14 agosto 2006

(Cuentacuentos) El sisear del aire rompió el silencio

El sisear del aire rompió el silencio, murmurando frases olvidadas entre las hojas de los árboles. El viento leve me acariciaba la espalda, en dirección a la extraña y letal región luminosa que tenía delante. Al menos, aquello tenía sentido, ya que la región expulsaba aire caliente hacia arriba, que era sustituido por el aire de los alrededores. En un mundo en que las leyes de la física se habían trastocado, era un alivio poder explicarse parte de un fenómeno incomprensible.

Y allí estaba Marta, indecisa y triste. Habíamos llegado a un punto muerto; ni yo me podía acercar por más luchara por llegar, ni ella era capaz de dormirme u obligarme a marchar. El paraje era muy hermoso; un bosque mecido por la brisa. Ya apenas quedaban sitios así, por culpa de los demonios del fuego, que habían arrasado casi todo el mundo. Con la voz repleta de nostalgia, Marta me sacó de mis pensamientos:

- ¿Recuerdas cuando nos conocimos?

Claro que me acordaba. Había sido en los primeros tiempos de aquel horror, cuando aún había ciudades enormes, tecnología y éramos los dueños del planeta. Cuando las leyes de la física siempre se cumplían, y ninguna clase de magia era capaz de retorcerlas. Estudiaba, precisamente, física en la Universidad, en Granada. Una tarde en que estaba aburrido se me ocurrió ir a una tienda de artículos esotéricos, y paseando entre los estantes, descubrí que una chica se reía en voz baja mientras leía un libro sobre hechizos para atraer la buena suerte. Ya no recuerdo bien cómo logré entablar conversación con ella, cosa que deseaba porque siempre fui un escéptico convencido; el caso es que descubrí que no se reía, como pensé al principio, porque
lo que dijera el libro fuese ridículo, sino porque las técnicas eran absurdas: aquello se hacía de otra manera.

Al principio, pensé que se refería a que, históricamente, aquellos libros no tenían fundamentos. Debí caerle bien, porque se acordó de mí varias veces que nos vimos por la Universidad y acabamos haciéndonos amigos. Un día lejano, me quedó claro que Marta creía realmente en la magia y estuvimos debatiendo bastante rato, hasta que me sorprendió diciéndome que podía demostrarme que era una hechicera. Me sorprendió porque, generalmente, los que fingen tener poderes siempre eluden la demostración directa. Lo que no sabía, ni yo ni casi nadie, era que el mundo había cambiado y que, por obra de seres de un origen que se desconoce, las leyes de la física se habían retorcido.

Cuando estuvimos en su casa, me pidió una moneda y me dijo que la sostuviese en una mano. Y la alzó sentada en un sillón, a tres metros de mí. Era una moneda normal, en mi mano... cualquier truco era imposible. Aún así, incapaz de aceptarlo, se me ocurrió la idea desesperada de que se tratara de un truco con imanes, así que le pedí que alzara una tarjeta de visita. Al verla flotar a la altura de mis ojos, no tuve más remedio que aceptarlo. Me obligó a mantenerlo en secreto, de todos modos, prometió, no repetiría la demostración ante el público y me haría quedar como un farsante.

Le sonreí con el afecto que da haber compartido muchos años de peligros y aventuras. La nostalgia también se mezcló con mis palabras.

- Claro que sí... Fue en los buenos tiempos.

Durante varios años, algunos laboratorios habían ido registrando medidas sin sentido, que casi siempre se achacaban a fallos de los montajes o de las teorías. Salvo algunas, que carecían de explicación razonable tras haberse descartado otros motivos. Nadie estaba preparado para lo que sucedió. Tres años después de conocer a Marta, comenzaron los incendios. Había habido oleadas de incendios provocados por seres humanos, con propósitos absurdos, pero esto fue mil veces peor. Los bosques ardieron sin control y, a pesar de todos los medios que se dedicaron, luego, ardieron muchas ciudades: Madrid, Oviedo, Alicante... Al fin se descubrió a los demonios del fuego, y el ejército los combatió y derrotó, aunque los daños habían sido
tan graves que las sociedades se desmoronaron. Desgraciadamente, el fuego sólo era el comienzo. De las cenizas surgieron monstruos que invadieron la tierra y la Humanidad, dividida y hambrienta, sólo resistió 73 días.

En la actualidad, sólo la voluntad por sobrevivir mantiene vivos, arrinconados en montañas y lugares inaccesibles, a los restos de una raza que poseyó, antaño, todo el planeta.

Marta me miró con cariño y aquella mirada me angustió, por primera vez. Le dije:

- Tiene que haber otra manera.

Repuso muy apenada.

- No la hay... ¿crees que lo haría si conociera otra salida?

Cuando las defensas de Granada se vinieron abajo, y los supervivientes huimos hacia las montañas, Marta me buscó. Decía que nuestro error había sido no haber combinado la magia y la ciencia. Las armas eran efectivas, pero si no comprendíamos la magia que movía a nuestros enemigos, jamás les venceríamos. Y tenía razón. Combinamos nuestros conocimientos; ella estudió la magia, mientras que yo aprendí a estimar y analizar mentalmente fuerzas, volúmenes, características de materiales... Luchamos por organizar y proteger a los refugiados y siempre logramos rechazar a los demonios. La magia manipula la naturaleza de forma incomprensible, pero la materia modificada sigue siendo materia que se rige por las leyes que la ciencia había ido descubriendo, así que conocer sus características nos daba una ventaja decisiva.

Marta era una mujer luchadora, así que era incapaz de entender aquello. Habíamos sido lo que en las novelas de aventuras se llamarían héroes, los que combatíamos el mal y siempre, con más o menos trabajo, vencíamos. Y ahora nos veíamos allí, yo con mi mente protegida por un talisman y ella manteniendo una barrera que me impedía acercarme. Vi como sus cabellos blancos se mecían con la brisa. Y entonces, se explicó:

- Esta vez lo han conseguido. Siempre han querido acabar con nosotros, pero esta vez es diferente... Me han vencido donde soy más fuerte -. Tragó saliva antes de seguir -. Estoy poseída, a punto de que me dominen.

Hubiera preguntado si no habría funcionado un exorcismo, pero me callé porque de esas cosas entendía ella mucho más. Con amargura, empezaba a comprender.

- Cada día me cuesta más trabajo resistir. ¿Te imaginas lo que podría pasarnos si me vuelvo contra vosotros? - Creí oírla suspirar, y continuó -. La única solución es la que usaban los almirantes de las flotas capturadas: hundirlas para no dejarlas en manos del enemigo.

Tenía razón. Si se volviera contra nosotros, con todos sus conocimientos y su experiencia, estaríamos perdidos. Los únicos capaces de usar la magia son aquellos que tienen unas características mentales que nunca hemos llegado a comprender. Después vienen largos meses de entrenamiento para aprender como usar esos poderes. Es verdad que en nuestro pueblo tenemos a varias promesas, pero, ahora mismo, no hay nadie capaz de oponerse a Marta. Me rendí al tiempo que me veía obligado a secarme los ojos.

A Marta le brilló la mirada cuando, consciente de que me había convencido, dijo:

- ¿Sabes lo que más he echado de menos? - Y tras una pausa, concluyó -: El café de la facultad.

Fueron tantas las tardes que nos veíamos en la cafetería de mi facultad... Lo que añoraba era el mundo de entonces, donde vivíamos sin preocupaciones ni miedo, nuestra vida de estudiantes y nuestra juventud. Soñábamos con un mundo que se había perdido para siempre. Estaba de acuerdo con ella... siempre lo habíamos estado.

Me miraba esperando algo, pero entre nosotros había poco que decirse, porque nos conocíamos tan bien después de tantísimos años... Supe lo que esperaba, así que, tratando de que mi voz no resultara amarga, me despedí:

- Adiós, Marta.

Se volvió y se despidió con la mano. Odiaba que la vieran llorar; pero yo no pude contenerme. ¿Qué iba a hacer ahora, tan viejo, tan cansado y ahora, además, solo?

Y, sin pensárselo más, Marta avanzó y se perdió entre el resplandor.



Juan Cuquejo Mira.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Brillante, me ha encantado.Lo fantástico se mezcla con la verdadera realidad de hoy en día: Con el fuego, con la destrucción, con la pérdida natural y de valores, con la degradación, con la invasión, con el pánico y la violencia, con la convivencia entre vencedores y vencidos, con la huida y el refugio... Y, entre todo eso, siempre hay otras cosas que nos evaden y que merecen la pena, aunque (En el caso de la protagonista)haya que vivir a base de recuerdos.

Creo que continuaré leyendo el resto de historias que has escrito y visitando tu blog.

Un saludo y hasta la próxima!

Anónimo dijo...

la verdad esq es una pena que la magia no pueda hacer nada en estos casos en los que galicia se quema. se quema ella y se queman los sentimientos de toda esa gente que tenía su vida en esas tierras.

nos estamos matando a nosotros mismos y nadie se da cuenta.

saludos.

Gran historia Juan

Anónimo dijo...

¡¡Hola!!

Perdona por tardar tanto en contestar, pero he estado pasando unos días con mi novio y no he tenido timpo físico de poder leer tus magníficos cuentos.

¡¡Otra vez lo has conseguido!! Es un cuento genial. Bueno, todo lo que escribes me deja maravillada. Ojalá yo pudiera escribir tan bien como lo haces tú.

Me gustaría dejarte una frase si me lo permites. Se me ocurrió ayer cuando transcribía un texto de mi novio a mi blog:

"Porque nunca sabes cuando tu camino puede llegar a su fin".

Lee la entrada escrita por mi novio, te encantará. Es una forma más emotiva de ver el accidente.

Por cierto, que hoy mi novio y yo cumplimos un mes de nuestra nueva vida, y ahora cuando te escribo, es el momento de nuestro nuevo nacimiento.

Besitos Juan.

Pau.

Anónimo dijo...

Hola wapo!!! Aquí estoy como cada semana!!

Has escrito una muy buena historia, muy pero que muy buena, no sé, tal vez por el momento que estamos pasando los gallegos, que primero han querido arruinarnos el mar y ahora... pues nosotros mismos nos dedicamos a quemar nuestros bosques, en fin, es que la realidad es bien triste pero es así, no sabemos apreciar realmente lo que tenemos delante de nuestros ojos.
Y por muy triste que resulte, ni siquiera la magia podría arreglarlo.
Te dejo mil besos y millones de aplausos, desde la primera vez que te leí me tienes enganchada a tu forma de escribir. Hasta la semana que viene, prometo no faltar a la cita!! jejejeje
Pasa buen fin de semana.