le responde mientras observa todas las manchas que lleva por su ropa, los tentáculos, las manos…

—Muy bien, entonces nos vemos en la cena. Pasaré a buscarte al camarote a las nueve.

—Te estaré esperando con impaciencia.

La cena con el capitán transcurre sin contratiempos. Esa noche es el paso del cometa y tanto pasajeros como tripulación se asoman a las diferentes ventanas de las cubiertas para poderlo observar. Han modificado la gravedad de la nave para poder inclinarla y que se vea su paso desde cualquier ventanal.

Yuli y Mak lo observan pasar desde un rincón muy íntimo. Solo están ellos dos en ese lugar de la nave. Es un sitio que Yuli conoce bien por todos los años que lleva trabajando en la Princesa de Zensou.

El cometa pasa y su cola colorea el cielo. Mak mira a Yuli. Su cara está iluminada de rojo y verde y le parece que nunca la había visto tan hermosa. Cuando va a tomarle de las manos, descubre que lleva unas hojas de zertiz en ellas.

—¿Por qué llevas ese adorno entre los dedos?

—Estaba colgado del techo y lo he quitado cuando nos hemos situado aquí para ver el cometa.

—¿Por qué? —le pregunta extrañado.

—Porque, según la tradición, tendríamos que besarnos y si te beso, me enamoraré aún más de ti.

—¿Aún más? Yuli, ¿tú…?

—Déjalo —lo interrumpe mientras gira la cabeza para no mirarlo—. No quiero seguir con esta conversación. Dentro de poco te vas a Techukuri. No podemos empezar algo que no puede acabar bien.

—Yuli, yo también te quiero. Olvídate de Techukuri: voy a renunciar al trabajo, me quiero quedar en Ratio contigo. —Se mete la mano en el bolsillo y le entrega un estuche de una joya. Yuli lo abre y se queda muda al ver un brazalete de compromiso con dos enormes gemas, una roja y una verde—. Yuli Makoi, te debía un brazalete. ¿Quieres ser mi esposa?

Yuli se queda callada unos instantes que a Mak se le hacen eternos.

—¡Sí! ¡Sí quiero! ¡Claro que quiero casarme contigo!

Lo primero  que hace Yuli al día siguiente, tras desayunar, es ir a buscar a Goffa. Se lo encuentra en su oficina, le cuenta que va a casarse y le enseña el brazalete símbolo de su compromiso. Goffa apenas puede hacer otra cosa que asentir y sonreír, ya que Yuli no para de hablar por el entusiasmo. Cuando esta se calla para suspirar, Goffa le enseña un papel.

—He hablado con Mak hace nada. Lo notaba muy feliz, pero no me lo contó. Solo dijo que había tomado la mejor decisión de su vida. Pensé que se refería a este telegrama. Por cierto, ¿te importaría llevarlo a la sala de comunicaciones para que lo envíen?

Yuli acepta encantada y, de camino a la sala de comunicaciones, no se resiste a leerlo. Y se queda tan sorprendida que se tiene que apoyar contra una pared, con los ojos llenos de lágrimas. El trabajo que Mak ha rechazado para casarse con ella no es de profesor de universidad. Es un puesto para construir una serie de depuradoras de agua en una de las regiones más pobres de Techukuri, un sitio al que nadie quiere ir. Va a mejorar las condiciones de vida de miles de personas que no tienen nada. Yuli siente que no puede negarles su futuro a tantos necesitados.

Cuando llama a la puerta del camarote de Mak, este se inquieta al verla tan triste.

—No puedo aceptarlo —le dice Yuli, tendiéndole el brazalete.

Mak no sabe que decir.

—La gente de Techukuri te necesita. Te quiero con todo mi corazón, pero no sería feliz sabiendo que has dejado de ayudar a tanta gente por mi culpa. Ve a Techukuri, utiliza todo lo que sabes para ayudarlos y, cuando vuelvas, si aún quieres casarte conmigo, te diré que sí otra vez. Te prometo que se esperaré. Pero ahora no puedo aceptar el brazalete.

Mak la mira con los ojos brillantes.

—Sabía que eras la mujer de mi vida. Tan generosa, tan buena, tan guapa… Guardaré este brazalete como un tesoro. Cuando haya terminado mi proyecto, compraré un pasaje en la Princesa de Zensou y volveré a darte el brazalete cuando estemos viendo el cometa X+.

—Yo le pediré al capitán que nos case allí mismo. Invitaremos a toda la tripulación y nos tomaremos todos los cócteles de Aisak, los conocidos y los nuevos que se haya inventado.

Mak asiente y se funden en un abrazo.

—Prometido —dice Mak.

30 noviembre 2021

#EstrellasDeTinta La nave del amor: Mi amigo Mak. Parte 1

Este es mi relato de noviembre para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

En esta ocasión, voy a poner objetivos y objetos delante, asi como número de palabras.

Objetivo que cumple: 23R—Haz tu propio objetivo (se añadirá al Drive común).--> Relato donde aparezca Isaac, el Barman de la serie "Vacaciones en el mar"

13- Harina

15- Unas Escaleras  

A destacar que este relato está escrito a medias con Isabel, cuyo blog es este: https://supeingoreson.wordpress.com/ . Es la primera parte de un relato que finalizamos para el mes de diciembre. Ha sido una experiencia muy divertida esto de escribir a cuatro manos.

Por cierto, Isaac, el barman de Vacaciones en el Mar es el personaje que hemos llamado Aisak.

Pongo aquí la pegatina.


Mi recomendación del mes es para el relato de julio de Isefran79: https://supeingoreson.wordpress.com/2021/07/ Aquel mes, su relato fue el finalista en mis recomendaciones, así que rescato ese relato sobre mamodos, que me encantan.

Son 1839 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html (he quitado dos asteriscos de separación de escenas), así que cumplo los objetivos de extensión, pero me tengo que gastar 5 estrellas.

Aquí está la primera parte del relato, que espero que os guste.


LA NAVE DEL AMOR: MI AMIGO MAK (PRIMERA PARTE)


Princesa de Zensou es una nave crucero interespacial de lujo que transporta a los pasajeros desde el planeta Ratio hasta su satélite Innoh.

En cubierta, el sobrecargo Goffa Esmiz, la directora del crucero Yuli Makkoi y el médico de a bordo Dok Brikkah se preparan para recibir a los primeros pasajeros que embarcan.

Son las vísperas del paso del cometa X+, que anualmente es visible tanto desde el planeta ratio como desde su satélite. Ofrece una visión espectacular: la cola del astro brilla con colores rojos y verdes e ilumina el cielo durante todo un día. A los niños se les dice que un ser mágico cabalga sobre el cometa y les deja regalos si se portan bien. Para celebrar la fiesta del cometa X+, han decorado la nave con guirnaldas rojas y verdes, hay figurillas del ser mágico por todas partes y del techo cuelgan hojas de zertiz, bajo las cuales, hay que besarse, según la tradición.

El encargado de hostelería, Aisak Guosinton, baja unas escaleras y sale a cubierta hecho un manojo de nervios:

—¿Ha llegado ya? ¿Han embarcado todos los pasajeros?

—Apenas hemos abierto la recepción, aún no ha entrado nadie —le responde Yuli con una sonrisa.

—¿A quién esperas? —le pregunta Goffa.

—A mi gran amigo Mak. Se traslada al planeta Techukuri en pocas semanas y viene a despedirse y a pasar las fiestas conmigo —contesta Aisak.

Los pasajeros empiezan a entrar y Yuli y Goffa los atienden con amabilidad. El nerviosismo del barman va en aumento mientras intenta encontrar a su amigo entre la multitud que embarca admirando la decoración de la nave.

—Aisak, tranquilízate ya o te receto un ansiolítico —dice Dok

—Muy gracioso… ¡¡Ahí está!! ¡Mak! ¡Mak! —lo llama a gritos el barman.

—¡Aisak! —Mak se acerca corriendo y le da un abrazo a su amigo—. ¡Cuánto tiempo! ¿Cómo estás?

—Bien, tranquilo ahora que te veo embarcar. Ven, vamos a preguntar cuál es tu camarote. Yuli, este es mi amigo Mak, R. D. Makgaiva.

—Encantada —dice la chica ruborizándose al ver a Mak.

Mak la mira sonriendo. Es un hombre bajo, con los tentáculos dorados y tremendamente atractivo. Lleva ropa cómoda y holgada, pero Yuli puede adivinar que su cuerpo es menudo y delgado.

—Bueno, dinos, ¿cuál es el camarote de Mak? —le pregunta Aisak para hacerla reaccionar.

—¡Ay, sí! Perdona, no sé que me ha pasado —se disculpa la chica mientras nota como le suben aún más los colores—. Cubierta Fiesta, camarote 314. Si necesita que le indiquen el camino…

—Ya lo llevo yo —la interrumpe Aisak.

—Encantado, Yuli. Nos veremos por la nave.

—Ya sé donde encontrarte —le responde la chica.

Aisak y Mak se pasan todo el camino que lleva a la Cubierta Fiesta hablando de lo que les ha sucedido desde la última vez que se vieron. Mak le cuenta su última aventura a bordo de un crucero arcaico, de los que navegan por el mar, en el que unos terroristas pusieron dos bombas y las tuvo que desactivar a contrarreloj con la ayuda de Charli y Pit.

—¡Menuda aventura! —dice Aisak.

—Espero que este vuelo sea más tranquilo.

—¡De eso no te quepa duda! La seguridad de La Princesa de Zensou es tan buena que no se colaría ni un insecto-robot para tomarse un chupito en mi bar —le asegura entre risas.

Cuando se encuentran en el pasillo que los llevará al camarote de Mak, este suspira.

—¿Yuli es amiga tuya?

—Hemos viajado mucho juntos, pero es más amiga del sobrecargo. ¿Por qué?

—Porque… bueno,  me gustaría conocerla.

—Ya veo —dice Aisak con una enorme sonrisa—. Cuando te la encuentres, llévatela al bar y os invitaré a un cóctel de los míos.

—El problema es cómo coincidir con ella. Estará muy ocupada atendiendo a los pasajeros.

—Parte de su trabajo consiste en asegurarse de que los pasajeros disfrutan del viaje —le dice con una sonrisa pícara mientras lo mira de reojo—. Cuando libra le gusta ir a la piscina a media tarde. ¿Te has traído un bañador?

—Pues no —dice Mak, apenado.

—No te agobies, puedes comprar uno en la tienda. ¿Qué te pasa? ¿Te veo angustiado?

—Que Techukuri está lejos y si le tomo cariño a Yuli, no podríamos vernos hasta que acabara el trabajo allí. Y tengo para una buena temporada.

Aisak se encoge de hombros un momento antes de llegar al camarote 314. Mak abre la puerta y el barman le pone una mano en el hombro.

—Disfruta del viaje y no te preocupes por algo que aún no ha pasado. De momento, lo único que puedo hacer es invitaros a un cóctel.

Mak y Aisak hablan un rato más, hasta que el segundo tiene que marcharse para organizar el bar. Mak deshace la maleta distraído y se tumba en la cama. No deja de pensar en Yuli, en lo guapa que es y lo simpática que parece, y no se cree que con la vida que lleva, se haya podido encaprichar tan pronto de una desconocida.

*

La Princesa de Zensou inicia su viaje poniendo en marcha todos sus motores. Deberá adquirir el 80% de su velocidad final en las tres primeras semanas de travesía y eso supone bastante trabajo para los propulsores.

La nave y los técnicos de mantenimiento están acostumbrados a esas maniobras y la monitorización del proceso suele ser aburrida. Sin embargo, tarde o temprano, llega el momento en el que algo se avería. Mientras Mak, cansado del viaje en transbordador hasta la Princesa de Zensou, duerme en su camarote tras haber cenado y haber disfrutado de uno de los cócteles de Aisak, un sensor que mide el flujo de combustible al motor cuatro se quema. Al quemarse, la válvula que regula el flujo del tercer componente de la mezcla que se inyecta en el motor se vuelve loca y se rompe.

La mezcla descompensada va elevando despacio la temperatura normal de operación del motor. Solo un poco, lo suficiente para ir dañando la estructura sin que los técnicos de mantenimiento se percaten de que hay un problema.
Cuando el personal de la Princesa de Zensou escuche la sirena que anuncie que hay una avería, quizá sea demasiado tarde.

*

Mak está aún tumbado en la cama de su camarote, pero no ha llegado a dormirse. En eso, oye que llaman a la puerta, abre y encuentra a Yuli al otro lado.

—Hola, ¿te has acomodado bien? —lo saluda—. Espero que el camarote sea de tu agrado.

—Es muy acogedor, gracias.

—Venía a informarte de las actividades que hay preparadas para el crucero. Tenemos de todo tipo, aunque no te recomiendo el concurso de karaoke, el capitán es el único jurado y siempre le da el premio a alguna pasajera guapa —le susurra y hace que Mak suelte una carcajada—. Hay varias de manualidades, como hacer figuritas y pinturas para celebrar el paso del cometa, cocinar dulces de harina de komugi, tan típicos de estas fiestas... ¿Eres bueno con las manos?

—Me defiendo —le responde Mak con una sonrisa.

—Seguro que eres muy habilidoso, con esas manos tan delicadas que tienes —le dice Yuli sin pensar. Cuando se da cuenta de lo que acaba de decir, se ruboriza, carraspea y continúa—: Esto… bueno, tengo que seguir con mi trabajo.

—¡Qué lástima! Estaba disfrutando mucho de tu compañía.

—¿Quieres acompañarme? Te puedo enseñar la nave y así te indico dónde está el bar de Aisak.

—Me parece el mejor de los planes.

Mak cierra la puerta y le ofrece el brazo para que Yuli lo tome.

Pasean por toda la nave y la chica le explica la ubicación de las diferentes salas de recreo y las actividades que pueden realizar en ellas. Finalmente, llegan al bar donde Aisak está atendiendo a algunos pasajeros.

—¡Pero que visita más agradable! Decidme, ¿qué os pongo? ¿Queréis probar mi nuevo cóctel?

—Claro —responde Yuli, entusiasmada. Se gira y se dirige a Mak—: Aisak es nuestra estrella en la nave, nadie se puede resistir a sus bebidas.

—Aquí tenéis, un «love boat» para cada uno —les dice el barman mientras les pone delante unas copas con un líquido celeste.

—Muy sutil —le susurra Mak.

Aisak le guiña un ojo y se aleja para atender a unos pasajeros que acaban de acercarse a la barra.
Mak y Yuli se ponen a hablar de sus vidas. Yuli le cuenta que está encantada con su trabajo. Le gusta la nave, sus compañeros… los pasajeros suelen tratarla con mucho respeto y admiración. Le encanta que le digan lo buena profesional que es y que le agradezcan, después de cada crucero, su atención y su buen hacer.

—¿Y tú, Mak? ¿A qué te dedicas?

—Soy profesor de universidad, pero he dejado el trabajo en Ratio para irme una temporada larga a Techukuri.

—¿A Techukuri? Pero si ese planeta está a un millón de años luz…

—No exageres. En términos cósmicos no está tan lejos —le refuta entre carcajadas.

—¿Qué vas a hacer allí?

—Más de lo mismo, pero me apetece cambiar de aires. Ratio lo tengo muy visto.

—Ya… igual lo único que necesitas es cambiar el círculo de amistades —le sugiere Yuli mientras da un sorbo a su bebida.

—Quizá —le responde Mak mientras la mira a los ojos y piensa que no ha visto unos tan bonitos en su vida.

El tiempo pasa deprisa. Mak se siente muy feliz hablando con ella e intuye, y desea, que sea mutuo. No sabe si Yuli es lo bastante abierta como para contarle tantas cosas de su vida a alguien a quien acaba de conocer. Lo que Mak si sabe es que llevaba muchos años sin contarle su vida a nadie tan pronto.

Un grupo de músicos se sube a un escenario y empieza a interpretar melodías muy movidas. Yuli mira a Mak con una sonrisa.

—¿Bailamos?

—¡Uf! Dicen que tengo dos pies izquierdos.

—No te preocupes, yo te llevo y los transformaré en dos derechos —dice Yuli mientras tira de Mak y lo lleva al centro de la pista de baile.

Mak, al principio, se siente fuera de lugar, pero descubre que si Yuli está a su lado, cualquier actividad es maravillosa. La chica lo conduce con la firmeza necesaria como para que no se note que apenas sabe bailar, pero, a la vez, con suavidad. Mak se sorprende de estar bailando una canción detrás de otra, cuando a él nunca le ha gustado el baile. Y entiende que, por absurdo que parezca, se está enamorando de Yuli.

A lo largo de los siguientes diez días, Yuli y Mak se ven todos los días. La chica siempre encuentra una excusa para ir a visitarle, y él siempre está dispuesto a recorrer la nave a su lado.

El corazón de Mak le dice que es de esas mujeres difíciles de encontrar y decide que, quizá, vivir en Ratio no es tan aburrido si así puede ver a menudo a Yuli. Así que, en su mente, toma forma una decisión inesperada. Le dirá a Yuli que la quiere y que renuncia a su trabajo en Techukuri.

#EstrellasDeTinta Solo me quedas tú

Este es mi microrrelato de noviembre para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

En esta ocasión, voy a poner objetivos y objetos delante, asi como número de palabras.

Objetivo que cumple: 11—Haz un relato que trate la inmortalidad (trama, personajes, búsqueda).

11- Un Vampiro


Son 246 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html (he quitado dos asteriscos de separación de escenas), así que cumplo los objetivos de extensión.


SOLO ME QUEDAS TÚ

Ser inmortal es una condena. Acepto que podría ser peor, podría ser un vampiro y vivir de matar gente. Pero ser inmortal implica ser un forastero para siempre. Los seres humanos estamos concebidos para vivir una serie de años en un país y una sociedad concretos. Nací en Egipto, en el año 2542 antes de Cristo, así que tengo 4063 años.
 
Sí, la cultura egipcia pervivió casi tres mil años más, pero tan solo dos siglos después de la época en que debería haber muerto, mi sociedad había cambiado tanto que ya era un extranjero. No un extranjero por el espacio físico, sino por el tiempo. Así que imaginaos como me siento. Siento que vivo en un mundo de alienígenas.

Mi inmortalidad fue fruto del amor. Tenía un gato, un gatito negro de ojos verdes. Mi madre era una sacerdotisa con conocimientos de magia. Quería tanto a mi gato que ella pasó cinco largos años hasta que creó una pócima que debería volverlo inmortal. Se la dio a mi mascota sin saber si había funcionado.

Un año después vino una plaga. Enfermé. Mi madre me hizo beber la pócima que había sobrado. La plaga se la llevó a ella, a mi padre y a mis hermanos. Pero funcionaba, y ya no puedo morir.

Al menos, hay algo bueno. Vivo en una casa donde admiten mascotas. Ahora tengo a mi gatito de 4061 años de edad en el regazo.

—Solo me quedas tú —le digo mientras ronronea.

24 noviembre 2021

#ElDespertarJCM Inicio del juego

Me traigo ese juego que estoy haciendo con encuestas en Twitter, en mi cuenta, al blog.

A base de encuestas, he ido acumulando información acerca de los cuatro elementos mágicos y del despertar de los restos de la humanidad. En este juego, la humanidad vive reducida a una población mínima, cien personas, que viven repartidas en cuatro valles, sin recordar nada y viviendo de la caza y la recolección. Pero algunas personas están recordarndo, "despertando". Y la primera persona que ha despertado completamente es una exploradora de Nolegu, uno de los cuatro valles.

Antes de contar su historia, pongo los datos actuales. Los espíritus mágicos que se han avistado en los cuatro valles son:


Y el número de personas que han despertado parcialmente en cada valle son las siguientes.


Como en las encuestas salió que la primera persona en despertar iba a ser una exploradora, después de los resultados de varias encuestas (a mis seguidores les gustan los personajes femeninos), que fueron estos:

12 votos en total.
Guerrero 0
Guerrera 4
Explorador 0
Exploradora 8

Lo siguiente es ponerle nombre a esta exploradora. Así que haré dos encuestas para elegirlo. Esta es la historia de su despertar. Editaré la entrada cuando esté elegido el nombre.

*

 La mujer se despertó en medio de una pesadilla. Jadeó aterrorizada, aunque el sol del amanecer y aceptar que había sido un mal sueño consiguieron calmarla rápido. Se sentó sin destaparse y miró a su pueblo. Todos dormían aún, excepto un hombre que volvía del río. Eran veinticinco personas, tres niños, dos adolescentes, dos ancianos y el resto adultos como ella.

Se levantó y se fue al río. Se enjuagó la cara, a pesar del frío, y bebió un poco. Aquel iba a ser un día tranquilo, ya que el día anterior habían descubierto tres manzanos y tendrían fruta para varios días. Se limitarían a buscar algunas raíces, bayas o setas y quizá intentaran cazar algún conejo.

Por algún motivo, recordó la pesadilla. Desde hacía varios meses, tenía sueños extraños. Ella y algunos de sus compañeros. En ellos, veían imágenes extrañas. Había mucha gente, muchas más personas de las que había en los cuatro valles. Entraban y salían de extrañas formaciones de piedra, de formas rectas. Hacían cosas bastante extrañas y utilizaban utensilios incomprensibles. Pero la pesadilla había sido diferente.

Regresó junto a su gente y se cruzó con la chica que estaba embarazada y el chico que estaba con ella. Cuando los rebasó, se le aceleró el pulso. La había visto dar a luz en su pesadilla, había visto que el tiempo transcurría y su niño crecía sano y que, en respuesta, algo acudía al campamento de noche y se llevaba a uno de los adultos de mayor edad. Eso fue lo que la aterró. De la forma en que esas cosas se saben en los sueños, supo que las cosas que se habían llevado al hombre, que no pudo ver bien, lo apartaban del grupo para matarlo, porque una nueva vida implicaba una muerte.

Algo despertó en su mente. Llevaba siendo así desde hacía muchos años. Una población humana reducida al mínimo a la que unos seres impedían crecer. No había sido así siempre. Ignoraba como había sabido aquello, pero lo había vivido decenas de veces sin que le pareciera extraño. Ahora lo sentía como una aberración, como algo que debía parar. Sintió que acababa de despertar, que el destino de la humanidad no era vivir controlada por seres de pesadilla, que los seres humanos no eran simples animales. Los seres humanos tenían nombre. Ella tenía nombre, pero no se acordaba.

Se sentó junto a su manta y se envolvió en ella. Tenía un nombre. ¿Cuál era?


31 octubre 2021

#EstrellasDeTinta Las peores vacaciones de su vida

Este es mi microrrelato de octubre para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

En esta ocasión, voy a poner objetivos y objetos delante, asi como número de palabras.

Objetivo que cumple: 5—Haz un relato sobre unas vacaciones en la cabaña del bosque.

Objetos:

23- Crema hidratante

Son 242 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html , así que cumplo los objetivos de extensión. Aquí está la pegatina:


Es una continuación del relato de octubre (entrada anterior del blog) 

Mi relato recomendado del mes de octubre es el de Isefran:

https://supeingoreson.wordpress.com/2021/10/01/estrellas-de-tinta-octubre-el-cuento-de-la-luna-parte-ii/

Aquí está mi microrrelato. Espero que os guste.

 

LAS PEORES VACACIONES DE SU VIDA

A Juan José, concejal de Casabermeja, población SIDICOTRAPI porque su término municipal limitaba al sur con el sistema de contención, le encantaba visitar la cabaña que poseía en uno de los bosques del Parque Natural de los Montes de Málaga. Era un pequeño privilegio de político, ya que al pueblo se le prohibía el acceso a los parques naturales. Disfrutaba en el porche de la cabaña de la visión de los pinos que rodeaban la casita.

Por eso, cuando oyó varios golpes en el interior, se pensó que su mujer se habría caído. No se esperó verla inmovilizada contra la pared por un ciborg que la agarraba del cuello. Lidia sostenía un bote de crema hidratante, y miraba aterrorizada al ser, cuya placa decía JVR-127.

—Señor Juan José —dijo el ciborg—. Los impuestos están asfixiando al pueblo. Una ciudadana ha intentado pagarlos con esto.

El ciborg tiró una chaqueta destrozada y una manta llena de agujeros.

—Los impuestos son justos —respondió Juan José—. Cálmate y hablaremos.

—Exijo la reducción de…

El ciborg no pudo terminar. Tres agentes de la escolta de Juan José irrumpieron en la cabaña y le frieron los circuitos. Lidia corrió hacia él y se abrazaron.

Últimamente, los ciborgs estaban fallando mucho, pero eran un mal necesario: cada vez había menos policías dispuestos a servir fuera del SIDICOTRAPI.

Lo que más le dolió a Juan José fue lo  que le iba a costar al Estado reparar aquel ciborg.

30 octubre 2021

#EstrellasDeTinta Un mundo más justo y humano tras la catástrofe

Este es mi relato de octubre para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

En esta ocasión, voy a poner objetivos y objetos delante, asi como número de palabras.

Objetivo que cumple: 7—Escribe un relato sobre los motivos/consecuencias del deshielo Ártico. Puede ser ficción.

31- Un ciborg

10- Un Banco de peces

Son 1461 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html , así que cumplo los objetivos de extensión.

Este relato, quiero advertiros, tiene ciertas dosis de exageración y humor negro. Espero que lo que narro quede en eso, en exageraciones de cosas que estamos sufriendo hoy. Incluye una referencia a una novela de Gema Bonnín, cuyo Twitter os invito a conocer:

https://twitter.com/gemabonnin

Espero que os guste. Tiene continuación en el microrrelato, que publicaré mañana.

 

UN MUNDO MÁS JUSTO Y HUMANO TRAS LA CATÁSTROFE

Cuando el Ártico se derritió, no lo hizo como se esperaba. No fue poco a poco, sino que la última cuarta parte del hielo se derritió en apenas dos años. Lo llamaron el Deshielo Final. Los muros de contención costeros se desbordaron y se tuvieron que abandonar las ciudades construidas junto al mar.

Fue una catástrofe. La situación del pueblo ya era pésima al producirse el Deshielo Final, pero la ruptura de los muros de contención fue catastrófica. Los Estados decidieron que no podían salvar a todos los pobres que la subida paulatina del nivel del mar y los cambios climáticos habían creado y, unos años antes del Deshielo Final, se crearon los Sistemas de Dificultamiento y Control del Trasvase Poblacional hacia el Interior o SIDICOTRAPI.

El Estado castigaba con dureza, en el pasado, a quienes llamaban al SIDICOTRAPI el Muro de Aislamiento, aunque se trataba de una estructura de planchas de acero de unos diez metros de altura coronada por concertinas y protegida por ciborgs y soldados humanos. Hoy en día, solo llaman al Muro SIDICOTRAPI los políticos del Interior, y les importa bien poco lo que digamos los que vivimos fuera.

A fuerza de remos llegué al trozo de mar donde se alzó, en tiempos más felices, Málaga. Me pregunté cómo sería pasear por aquella ciudad de aspecto fascinante.  Solo sobresalían de las aguas cuatro edificios grisáceos, que eran los vértices de un cuadrado imaginario. Siempre que alquilaba la chalupa, me dirigía hacia esas cuatro ruinas y dejaba de remar un rato, fascinada.

Me esforcé un rato más para alcanzar una zona alejada de la antigua urbe. Dejé caer el ancla, inspiré varias veces y me zambullí. Los habitantes de fuera del Muro vivíamos asfixiados por una crisis económica permanente. Los trabajos eran precarios, la comida y la energía escaseaban y los impuestos abusivos nos hacían pasarlo bastante mal. Mi sueldo alcanzaba para comprar comida para mi hijo y para mí, pagarnos un hueco donde dormir en un jardín público y comprar la electricidad necesaria mantener nuestros móviles en funcionamiento. Porque, sí, no teníamos un techo bajo el que dormir, pero era obligatorio tener una cuenta bancaria, aunque no tuvieras dinero. Y para eso, el móvil era imprescindible.

Buceé hasta llegar a la planta baja de un edificio, usando la linterna de mi móvil, que llevaba bien protegido en una bolsa de plástico sellada. Esperé a que me rebasara un banco de peces y entré en un local que había sido una librería. Respiré con ganas cuando llegué a una burbuja de aire creada, probablemente, por una supertormenta. Aquella supertormenta habría matado a cientos de habitantes de fuera del Muro; a mí me había permitido encontrar un tesoro. Abrí una trampilla y los músculos de mis brazos, cansados por la sesión de buceo, me dolieron, pero accedí a lo que había sido un desván de la librería.

Aquello estaba lleno de joyas. Las tres cuartas partes de los libros, volúmenes en papel, se habían estropeado por culpa de los años de abandono, pero aún quedaban muchos intactos. Busqué un rato y me quedé embelesada con un volumen, de tapa dura, de El Quijote. Lo metí en la mochila impermeable y busqué un rato más. Hallé intacto un ejemplar de Arena Roja, de Gema Bonnín, en cuya portada había una chica en lo que parecía una arena de gladiadores de la antigua Roma y, de fondo, rascacielos modernos, como los que había visto en fotografías de Madrid. Me lo llevé y, también con esfuerzo, salí del desván. Cerré bien la trampilla y regresé a la chalupa.

El comercio a través del Muro era muy reducido. La gente del exterior compraba parte de la comida, a precios prohibitivos, a empresas públicas y vendía materias primas sumergidas. Ese era el comercio legal. En el mercado negro había comerciantes dispuestos a intercambiar reparaciones de móviles, mantas, ropa y comida por artesanía y otros objetos de los tiempos previos al Deshielo Final. Los libros en papel bien conservados eran de enorme valor. 

Además, aunque el intercambio fuera un trueque, al ser un negocio sujeto a impuestos, llamaría la atención del ciborg de Hacienda JVR-127, al que yo llamaba Javier 127. Perdería parte de los beneficios, pero eludir a los ciborgs de Hacienda era casi imposible y, aunque parezca raro, me interesaba recibir una visita. Si mis planes salían bien, un día, la gente de fuera del Muro podría devolver el maltrato al que la sometían los Estados que se ocultaban detrás de los Muros.

Para vender aquellas dos joyas, tuve que dejar a mi hijo al cuidado de mis vecinos y hacer dos trayectos de tres horas de ida y vuelta. No quería vender todos mis libros a un único contrabandista y que sospechase que tenía acceso a cientos de libros en papel. Las ventas fueron tan bien que obtuve dos mantas nuevas, dos abrigos, varias camisas y pantalones y comida sintética para un mes. Parte de la comida se las di a mis vecinos, en agradecimiento.

Durante tres noches dormí mal. Aunque deseaba la visita de Javier 127, la temía al tiempo. Al atardecer del cuarto día, mientras arropaba a mi hijo, que se encontraba mal, percibí gritos ahogados y el rumor de gente que recogía cosas. Se me aceleró el pulso y me volví. A diez metros de mí estaba Javier 127, que me señaló.

—Ciudadana Rosa González, aproxímese.

Cogí mi manta y mi chaqueta y avancé hacia él, intentando que no se me notara el temblor de las manos. Cuando me detuve frente a aquel ser de rostro humano, pero con medio cuerpo recubierto de placas de metal y músculos cibernéticos, me temblaban las rodillas. Sin embargo, me alegraba tener una nueva oportunidad.

—He detectado que ha realizado una operación comercial sin haber liquidado las tasas correspondientes. Le exijo el pago inmediato de quinientos doce euros y treinta y cinco céntimos en concepto de tasas y multas.

Caí de rodillas, en parte porque era una cantidad enorme. Nos habría supuesto a mi hijo y a mi pasar un par de semanas sin apenas comer de no haber sido por las conservas que había ganado con las ventas. Pero la razón principal de caer de rodillas y alzar las manos suplicantes hacia Javier 127 era cerrar un poco más la trampa.

—Se lo suplico, señor agente. No tengo tanto dinero, mi hijo y yo pasaremos hambre si nos impone una sanción así. Tenga piedad.

—No hay piedad para los defraudadores. Los impagos de impuestos dañan al pueblo.

—Yo lo entiendo, y no me importa pasar hambre por el bien del pueblo, pero mi hijo… —dije, fingiendo que se me quebraba la voz—, solo tiene seis años. No debería pasar hambre por culpa de mis delitos. 

—Miente. Los impuestos son justos: solo pagan quienes tienen dinero.

Tuve que reprimir una sonrisa de satisfacción. Iba a minar el  software de aquel híbrido de hombre y máquina con una nueva contradicción lógica.

—No le miento. Tenga mi móvil, mire mi saldo.

Apenas tenía cuatrocientos euros. No había sido casualidad haber realizado las ventas la tercera semana del mes, antes de cobrar mi nómina, pero después de haber pagado las cuotas mensuales de los  impuestos de movilidad, el impuesto vital, las cuotas bancarias y los seguros médicos obligatorios. Noté la expresión de incertidumbre de Javier 127, así que volví a atacar.

—Yo soy su jefe. La soberanía reside en el pueblo y mi bienestar de ciudadana es el objetivo, pero le suplico piedad. —Empecé a besarle los pies—. Haré lo que me pida. Vacíeme la cuenta, pero acepte mi chaqueta y mi manta para pagar el resto. Está a mi servicio, pero hoy me someto a su voluntad y a la del Estado. Por favor.

Me incorporé y le tendí mi manta vieja y la chaqueta raída, que no había tirado aún esperando ese momento. Casi noté la angustia del ciborg al examinar las dos prendas.

—Estos artículos no cubren la deuda.

—Por favor —supliqué poniéndole la cabeza en los pies de nuevo—, pagaré el resto el mes que viene, junto con la multa que el señor agente me imponga. O castígueme. Deme unas cuantas patadas en sitios donde duela, pero que no me impidan trabajar. Está a mi servicio y pago impuestos para asegurar mi bienestar, pero hoy le suplico que me castigue por no poder pagar los impuestos.

Un ser humano no se habría tragado mi pantomima, pero Javier 127 tenía cerebro de robot. Mi última parrafada estaba llena de contradicciones lógicas que, confiaba, le freirían algún circuito.

Javier 127 se alejó, llevándose mi manta vieja y mi chaqueta raída. Sabía que, tarde o temprano, algo se rompería dentro de él y se rebelaría contra los políticos. Ojalá pudiera estar allí cuando sucediera.

30 septiembre 2021

#EstrellasDeTinta Churchill ya tiene preparado el discurso sobre el fracaso del desembarco de Normandía

Este es mi microrrelato de septiembre para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

Objetivo que cumple

21—Escribe un artículo periodístico.

Objeto

9- La velocidad de la luz

Son 454 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html Me he gastado tres estrellas para ampliar la extensión en 250 palabras más.

La pegatina del mes está aquí:

 


 

Este artículo periodístico es una sátira a los medios de comunicación modernos, en particular a los medios de comunicación online. Es importante que leais las notas que hay al final del artículo periodístico y de los artículos relacionados y el enlace patrocinado. Las notas están marcadas con (*) y están separadas del cuerpo del microrrelato.

 

CHURCHILL YA TIENE PREPARADO EL DISCURSO SOBRE EL FRACASO DEL DESEMBARCO DE NORMANDÍA

“Pido valor y esperanza al pueblo británico en la hora más oscura imaginable” dice el Primer Ministro.

LONDRES. A pesar de la esperanza que el gobierno británico ha querido inspirar ante la inminente invasión de la Francia ocupada, Churchill ha escrito un discurso demoledor pidiendo perdón al pueblo británico por el fracaso del desembarco y solicitando valor y esperanza en estos momentos tan difíciles.

Los analistas consultados por este periódico afirman que un fracaso del desembarco de Normandía obligaría a los Aliados a pedir la paz con los nazis. “La destrucción de los ejércitos aliados en Inglaterra dejaría indefenso al Reino Unido frente al contrataque alemán. La rendición incondicional y pactar una ocupación pacífica del Reino Unido sería la única alternativa”, afirma Sir J. Wellinigton, analista del ejército. “Lo mejor que pueden hacer los judíos y los polacos refugiados en Inglaterra es salir del país a la velocidad de la luz”, aconseja M. W. Tooth, coronel del ejército británico.

Según la mayoría de los estrategas, la apertura de un segundo frente en Europa habría sido decisiva para detener a la Alemania Nazi. El anunciado fracaso del desembarco de Normandía, posiblemente, indica que la guerra ya está perdida.

Tras conocer la noticia, miles de manifestantes han salido a las calles para pedir la firma de un tratado de paz con los nazis. Las llamadas de Churchill de esperar, al menos, a que se produzca el desembarco no han calado en la población.

La derrota de los Aliados frente a la Alemania Nazi conllevaría el control efectivo del planeta por parte de Alemania y de sus aliados, Japón e Italia. Algunos analistas creen que la independencia del Reino Unido y de los EEUU podría respetarse siempre y cuando estos países lleven a cabo políticas de limpieza étnica bajo supervisión nazi y sigan una política exterior compaible con los planes del Eje para una nueva ordenación del mundo.

El fracaso del desembarco de Normandía supondría la reducción de la democracia a un papel mínimo en el devenir del mundo y, quizá, en unas décadas veamos su desaparición, arrollada por la pujanza de los regímenes autoritarios nazis y fascistas. Nunca en la historia, el fracaso de una operación militar habría cambiado de manera tan decisiva el mundo.

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* * * * *


(*) NOTAS. Es cierto que Winston Churchill escribió un discurso que debería pronunciar en el caso de que el desembarco de Normandía hubiera fracasado. Pero escribió tal discurso a la vez que redactaba el que finalmente se leyó, el pensado para el caso en que el desembarco fuera un éxito. Ante la incertidumbre lógica acerca del éxito de la operación, se hicieron preparativos para ambas eventualidades.

La prensa moderna habría hecho lo que describo en esta sátira. Habrían publicado artículos catastrofistas hablando del “discurso de la derrota” y habrían olvidado “casualmente” darle importancia a la noticia completa, que también había un discurso para celebrar el éxito del desembarco. Y en estos tiempos que corren, para páginas de noticias en internet, se sigue dirigiendo la opinión del público con artículos relacionados y publicidad que, leídos de manera independiente son inofensivos, pero al asociarlos a la noticia principal logran crear una sensación de pánico en el público. Por supuesto, se aterroriza al pueblo con verbos en condicional, con “expertos” que dicen que “creen que”. No se miente, no se hacen afirmaciones de las que no se tienen pruebas (en mi sátira, aún no ha habido rendición alguna), pero solo se recogen opiniones de quienes dan la guerra por perdida.

No hace falta que recuerde que el desembarco de Normandía tuvo éxito y que fue clave en la derrota de los nazis.

Los motivos que pueden tener los medios de comunicación modernos para tener al pueblo aterrorizado se me escapan. La pandemia nos ha demostrado que ese es el objetivo, incomprensible para mí.

29 septiembre 2021

#EstrellasDeTinta La niña que cerraba los ojos al sonreír

Este es mi relato de septiembre para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

El objetivo y los objetos son:

10—Cuenta una historia sobre los Dioses que viven entre nosotros. Si quieres, puedes usar a la Gran Diosa Gamba Sagrada Cósmica Intergaláctica, patrona del reto.

Objetos 

16- Una quincena

26- Un incendio

Son 1491 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html 

Sin TW 


LA NIÑA QUE CERRABA LOS OJOS AL SONREÍR

Madrid. Diciembre de 2021.

A Pedro le gustaban los domingos de invierno. Su madre y él salían temprano para tomar el metro y bajarse en la Estación de Atocha. Entraban en El Retiro y daban un largo paseo. Pedro disfrutaba de ir abrigado y, a la vez, sentir el viento frío en el rostro.

Algunas veces, su padre también los acompañaba, pero la mayoría de domingos iban los dos solos, aunque solían encontrarse con alguna amiga de su madre. Una de ellas, Eloísa, siempre le preguntaba que cuántos años tenía, y Pedro siempre respondía que cuatro.

Aquella mañana, Pedro estaba jugando con un camión amarillo de juguete, que hacía rodar sobre la hierba. Su madre y Eloísa charlaban sentadas sobre una manta a unos veinte metros de él, aunque Pedro sabía que su madre lo miraba cada medio minuto.

Entonces, la vio. Una niña de su edad, vestida de blanco y con el pelo muy negro, sentada junto al tronco de un árbol, cerca de él. Tenía la cabeza inclinada y se frotaba los ojos para secarse las lágrimas. A Pedro le dio mucha pena verla llorar. Cogió su camión y se sentó frente a ella.

—¿Quieres jugar con mi camión?

—¿Me lo prestas? —respondió la niña, con los ojos castaños muy abiertos.

Pedro asintió y la niña cogió el camión con ambas manos. Lo hizo rodar imitando el sonido de un motor. Él se rio y ella, que ya no lloraba, también lo hizo. Siguió jugando un poco más y lo miró sonriente. Cerraba los ojos al sonreír.

Estuvieron jugando un cuarto de hora. Pedro le contó que había venido al parque con su madre y que le gustaba mucho dibujar en el colegio. Ella le dijo que se lo pasaba muy bien en el campo, pero que le daba pena que los árboles estuvieran tan tristes. Cuando su madre fue a buscarlo, Pedro le dijo adiós a su nueva amiga y esta respondió cerrando los ojos para sonreír.

Mientras regresaban al metro, Pedro le contó entusiasmado a su madre todo lo que había hecho con su nueva amiga. Como casi siempre, bajaron por la Cuesta de Moyano y su madre le regaló un cuento de hojas grandes y dibujos muy bonitos.

Deseó reencontrarse con la niña que cerraba los ojos al sonreír, pero no volvió a verla.

Gijón. Mayo de 2057.

Pedro aprovechaba la quincena de vacaciones que le concedían cada año para pasar todo el tiempo posible con Paulina, su única hija. Algo que llevaba tiempo atormentándolo era la poca atención que podían dedicarle su esposa y él. Pero la vida en la segunda mitad del siglo XXI era dura: precios muy altos y salarios muy bajos. Había que trabajar de lunes a domingo para subsistir.

Paulina correteaba delante de él, pero se trataba de una niña muy bien educada y nunca se alejaba demasiado, ni molestaba a los viandantes. Solo se acercaba a los perros, a los que adoraba aunque algunos le ladrasen.

La niña se mostró entusiasmada cuando llegaron al portón en el muro que protegía la ciudad de la subida del nivel del mar. Como la marea estaba baja, era posible pasar a la arena y Paulina, impaciente, ya se estaba quitando los zapatos. Pedro pagó la tasa, mediante su chip bancario implantado, para acceder a la playa y pasaron.

Pedro también se había quitado los zapatos. Como era temprano, aún no había mucha gente y era posible caminar sin tropezarse con alguien a cada rato. Paulina y él jugaron a chapotear a la orilla del mar y a desafiarse a carreras en la arena. Se rieron mucho. 

Entonces, Paulina corrió hacia una niña vestida de blanco que levantaba un castillo de arena más grande que ella. Su hija lo miró embelesada y mantuvo una breve conversación con la constructora. Aquella niña de pelo oscuro lo miró al decirle su hija que era su padre. Cuando sonrió con los ojos cerrados, a Pedro le vino a la mente otra niña que había conocido en el Parque de El Retiro, que también cerraba los ojos al sonreír.

Se sentó junto a las niñas, que no paraban de hablar y dejó que Paulina pasara media hora ayudando a su nueva amiga a agrandar aún más el castillo de arena. Pedro consultó las noticias con el móvil, pero dejó de hacerlo, cansado de las crónicas sobre el incendio que había destruido ya la mitad de la Sierra de las Nieves, y que los bomberos y el ejército parecían incapaces de detener.

Siempre que la niña de blanco sonreía, lo hacía con los ojos cerrados. Pedro se acordó de su madre, que había muerto hacía seis años en un absurdo accidente laboral. Evocó, sobre todo, los tiempos felices en los que paseaban por El Retiro.

Cuando le dijo a Paulina y a su amiga que tenían que irse, la niña que cerraba los ojos al sonreír le dedicó una sonrisa y se despidió agitando una mano.

Afueras de Sevilla, Campo de jubilados número 4. Febrero de 2095.
 
Pedro sufrió un ataque de tos tan fuerte que pensó que se moría. Hacía mucho frío y su manta raída era inútil contra él. No quería ni pensar en cómo iba a pasar aquella noche. Ningún responsable del campo de jubilados había considerado proteger a los residentes con nada más que unos tejados de plástico para evitarles el sol del verano.

De todos modos, ¿para qué molestarse? Los campos de jubilados estaban pensados para sacar de las calles a aquellos que ya no podían trabajar y, por tanto, no eran útiles. Pedro llevaba allí dos años: había tenido que pedir la jubilación anticipada a los 76 años debido a la artritis. Si hubiera tenido pensión, habría podido alquilar una cama en algún albergue gestionado por una ONG, pero aunque la Seguridad Social seguía cobrando unas cuotas muy altas, ya no había dinero para pagar las pensiones y solo unos pocos privilegiados las cobraban.

Lo que peor llevaba era saber que no vería a Paulina, su hija, una última vez. Como tantos jóvenes sin futuro, se había ido de España y vivía en Marruecos, donde era más fácil trabajar y vivir que en una Europa con gobiernos y multinacionales opulentas y un pueblo que, a menudo, pasaba hambre. Solo a los cooperantes les daban permiso para entrar en los campos de jubilados, y ningún residente podía salir de allí.

Pedro vio que alguien se acercaba y su corazón cansado se llenó de alegría. Era Zaira, una cooperante marroquí. Tras muchas negociaciones, a Marruecos se le permitió enviar ayuda humanitaria a los campos de jubilados. Aquellos veinteañeros marroquíes eran ángeles que trataban a los jubilados con un cariño que la sociedad les negaba.

Zaira se sentó a su lado. Le traía un emparedado de jamón y queso y una botella de agua. Pedro se incorporó para tomarse su almuerzo y, cuando hubo terminado, la chica le ayudó a tumbarse, lo arropó y se llevó la botella vacía. Un instante después, abrió mucho los ojos. Una niña vestida de blanco se detuvo junto a él. Cerró los ojos al sonreír.

—¿Quieres un poco?

Pedro se incorporó y cogió un recipiente de plástico que tenía una cuchara clavada en lo que parecía fruta triturada. Sabía a manzana, la favorita de Pedro.

—¿Qué haces aquí? ¿No eres muy pequeña?

—Tú eres el joven —dijo la niña, con una voz infantil, pero palabras de adulta—. Yo existo desde hace millones de años. Soy una diosa de la naturaleza.

A Pedro se le cayó el recipiente con la fruta. La niña lo recogió y cerró de nuevo los ojos para sonreír. Aunque fuera imposible, conocía a aquella niña desde hacía mucho tiempo.

—Claro que me conoces, Pedro. ¿Recuerdas aquel día en el Parque de El Retiro, hace ya muchos años? Estaba buscando a personas como tú. Me puse a llorar para conmover a la gente y te acercaste. Me diste un camión amarillo para que jugara. Desde ese día supe que podría contar contigo.

Pedro recordó aquellos tiempos tan felices y le corrieron las lágrimas por las mejillas.

—No llores, por favor. Estoy aquí porque mi poder es limitado y necesito ayuda. Si aceptas mi propuesta, dentro de dos días recogeré tu alma y te convertiré en un espíritu de los bosques. Te llevaré a uno de los pocos que aún quedan en la Península, que es la zona que yo protejo, para que cuides de él. No es un trabajo difícil, solo tienes que recorrerlo todos los días, soplar sobre las plantas que veas débiles y dar aliento a los animales que estén enfermos. Disfrutarás del aire limpio, del sol y también del frío. A ti te gustan los días de invierno, ¿verdad?

—Me gustaban mucho.

—Volverás a adorarlos. Si no quieres que te lleve, simplemente, te dejaré marchar. ¿Quieres volver a verme?

Pedro asintió y la niña que cerraba los ojos al sonreír le dedicó una sonrisa.

21 septiembre 2021

#EstrellasDeTinta Canción del verano

Casi al límite, como a mí me gusta... Esta es la canción del verano, dedicada a la creadora del reto Estrellas de Tinta, cuya bitácora os invito a visitar: https://plumakatty.blogspot.com/

La canción original es esta:

Y la letra "adaptada":

Ka - tty
Ka - tty
Ka - tty
Ka - tty

Cientos de cuentos ya están protegidos
Por el poder de Inkstars
Con sagrados teclados, se crean palabras
Katty escribirá sin cesar.

Ka - tty
Ka - tty
Ka - tty
Ka - tty

Teniendo a su lado la cósmica gamba
Y amigos que no fallarán
La página en blanco, querrá dominarla
Y nunca descansará.

El mágico Inkstars nos da fortaleza
e inspiración brindará
junto a grandes amigos, siempre escribiendo
las letras triunfarán

Ka - tty
Ka - tty
Ka - tty
Ka - tty

Cientos de cuentos ya están protegidos
Por el poder de Inkstars
Con sagrados teclados, se crean palabras
Katty escribirá sin cesar.

Teniendo a su lado la mágica pluma
Y amigos que no fallarán
La oscura tristeza querrá liquidarla
Pero Katty vencerá

Ka - tty
Ka - tty
Ka - tty

31 agosto 2021

#EstrellasDeTinta Doppelgänger

Este es mi microrrelato de agosto para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

En esta ocasión, voy a poner objetivos y objetos delante, asi como número de palabras.

Objetivo que cumple: 19—Escribe sobre algo sobrenatural.

Objeto oculto:

12- Una Libreta

Son 248 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html

Por cierto, supongo que se captará el humor absurdo de la situación planteada, que está en el método de trabajo de la protagonista del microrrelato.

Aquí está la etiqueta del mes:





Y mi recomendación de este mes es para el relato de agostode Katty Cool, que podéis leer aquí: https://plumakatty.blogspot.com/2021/08/traigo-para-el-reto-de-escritura.html

Aqui el micro. Esta basado en una pesadilla recurrente que tenía cuando era niño. Espero que os guste.


DOPPELGÄNGER


Le di un beso en la mejilla a Natalia, que veía un documental.

—Voy a afeitarme —le dije.

Ella se giró y me dio un beso breve en los labios. Me fui al cuarto de baño de aquella bonita casa rural.
Me quedé helado. El corazón se me desbocó. La puerta estaba cerrada y alguien se duchaba. Retrocedí muy despacio, agarrotado. Dos minutos después, se abrió la puerta. Salió una mujer idéntica a Natalia, con una toalla anudada al pecho y otra liada a la cabeza. Se acercó, me dio otro de sus besos breves en los labios y salió al salón.

Temí por mi novia. Regresé al salón, pero ella se limitaba a tomar notas en una libreta.

—Tenemos que irnos —le dije tirando de ella.

Natalia miró detrás de mí y abrió mucho los ojos. La otra estaba en la puerta de la cocina, con la misma expresión atónita. La Natalia que tenía delante blandió un atizador y se me acercó con expresión enloquecida. La de la toalla tiró de mí. Cerré la puerta y la otra Natalia la golpeó, gritando cosas terribles.

La otra Natalia se me abrazó, llorando. La puerta cedió y mi novia quiso golpear a su doble, pero me alcanzó a mí.

Cuando desperté, tenía sangre seca en el rostro. Natalia, sentada en el suelo, me abrazaba. Lloraba y me pedía perdón. A mi lado había dos toallas y ni rastro del doble de mi novia.

Nunca comprendí que sucedió aquel día.


30 agosto 2021

#EstrellasDeTinta Qué solo estas

Este es mi relato de agosto para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

En esta ocasión, voy a poner objetivos y objetos delante, asi como número de palabras.

Objetivo que cumple: 

24R—Haz el Objetivo de otra participante. --> Básate en una canción que no hable de amor romántico. (Erica)

Objetos: 

21- Un escaparate 

22- Un cambio meteorológico

Me he basado en el objetivo de Erica (https://ericafortuny.com/) y he elegido una canción de una banda fantástica: Los Secretos. El título de la canción es Qué solo estás, y es esta de aquí:


Este relato es una adaptación muy libre de la letra de la canción. Se me ocurrió una historia de soledad y olvido en la que un espejo cumple un papel importante. Las frases de la letra están marcadas en negrita en el relato.

Son 1305 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html (he quitado cuatro asteriscos de separación de escenas), así que cumplo los objetivos de extensión.

Sin TW.


QUE SOLO ESTÁS

Si pudiera recordar qué estoy buscando, pararía a descansar. Pero mi memoria, que nunca fue buena, ahora parece ausente. A veces, cuando intenta resucitar, tengo algo parecido a un chispazo, o un fogonazo. Miré un escaparate cuyo cristal protegía cientos de juguetes: cochecitos, trenes y peluches, una multitud de peluches de todas formas y colores, y percibí un susurro que no provenía de ninguna de las personas que se cruzaban conmigo sin mirarme la espalda. Ese susurro nacía en el interior de mis recuerdos.

Una voz me decía que, una vez, tuve familia. Tenía una mujer y una hija muy guapas que siempre sonreían. Mis pensamientos se mezclaron con recuerdos extraños y mi mente se convirtió en un torrente confuso de imágenes y sentimientos. Se me cortó la respiración: buscar pistas de aquello que no paraba de buscar hizo que me olvidara de inspirar aire. Si supiera en realidad que estoy pensando, ya podría respirar, pero no lo sé. ¿Cómo voy a saberlo? Me desmayé.

Recuperé el conocimiento en plena calle. Un grupo de curiosos nos rodeaban, a mí y a dos sanitarios que me atendían. Me incorporé y se ofrecieron a llevarme a Urgencias a hacerme unas pruebas. No tuve fuerzas para negarme.

Una vez en casa, me miré al espejo del cuarto de baño. Tenía buen aspecto, y las pruebas que me hicieron en el hospital no reflejaron nada más aparte de la tensión algo baja. Si mirará más hacia el espejo, y menos a la ciudad, quizá encontrara qué es lo que estoy buscando, que está escondido dentro de mi cabeza. No lo voy a encontrar en los parques, las jugueterías o esas cafeterías que visito una y otra vez esperando oír las voces de las dos mujeres de mi vida en mis recuerdos. He de saber qué les pasó, por qué, hace diez años, dejé de tener recuerdos de ellas, como si se hubieran desvanecido.

Después de una cena muy ligera, me acosté y empecé a darle vueltas en la cama a mi problema. A veces, pensaba que la solución sería olvidarme de mi mujer y mi hija, en vez de alejarme cada día más de mi casa buscando recuerdos. Si alguien me llevara aún más lejos, a otra ciudad, a otro país, quizás pudiera olvidar que una vez fui feliz, que una vez amé y fui amado. Me dormí repitiéndome la frase que me destrozaba el alma: qué solo estás

*

Si escuchara atentamente tus consejos, cuando intentas explicar por qué empeñarme en seguirte a ti y a nuestra hija solo logra hacerme daño, quizá sería más feliz. Pero los recuerdos de tus palabras, las que me dedicabas antes de que desaparecieras, esposa mía cuyo nombre he olvidado, solo consiguen alejarme de tu recuerdo. Empiezas a contarme que me equivoco, que si sigo empeñado en no cambiar, solo conseguiré perderte, a ti y a nuestra hija. Entones es cuando ya estoy tan lejos de ti que solo escucho soledad. La mente se me nubla y los recuerdos de menos de diez años de antigüedad se me escapan.

Aquel jueves, tan triste y gris como cualquier otro, paseé largo tiempo por un barrio del extrarradio. Me bajé del autobús delante de un colegio. Cuando paso cerca de un colegio y me pongo a recordar, veo a mi hija a caminar a mi lado, con su cabello largo y rizado por la espalda, tocando la mochila roja que siempre llevaba a clase. Tenía nueve años el día que desapareció, así que ahora tendría diecinueve, si es que continúa existiendo, si es que ha existido alguna vez. Porque, llegados a este punto, ignoro si es un sueño. Además, cuando veo a los padres saliendo del colegio con sus niños de la mano, siento que hoy estoy mucho más viejo, y mi mente empieza a hablar.

Mi mente me repite siempre lo mismo, siempre algo que me atormenta: qué solo estás, Julián, qué solo estas, contigo no cuenta nadie ya. Y es verdad. Nadie cuenta conmigo, nadie me necesita. Mis padres murieron, no tengo  hermanos y mi mujer y mi hija se esfumaron. Nadie necesita que le explique como es el mundo. Nadie necesita algo de apoyo cuando llega a casa después de trabajar.

Lo que era un medio día con nubes y claros se convirtió en un chaparrón. Busqué refugio ante tan inesperado cambio meteorológico bajo un árbol enorme que había en el parque que había al lado del colegio.

Cuando la lluvia cesó, las nubes se fueron espaciando, dejando entre ellas trozos de cielo azul. Volví a casa y no salí el resto del día.

*

Si mirará más hacia el espejo, y menos a la ciudad, encontraría qué es lo que estoy buscando. Siempre lo supe, lo que ignoraba era que no miraba el espejo correcto. Cuando aquellas palabras me venían a la mente, me iba al cuarto de baño y me quedaba un buen rato mirando el reflejo de mi rostro. Me empeñaba en dejar la mente libre y que mis recuerdos fluyeran, pero no lo hacían.

Aquel día fui afortunado. Iba a salir a mirar de nuevo a la ciudad, a perderme una vez más en calles que solo evocaban recuerdos inútiles, cuando se me olvidó si me había peinado o no. Así que me miré en el enorme espejo que tenía en el recibidor. Y ese espejo me trajo a la memoria algo terrible. En realidad, aquello que me empeñaba en buscar era algo que ya sabía, algo que había preferido olvidar.

Bajo el espejo había un mueble de madera oscura, con un gran cajón en la parte de arriba. La vista se me fue a una carpeta azul. La abrí con el corazón en un puño y leí el documento que había dentro. Era una sentencia de divorcio. Mi exmujer, que se llamaba Paula, se quedaba con la casa y la custodia de María, mi preciosa hija. Aquellos folios me hicieron recordar los últimos meses de matrimonio, las peleas constantes porque ella ya no me quería, porque llegaba tarde a casa y bebido. Recordé el día que tuve que irme a una pensión mientras encontraba un nuevo hogar. Me rompió el corazón rememorar la última llamada de Paula, en la que me informaba de que se iba a vivir a Noruega con mi hija porque ya había logrado vender la casa que había sido nuestra.

No me dejó ver a María. Mi niña dejó España sin que pudiera despedirme. Fue tanto el dolor por haber perdido a mi familia y todas mis posesiones materiales, que me olvidé del divorcio. Convertí su marcha en una desaparición misteriosa que no recordaba. No podía sobreponerme al dolor, a la pérdida. Nunca lo logré. Ni creo que pueda sobreponerme jamás.

Derrotado, hundido, pero con la memoria restablecida, me senté en el sofá del salón. Miré una vez a la ciudad, a través de la puerta de cristal de la terraza, y se me escaparon unas lágrimas.

Y me dormí.

*

Desperté en el sofá de mi casa. Si alguien me llevara aún más lejos, quizás pudiera olvidar, pero no hay nadie que quiera llevarme a ningún sitio. No olvido que, una vez, tuve una familia. Una mujer y una hija muy guapas que siempre sonreían. Un día, desparecieron, y mi vida se ha convertido en una búsqueda permanente. Quiero saber qué pasó con ellas, por qué hace diez años que no tengo recuerdos de ellas.

Recuerdo que, un día, acompañaba a mi hija al colegio y que, de pronto, ya no podía llevarla a clase porque no sabía dónde estaba. A veces, recuerdo que mi memoria reside en un espejo. Me levanté y me miré en el espejo del cuarto de baño, pero mi memoria siguió muerta.

Mi mente me atormentó con esas frases que me destrozaban: qué solo estás, qué solo  estás. Contigo no cuenta nadie ya.

31 julio 2021

#EstrellasDeTinta Un trozo de pastel

Este es mi microrrelato de julio para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

En esta ocasión, voy a poner objetivos y objetos delante, asi como número de palabras.

Objetivo que cumple: 14—Infórmate sobre la asexualidad y haz un relato sobre ello.

Objeto oculto:

3- Gazpacho

Son 245 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html 

Por cierto, supongo que se captará el humor absurdo de la situación planteada, que está en el método de trabajo de la protagonista del microrrelato.

Aquí está la etiqueta del mes:

 

Y mi recomendación de este mes es para el relato de julio de Katty Cool, que podéis leer aquí: https://plumakatty.blogspot.com/2021/07/relato-micro-y-recomendacion-prediccion.html

Aqui el micro. Espero que os guste.


UN TROZO DE PASTEL

El robo iba a ser sencillo. El vigilante era un tipo feo con cara de infeliz, la clase de hombre al que distraería con facilidad mientras mis compañeros rompían una ventana del tercer piso. Entré en el vestíbulo y me apoyé en el mostrador tras el que estaban los monitores de videovigilancia. 

Saludé al hombre y le conté que me habían dado plantón. Quiso consolarme mientras tomaba sorbos de un vaso de gazpacho.

—Hace calor, ¿no? —dije y empecé a quitarme la chaqueta.

Aquel truco siempre me había funcionado. El vigilante, al que habíamos investigado y sabíamos que no era homosexual, se embobaría con mi cuerpo perfecto y dejaría de prestar atención a las pantallas.

El vigilante me miraba mientras me quitaba prendas, pero no parecía entusiasmado. Miraba los monitores cada pocos segundos y pasó lo inevitable. Dio un respingo y pulsó el botón de alarma. Otros dos guardias salieron corriendo de una sala y me atraparon. Cuando le contaron que yo era la famosa Sandra, la ladrona sexy, el vigilante se rio.

—¿Querías engatusarme? ¡Si soy asexual! —El vigilante se rio un poco más y me miró—. No pongas esa cara. Eres atractiva, pero, para mí, el sexo es como comerme un pastel. Si ceno en un restaurante y veo en la carta de postres un pastel de chocolate, me lo como y lo disfruto, pero nunca dejaría mi puesto por ir a comerme una tarta.

Resoplé mientras aquellos brutos me sacaban de allí.

27 julio 2021

#EstrellasDeTinta Dientes

Este es mi relato de julio para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

El objetivo y los objetos, a continuación:

Objetivo que cumple: 3—Escribe un relato que suceda bajo tierra.

Objetos:

17- Constelaciones

35- Algo luminiscente.

Son 1270 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html (he quitado un asterisco de separación de escenas), así que cumplo los objetivos de extensión.

Este es un relato que llevaba mucho tiempo deseando escribir. Lo ideé de muchas maneras, pero no llegaba a darle una forma definida. La historia de Lidia, que vive en una ciudad subterránea, me ayudó a expresar la idea principal. Puede ser que, en historias más largas, retome la idea central de este relato.

Sin TW

DIENTES


Dientes era un recuerdo de un pasado perdido. Se trataba de un conejito blanco de peluche que sonreía mostrando dos dientes, uno de tantos que se fabricaban cuando la gente podía vivir en la superficie. Lidia ignoraba cómo había sobrevivido intacto al cataclismo. Tampoco era algo que, a una niña de cuatro años que nunca había salido de la ciudad subterránea, le importara. Era su juguete preferido y lo había adorado desde que su padre se lo había regalado tras regresar de una incursión al exterior.

Lidia llevaba toda la tarde jugando a tomar el té con Dientes. Servía la bebida invisible en un par de tazas y jugaba a tomársela mientras charlaba con su peluche. En su mente, hablaban de la vida de Lidia en la ciudad subterránea, excavada en la roca e iluminada por bombillas, focos eléctricos y minerales luminiscentes. Le contaba cuánto se aburría en el colegio, como traía agua gracias a una caja con ruedas en la que la muchacha que giraba la manivela del pozo le ponía un cubo. Dientes le contaba lo bonito que era corretear entre la hierba y las flores y tumbarse de noche para ver las estrellas e identificar las constelaciones. Solo Dientes y los más ancianos de la ciudad subterránea habían visto las estrellas.

—Cariño —le dijo su madre con ternura, tras haber abierto la puerta—, los conejitos no saben usar las tazas. Comen hierba y hay que ponerles un plato en el suelo para que beban.

—Dientes sabe. Le he enseñado.

—Sírvele más y dile que luego vuelves, que tienes que cenar.

Lidia asintió, llenó la taza de Dientes y se despidió de él. Recorrió de la mano de su madre el largo e irregular pasillo que conectaba el comedor y su dormitorio. Los constructores de la ciudad, le habían explicado sus padres, no podían crear habitaciones donde querían. Por eso, vivían en una población laberíntica.

Su padre terminaba de poner los platos y las miró disgustado. Se sentaron los tres a la mesa y sus padres apenas hablaron. Lidia se sentía muy triste, porque sabía lo que significaba aquello. Sus padres se llevaron la mitad de los platos cada uno y se fueron a la cocina. Creían que ella no podía oírles, pero Lidia tenía el oído muy fino.

Discutieron otra vez. En aquella ocasión, su padre se arrepentía de haberle regalado a Dientes. Perdía mucho tiempo jugando con aquel muñeco inútil, decía él. Su madre la defendía apenada.

—Tendría que estar aprendiendo a cargar un arma, no perdiendo el tiempo con juegos idiotas —dijo su padre.

—Solo tiene cuatro años. Deja que siga siendo una niña un poco más. Ya tendrá que enfrentarse al mundo cuando sea mayor.

—Tiene que aprender a defenderse. No la trates como si viviera antes del cataclismo. Tendría que quemar a ese maldito conejo.

Lidia sabía que su padre no haría algo tan horrible, pero pensar en Dientes ardiendo la hizo llorar. Seguía haciéndolo cuando sus padres regresaron.

*

Una semana después, su madre la despertó con suavidad. Lidia dormía cubierta por las mantas que intentaban defenderla de la humedad y la frialdad eternas de las habitaciones de la ciudad subterránea. Había amanecido abrazada a Dientes, que era el único que le daba el calor suficiente como para dormir en una habitación lóbrega y fría.

—Cariño, no tengo más remedio que salir. Volveré dentro de tres horas. Tienes el desayuno en la cocina y te dejo aquí la lámpara.

La besó en la frente y se marchó. Lidia suspiró y apretó con fuerza a Dientes. Las niñas tenían que ser valientes, pero a ella le daba miedo quedarse sola tanto tiempo. Nunca lo decía, pero soñaba con que sus padres estuvieran más tiempo con ella. Solo los veía juntos en las breves cenas, y la mitad de las veces, discutían.

Lidia se levantó, arropó a Dientes, dejó encendida una luz tenue, porque a su peluche no le gustaba la oscuridad, y recorrió con cuidado el pasillo mal iluminado por la lámpara. Se tomó con desgana las gachas de siempre y se entretuvo en regar las pocas plantas que tenían en la sala de techo transparente, que era tan pequeña que solo cabían tres macetas. Lidia había visitado un par de veces las granjas, situadas muy alto, cerca de la superficie. Eran extensiones enormes llenas de plantas iluminadas por una bóveda de un material transparente y con tanta resistencia como el acero. Recordaba haber mirado hacia arriba, pero el material distorsionaba la luz y solo era visible una luz azulada difusa.

Tras una hora de aburrimiento, Lidia iba a subir a por Dientes cuando notó que algo arañaba la puerta principal. Al oír golpes terribles corrió a esconderse en una esquina, temblando. Parecía que iban a echar la puerta abajo. Entonces, se acordó: Dientes estaba en su cama. Si los atacantes entraban, lo descubrirían y se lo comerían.

Aterrorizada, se levantó y cruzó corriendo el salón. A medio camino, la puerta se desplomó y dos craugs le rugieron. Chillando, a oscuras, Lidia atravesó el pasillo que llevaba a su dormitorio. Se cayó dos veces y se hizo un pequeño desollón en una rodilla. Las garras de los craugs arañaban el suelo cada vez más cerca.

Dientes seguía sonriendo y mostrando los dientes, como si no ocurriera nada. Le tiró de un brazo, se escondió bajo la cama y se abrazó a su peluche. Vio los pies de los monstruos mientras la buscaban. Tras demasiado poco tiempo, apareció el rostro de un craug pegado al suelo, que le sonrió enseñando los colmillos. Lidia chilló mientras el monstruo le tiraba de un tobillo. Logró zafarse y acabó acurrucada en una esquina, temblando abrazada a Dientes, desecha en lágrimas.

Los craugs habían sido personas antes del cataclismo. Costaba creerlo. Eran monstruos carnívoros cubiertos de pelo marrón, con garras y colmillos y unos ojos blancos que causaban terror.

De pronto, Dientes empezó a brillar. La luz que despedía se hizo tan intensa que inundó el dormitorio. A Lidia, el resplandor no le hacía daño, pero los craugs aullaron de dolor y se retorcieron hasta que sus siluetas se difuminaron en el resplandor que creaba Dientes.

Cuando la luz del peluche se apagó, los craugs habían desparecido, igual que una pesadilla al abrir el durmiente los ojos. Dientes estaba carbonizado: se había vuelto negro y diminutas columnas de humo ascendían hasta el techo.

Se quedó allí largo tiempo, suspirando con el corazón encogido, abrazada a los restos de Dientes. Permaneció callada cuando oyó a su madre gritar desesperada su nombre desde el salón. Ni siquiera pudo hablar al verla aparecer por la puerta de la habitación.

—¡Cariño! —le dijo su madre entre  lágrimas—. ¿Qué te ha pasado, que le ha pasado a Dientes?

Lidia no pudo responder. Se pasó tres días sin hablar. Cuando pudo contar lo sucedido, no la creyeron. No encontraron ni rastro de los craugs, pero Lidia sabía que no había sido una alucinación. No se resistió cuando sus padres la quisieron convencer para tirar los restos de Dientes. Su conejito de peluche era un juguete mágico que se había perdido en una superficie devastada y que su padre tuvo la suerte de hallar. Se había sacrificado para salvarla y la magia que le había dado vida se había consumido para acabar con los craugs. Dientes ya no estaba en aquellos restos carbonizados. 

Lidia no le contó a nadie más qué sucedió aquel día, pero se guardó en el corazón el recuerdo de Dientes. Su conejito de peluche le enseñó que, a veces, la magia se escondía en los sitios más inocentes. Lidia no volvió a encontrarla.

30 junio 2021

#EstrellasDeTinta Código de colores

Este es mi microrrelato de junio para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

En esta ocasión, voy a poner objetivos y objetos delante, asi como número de palabras.

Objetivo que cumple: 6—Haz que tu relato tenga protagonista femenina y un personaje “Lampara sexy” masculino.

Objeto que oculta: 19- Hielo.

El relato recomendado es el de Isefran. Me encantan sus mamodos.

https://supeingoreson.wordpress.com/2021/06/10/estrellas-de-tinta-junio-un-mundo-nuevo/

Aquí está la pegatina de junio:

 

Son 243 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html, (quité un asterisco que separa escenas) así que cumplo los objetivos de extensión.

Sin  TW

 

CÓDIGO DE COLORES

Nadie que me viera usar mi portátil en una cafetería, todas las tardes, sospecharía que una vida dependía de ello. Aquel local estaba en una zona céntrica y bastaba un simple dispositivo de ocultación para impedir que rastrearan mi equipo.

El camarero de siempre me trajo un café solo con hielo. Era el hombre más guapo que había visto en mucho tiempo. Me dio las gracias con su sonrisa divina cuando le pagué.
Fue un alivio recibir el correo de Sandra. Habíamos establecido un código de colores, los siete colores tradicionales del arcoíris, para indicar que todo iba bien. “El cielo parecía verde”, leí en un punto al azar del texto.

Encontrar el zafiro del mar, una joya mística, era prioritario. Se necesitaba una exploración peligrosa de una caverna defendida por horrores del pasado. Sandra era una hechicera experta, pero necesitaba un enlace externo, alguien que consultara los grimorios, la ayudara y la mantuviera ligada al mundo: yo, su mejor amiga.

 *

Aquel viernes tocaba el color violeta. El camarero guapísimo me dedicó otra de sus sonrisas tras cobrar. Leí el correo de Sandra y me angustió que hubiera mandado una imagen. En el texto no apareció el color violeta. Cuando vi la foto, apagué el portátil y hui. Tenía que destruir el ordenador y volar aquella misma noche a cualquier ciudad del mundo.

La foto era, según el correo, un “selfie” de Sandra. Aquello que vi ni siquiera se parecía a un ser humano.

26 junio 2021

#EstrellasDeTinta ¿Qué eres?

Este es mi relato de junio para el reto de escritura Estrellas de tinta, organizado por Katty Cool. Puedes leer las instrucciones del reto (y solictar apuntarte) en la bitácora de la organizadora:

https://plumakatty.blogspot.com/2020/12/estrellas-de-tinta-reto-de-escritura.html

En esta ocasión, voy a poner objetivos y objetos delante, asi como número de palabras.

Objetivo que cumple: 1—Escribe un relato sobre un alpinista en una helada o sobre un rescate en el hielo.

Objetos

2- Unos Alicates

4- Un Chupito


Son 1449 palabras según https://www.contarcaracteres.com/palabras.html (he quitado cuatro asteriscos de separación de escenas), así que cumplo los objetivos de extensión. 

Sin TW.


¿QUÉ ERES?


Arne había nacido tan al norte que para él era normal que el sol no se pusiera durante el verano. Sin embargo, el frío de aquel atardecer le parecía insoportable. Fustigó al caballo, pero su montura, agotada, ya no podía imprimirle más velocidad al trineo. Insistió un par de veces, no por crueldad: si caía la noche, montura y tripulante amanecerían convertidos en témpanos de hielo.

Unas huellas en la nieve lo obligaron a detener el trineo, atónito. Las siguió, con una soga enrollada a la espalda, un pico en una mano y la otra preparada para desenvainar la daga, hasta el borde de un río congelado. Cerca la mitad del cauce, había un bulto. Aunque el hielo parecía firme, Arne no se arriesgó. Ató la soga a un tronco, luego se la anudó a la cintura y se arrastró sobre el hielo hasta el bulto.

No se lo podía creer: era un niño, muy bien abrigado pero cubierto de cristales de hielo. No fue capaz de dejarlo allí. Con cuidado, se las arregló para subírselo a la espada y retrocedió arrastrándose hasta que volvió a pisar la nieve. Regresó al trineo con el niño, que tendría unos diez años. Si estaba vivo, intentaría curarle de la congelación que, seguramente, sufría. Si estaba muerto, le daría un entierro digno.

El trayecto fue largo y complicado. Empezó a nevar y llegó a creer que no iba a regresar a tiempo. Había caído la noche cuando las luces de Svalla le dieron esperanzas. Muerto de frío, dejó el trineo junto a su casa, introdujo al niño en el salón y encerró al caballo en el establo lo  más rápido que pudo.

*


El niño estaba vivo, lo que era un milagro. El hecho de que siguiera inconsciente, no obstante, le hizo pensar que no sobreviviría más de aquella noche. Encendió la chimenea, pero dejó al niño lo más lejos que pudo: no era bueno calentarlo demasiado deprisa. Se enfrentó al temporal de nieve para llenar una tina con varios cubos de agua sacados del pozo de Svalla, tan profundo que nunca se congelaba.

Tras tomarse un chupito de licor para espantar el frío, calentó al fuego parte del agua para crear un baño tibio. Desnudó al niño inconsciente y lo sumergió con cuidado. Cuando el infeliz despertó, hubiera sido mejor que siguiera dormido. Se pasó gritando de dolor largas horas, hasta que la congelación de sus miembros se amortiguó. Arne apenas pudo descansar: solo cuando los primeros rayos del sol disiparon la negrura se quedó dormido.

*

Arne se despertó y lo primero que hizo fue a ver al niño. La temperatura era agradable y el sol lucía de tal forma que intuyó que, en el exterior, la mañana sería soportable. Lo destapó y no entendió lo que estaba viendo. Un niño tan pequeño, que debería llevar perdido horas en el hielo, debería tener la piel abrasada por la congelación. La piel pálida del muchacho estaba limpia.

Lo cubrió de nuevo y mientras Arne desayunaba, el niño despertó. Tenía el cabello rubio típico de los habitantes del reino de Kmaal, pero los ojos del niño parecían dos trozos de carbón. Arne le trajo la ropa y le pidió que se vistiera. El muchacho obedeció en silencio.

—¿Te encuentras bien, muchacho? ¿Cómo te llamas? —preguntó Arne.

El niño lo miró sonriendo. Descartó que fuera mudo, porque lo había oído gritar, así que no debía de hablar su lengua. Quizá se tratara de un esclavo recién comprado en el sur que decidió, en el peor momento, escapar de sus amos. Con gestos, lo invitó a desayunar con él. Le alegró, a la vez que lo sorprendió, que tuviera buen apetito. Lo había rescatado del hielo y actuaba como si nunca hubiera estado a la intemperie en medio de un río helado.

*


El niño resultó ser un huésped agradable. No molestaba, no se metía en problemas y ayudaba en las labores del hogar en cuanto le era posible. Una vez, encontró unos alicates que Arne llevaba meses buscando. A Folke, el Borgermester de Svalla, le cayó muy bien, tanto que le dio permiso a Arne para ser su tutor mientras averiguaban de dónde provenía.

Arne se esforzaba en comunicarse con él. Le hablaba, le hacía preguntas y le recitaba antiguos poemas antes de dormir. Intentó enseñarle smaalés y, aunque el muchacho nunca pronunció palabra, tuvo la impresión que entendía algunas de las frases. Por ello, perseveró durante las tres semanas que convivieron en paz.

*


Los designios de los dioses son incomprensibles, tanto que parecen burlas crueles. Un día, sonaron los cuernos para convocar a los guerreros de Svalla. Arne, con la ayuda del niño, vistió la coraza, se colocó el casco, se ciñó el cinturón del que pendía la espada de su familia y embrazó el escudo redondo. Le pidió al niño que se escondiera en el sótano y que no saliese hasta que él u otro habitante de la aldea viniera a buscarlo.

Atacó Svalla un batallón de svartalfar. Se cantaban historias acerca de ataques de aquel pueblo de herreros ancestrales, de piel manchada permanentemente de hollín. El metal se les agotaba y asaltaban los pueblos humanos para robar armas, aperos de labranza y todo lo que les sirviera de alimento a sus fraguas.

Los svartalfar son guerreros temibles. Además, un ser de pesadilla, un monstruo oscuro recién llegado que volaba tan alto como un águila, parecía darles brío. La línea de defensa de los habitantes de Svalla se rompió tras cinco minutos de combate. Arne huyó, junto a los restos del ejército humano, de vuelta a la ciudad, con la esperanza de atrincherarse en la fortaleza. Aquellas esperanzas se disiparon cuando el monstruo negro, que tenía el aspecto de un dragón, aterrizó en los muros de la fortaleza.

Arne regresó a su casa. Solo le quedaba ir a por el niño e intentar huir. Mató a un svartalfar que lo atacó, pero otros tres lo persiguieron. Intentó despistarles para que no lo vieran entrar en su casa, y lo habría conseguido de no ser porque se topó con el dragón, que lo inmovilizó con una simple mirada. El monstruo tenía unos ojos rojos aterradores. Sin embargo, en vez de la muerte, lo que experimentó fue una voz que sonaba en su interior.

—Arne, no temas. Soy yo.

El monstruo se difuminó para cambiar de forma y volvió a ser el niño al que había salvado, que le pidió que se acercara. Arne estaba demasiado confundido como para moverse: se limitó a caer de rodillas. El ser al que había salvado, miró con rabia a su derecha.

—Espera —dijo el ente.

Se difuminó para convertirse en una mujer muy alta, con dos trenzas rubias, vestida con una piel de oso y que blandía un hacha a dos manos. Cuando los tres svartalfar aparecieron, cargó contra ellos profiriendo aullidos terribles. Destrozó de un hachazo el escudo de metal de un enemigo y quebró la espada de un segundo. Aterrorizados tras tal exhibición de fuerza, los tres huyeron.

Arne temblaba, de miedo y de frío. La mujer se le acercó. Habría pasado por smaalense si no fuera tan alta y no tuviera los ojos negros. El ser le tendió una mano, sonriendo.

—Cuidaste de mí cuando lo necesité —dijo la mujer—, aunque ahora te arrepientas de haberme salvado, y voy a devolverte el favor. No temas.

—¿Qué eres? ¿Un dragón, una guerrera, un niño?

—No tengo forma. Adquiero aquella que más me conviene. Soy dragón cuando quiero que  me sigan los svartalfar. Soy niño cuando me siento vulnerable y necesito que me cuiden. Soy una guerrera hermosa cuando quiero salvar y agradar al hombre que me protegió.

Arne dejó que la guerrera lo ayudara a ponerse en pie.

—Nací de la sangre negra de diez héroes que malgastaron su vida intentando robar el tesoro de un dragón. No soy ni hombre, ni mujer, ni bestia. Soy un espíritu que necesita la guerra y la muerte para sobrevivir. La paz me estaba consumiendo, pero tú me salvaste y me trajiste a un pueblo que se alzaba junto a una ciudad subterránea de los svartalfar.

—Tú los trajiste —dijo Arne con lágrimas en los ojos—. Te salvé a ti y maté a mi gente al hacerlo.

—Si los dioses siguieran la justicia humana, tu bondad no debería haber provocado esto, pero los dioses tienen sus propias razones. Piensa que si no mato, muero, y eso tampoco es justo.
 
La guerrera tomó la mano derecha de Arne, que hacía tiempo que no blandía la espada.

—Ven. Te dejaré a salvo en Novorna y te prometo que jamás atacaré esa ciudad mientras vivas en ella.
Arne soltó el  escudo y se dejó llevar.